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Me llamo Carlos, tengo 24 años, y soy masajista y fisioterapeuta.
Trabajo en un gabinete donde principalmente atendemos a deportistas y atletas de diversos deportes, entre ellos, principalmente, futbolistas y ciclistas de equipos amateur de la ciudad.
No es un gran trabajo, pero como me gusta, estoy encantado de ejercerlo, y a la vez, me permite vivir de él, de forma desahogada, económicamente hablando.
Personalmente, soy también una persona cuidada físicamente, pues forma parte de mi gusto por el deporte, y el cuidado corporal. No fumo ni bebo, y hago ejercicio regularmente, aparte del ejercicio que mi profesíón me exige en su práctica, por lo que se puede decir que estoy en buena forma física.
Hace unos meses, conocí a la que hoy es mi novia, Virtudes es su nombre. Es una chica muy bonita, alta, con un cuerpo rellenito, pero muy proporcionado. Su mejor atributo femenino, si hubiera de escoger uno de ellos, sin dudar sería su culo. Lo tiene redondo, apretado, pero, con una piel absolutamente lisa, tersa y sin indicios de celulitis, estrías, ni otras máculas similares. En definitiva, un culo digno de mostrarse en un museo.
Durante unos meses, salimos, íbamos a bailar, de disco, etc. Yo le recogía en la puerta de su domicilio, pero aún no había entrado en su casa.
Sabía que su padre era directivo de una empresa, siempre muy ocupado por su trabajo, y ganando dinero, claro, por lo que en el aspecto económico, disfrutaban de un nivel de vida envidiable.
Su madre, -Carmen,- se dedicaba a sus labores, que por lo visto, consistían en acudir a los salones de belleza, el gimnasio, y reunirse con las amigas a cotillear. Pude comprobar cuando comencé a entrar en casa, que era una mujer bellísima, de cuerpo muy cuidado, escultural. La verdad es que, si mi novia estaba bien, tenía a quien parecerle, pues resultó ser una mujer más que apetecible. Además era de trato muy agradable y cercano, por lo que, mis visitas a la casa de mi novia, empezaron a tener otro aliciente añadido.
Procuré hacerme simpático, y siempre que era posible, hacía lo necesario para caerle bien, y gozar de su cercanía y del perfume a hembra que desprendía.
Llevaba ya visitando la casa de mi novia algunos meses, y, si bien no podía quejarme de las atenciones que recibía de mi novia, no dejaba de pensar en su madre, en lo rebuena y apetitosa que estaba, hasta el punto de desearla, pues entre otras cosas, pude intuir de que el marido, no parecía atenderla lo suficiente.
Mi ocasión, me llegó un día en que ella, había ido al salón de belleza.
Al parecer, había ido a hacerse la depilación, y no había quedado muy satisfecha con el trabajo que le habían hecho. Por los comentarios que le hacía a mi novia en la cocina, -que yo pude captar desde el salón, donde me encontraba,- entendí que la chica que le había atendido, no estaba muy experimentada, y le había depilado muy mal. Le había aplicado la cera demasiado caliente, y sentía un escozor muy molesto.
-Bueno mamá, cuando venga, te lo veo. Ahora no me puedo entretener más. Tengo que ir al centro a recoger un envío postal a la Central de Correos. Si quieres, que te lo mire Carlos, que al fin y al cabo, entiende de esto bastante, pues en su trabajo, también hacen depilaciones a deportistas.
Desde el pasillo, Virtudes se despidió de mí, no sin antes pedirme que echara una ojeada al desastre, que al parecer, le habían hecho a su madre, mientras ella acudía al centro a recoger el paquete.
Me dirigí a la cocina, con la sana intención de ayudar a la madre de mi novia a mitigar sus molestias.
La encontré sentada en el filo de una de las sillas, con la falda bastante levantada, sobre sus muslos, haciéndose aire con un cartón. La visión que me proporcionó, fué deliciosa. Sus piernas, desde los pies, hasta sus muslos eran perfectas.
-¿Qué le ocurre, Carmen? –le pregunté.
Sorprendida, bajó su falda hasta sus rodillas, mientras se continuaba haciendo aire con el cartón. La cara se le puso roja de vergüenza.
Tímidamente, comenzó a explicarme lo de la depilación. Haciéndome el interesado, le hice subirse de nuevo la falda, mientras me arrodillaba junto a ella. Pude entonces contemplar aquellas columnas, sin corte ni disimulo alguno. Aprecié rápidamente, que lo único que tenía era un enrojecimiento, causado por una irritación pasajera, debida a la inexperiencia de la chica que la había depilado, y que fácilmente, podía haberse solucionado con la aplicación de una loción calmante.
Pero no iba a desaprovechar aquella ocasión de oro, para halagarme la vista todo lo que pudiera.
-Dígame, ¿tiene en casa alguna loción ó crema para quemaduras?
-Pues no sé… en el cuarto de aseo está el botiquín.
-Mire,… -dije- para poder tratar bien esto, tendría que ponerse tendida, mientras yo le examino. Mejor, si se pone en el sofá del salón, sobre una sábana, ó una toalla grande, para que me permita tratar la zona mejor, y no manchar el sofá.
Mientras me dirigía al aseo, ella extendió una sábana sobre el sofá. En el botiquín encontré una pomada adecuada para el caso, pero, se la iba a extender yo mismo. Con mis manitas.
Regresé al salón. Ella, se encontraba de pié, junto al sofá esperándome.
-Humm…veamos… -dije- mejor si se quita la falda, para no mancharla.
Ella se quitó la falda, y ….Ohhh! aquella visión, sí era gloriosa. Sus muslos remataban en un vientre plano por delante, cubierto ligeramente por unas braguitas, que no podían ocultar demasiado. Mi polla se estremeció.
