~~Me fastidia que madre se esconda cuando se desnuda.
Cuando entreveo sus grandes pechos, con pezones como pasas, se me hincha
la verga. Ya sé, esos pechos me alimentaron de niño, pero
no importa. Cada edad tiene sus necesidades. Ahora no buscaría
alimento en esos pechos, sino placer. Quiero follarme a madre. También
mi hermano. En eso coincidimos. Lo hemos hablado y a los dos nos fastidia
que padre no nos deje ver a madre desnuda. Es egoísta. La quiere
solo para él. Cuando el sol llega a lo alto, madre acostumbra
a bañarse en el río, en el recodo de las piedras negras.
Mi hermano y yo lo sabemos y solemos espiarla desde las ramas de arriba
del cerezo grande. Madre se desnuda y mi hermano y yo sacamos las vergas
y nos masturbamos, cada uno a su ritmo y a su faena, imaginando que
nos la follamos.Padre nos ha prohibido espiarla. Se entiende él
por qué. Madre está buena. Apetece acostarse con ella,
y él no quiere que lo hagamos. De ahí la prohibición.
Se me rompe un algo por dentro cuando la miro desde el cerezo grande,
sobre todo si la miro bien mirada, culo y coño en primera página,
que las tetas están bien, pero no hay nada que pueda hacerle
sombra al culo de madre. Me pasaría horas y horas contemplándolo.
No hay mejor ocupación. Además ¿qué otra
cosa se puede hacer aquí? ¿Cuidar de los corderos? ¿Plantar
simiente de habichuelas? Prefiero tocarme la verga mirando el culo de
madre y, si acaso, soñar con el momento en que pueda cubrirla
y vaciarme en ella.Mi hermano me lleva ventaja. Madre le quiere más,
tal vez por ser el pequeño. Le hace arrumacos, mientras a mí
me esquiva. A él le besa en la boca, a mí en la mejilla.
Y no me da la lengua como a él. Disfrutan cambiándose
las salivas. Se les nota. Ella, si padre no está, deja que mi
hermano le acaricie los pechos. A madre le gusta tener esas manos correteando
por su cuerpo.Los celos son mala cosa. Imagino que madre y mi hermano
se revuelcan en la orilla del río y lo veo todo rojo. Lo mato.
Si se la folla, lo mato. Soy yo quien debería disfrutarla. Cuando
padre la penetra, la oigo gemir. Son los suyos unos gemidos profundos,
subterráneos, de dientes clavados en los hombros y uñas
rasgando las espaldas. Son gemidos de animal gozador. No puedo más.
Echo humo por las orejas. Me masturbo en los corrales imaginando que
madre me ofrece la grupa como hacen las corderas con sus machos. Me
obsesiona. Y no soy el único. Cuando madre trajina entre nosotros,
padre, mi hermano y yo venteamos su olor a hembra. Madre lo sabe y le
gusta. Sonríe. Le nace un brillo húmedo y canalla en la
mirada.Algunas tardes tenemos visita. No conozco su nombre. Mis padres
le llaman el señor o el amo. Estuvieron de empleados, de encargados
o de aparceros no lo sé muy bien en una finca suya, que dicen
que era una pasada de finca, pero eso fue antes de nacer yo. Luego hubo
un lío de mil demonios y los echaron a patadas, pero la cosa
ha debido arreglarse, porque el señor amo nos visita. Me molesta
la forma que tienen mis padres de hacerle la pelota. Se comportan como
criados. El señor amo echa largas parrafadas con padre y, cuando
piensa que nadie lo mira, le atiza pellizcos en el culo a madre. Ella
ríe, se contonea y le provoca moviendo mucho las caderas cuando
pasa junto a él. Padre suele insistir en que el señor
se quede a cenar. Solo lo consigue de tarde en tarde. Entonces mata
un cordero, se lo zampan y luego se pasan la noche entera con eso de
Antes sí eran buenos tiempos y ¿se
