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Puta en el autocar

~~Era miércoles. Un miércoles como otro cualquiera. Me encontraba en la estación de autobuses de Zaragoza esperando la hora de subir al autocar que me devolvería a mi ciudad después de tres días de clases en la universidad.
 Siempre era igual; la misma aburrida monotonía de cada miércoles. Pero que equivocado estaba. Aquel viaje se grabaría en mi memoria durante largo tiempo.
 Subí al autocar con bastante tiempo para poder sentarme donde yo quisiera.
 Me coloqué en la última fila para estar más cómodo. Apenas había cinco o seis viajeros que estaban en las primeras filas.
 Estaba tan cansado por la juerga de la noche anterior en casa de unas amigas que me quedé dormido antes de que iniciáramos el trayecto. Antes de que el sueño me venciera noté que alguien se sentaba a mi lado pero no le presté la más mínima atención pues Morfeo me reclamaba sin remisión.
 Un frenazo brusco me devolvió a la realidad. Al principio tardé un poco en desperezarme pero luego lo que vi me hizo despertar al instante. A mi lado estaba sentada una mujer despampanante que dormía plácidamente. Mis ojos la fueron desnudando lentamente aunque su forma de vestir tan atrevida (incluso diría que indecorosa) dejaban poco trabajo a la imaginación. Sus múltiples encantos saltaban a la vista.
 Su larga melena morena le llegaba por debajo de los hombros en donde acababa con grandes rizos que le daban un aspecto salvaje.
 Vestía un top ajustado que comenzaba por debajo de sus axilas . Esto hacía que sus generosos pechos lucieran en todo su esplendor y que incluso se le marcasen los pezones.
 El escaso top dejaba ver tímidamente la parte superior de un elegante sostén de color verde oscuro. Su vestuario se completaba con una minifalda casi indecente (pues calculo que no superaría los 25 centímetros) que hacía honor a su nombre. Tenía unas piernas preciosas que lucía sin medias. Sus muslos eran una delicia. Aquella visión me causó una enorme erección que mis holgados pantalones apenas podían ocultar. Uf, que sensación más placentera.
 Cuando volvía a iniciar la contemplación de aquella hermosa hembra mis ojos se cruzaron con los suyos. Se había despertado y su rostro mostraba una sonrisa picarona. Inmediatamente volví la cabeza hacia la ventanilla esperando que ella volviera a dormir. Pero no fue así. Para mi sorpresa situó su mano izquierda sobre mi bragueta y la erección que había disminuido algo volvió, si cabe a hacerse más notoria. Decidí afrontar la situación y pedirle que retirase su mano. Pero ella fue más rápida y acercando sus carnosos labios a mi oído me dijo que ella también estaba excitada. Me preguntó si quería que satisficiésemos aquella mutua excitación que nos invadía. Al principio pensé decirle que no pero luego me dejé llevar por lo que mi pene pedía a gritos. Asentí con la cabeza y ella sonrió lascivamente.
 Reclinamos los asientos para tener más espacio. Ella se quitó el top y yo le desabroché el sujetador. Esto dejó a la vista sus enormes tetas cuyos pezones comencé a chupar con fruición.
 Luego ella abrió la cremallera de mi bragueta y pronto se puso manos a la obra. Mi miembro estaba en su máxima erección lo cual ella agradeció regalándome una de las mejores mamadas que recuerdo. Su boca recorría cada centímetro de mi pene obligándome a hacer verdaderos esfuerzos para no gemir como un loco en el autobús.
 Mientras yo puse mi mano derecha bajo su minifalda en busca de su coñito para corresponderla como se merecía. Me llevé una grata sorpresa al comprobar que no llevaba braguitas lo cual facilitó mi tarea. Introduje lentamente varios dedos en su vagina húmeda y caliente y ella lo agradeció con una sonrisa y unos tímidos jadeos. Seguimos así durante un rato. Noté que mi eyaculación era inminente y le susurré al oído que se colocara en cuclillas delante de mi. Agarró con su mano mi pene y continuó lo que había comenzado con su boca. Ahh! no podía aguantar más. Estaba a punto de correrme.
 De repente fluyó una oleada de semen que fue a parar a sus grandes tetas.
 Ella lamió con su lengua la leche de sus pechos y después hizo lo mismo con las últimas gotitas que quedaban en mi polla.
 Yo seguía masturbándola y al poco noté como ella también se estaba corriendo.
 Volvimos a sentarnos y ella se vistió. Nos quedamos dormidos.
 Me despertó el conductor que vociferaba el nombre de mi ciudad que era final de trayecto. Intenté buscarla pero ya no estaba. Debía volver a la monotonía diaria. Pero al menos me queda el consuelo de que hubo un miércoles excitante en mi vida.

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