-Túmbese boca arriba primero, –le dije, mientras comenzaba a retirar el tapón del tubo de pomada.
Se tumbó. Acerqué una silla al sofá, para sentarme en el filo de la misma. Comencé a frotar con las palmas de mis manos, embadurnadas con la pomada, la suave y levemente enrojecida piel de las piernas de Carmen. Se estremeció al primer contacto.
-Verá… esta pomada es muy buena, pero, hay que saberla aplicar correctamente… hay que hacerlo suave… hacia arriba… hacia abajo…sin dejar ninguna zona sin frotar,… así,… insistiendo,… hasta que se absorba totalmente.
Le miré a la cara. Tenía los ojos cerrados. Mi polla empujaba sobre la tela de mi pantalón. Era la madre de mi novia, sí, pero me estaba poniendo a mil. Comenzaba a respirar un poco agitada. Sin duda, ya le escocía menos. Pero, creo que ahora sufría otro tipo de afección.
-Dese la vuelta, para aplicarle la pomada en la parte posterior.
Se giró, rodando sobre sí misma. Cuando quedó inmóvil, boca abajo, tuve que acomodarme como pude la polla dentro de mi pantalón. Aquello ya no era una visión. Aquello era una realidad ante mis ojos, y una promesa de futuros y placenteros orgasmos. Un culo digno de figurar, no ya en un museo, sino en una exposición universal, se mostraba al alcance de mi mano. Dilaté todo lo posible la aplicación de la pomada, incluso sobre aquellas lomas preciosas, aunque no se habían depilado, amasándolas suavemente, a dos manos. Ella no protestó, al contrario, unos ahogados gemiditos, me delataron lo mucho que le estaba gustando mi tratamiento.
-Carlos,...mmmm… -dijo con un hilito de voz-, también me escuecen las axilas…
-Pues nada,… ¡se quita la camisa, y lo examinamos también…!
Sentándose un momento, se quitó la camisa, quedando con sólo las braguitas. ¡No llevaba sujetador!. Mi polla ahogó un grito de júbilo dentro de mis pantalones. Alzó los brazos, y me puse muy atentamente, a aplicarle pomada sobre las enrojecidas axilas y las zonas aledañas. Estas zonas, incluían sus preciosos y turgentes pechos, que recibieron las manipulaciones -muy específicas en estos casos, de mis manos.
-Así,… así,… hay que trabajar la zona bien, para que no se extienda la inflamación… Uffff…!
Mis dos manos, rodeaban una y otra vez aquellos preciosos pechos amasándolos, sin olvidar pasar a cada poco, por los duros y erectos pezones.
Desde luego, a ella ya le empezaba a desaparecer la inflamación de la piel, pero, a mí, me estaba dando un ataque inflamatorio en la polla y en mis pelotas, que no sabía si lo podría resistir.
Mi novia regresaría probablemente en unos minutos, y no era cuestión de que me pillara allí, con su madre desnuda, y mi polla en estado monstruoso.
No creo que pudiera explicárselo de forma convincente.
Creí que debía dar por acabado el tratamiento, cuando Carmen me dijo:
-Carlos,… es que,… verás,… la depilación que me hicieron, fue integral….
¿Quéééé,…? ¿Me estaba insinuando que le pusiera pomadita también en…?
Yo, tragué saliva… mi polla, debió tragar semen…
Con la mayor naturalidad que pude, le quité las braguitas, y ella dobló las rodillas y se abrió de piernas… Tuve que sentarme a sus pies, porque mis piernas temblaban, no me sostenían…
Aquella, más que una visión, era un sueño idílico. Un coño perfecto, un poco enrojecido, sí, pero un coño precioso, depilado, se ofreció ante mis ojos. Mis manos también temblaban, cuando untadas con la pomadita, comenzaron a frotar sus labios vaginales, su clítoris, su precioso e inmaculado orificio trasero…
Ella levantó ligeramente el culo del sofá, -sospecho que de forma voluntaria,- al recibir la primera falange de mi dedo corazón, que de forma descarada, le introduje por el ojete, así como el dedo índice, se aventuró unas cuantas veces dentro de su sonrosado canal vaginal.
Mi boca, se hacía agua… mi polla se hacía semen…bueno, se hacía líquido preseminal, pero se hacía…
No podía arriesgarme más… mi novia debía estar a punto de llegar…
-Carmen,… creo que ya está,… en unas horas, se te habrá pasado…
-¿Tú crees…? dijo con los ojitos chicos… la verdad es que me ha aliviado la quemazón,… pero me ha sabido a poco. Creo que sería una lástima no aprovecharme de tus conocimientos, teniéndote tan a mano… ¿verdad…?
Se incorporó, y comenzó a vestirse. Apenas había terminado de vestirse y de recoger la sábana, cuando mi novia entró.
-¡Hola,… ya estoy aquí…!
Salí a su encuentro, y le dí un beso. Me preguntó:
-¿Le has echado un vistazo a las piernas de mi madre?
-Sí, claro. Le he puesto una pomada, y se le está pasando…
Mi suegra, se acercó y dijo:
-Hija, este Carlos, es un primor… lo siento, pero pienso abusar de él cada vez que lo necesite…
Me miró a los ojos, y ví en ellos una complicidad muy pícara.
-Claro… -dije- para eso estamos,… ya sabe…
Sí, ella ya sabía que podía abusar de mí,… en todos los sentidos,… no pensaba oponerme…
En ese momento, creí ser el hombre más afortunado del mundo. Tenía una novia preciosa, y una suegra de la misma rama…
Muy caliente y muy puta, eso sí,… pero eso, me agradaba mucho a mí.
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