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Creo que ella me debió estar viendo la de veces que intenté entrarles a las tías que estaban a mí alrededor en la playa. Comencé por una portuguesa con la que no me entendía a pesar que ambos lo intentamos. Seguí con una alemana, llegó su marido, él no estaba por colaborar. Después una que me dijo que no en cuanto me vio acercarme. Sin duda debió ver mis acercamientos previos y ya desde la distancia me avisó.
No era mi día. Me fui a la orilla del mar a buscar conchas, por entretenerme en algo. Vi un montón de conchas, exagerado, al girarme un poco veo a mi lado un pie que también removía las conchas.
El pie me gustó. Seguí el pie hacia arriba, largas piernas prietas, bien, seguí subiendo y sorpresa, una preciosa mujer, treinta y ? Y embarazada. Una cara bella, de rasgos finos, morena, no mucho. El bikini la hacía muy atractiva, barriga incluida. Qué hacía una mujer tan bella, allí sola?
-Enhorabuena –lo dije con toda sinceridad, su belleza me sorprendía.
-Gracias –sonrió, preciosa, cuando sonreía sus labios le hacían dos arruguitas en la comisura que me parecieron muy sexys, me estaba recuperando. Sonriendo resultaba más atractiva, un cierto toque suavemente burlón.
-De cuánto está?
-Poco más de cinco meses.
-Creo que es muy afortunada y además le sienta muy bien.
Volvió a darme las gracias con esa sonrisa que empecé a mirar con más detenimiento y empecé a considerar un poco pícara.
-Creo que las mujeres cuando están embarazadas se las ven radiantes.
Su sonrisa se amplió y se acarició el vientre. Una sombra desdibujó su sonrisa.
-No todo el mundo opina así.
-No lo creo.
-A mi marido no se lo parece.
En estos casos uno duda si decir una inconveniencia aunque la esté pensando, pero me parecía que había una grieta en la fachada.
-Su marido es un… tonto.
-Eso creo yo también.
La miré un poco sorprendido, un poco divertido y un poco alentado.
-Pues es una pena, se lo digo con la poca sinceridad de que soy capaz.
No sé si comprendió mi comentario, tenía mis dudas de haberlo comprendido yo mismo, pero volvió a sonreír.
No sé si es la maternidad pero en esos casos las mujeres se comportan con una placidez contagiosa. Eso me permitió comentarle:
-Tiene una sonrisa interesante.
-Gracias.
-A veces me encuentro con personas, especialmente con mujeres, que me resultan atractivas por un detalle. Cuando la he mirado me resultó encantadora, las mujeres embarazadas siempre me han resultado tentadoramente tiernas. Y usted además tiene esa sonrisa.
Ella había escuchado el discurso mirándome silenciosa.
-Le gustaría almorzar conmigo? –le pregunté.
-Tendré que arreglarlo.
-Nos vemos en… a las…?
-Sí.
Cuando nos vemos lleva el mismo bikini que en la playa y un pareo anudado en el lado y que le deja toda al descubierto una de sus largas piernas.
-Todavía no sé tu nombre.
-Mercedes, Merche. Y tu?
Me siento cómodo con ella.
-Real o falso?
De nuevo la sonrisa.
-En realidad me da igual pero prefiero el verdadero.
-Puedes llamarme Luis.
-No es el tuyo, verdad?
-Puede.
-Podemos ir a casa de una amiga a comer? Me da miedo hacerlo en un sitio donde nos puedan ver.
-Lo comprendo. Qué era eso de arreglarlo?
-Había quedado con unos amigos y mi marido para comer, llamé a mi amiga para tener una coartada.
-Eres sincera.
-Yo sí y tú?
-Qué ocurre?
-Para qué me has invitado a comer? Te vi esta mañana acercarte a las muchachas.
Esta vez fui yo quien sonrió.
-Me has pillado. La verdad es que no suelo hacer planes específicos con antelación pero la verdad es que me gustaría ir a la cama contigo, sí. Dame la dirección de la casa e iré a comprar algo de comida.
