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Hola, guapo. Hace unos días te platiqué de cómo el día de mi despertar sexual, me tuve que encerrar en un cubículo de wc en el baño de las chicas para masturbarme y aliviar la calentura que se me había despertado por los toqueteos previos con mi novio y que al terminar de darme una buena dedeada, no pude lavarme las manos y tuve que ir así a mi salón de clases, en donde un rato después, mi profesor de química me sorprendió comiendo un caramelo en su clase y para asegurarse de que le decía la verdad al yo negarle que estaba comiendo, me pasó al frente del aula y me pidió que abriera la boca para revisarla y como no encontró nada, pues ya me había tragado entero el caramelo, entonces me pidió que extendiera mis manos y olfateó mis dedos, que estaban impregnados con el olor de mi vagina. Y aunque pasó por alto el hecho de que mis dedos no olían precisamente a caramelo, el resto del ciclo escolar me obligó a sentarme en la primera fila de los pupitres para vigilarme más de cerca, según él, aunque claro que sus intenciones eran las de verme las piernas sin ningún obstáculo entre nosotros.
El profesor de química, tenía fama de ser un hombre duro e inclemente a la hora de disciplinar a los alumnos y aún más al momento de asentar nuestras calificaciones. Así que cuando llegó el momento de presentar el último examen de su materia, todos temblábamos al pensar en la enorme posibilidad de reprobar y pasar el resto de nuestras vidas haciendo exámenes extraordinarios. Pero ese año, el profesor Carlos tuvo a bien compadecerse de sus alumnos más atrasados, incluyéndome a mí y entones programó un curso privado para mejorar nuestro desempeño en su materia. Dicho curso consistía en ocho sesiones sabatinas de 3 horas. Cuando dio la lista de los alumnos que tendrían que tomar el curso extra, mencionó mi nombre, condenándome así a pasar las mañanas de los próximos sábados en una pesadilla de fórmulas y elementos químicos... O al menos eso pensé hasta que llegó el primer sábado de curso.
El profesor Carlos habitaba una casita de dos niveles en una colonia de clase media, no muy lejos de la casa de mis papás. Los muebles que había en la casa del profe parecían recién desempacados, y no había ni un rastro de polvo en ninguna esquina. Parecía que la disciplina de aquél hombre aterrorizaba hasta al viento, que hacía lo posible por no arrastrar ni una hoja seca hasta el patio de aquella casa. Esa mañana de sábado, nos dimos cita otros seis compañeros y yo, que fui la última en llegar pues tomé las cosas con mucha calma para maquillarme y ponerme el vestido que usaría para asistir a una fiesta familiar ese mismo día por la tarde. Luego de las tres horas que el profesor nos había recetado para curar nuestra falta de habilidad en asuntos de la química, cerró el grueso libro que tenía sobre la mesa en la que estábamos reunidos -Es todo por hoy, muchachos. Nos vemos el martes y luego otra vez el sábado. Les falta mucho para aprobar su examen final, así que no falten, ah, y señorita Dulce, procure llegar temprano, mi tiempo, aunque usted no lo crea, vale más que el suyo y por nada del mundo se lo voy a seguir regalando si usted no muestra algo de respeto por los horarios-. Su comentario me hizo sentir incómoda y sólo acerté a expresar una disculpa apenas audible. -Como castigo a su impuntualidad, tendrá que quedarse aquí el tiempo que le tome resolver este ejercicio- Añadió el profesor y me extendió una hoja doblada por la mitad que yo tomé con mano temblorosa. -Los demás pueden irse, o si gustan pueden hacerle compañía a la señorita impuntualidad-. Todos se levantaron y tomaron sus cosas y salvo mi amiga Mónica, nadie volteó a verme si quiera.