acuerda usted cuándo? Hoy me he encaramado al cerezo
grande de junto al recodo. Estaba solo. Mi hermano había llevado
el rebaño a los prados altos. Madre ha llegado a mediodía,
como siempre. Está buenísima sin ropa. No le he quitado
ojo. Ella se apercibe de cuándo y cómo se la mira y no
se corta un pelo. Al contrario. Lo sabe y lo disfruta. Se recrea. Se
toca los pechos sin venir a cuento y se ensortija los dedos con los
vellos del sexo. Parece que diga: Aquí lo tienes. Atrévete
y tendrás tu premio . Me hace subir la temperatura, pero
soy un cobardón. Trabajo duro en la huerta con el propósito
de consumir fuerzas y llevo destripados terrones de aquí al horizonte,
pero la fiebre no la puede quitar sino madre. Me parto el espinazo y
la verga está cada vez más dura. Me desriñono,
pero tanto da. Un poco antes de comer, escucho balar a los corderos
y me digo: Bajó el hermanillo de los prados altos ,
y en esto que los veo a los dos. Se manoseaban. Madre y mi hermano pequeño
se manoseaban. Estaban en la cuadra, sobre la paja, mi hermano, desnudo
como vino al mundo, tumbado cara arriba, madre a cuatro patas, como
una cordera en celo. Le lamía la verga. Nunca me la han lamido,
pero debe ser lo más, porque él ponía los ojos
en blanco y trinaba como un pajarillo desafinado. Y ella dale que dale.
Se la sentó encima, y él le clavó su miembro en
lo más hondo. La traspasaba.Se me ha nublado la vista y he odiado
a mi hermano, porque ha conseguido lo que yo no acerté a conseguir.
Él seguía follándosela, y padre en la higuera.
Le ponen los cuernos y ojos que no ven, corazón que no siente.
Y raro ha sido que no se enterara, que madre gritaba igual que si la
partieran en dos y se movía y resollaba a sacudidas. Cuando acabaron,
madre se alzó, recomponiéndose el pelo, y salió
de la cuadra. Entonces me viste, hermano Abel, tú con tu estúpida
sonrisa de superioridad, presumiendo de guapo: Me he tirado a
madre. Valgo más que tú . No te aguanto, hermano
Abel, es que no te aguanto. Y no soy ningún fracasado, y agarro
lo primero que encuentro y te parto la cabeza. Dicho y hecho. Te la
he partido. Tal como lo cuento.Llega en eso el señor amo –pocos
somos y no hacemos más que darnos de narices y me encuentra
empapado en sangre. Me ha dicho lo que no está escrito en los
papeles, pero a mí no me van los sermones. Lo he dejado con la
palabra en la boca y me he largado. Y que conste que no me siento culpable
de nada. La culpa la tuvo quien parió el invento. ¿A quién
se le ocurre que haya en el mundo una sola mujer? Luego dirán
que si Eva esto, que si Eva lo otro. Pero padre Adán, mi hermano
Abel y yo no podemos remediarnos con otra. Luego pasa lo que pasa. Uno
tiene la verga para algo más que para orinar, y si hubiera habido
más mujeres la historia hubiera sido distinta, pero solo está
madre y solo madre puede quitarnos a los machos la calentura, aunque
ahora hay un machito menos y padre y yo tocaremos a más. Y de
irme, nada. Al amo le he dicho que sí, pero ¿qué
le debo? No, no perderé el tiempo. Ahora mismo tumbo a madre
y le doy marcha hasta que se me vuelvan los sesos agua, que la tengo
de pedernal puro y duro, madre buenota, madre puta, madre Eva, te he
de follar así, con todas las letras. Eres la única ¿comprendes?
La única. Veintidós años tengo y soy virgen por
tu culpa. A un hijo no se le hace eso. Solo tú hubieras podido
redimirme. Si lo hubieras hecho a su tiempo, viviría todavía
mi hermano Abel.