-No te preocupes por eso, vamos.
Me gusta como se queda callada y observa, sobre todo después de comentarios que requieren cierta reflexión.
La conversación hasta la casa de la amiga oscila entre la broma y la insinuación. Evidentemente me aclara que es la primera vez que hace una cosa así, que nunca antes lo ha hecho. En otra ocasión le hubiese comentado en broma que todas dicen lo mismo pero en su caso la creo. A pesar de ser su primera vez está muy tranquila.
-Luis, esta es mi amiga Lorena.
La amiga me estudia antes de darme dos besos como bienvenida.
La amiga aunque no se parece físicamente a Merche se parece en su actitud, deben ser amigas desde hace tiempo, pienso.
-Gracias por dejarnos la casa –le digo. Ella me mira con cierta picardía.
-Os he preparado la mesa en la azotea. Bueno chicos os dejo, que os divirtáis.
La amiga se marcha.
-Ven te enseñaré la casa.
Se vuelve para indicarme el camino. Me acerco a ella por la espalda y la rodeo con mis brazos cogiéndole los pechos. Ella se detiene. Gira la cabeza y busca mis labios. Le levanto el sujetador del bikini y dejo escapar sus senos. Sus pechos son llenos y pesados. Sus pezones están erectos entre mis dedos. Los acaricio, acaricio sus pechos y voy bajando mis manos hacia sus caderas, gime, me gusta la calidez de su gemido. El nudo de su pareo se deshace apenas lo toco y le bajo las bragas del bikini hasta media pierna. Su barriga no me molesta, al contrario me gusta, se la acaricio. Su vello es suave y su sexo caliente y húmedo.
Acaricio su clítoris erguido. Acusa la caricia y comienza a moverse. Aprieta su culo contra mi polla que ya está dura. Se baja sus braguitas y caen al suelo. Saca una pierna y las separa para facilitarme que pueda meter los dedos dentro de ella. Lo hago y se agarra a mí. La empujo hacia un sofá y se arrodilla sobre él. Se agarra al respaldo y apoya su cabeza sobre sus manos. Le meto la mano entre las piernas y la vuelvo a penetrar con los dedos.
-No, te necesito a ti.
Los saco bañados en su licor y la penetro con suavidad.
-Dame más fuerte, necesito sentirla.
-No te haré daño?
-No, de verdad, dame fuerte, lo necesito.
Le doy varias embestidas fuertes y ella enloquece. Vuelvo a darle con suavidad.
-Dame fuerte, por favor.
La cojo del pelo y tiro de él mientras se la meto con todas mis fuerzas. Se derrumba sobre el sofá jadeando llorosa, deshecha por el orgasmo. Verla llorando me preocupa.
-Te he hecho daño?
Vuelve a sonreír entre las lágrimas.
-No es eso, lloro de placer, hacía tiempo que no sentía algo así. Mi marido no me tocaba desde hacía mucho tiempo y lo necesitaba.
-Tu marido no sabe lo que se pierde, eres una mujer muy caliente y estás muy buena, mucho.
-De verdad lo crees?
Para demostrárselo vuelvo a besarla pero no en los labios. Ella me acaricia. Yo le mordisqueo el cuello, las orejas, los pechos, le palpo todo el cuerpo.
-Deja que me siente sobre ti.
-Quiero comerte entera.
-Deja que me siente sobre ti y después haremos lo que quieras.
Trata de sentarse de cara a mi pero su vientre preñado nos estorba en el sofá. Se da la vuelta gimiendo, sube y baja sobre mi polla, suda a causa del esfuerzo. Se echa hacia atrás, la atrapo por los pechos.
-Apriétamelos.
Lo hago.
-Fuerte, muy fuerte.
Conforme aumenta su excitación lo necesita más, lo pide más. Aprieto con fuerza, aumentan sus gemidos, su deseo. Se mueve con más intensidad. Después de correrse se acurruca sobre mí.
-Haz que vuelva a correrme –me dice.