El profesor acompañó a mis amigos hasta la puerta de su casa y mientras tanto, desdoblé la hoja que contenía el ejercicio que debía resolver para poder irme a casa. Garabateado en tinta negra había solo una pregunta en la hoja: "Mencione el nombre de la sustancia que da su olor característico a la cavidad vaginal". -No puede ser- Pensé y voltee a ver hacia la puerta por donde se habían retirado los demás chicos y vi a mi profesor ahí de pie y con los brazos cruzados, mirándome fijamente, muy serio y luego me preguntó -¿Qué espera para dar su respuesta, señorita? No es nada que usted no sepa, estoy seguro-. Arrugué la hoja entre mis manos y me levanté de prisa con toda la intención de largarme de ahí, me sentía humillada. -No tan rápido, amiga. A menos que usted quiera ser expulsada junto a su noviecito por actividades inmorales dentro del plantel y por seducir a un profesor, permanezca en su lugar y resuelva su cuestionario. El tono enérgico y seguro con el que hizo su amenaza, me petrificó y a pesar del repentino nudo que se formó en mi garganta le contesté que no sabía la respuesta. Entonces el profesor se acercó a donde yo estaba y sacó del bolsillo de su pantalón su teléfono celular y lo sostuvo frente a mí. En la pantalla del aparato, se reproducía un vídeo que mostraba a mi novio sentado recargado en un árbol mientras yo mamaba su verga. -Me parece que ese bonito lugar se encuentra dentro de las instalaciones de nuestra escuela ¿no es así, señorita Dulce?-. Sentí la sangre golpeándome en las sienes y vi que las cosas empezaron a girar frente a mis ojos como si yo estuviera montada en un carrusel y tuve que sentarme de nuevo para no caerme. Entonces la voz del profesor me trajo de vuelta a la realidad -No se preocupe por esto, solo le recomiendo que tenga más cuidado a la hora de elegir dónde va a revolcarse con su galán. Es más, como muestra de mi buena voluntad, voy a borrar este vídeo ahora mismo y le garantizo que no hay ninguna copia. ¿Lo ves? Estoy de tu lado, Dulce, solo quiero ayudar. Y bueno, entonces si no tiene idea de cómo resolver la sencilla pregunta en la hoja que acaba de arrugar, le recomiendo que busqué la pregunta en la práctica- Cuando terminó de decirme eso, tomó la silla que estaba a mi lado y se sentó, y cuando ya estaba ahí, vi cómo su pene erecto hacía un bulto bajo su pantalón.
-¿Pretende que me masturbe aquí mismo? ¿es eso? ¡Pues olvídelo! Ni usted ni sus videítos me asustan- Pero estaba más que aterrada, no dejaba de pensar en que el viejo calvo mentía y tenía más copias del vídeo donde aparecía dándole placer oral a mi novio dentro de la escuela.
-No es eso lo que le estoy pidiendo, señorita Dulce. No pretendo que se masturbe, sino que le ordeno que me deje mojar mis dedos en su jugosa vagina-. Yo no pude contestar nada, ni pude seguir aguantando las ganas de llorar y entonces me resigné a complacer la petición de mi profesor. Ahí sentada, abrí las piernas e incliné mi cabeza hacia atrás para que las lágrimas no salieran tan fácilmente de mis ojos. -Levántese la falda y bájese las bragas- Yo lo obedecí y luego de hacer lo que me decía, abrí más las piernas. El profesor Carlos movió su silla y la mía hasta hacernos quedar de frente y luego, se ensalivó el índicé para después introducirlo muy lentamente en mi vagina, que estaba seca por el miedo que tenía en ese momento. Luego sacó su dedo y lo llevó a su boca para poner más saliva y metérmelo de nuevo, ésta vez más al fondo, mientras su otra mano acariciaba la parte interna de uno de mis muslos. Al ver mi nula respuesta, el profesor me dijo -Ya veo que te gusta que te llenen el coño, zorra- Y entonces introdujo en mi cavidad su dedo medio también, causándome un fuerte dolor que me hizo cerrar las piernas casi como por reflejo. -Vuleve a abrirlas, Dulce. Es una órden-. Me dijo mi profesor con la ira contenida en sus palabras, pero no así en su rostro que estaba enrojecido de cólera. El miedo que me causó su expresión enfurecida fue más fuerte que mi dolor e hice un esfuerzo por abrir de nuevo las piernas.
