~Qué hermosura más despampanante la de aquellas muchachas! Parecían, inmensas diosas de la exuberancia total! Robustas, inmensas, dueñas de unas piernazas anchas y gordísimas, vistiendo unas muy cortitas faldas colegialas, que las mostraba como verdaderas exponentes de la más excitante expresión de lo provocativo.
Todo éso...más nos hizo arder en el deseo erótico de desearlas así vencidas por nosotros, y humilladas en una derrota donde las viésemos vencidas con toda su riqueza de niñas poderosas, y provocadoras insolentes.
Cuatro, ellas...cuatro, nosotros. Frente a frente en un programa donde las competencias comprendían asuntos del saber y la habilidad, y en una serie de juegos en los cuales cada triunfo, tenía el valor de cien puntos cada uno.
Por fin, el comienzo estaba ya pronto: En su lugar ellas con su exuberancia provocativa, y en nuestro lugar, nosotros con nuestra calentura viril exacerbada por ellas, y nuestros ojos que no podían evitar mirarles casi de continuo, sus inmensas piernazas gordas.
Ellas, con una permanente risita burlona, nos miraban de soslayo aumentando la calentura que nos encendía a cada instante más, más, y más.
Queríamos comenzar ya desde el principio mismo del primer juego imponerles nuestro triunfo, y el primer juego nos mostró nerviosos y tensos, mientras ellas, con una pasmosa tranquilidad y eficacia, lograron doblegarnos en medio de la más tensa rivalidad venciéndonos si piedad. Reían...reían ellas!
Siete eran los juegos, y el siguiente, comenzó.
Tensos y deseosos de recuperarnos y empatarles, arremetimos audaces y decididos, lo que nos llevó a un error que ellas supieron aprovechar, venciéndonos otra vez. Reían, reían ellas!
Una atróz sensación de rabia mezclada con cierta eroticidad que no deseábamos, nos avanzaba inexorablemente posesiva. Las mirábamos con odio, y ellas nos devolvían las miradas con sutiles muecas burlonamente provocativas y excitantes.
El tercer juego se puso en marcha, y llegó otra vez para ellas un nuevo triunfo.
Ahora, si queríamos verdaderamente obtener el triunfo final, deberíamos sí o sí, vencerlas en todos los juegos siguientes; ya que eran siete los juegos, y ellas ya habían triunfado...en tres.
El cuarto juego lo jugamos con el mayor de nuestro esfuerzo y una loca eroticidad que nos empalmaba la verga a los cuatro sintiendo además un cosquilléo enloquecedor adentro de los henchidos huevos,y con desesperación las vimos desempeñarse mejor aún, y...el triunfo les fue favorable y ya...estábamos vencidos!
Sólo restaban tres juegos donde deberíamos salvar el honor ganándoles algo de lo que restaba, y ellas exhibían una felicidad triunfal que nos encendía como a una hoguera.
el quinto juego lo volvíamos a perder, y ahora, era evidente que ellas, deseaban humillarnos en derrota total, dejándonos en cero absoluto y venciéndonos con un puntaje ideal que resultaría verdaderamente vergonzoso y harto humillante para nosotros.
El triunfo del sexto juego para ellas fue como el presagio de una catástrofe que se nos venía encima, mientras nuestros rostros ya no sabían qué expresión mostrar, y ellas eran un despliegue burlón de mil sonrisas, muecas y provocativos guiños hacia nosotros cuatro.
Creo que durante el último juego, no sabíamos ni lo que veíamos.Obviamente...perdimos.
Poseídos yá en un terrible estado de loca eroticidad extraña e irreversible que no podíamos evitar, nuestros cuerpos experimentaban embates de un deseo loco por ser por ellas ultrajados y que nuestros masculinos cuerpos sufrieran el manoseo más ilimitadamente irrespetuoso que quisieran ellas propinarnos, así, en ese extraño estado jamás por nosotros siquiera sospechado, las veíamos festejar eufóricas y sornásticas, ayudándolas unas funcionarias del programa televisivo en llevarnos aparte a unos cerrados camarines donde las hicieron a ellas venir, para allí...entregarnos a ellas que sin pudores ni respeto ninguno, nos atraparon desnudándonos completamente desnudos, comenzando con nosotros la más avasallante orgía dominante en la cual nuestros cuerpos eran el juguete de sus más desvergonzadas acciones.
Tumbados y completamente desnudos sobre unos colchones que allí habían, aquellas muchachas nos hacían lo que querían y nosotros gemíamos y gritábamos bajo sus cuerpos y sus manos que nos cosquilleaban enteros arrancandonos los orgasmos más bestiales, haciéndonos saltar por nuestras empinadas vergas aquellos despampanantes chorros de leche que las hacía a carcajadas reír eufóricamente lujuriosas.
Desenfrenadamente nos follaban cabalgándonos de una manera salvaje subiendo y bajando sobre nosotros en una cabalgata atróz, y nos hacían hasta gritar aullando en desesperados placeres de locura insólita.Y nos masturbaban y nos mamaban, y y nos hacían lamerles el culo y la raja, las tetas y axilas, los pies y así todo, todo, todo, todo.
Poseídos quedamos en un estado permanente de deseo loco en ser por siempre así por ellas completamente sometidos, y entregados a ellas como sus objetos sexuales absolutos, quedamos los cuatro a ellas entregados, y aquello fue el comienzo de algo que se prolongaría en más, en siguientes acontecimientos en los cuales aquellas cuatro mujeres nos tenían como objeto de sus más dominantes pasiones lujuriosas.
Capítulo aparte sería contar las cosas que aquellas muchachas luego y por distintas partes nos hacían, y una imprevista avalancha de cosas en donde la femenina dominación avasallantemente se daba, comenzaba ya a regir en las relaciones que con ellas, entre nosotros así prosiguieron.
Si: en aquella competencia, las chicas aquéllas, con nosotros habían conseguido...PUNTAJE IDEAL!