-Primero prometiste hacer lo que quisiera y tienes que cumplir
-No es caballeroso recordarle a una mujer una promesa y menos en un momento de debilidad –me contesta con los ojos brillantes por el placer y el deseo.
-Quién te ha dicho que soy un caballero?
-Eres malo, muy malo –apenas puede terminar la frase al besarme con urgencia, una urgencia que no comprendo en ese momento.
-Aún no sabes lo malo que puedo ser. Ahora cumple tu promesa.
-Qué quieres?
-Quiero que me hagas una mamada. Eres buena chupándola?
-Sólo eso? Pensé que eras más perverso.
Una mujer con esa mente es un regalo.
-Puedo intentarlo pero ahora quiero que me la chupes.
El comentario me deja preocupado, a dónde quiere llegar? Se está haciendo una paja mientras me la chupa.
-Deja de tocarte, te toca darme placer.
Me mira con la polla en la boca y deja de tocarse, por su expresión no adivino si le ha gustado lo que le he dicho. Vuelve a tocarse pero debió acordarse y deja de hacerlo. Se la saca de la boca, unos hilos de saliva la conectaban a mi nabo.
-Deja que me toque, lo necesito, sigo caliente.
Algo me dijo que no debía ceder.
-No, sigue.
-Cerdo –creo que ya empieza a tener confianza.
Y vuelve a chuparla.
-No se te ocurra desperdiciar una sola gota cuando me corra.
Se lo traga todo. Le acaricio el pelo.
-Lo has hecho muy bien y ahora quieres masturbarte mientras te miro?
-Lo sabía, sabía que eras un pervertido.
Se apoya en el brazo del sofá y pasa una pierna sobre las mías, la otra tras mi espalda, me mira mientras se toca. Me mira a los ojos y yo veo su placer en su mirada. Lo hace con lentitud, con largueza.
-Te gusta como lo hago?
-Métete dos dedos.
-Vas a volver a follarme?
-No.
-Porqué? Lo deseo. Es un juego?
-Sí.
-Quieres que te desee mucho?
-Sí.
-Ya te deseo mucho.
-Aún no.
-Vas a dejar que me corra sin tocarme?
-Sí.
Sus dedos salen empapados de su interior.
-Tócame un poco al menos, me queda muy poco.
Sus movimientos se aceleran, se hacen ásperos, bruscos. Sus jadeos roncos. Le abro más las piernas. Se corre.
Comemos. Sólo lleva puesto el pareo. Charlamos. Le gusta que la mire y le gusta exhibirse.
-Eres guapa.
-Gracias.
-Me gusta tu boca.
-Ya lo he notado.
-No sólo lo que haces con ella.
-Vuelves a no ser caballeroso.
-Ni tu quieres que lo sea.
-No necesito un caballero, necesito un hombre desde hace tiempo.
-Vamos a la cama.
-Me vas a follar?
La cojo de un pezón, gime y la llevo, ella me indica la dirección. La hago sentarse en la cama y me bajo el bañador. Me acerco a ella.
-Otra vez voy a tener que hacerlo?
La empujo y cae de espaldas, le separo las piernas, ella gime.
-Qué me vas a hacer?
-Levanta las manos y cierra los ojos.
Me arrodillo entre sus piernas y se las levanto. Antes de hacerle nada ya estaba gimiendo. Le abro el coño y se lo lamo subiendo por su vientre. Se retuerce de placer.
-No sigas.
-No te gusta?
-Sigue, sigue.
Combino lametones, mordiscos y chupetones, ella me acaricia la cabeza. Le aparto las manos y le ordeno mantenerlas sobre su cabeza. Sigo jugando con ella, se arquea, se dobla, se contorsiona entre jadeos.
-Muérdeme, muérdeme fuerte.
Por un momento pienso en su marido, después en el tiempo que hace que no la toca y le muerdo, los labios, suelta un ronco gemido, el clítoris, se corre profundamente, Mantengo el bocado hasta que me aparta. Está sudando. Se va calmando.
-Y tú?
-Estoy seguro que algo se te ocurrirá.