Aún no se por qué, pero cuando los dedos de mi profesor empezaron a masturbarme a un ritmo más acelerado, mi cuerpo reaccionó en contra de mi voluntad y mi vagina comenzó a ponerse muy mojada y sentí cómo me recorría la piel una sensación muy placentera que además de endurecer mis pezones, me hizo soltar un gemidito. No podía creerlo, estaba muy excitada. Entonces el profesor sacó sus dedos de mi coño y los olfateó cerrando los ojos y poniendo una cara de gozo. Yo interrumpí su momento de triunfo y me levanté de la silla -Ya tuvo lo que quería, viejo cochino. Ahora me voy de aquí, y ni crea que voy a regresar ¡me vale madres que me repruebe!-. Tomé mis bragas de la mesa y cuando me agaché para ponérmelas, mi profesor me sujetó poniéndome una mano en la nuca, sentándome de nuevo en la silla y doblándome por la cintura hacia adelante hasta que mi cabeza estuvo entre mis rodillas. -¡Suéltame, pendejo, me estás lastimando!- Pero él no me contestó nada. Entonces empujé mi cuerpo hacia atrás con todas mis fuerzas para soltarme de su mano, pero fue en vano, solo conseguí terminar de rodillas y tirar la silla detrás de mi. Con un rápido movimiento, el profesor se montó sobre mi espalda y usando el peso de su cuerpo, me obligó a tirarme boca abajo en el suelo. A pesar de ser un tipo más bien delgado, tenía una fuerza muy superior a la mía y aunque traté de forcejear, el profesor terminó recostado con su pecho sobre mi espalda. -Cálmate, niña. Deja de moverte, solo harás que me encabrone más, y te aseguro que no te conviene-. Seguí tratando de quitármelo de encima, pero luego de unos minutos, me agoté y comprendí que nada de lo que intentara iba a funcionar. Cuando me quedé quieta, empecé a gritar. -Sí, putita, grita todo lo que quieras, grita, ésta casa no deja salir ni un solo ruido ¡Grita!-
La impotencia me hizo llorar de nuevo y le suplicaba que me dejara, que no iba a decir nada, que me dejara ir. Entonces acercó su boca a mi oído y me dijo que me podía ir una vez que lo complaciera. -Está bien, hazme lo que quieras, pero déjame ir-. Le contesté tratando de contener mi llanto y sintiendo que detrás de mi, él se estaba desabrochando el pantalón y sacaba su verga. -Abre las piernas y deja de moverte, el único movimiento que quiero que hagas es el de tu culo cuando te la meta-.
Se acomodó sobre mi y yo obedecí y abrí las piernas; pronto sentí la punta de su pene forzando mi estrecha entradita; igual que cuando me metió los dedos, el profesor había ensalivado su verga antes de penetrarme. Pero creo que de cualquier modo, no habría hecho falta, por que al parecer el forcejeo que sostuvimos antes me había excitado tanto como si nos hubiéramos estado besando tiernamente en la boca por un buen rato. El durísimo miembro del profesor se abrió camino fácilmente en mi mojada cavidad y aunque al principio me pareció repulsivo sentir que me estaba penetrando, en unos pocos movimientos, mis hormonas se pusieron en marcha y entonces empecé a disfrutar de la verga de mi profesor, que me penetraba desde atrás, recostado con su pecho en mi espalda y yo casi instintivamente, levanté las nalgas, para sentir más rico las metidas de pito que me estaba forzando a recibir.
-Sigue así, zorra, se ve que te encanta la verga-. El profesor había encontrado el modo de meter sus manos bajo mi cuerpo y estrujaba violentamente mis senos y entonces comenzó a cogerme más fuerte y me dijo -¿Te gusta la verga, putita? Te encanta sentirte penetrada ¿verdad? ¡Contéstame, puta!
Yo trataba de no hacer ningún ruido, no quería demostrarle que me estaba gustando lo que me hacía, pero cuando su miembro comenzó a bombear con más fuerza en mi cavidad, no pude más y comencé a gemir de placer y entre mis gemidos, le contesté a mi profesor -Sí, me encanta la verga, la tienes muy grande y me gusta- Pero al parecer mi respuesta no fue la que el profesor esperaba, por que en cuanto terminé de hablar, sentí cómo sacaba una de sus manos de debajo de mi y me asestaba un puñetazo en el costado derecho, que me dejó sin aire y me hizo jadear ruidosmante, pero al mismo tiempo, el golpe había hecho que la intensidad del placer que sentía se incrementara. No pensé mucho en ello, pues fue algo fugaz y así como vino, la sensación desapareció, dejándome solo un intenso dolor en las costillas.
