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Putón galáctico

Después de nuestra aventura en el baño una idea fija comenzó a socavar mi mente: tenía que penetrar esa mujer, sentirla bien adentro, gozarla toda en una cama, como debe ser. Todavía sonaban en mis oídos sus gemidos entrecortados de placer mientras recorría suavemente con sus labios carnosos mi glande a punto de estallar. Esa idea me atormentaría por una semana hasta la próxima guardia. No pude más y la llamé por teléfono a la mañana siguiente. Yo quería verla ya pero no fue posible hasta pasados dos días que fueron un dulce tormento para mí pues me la pase adorando a Priapo y pensando únicamente en verla como vino al mundo.
Nos encontramos a una cuadra de su casa. Ella subió al auto y me dijo al oído “llévame a La vía Láctea” y luego me dió un beso de lengua que me dejó sin respiración. Estaba vestida con una pollera larga bien ajustada con una tajo que exponía sus bien torneadas piernas, una blusa rosada bien escotada... ¡qué tetas ...mi dios! Se había pintado los labios con un carmesí furioso y olía a un perfume de lavanda suave. Ni que hablar que inmediatamente la verga se me puso al palo y la cabeza se me inundó de una sensación de placer presente y futuro que hasta el día de hoy recuerdo. Fuimos directo al grano, o mejor dicho a “La Vía Láctea” una casa de citas donde nunca había estado aunque suponía que era de esos lugares que se reservan para hembras como Gladys a las que había que conviene disfrutar a fuego lento, muy, pero muy lento.
Ella sonreía percibiendo mi ansiedad por llegar. Impaciente y al palo, como un muchacho. Su mano izquierda se posó suavemente sobre el pantalón y comenzó a acariciarme el miembro mientras miraba , siempre sonriente, hacia delante, como si nada.
¡Por fin llegamos! Entré el coche en uno de esos garages cuya puerta se cierra automáticamente. Aún dentro del automóvil comenzamos a besarnos y manosearnos con una gran ansiedad y lujuria. Desabroché su camisa, le arranqué un botón, y comencé a sorber aquellos pezones rosados y turgentes mientras ella extendía el cuello y gemía una y otra vez
-¡Ay papito!...¡me vás a matar!
Sus exquisitas tetas pasaban una y otra vez por mi boca ansiosa, mi legua no daba abasto con tanto pecho...¡y aquel perfume que me invadía lentamente! Mi mano se deslizó por el tajo de su pollera - no tenía ropa interior - tomé suavemente su clítoris y comencé a acariciarlo mientras mi dedo medio la penetraba lentamente. Me abrazó fuerte y comenzó a gemir:
-¡Sí...mi vida!...¡ay!...¡así!...¡así! ¡seguí así! ¡Ay mi vida! ¡que divino!
Y allí mismo tuvo un orgasmo mientras yo hacía indecibles esfuerzos por no acabar en seco y perder un polvo en el vacío.
Bajamos del auto desaliñados. Yo ya no podía más de deseo, pero habría otra. En la breve escalera que conducía a la habitación ella subió primero. ¡Ay mi dios! La pollera ajustada, sin ropa interior, las nalgas estaban a flor solo contenidas por la seda de la pollera, voluptuosas, incitantes....divinas. No pude más, le dí un mordisco en una de ellas. Ella giró la cabeza, me miró sugestivamente y se detuvo. La tomé por la cintura y mis manos voraces buscaron el broche de la falda, lo desprendí, rompiéndolo. La pollera cayó suavemente dejando al descubierto aquel tesoro que superó todas mis expectativas. Y allí mismo, en la escalera, prácticamente arrancándome el pantalón, la llevé hasta el descanso y sin abrir la puerta la penetré por el culito delicioso y apretado, mientras ella gemía y reía, la muy putona cuando yo le decía:
- ¡Ay mamita! Mirá como te la meto...bien despacito ¿si?...¿te gusta mi vida?...decime que te gusta
- ¡Si que me gusta! ...cojéme toda...bien cojida...bien despacito, mi machito sabroso...