-Quieres que te la toque?
-Sólo si haces que me corra sobre tu vientre.
-Eres perverso.
-Hazlo.
Me mira a la cara para ver como aumenta mi placer, me mira la polla congestionada, se mira el vientre donde caerá mi leche. Me masturba con precipitación, entusiasmada por la perversa idea de derramar la leche sobre su vientre. Cuando lo logra se la extiende por su vientre y su pecho, se acaricia con ella.
Ambos nos quedamos tumbados en la cama, descansando. Oímos a su amiga. La casa es antigua y las puertas del dormitorio se pliegan como un biombo, con cristales, no la hemos cerrado. Entra en el dormitorio y nos mira sin disimulo con una sonrisa de complicidad. Merche la mira satisfecha mientras sigue acariciándose.
-Tu marido va a venir a recogerte, lo he visto.
Merche se sobresalta.
-No te preocupes, le he dicho que estabas cansada y te has tumbado.
Ambas ríen. Sonrío pensando lo malvada que es Lorena.
-Deberías lavarte, no creo que a tu marido le guste tu aspecto.
-Envidiosa –le dice con una sonrisa satisfecha.
Por la mirada que me echa Lorena creo que es verdad.
-Tu también deberías lavarte- me dice. Porqué todas creen que nos pueden mandar?
A veces, muchas veces, me sorprende la serena madurez de las mujeres que lo pueden entender todo sin explicaciones.
Sigo a Merche al baño donde vuelvo a acariciarla a pesar de que trata de negarse para no ir así ante su marido. A pesar de sus movimientos y sus negativas abre las piernas cuando siente mi mano entre ellas. Se apoya sobre el lavabo.
-Quieres irte caliente?
-No, por favor, no seas malo, acaba.
Nos volvemos a encontrar en la playa. Está sola. La he visto cuando he llegado. Pongo mi toalla junto a su silla.
-Dónde estuviste ayer? –me pregunta con cara de pocos amigos.
-Por la cara que pones creo que lo sabes.
-Pero porqué con Lorena?
-Qué quieres que te diga. Me gusta, como tú.
-Es muy guapa.
-Sí.
-Y una guarra.
-Recuerda que es tu amiga.
-Pero estás conmigo.
-Creo que ya no te acuerdas que estás casada.
-Me gustó estar contigo.
-Y a mí me gusta estar contigo, nada tiene que cambiar, nos veremos cuando puedas.
-Y ella?
-Ella me ayudará a ponerme en contacto contigo pero cuando tú no estés no te voy a dar explicaciones.
-Y si no quiero?
-No nos veremos, no te voy a forzar a verme si no quieres.
-Juegas con ventaja, sabes lo que siento.
-Nunca juego sucio, las cosas son así pero me apenaría si no volviésemos a vernos, cuando te dije que me gustabas no lo hice para acostarme contigo.
-Mentiroso –aquí ya había cambiado el tono y sonreía, un poco.
-Ya te lo había advertido.
-Me gustaría besarte.
-Y a mi comerte el coño pero a lo mejor no es el sitio.
-Lo tengo hinchado de lo que me hiciste ayer.
-Hoy puede que se te hinche más.
Hizo un gesto por el que interpreté que la idea le gustaba. Toda la conversación la habíamos mantenido los dos mirando el agua.
-Voy a tomar un poco el sol, porqué no me esperas en casa de Lorena? Ponte bastante crema.
-Vas a tardar mucho?
-No creo.
Cuando llegué se había puesto la crema, se dio una vuelta para que lo viese y me dio el beso prometido, estaba hambrienta. Recorrí todo su cuerpo para asegurarme que tenía crema, y la tenía. Se movía para ofrecer cada parte de su cuerpo donde deseaba ser tocada.
-Vas a cumplir tu promesa?
-Es verdad que lo tienes hinchado, no sé si debería.
Ya estaba desnuda y muy caliente.
-No seas cabrón y hazlo, anoche me toqué pensando en todo lo que me habías hecho, además tu también lo deseas, lo noto –me dice mirando las joyas de la familia.