-Esas no son formas de contestarme, puta inmunda. A mi me hablas de usted y cuando te pregunte algo, te diriges a mi como "amo" o "señor" ¿Te queda claro o tengo que darte otro chingadazo para que entiendas?- No supe qué contestar, pensé que el tipo se había vuelto loco y que tenía que irme de ahí en cuanto pudiera. -¡Contesta, puta!- Me gritó y cumpliendo su amenaza, me dió otro golpe con el puño cerrado en el mismo lugar donde me había golpeado la primera vez.
-No, ya no, por favor, no pe pegues, déjame ir, ya tuviste suficiente-. Le respondí, sin darme cuenta que mi respuesta no incluía ni el formalismo ni las palabras con que me había ordenado que me refiriera a él cuando le dirigiera la palabra. Y entonces sentí cómo me tomó del pelo y jaló mi cabeza hacia atrás, pensé que me iba a dar otro golpe, esta vez en la cara y me apresuré a decirle -No, amo, no me pegue, se lo suplico, déjeme ir, ya tuvo suficiente, por favor, ya no me pegue-. Entonces noté aterrada cómo la presión con la que me sujetaba el cabello no cedió, y me abofeteó con la otra mano, pero no pudo darme muy fuerte, pues no le favorecía a su fuerza el estar sobre mi y tendidos en el piso. Aunque no por eso dejó de dolerme. Pero el dolor dejó paso a una excitación inmensa y sentí cómo mi vagina comenzaba a contraerse, en el preámbulo de un orgasmo que no quería tener, no quería que el profesor supiera que el dolor que me infringía me excitaba, ni mucho menos que lo hacía al grado de producirme un orgasmo, pero ya no podía controlar mi cuerpo y me di cuenta que mi cadera subía y bajaba por sí sola, impulsando a mi vagina a entregarse al invasor. Entonces en un tono de burla, el profesor me dijo -Qué estrechita te pones cuando estás por venirte, puta, aprietas muy rico mi verga-. Luego me soltó del pelo y sujetetándome de las muñecas contra el suelo, siguió ensartándome su miembro; hice acopio de mis últiams fuerzas para intentar zafarme de sus manos, pero mi oposición desató mi adrenalina y solo conseguí no poder contenerme y me vine muy rico, casi convulsionándome debajo de mi profesor y soltando un agudo quejido que evidenciaba la intensidad de mi orgasmo.
Aún con la verga de mi profesor dentro de mi, moví mi cadera y apreté los músculos que hacían más estrecha mi cavidad, pensando en hacer que el profesor eyaculara lo más rápido posible y librarme de la situación. Pero el miembro del profesor parecía inmune a los estímulos que recibía al estar perforando mi coñito estrecho. -Ponte de rodillas, puta, obedece- Y me dió una fortísima nalgada. Yo de mala gana me incorporé cuando él me liberó de su peso, y me puse de rodillas dándome vuelta hasta quedar de frente a él. Cuando levanté la vista vi que sostenía su cinturón en una mano y luego me dijo que iba a mamar su verga y que me iba a arepentir si no me tragaba su semen cuando terminara en mi boca. Pasó el extremo del cinturón por la hebilla y lo bajó por mi cabeza hasta acomodarlo al rededor de mi cuello, para luego apretarlo con fuerza. Yo traté de quitármelo, pero cuando puse mis manos en el cinturón, el profesor enloqueció de rabia y me dió una cachetada, con tanta fuerza que me tiró sobre un costado y antes de que me recuperara de la impresión, mi castigador jaló del cinturón hacia él, poniéndome de nuevo en posición vertical y entonces me gritó que si lo mordía, me iba a arrepentir y un instante después, metió su verga en mi boca por la fuerza y comenzó a tirar del cinturón, ahogándome y acercando mis labios a la base de su pene. -Tócate mientras me la chupas, zorra, quiero que te toques- Y luego de decir eso, me pegó otra cachetada mientras su verga aún estaba dentro de mi boca, lo hizo con la suficiente fuerza como para persuadirme y obedecerlo, comenzando a masturbarme por debajo de la falda del vestido.