- ¿Así te gusta?...tomala toda bien metidita...sentila bien adentro...
- ¡Ay si! Metemela bien...dámela más y más...así...¡si mi vida!...¡así!..¡sí!...¡así!...¡dámela todita!
- ¡Tomala toda!...¡toda!...¡hembra mía!...putita mía...
- ¡Sí, sí..soy tu putita!...dame esa verga ..dámela...¡así, así!...¡así mi amor!..
- ¡Ay!....¡ay!...¡como te gozo mi hembrita putona!
Y mientras decía esto le tomé muy suavemente sus senos con ambas manos, rozando sus pezones mientras le decía al oído...
- ¡Dame esas tetitas! ¡dámelas!
- ¡Sí...gozame bien!...¡soy tu putona! ¡que me voy en leche por vos!..dame esos huevitos llenos de lechita..no seas malito....llename de leche ...llename toda.....
Entonces pasó un brazo entre sus piernas y con la mano ávida tomó mis bolas mientras yo la montaba. Las acariciaba muy suavecito....¡Ay!..las disfrutaba apenas rozándolas...
- ¡Ah! ¡Aah! ¡Aaaah!¡nenita putita! ¡que así me sacás la lechita! ¡me hacés acabar! ¡cosita mía!
Dejé entonces aquel par de soberbias tetas en mi mano izquierda mientras con la derecha volví a fregar con mi dedo mediano su jugoso clítoris . Sintió el toque: estiró el cuello y levantó en éxtasis la cabeza, entrecerrando los ojos, y agitando su cabellera esponjosa y suelta, mientras decía, casi gritando
- ¡Sssssss! ¡Si!..¡Ay seguí mi vida! ¡seguí...asiiiiii! sssss....¡dame la lechita!...¡quemame con la leche!....¡quemame toda....! ¡dámela bien calentita!...
gemía y rogaba mientras con la yema de cuatro dedos acariciaba de arriba a abajo la base de mis huevos lo cual le producía un enorme placer a juzgar por los movimientos de sus amplias caderas, juego exquisito que hizo ya incontenible mi torrente de lujuria
- ¡Ah! ¡Aah! ¡Aaaaaah!...¡tomá la leche mi amor!...¡Aaaaaaaaah!
- ¡Ay! ¿Aaaay! ¡cómo me quema!...¡me matás mi machito!...¡Ah!..¡Aaaaaaah!
Nos dimos, en medio de aquel orgasmo mutuo, un beso sabrosísimo: de quien monta a quien goza siendo montada, ese beso dificultoso y furioso, casi bestial. Mi verga había sido atrapada por sus contracciones que la ordeñaban una y otra y otra vez, mientras me asombraba la cantidad de leche que salía al unísono de cada contorsión de aquellas ancas gloriosas. En medio de aquel desenfreno de placer y lujuria. Había acabado, me había exprimido hasta la última gota, y aún después seguía contrayéndose y contorsionandose como enloquecida. ¡Qué polvo!
Mis piernas se aflojaron y caí sobre su espalda espléndida, no sin dejar de acariciar aquellas tetas magníficas. Nos incorporamos agotados y sorprendidos de cómo en aquel metro cuadrado del descanso habíamos consumado aquella obra de arte del culeo desenfrenado. Nos miramos y nos pusimos a reir como dos adolescentes.
-¿No estás un poco flojo? Me dijo burlona.
-Un poquito – mentí - ¿y vos?
-¡ Me tiembla todo!, dijo soltando una carcajada y moviendo su melena
Entramos a la habitación, nos desnudamos rápidamente y nos fuimos al baño juntos; pero de solo recordarlo me tiemblan las manos y no puedo seguir escribiendo ahora. Lo que ocurrió luego lo contaré
Datos del Relato
  • Autor: Andruco
  • Código: 6842
  • Fecha: 29-01-2004
  • Categoría: Varios
  • Media: 4.42
  • Votos: 48
  • Envios: 0
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