-Vamos al salón.
Jadea en mi oído mientras le meto los dedos en su empapado coño.
-Vamos al dormitorio, en el salón está Lorena.
-Iremos al salón.
La llevo de la mano y se resiste un poco.
-No quiero hacer nada con ella, sólo contigo.
-Ella sólo mirará.
Me mira a los ojos como buscando si le digo la verdad.
-Me lo prometes?
-No quieres que nos mire?
-Ella te lo ha contado? Te ha dicho que siempre he tenido la fantasía de que me mirasen mientras lo hacía? Lorena eres una chivata pero yo me refería a que me mirase un hombre.
Le dice mientras le sonríe. Lorena está sentada en un extremo del sofá. Sólo lleva una provocativa ropa interior.
-Te importa si me toco mientras miro? –le pregunta a Merche. Ésta niega con la cabeza.
-En otra ocasión te mirará un hombre, quieres? –le digo yo.
Asiente excitada por la situación y la idea.
-Lorena, has visto lo bella que es? –Le pregunto mientras la coloco delante de ella. Yo me sitúo detrás y la acaricio obligándola a moverse estimulada por mi mano.
La inclino sobre el sofá donde apoya las manos sobre los almohadones, le meto la mano desde atrás, dos dedos en su coño y el pulgar apoyado en su ano con el que juego pero que ella no parece notar.
-Métemela por favor.
-Aún no.
Lorena me indica que sí con la cabeza. Saco la mano y entro de una vez. La cara de excitación de Lorena mezclada con los gemidos de Merche hace que la escena sea tórrida. Lorena tiene las bragas quitadas y está metiéndose los dedos mientras que con la otra mano se acaricia el clítoris. El culo de Merche rebota voluptuosamente con cada embestida. Se sujeta a la pierna de su amiga para soportarme. Me siento en el sofá y ella sobre mí. Lorena se arrodilla entre nuestras piernas. Pone las manos sobre las piernas de su amiga y se inclina para lamerme. Merche mira hacia abajo para ver lo que hace. Está muy excitada, le aprieto los morenos pezones y la obligo a echarse hacia atrás. Lorena estaba esperando ese gesto para trabajarle el clítoris.
Merche trata de incorporarse pero la barriga y el placer se lo impiden. Está tan excitada que no puede hablar, sólo jadea. Y ambos seguimos dándole gusto hasta que la hacemos correrse.
-Sois unos cerdos pero unos cerdos que han conseguido que tenga un orgasmo que ha sido increíble.
Ambos nos acercamos para besarnos los tres.
-Ahora me la chuparás para que pueda metérsela a Lorena y mirarás, en castigo sólo mirarás.
-Sois malos –dice gateando hacia mis piernas, lame despacio mi polla –no me vais a dejar participar? –me da suaves mordiscos.
-No, sólo mirarás.
Lorena la aparta para sentarse sobre mi dándole la espalda y saca el culo para provocarla. Noto la lengua de Merche en mis huevos. Oigo a Lorena decir:
-Sigue cabrona. Méteme la lengua.
Lorena cae sobre mi y siento como Merche la saca de dentro de su amiga para chupármela.
-Mírala –le digo a Lorena que se vuelve para mirarla. Yo veo el moreno cuerpo de Lorena y la cabeza de Merche moviéndose. Me corro contemplando esa espectacular vista. Pero cuando levantó la cabeza con la boca llena de semen, lo dejó caer sobre el culo de Lorena y se lo lamió, Lorena jadea, estuve a punto de correrme de nuevo.
Los tres tumbados en el sofá acariciándonos.
-Quiero veros a vosotras, zorras.
Lorena se levanta para ponerse delante de Merche.
-Te toca chupármelo.
Merche la mira un segundo, como pensándolo y la lame. Me siento detrás de Merche y le doy golpes con mi polla en el culo para que se endurezca. Se la pongo en el ojo del culo y empujo. Merche deja de chupar a su amiga para protestar.