Estuve mamando el falo de mi profesor un buen rato, cada vez que trataba de sacarme su verga de mi boca, él jalaba del cinturón, obligándome a engullir toda la longitud de su miembro. No sabía que un hombre pudiera aguantar tanto sin eyacular y aunque pasaba mi lengua por el glande cada vez que me lo pedía mi profesor, yo no lograba terminar con la masacre. Y cuando pensé que el tipo estaba por venirse, pues empecé a notar el sabor saladito de su líquido pre seminal en mi lengua; él sacó de repente su fierro de mi boca e inmediatamente después traté de metérmelo otra vez, con la esperanza de hacerlo eyacular de una vez; pero él interpretó mal mis desesperados movimientos para pescarme de nuevo a su verga y me dijo -Eres una puta muy golosa, solo quieres seguir mamando ¿verdad? jajaja. Pero antes dime una cosa ¿Tu ano es vírgen?- Yo me quedé congelada al escuchar su lasciva pregunta y al ver que el profesor levantaba la mano para golpearme de nuevo al escuchar mi silencio, me apresuré a decirle -Nunca he tenido sexo anal, señor, mi ano es vírgen-. Él pareció calmarse y en vez de golpearme, usó su mano para acariciar mi cabello y me ordenó que me levantara y me empinara y que pusiera los codos sobre la mesa. Yo asumí la posición que me ordenaba y una vez ahí, mi profesor se colocó detrás de mi y me abrió las nalgas, dejando expuesto mi ano, que el profesor comenzó a lamer y a besar.
-Métete un dedo en el culo, ramera-. Me dijo, separándose de mi, pero siempre sujetando el cinturón con el que me tenía sometida. Sentí que me había dejado una abundante cantidad de saliva el rededor de mi orificio y escurría hacia mis labios vaginales. Y entonces, inserté mi índice en mi esfínter y sentí cómo mi ano lo atrapaba, como si quisiera arrancarme el dedo de la mano. Mientras hacía esto, mi verdugo se concentró en acariciar mi clítoris y entonces, acercó su otra mano a donde yo estimulaba mi ano -No saques tu dedo- Y dicho eso, él también metió su índice, bien profundo en mi recto y luego sentí cómo dejaba caer más saliva al lugar en donde nuestros dedos se perdían en mis entrañas.
El profesor terminó estimulando mi ano metiéndome tres dedos y luego, insertó su verga en mi vagina, a penas el glande, pero me volvía loca de placer el hecho de sentirme sometida y siendo perforada por mis dos cavidades. Cuando hubo mojado la punta de su pene con mis fluídos vaginales, lo acercó a donde sus dedos masajeaban mi ano, haciendo que se dilatara. -Toma tus nalgas y ábrelas bien, voy a cogerte por el culo, perra-. Él me penetró de a poco, y en cada embestida que me daba, el miembro de mi maestro se iba metiendo cada vez más profundamente en mi ano, hasta que finalmente sentí sus testículos tocando mi vulva. Cuando tuve toda su verga adentro, el profesor tomó mis manos y las atrapó detrás de mi espalda con una sola mano, y con la otra, jaló del cinurón, haciendo que mi espalda se arqueara y comenzó a ensartarme su palo en el culo con violentos movimientos que me hacían llorar de dolor. En algún momento soltó mis manos y me dijo que me masturbara, cuando comencé a hacerlo, el dolor que su verga me provocaba, se convirtió en un intenso placer que expresé gimiendo y levantando el culo para recibir más verga.
Una tibia oleada de líquido se regó por mi intestino y yo me estremecí aproximándome a mi clímax una vez más y como si el profesor adivinara que estaba por venirme, sacó su pene recién vaciado de mi ano y luego de hacer a un lado mi mano, lo insertó de un solo golpe en mi coño, yo quise protestar, por que me dio asco que me penetrara por la vagina luego de haberlo hecho por mi ano, pero otra vez fui derrotada por mi cuerpo, que explotó de gozo a la tercera o cuarta vez que el profesor me refundió su verga todavía dura.
-Ya te puedes ir, puta. Pero antes déjame decirte que hay dos cámaras ocultas que han estado grabando todo este tiempo, así que ni pienses en decir algo allá afuera, por que el vídeo de lo que pasó aquí, respaldará mi versión de los hechos cuando yo alegue que te enfureciste cuando te di una sencilla pregunta de castigo por llegar tarde y luego de arrugar la hoja, inexplicablemente, te subiste la falda y te quitaste las bragas frente a mi y comenzaste a masturbarte para seducirme.
Yo quedé impresionada y de un jalón al cinturón que todavía rodeaba mi cuello, el profesor me obligó a responderle -No diré nada, amo, se lo prometo-. A esas alturas, le había tomado gusto al juego de ser la esclava sexual de aquél hombre.
-El próximo sábado te quiero aquí igual, con vestido, pero no te pongas bragas ¿está claro?
-Sí, señor, sin bragas-. Y al decirlo, me pregunté cuál sería mi castigo si desobedecía, ahora estaba confundida, no sabía si quería o no ser castigada la próxima vez. Pero tendría tiempo para pensarlo.
-Ahora vístete como una mujer descente y ponte la tanga. Y recuerda, ni una palabra.
Hice a pie el camino de regreso a casa, con la cabeza hecha un lío y aunque tenía adolorido el ano y las nalgas, mi vagina estaba mojada sólo de recordar cómo había sido sometida hacía un momento. Entonces pensé que cedería, el profesor tendría una esclava sexual los siguientes 7 fines de semana... O quién sabe, tal vez me apetecería prolongar mi placentero sufrimiento.
Cuando llegué a la casa de mis papás, mi vagina estaba en verdad hambrienta y pensé en correr a masturbarme en mi cuarto para saciarme rápidamente antes de salir con mi familia a la fiesta de cumpleaños de mi primo Víctor. Así que abrí la puerta de la casa sintiendo un imperioso deseo de sexo aunque fuera en solitario y subí las escaleras hasta mi cuarto a toda prisa. Ya en la planta alta, noté que mi madre estaba tomando un baño y antes de entrar a mi racámara, me encontré con mi hermano, que cerraba la puerta de su cuarto ya listo para salir a la fiesta y me dijo que tenía pensado pasar por su novia antes de ir a la fiesta. -Qué guapo estás hoy, cabrón- Le respondí y le dí un fugaz beso en la boca. Tú ya sabes, mi amor, que para esas fechas, mi hermano y mi papá habían terminado sucumbiendo a su deseo por mi; así que me las ingeniaba para proveerlos de incestuosos placeres en cada oportunidad que tenía con cada uno, después de todo, mi hermano Érick había sido el primer hombre en cogerme; y bueno, también te he platicado de algunas cositas ricas que he hecho con mi papá. Mi hermano terminó nuestro rápido beso diciéndome -Candy, ahorita no, el viejo está en su cuarto viendo la tele- mientras señalaba con la cabeza hacia la puerta abierta del cuarto de mis papás. -Bueno, otro besito y ya- Le propuse y abrí mi boca para que él metiera su lengua.
Mi coño estaba en llamas, me pedía que lo satisficiera a como diera lugar, así que puse mi mano sobre el paquete de mi hermano y le dije -Vamos abajo, quiero que me des, aunque sea rápido-. Pero él tenía prisa por ir a donde su novia y sumado a su preocupación por la presencia de mis papás en la casa, terminó por negarse. -Bueno, tú te lo pierdes, tonto- le dije, quitando mi mano de su entrepierna y dando media vuelta para entrar a mi cuarto y encerrarme, saludando a mi padre al pasar por la puerta de su habitación con un "hola, papá, ya llegué" y siguiendo mi camino. En cuanto aseguré la puerta, me tumbé boca arriba en la cama y subí la falda de mi vestido para bajarme las bragas. Cuando acomodé mi tanga con el elástico tenso en mis muslos, noté una mancha color rosa, fruto de mi sangre y el semen de mi profesor, ensuciando la tela blanca de mi prenda en la parte donde va el culo. Al principio me asusté, por que pensé que me había lastimado en serio y como todavía sentía dolor, corrí al espejo para inspeccionarme esperando ver una profunda herida, pero cuando abrí mis nalgas con ambas manos de espaldas al espejo, no vi nada que acusara ser una herida seria. Entonces, puse un poco de crema para las manos en mi dedo medio y lo introduje