-Por ahí no, me duele.
-Lo has probado alguna vez?
-No pero sé que duele.
-No a todas y a otras un poco nada más. Voy por aceite.
-En el baño -me dice Lorena.
Cuando vuelvo Merche vuelve a protestar pero la convencemos para que pruebe. Antes Lorena se sitúa a cuatro patas en el suelo.
-Te duele? –Le pregunta cuando se la meto. Por la expresión parece que un poco pero no tanto como le gusta. Persuadimos a Merche para que se coloque al lado de su amiga.
-Primero te untaré el aceite con el dedo o prefieres hacerlo tú?
-No, hazlo tú –me dice.
Le acaricio también el coño y le meto el dedo con el que recorro su interior, gime. Después la polla le duele pero aguanta. Le meto sólo el prepucio y lo muevo un poco en su interior.
-Me duele pero creo que podré soportarlo, métela entera.
Voy entrando y sus quejidos aumentan, se apoya en los antebrazos. Estoy todo dentro de ella. Está sudando.
-Me vas a romper.
-Salgo?
-No, ahora no, muévete despacio.
Lo hago y no podemos distinguir si sus gemidos son de placer o de dolor. Aumento la fuerza del movimiento y ella sus gemidos. Salgo de ella para volver a darle a Lorena pero a Merche le meto el pulgar para que no se cierre, lo muevo dentro de ella.
-Te ha gustado?
-Sí.
-Quieres que lo repita?
-No sé si voy a ser capaz de soportarlo.
Salgo de Lorena y me sitúo tras ella.
-Ahora voy a entrar en ti de una vez, si dejas el culo relajado te dolerá menos, lo aguantarás?
-Sí pero hazlo poco a poco.
Entro con bastante facilidad a pesar de tener que empujar un poco.
-Me duele.
-Te la saco?
-No, sigue, puedo aguantarlo.
-Veamos cuanto.
Voy aumentando la intensidad de las asaltos.
-Me duele, me duele –pero no hace nada por escapar y sigo dándole. La amiga la incorpora y se besan. Lorena le aprieta los pezones y yo le pellizco el clítoris hasta que se corre. Ha sangrado un poco.
-Me duele todo el cuerpo pero me siento tan bien.
-Hoy cada vez que te sientes te acordarás de mi.
-Ya me estoy acordando.
Lorena le da un sonoro cachete en el culo que le deja marcada la mano.
-Eso te pasa por puta. Vamos tenemos que arreglarnos que nos esperan.
Casi a media noche recibo una llamada en el móvil.
-Vamos a dormir las dos en casa de Lorena, te vienes tu también?
Cuando llego la casa está iluminada por velas.
-Bienvenido señor –me dice Merche al abrir haciendo una reverencia, vestida tan sólo con unos velos.
Ambas están muy cariñosas, muy tiernas.
-Qué ha ocurrido?
-Le he dicho a mi marido que necesitaba estar con otra mujer, con una amiga, cosas del embarazo y que además así el podría dormir más tranquilo esta noche, aunque creo que se irá a beber con algún amigo y me ha dejado venirme con Lorena. Quería estar contigo.
-Eres una mujer apasionante. A mí también me apetecía.
Cuando aparece Lorena estoy abrazando a Merche por atrás.
-Puedo? –Nos dice acercándose y uniéndose a los besos.
Merche le tiende la mano y ambas sonríen.
-Lo habíais planeado?
-No preguntes tanto y déjate llevar.
Nos vamos a la cama. Me dejan el centro y se acurrucan en mi pecho, lo más que puedo hacer es acariciarles el pelo. Ellas ponen una pierna sobre mí, se rozan entre ellas conmigo debajo. Lo mismo hacen con las manos, se acarician y me acarician. No puedo evitar ponerme duro, alternan tomar mi polla con dureza y rozarme de manera fugaz.
-Lorena me ha contado quien eres.
-Quién soy?
-Me ha dicho que eres un amo y que la has sometido.
-Sí.
-Te gustaría someterme a mí?
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