en mi orificio, bien al fondo y cuando lo saqué no había ningún rastro de sangre pero me había dejado con ganas de meterlo otra vez; así que puse más crema y comencé a meterlo y sacarlo parada frente al espejo. Me incliné para apreciar mejor lo que estaba haciendo y me acordé de lo que había pasado en casa de mi profesor, lo que me hizo ponerme muy cachonda y en mi cabeza la voz del profe Carlos repitió para mi placer la afirmación que había hecho antes de meterme dos dedos en la vagina "te gusta que te llenen el coño, zorra", y en voz baja le contesté al ahora ausente profesor -y también el culo, amo- y tras decir eso, escarbé en mi hoyito con dos dedos embadurnados de crema para las manos. Me quité de frente al espejo y me acosté en la cama boca abajo, busqué debajo de mi colchón el consolador que me había regalado Karen, la novia de mi tío, y lo puse a funcionar para insertarlo en mi vagina mientras mis dedos trabajaban en mi cavidad anal. Llevaba un par de minutos en esa deliciosa tarea, cuando escuché que tocaban a mi puerta y cuando pregunté quién era, la voz de mi papá me contestó al otro lado -Soy yo, Candy. No te vayas a dormir, en cuanto tu madre esté lista, nos vamos-. Entonces, tanteando el camino para lo que estaba por hacer, le pregunté de vuelta a mi papá si creía que le faltara mucho a mi madre. -No se. Espera...- Escuché sus pasos yendo rumbo al baño y luego que le preguntaba a mi mamá cuánto le faltaba. -Dice que unos diez minutos, hija-. ¡Perfecto! no necesitaba más. Así que a media voz le dije a mi papá que esperara y me quité las bragas de los muslos para aventarlas debajo de mi cama y sin sacarme el dildo del coño, caminé hacia lapuerta y la abrí -Rápido, pásate- Le dije a mi papá y tuve que jalarlo del brazo hacia el interior de mi recámara por que se había quedado como pasmado al ver que le abría la puerta mientras sujetaba el consolador debajo de mi falda. -¿Me ayudas, papi? Estoy muy cachonda-. Y me senté en el borde de la cama abriendo mucho las piernas, haciendo que la falda del vestido se me subiera más allá de medio muslo. -Has que me venga, papito- invité a mi papá comenzando a meter y sacar de mi vagina el dildo, que lucía una línea blanca en la base por la acumulación de mis juguitos.
Mi papá me besaba profunda y lentamente, ya había bajado los tirantitos de mi vestido y me había quitado el sostén para acariciar mis tetas; yo con una mano follaba mi panochita con el aparato y con la otra masturbaba la enorme verga de mi papá, que lucía toda su dureza fuera del pantalón y entonces me dijo que se lo chupara mientras él se hacía cargo del juguetito con que me penetraba -Quiero tu boquita, nena-. Muy obediente me incliné sobre sus piernas y comencé a darle una rica mamada con mucha lengua y unos momentos después, el ritmo con el que mi papá introducía el dildo en mi cavidad, aceleró y no se detuvo hasta que me vine, ahogando mis gemidos con el pene erecto de mi papá invadiendo mi boca. Lo miré a la cara desde mi posición entre sus piernas y mientras continuaba masturbándolo le dije -Quiero que tú también te vengas, cógeme por el culo, papi, para que no te preocupes si te vienes dentro de mi-. Lo que en realidad yo quería era repetir la increíble sensación de tener una polla ensartada en el ano mientras me metía los dedos en la vagina.
-¿Por el culo, Candy? Pero puedo lastimarte-. Cuando me dijo eso, yo me levanté de la cama y fui por el bote de crema que había estado usando antes de que mi papá llegara.
-Ten, ponme mucha, para que no me duela y métemelo rápido, quiero que me des tu lechita antes de que mamá salga del baño.
Los dedos de mi papá esparcieron una generosa cantidad de crema cosmética entre mis nalgas y puso otro poco en su glande antes de empezar a metérmelo empinadita como me había puesto, de pie con las piernas bien abiertas y con las manos sobre la cama levantando bien alto el culo, como una invitación explícita a que mi padre me tomara como a una puta. Sentía la duda y el temor de mi papá en sus manos cuando las puso sobre mis nalgas para abrirlas y lo tranquilicé diciéndole -Hazlo, papi, está bien, había estado probando con mis dedos antes de que llegaras, pero prefiero mil veces que me llenes con tu verga, no tengas miedo, no me va a doler- Pero me equivocaba. El pene de mi papá, bastante más ancho y un poco más largo que el de mi profesor abrió las paredes de mi intestino haciéndome sentir mucho dolor, que traté de ahogar mordiendo una almohada que estaba cerca. Pero poco a poco el dolor fue menguando y pude disfrutar del miembro de mi papá taladrando mis intestinos.
Cuando la posición que había tomado empinada sobre mi cama me cansó, mi papá me ayudó a enderezarme y me apoyó contra un muro mientras seguía dándome duro por atrás. La nueva posición me permitió disfrutar de los pellizcos que mi papá me daba en los pezones mientras yo hacía rebotar mis nalgas contra su cuerpo y me volvía a meter el dildo en el coño, era delicioso que me cogiera atrapada entre su cuerpo y la pared. Estábamos peligrosamente cerca de la puerta de mi cuarto, pero eso también implicaba que nos enteraríamos en cuanto mi mamá saliera del baño. Y así fue. Escuchamos cuando abrió la puerta del baño y salió al pasillo a donde desembocaban las habitaciones del nivel superior de la casa. -Ya valió madres, Candy- Maldijo mi padre en voz muy queda en mi oído. Pero yo no pensaba lo mismo y quería darle un rico orgasmo a mi papá, así que cuando intentó moverse para sacar su miembro de mi ano, lo sujeté con ambas manos en su cadera y empujé mi culo hacia él, quedando inclinada con una mejilla contra el muro donde estaba la puerta. Mi papá me tomó de las nalgas y siguió bombeando en mi ano con fuerza. Entonces escuché que mi mamá entraba a su cuarto y salía de nuevo. Estaba dispuesta a jugarme el pellejo en mi más arriesgada apuesta y al adivinar que mi madre se dirigía hacia la puerta de mi cuarto, le dije a mi papá que no se moviera, mientras yo me subía los tirantes del vestido y alisaba velozmente la tela sobre mis tetas antes de abrir unos centímetros la puerta de mi habitación y asomar mi cabeza para ver que mi madre, efectivamente se encaminaba a mi cuarto; cuando ella me vio detuvo su marcha y luego de mirarme extrañada, me preguntó si sabía dónde estaba mi papá. -Sí, está aquí conmigo... Le enseño un vídeo de fantasmas- Mi mamá siempre le ha tenido mucho miedo a los vídeos y películas de terror, mientras que, mi papá, mi hermano y yo compartimos el gusto por observar las cintas que muestran cosas moviéndose solas o alguna aparición misteriosa. Mi truco funcionó; mi mamá puso una cara de fingido pánico y retrocedió sobre sus pasos hasta meterse en su cuarto mientras decía que estaría lista en un momento y cerrar la puerta tras de sí. Cerré la puerta y comencé a mover las caderas mientras por encima del hombro le dirigía una mirada de complicidad y lujuria a mi papá, que sonreía mientras me empujaba toda su deliciosa carne. -Vente rápido, no se cuánto dure el encanto-. Cuando se lo dije a mi papá, él me dejó ir su verga hasta adentro para luego sacarla por completo, una y otra vez, forzando mi ano cada vez que me empalaba de nuevo; yo, para agregar más presión sobre su verga, cerré las piernas y apreté mi culito, mordiendo deliciosamente el fierro de mi papá en cada embestida, hasta que me sentí llena de su semen.
Luego de volver a poner su miembro dentro del pantalón, mi papá salió de mi cuarto, para evitar la suspicacia de mi madre. Y ya estando a solas, mientras me limpiaba el abundante líquido blanco que me salía por la puerta trasera, tuve antojo de otro orgasmo y usé el semen de mi papá para lubricar mi clítoris hasta que caí rendida, víctima de un delicioso clímax.
Espero que te haya gustado esto que te platiqué, guapo y que te masturbes muy rico luego de leerme, porque yo estoy cachondísima pensando en que sacarás toda tu leche pensando en mí. Justo ahora, ya tengo mis dedos acariciando mi vulva. Recuerda que soy tu puta, siempre.
Dulce F.
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