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Los efectos fueron dobles, ya no me fiaba ni de mi sombra, veía tretas en cualquier cosa que pasara, interviniera o no Antonia y además estaba tentado de abandonar la lucha y declararla triunfadora de nuestros juegos de este año, pero ese no es mi carácter.
Decidí adoptar una estrategia al más puro estilo militar. Primero, daría muestras de acatar su triunfo y parecer indefenso y vencido y segundo planificaría un ataque principal y varias maniobras de distracción que alejasen su atención de la acción principal. Sabía que me la estaba jugando, Antonia es una rival experimentada y de muy alto nivel, pero no tenía más remedio, el verano no podía quedar así.
La trama principal la situé en el gimnasio de Antonia. En principio era el sitio perfecto, totalmente alejado de mí, pero abierto a cualquier persona que se apuntase a él. Infiltraría a una persona, preferiblemente mujer, que se haría amiga de Antonia y de esa amistad saldrían las situaciones para jugársela. Las tramas de distracción irían saliendo mientras cuajaba la principal.
La dificultad estribaba en encontrar a la persona, ya que tendría un papel principal en la situación, debía ser una desconocida para Antonia y de mi plena confianza. Pensé en mi ex alumna Patricia, que era conocedora de los juegos de Antonia y míos en verano, ya que había participado en el primero que le di. La llamé por teléfono para quedar con ella.
– Hola Patricia, soy Carlos.
– Hola Carlos, que alegría oírte. Me tienes muy abandonada. Ya no cuentas conmigo para tus juegos.
– Para eso te llamaba precisamente. ¿Te parece que quedemos y te cuente?
– Por supuesto, estoy de lo más aburrida este verano.
Quedamos para tomar café al día siguiente.
Patricia tiene unos veintisiete años, alta, morena, guapa, buena figura, unas hermosas tetas y un culo redondo y respingón de infarto. Pero sobre todo, está abierta a cualquier cosa que sea un folleteo y un cachondeo. Llegó puntual a la cita, saludándome con un beso en los labios. Después de las frases de cortesía, le conté las últimas jugadas que me había hecho Antonia, la de Victoria me dio cierta vergüenza contársela, pero lo hice, lo cierto es que le produjo tal hilaridad que por poco se queda sin respiración.
– Te las ha dado bien –me dijo cuando terminé de contárselas-.
– Ya, pero no se va a quedar así. –Le conté mi plan y le pedí si conocía a alguien que me pudiera ayudar en el papel principal-.
Se lo pensó un rato, al cabo del cual me dijo:
– Estás de suerte, conozco a la persona perfecta, en la situación ideal. Mi prima Gloria. Verás, Gloria es prima hermana mía con unos diez años más que yo. Somos íntimas desde siempre y se acaba de separar de un plasta de marido, pero con mucho dinero y que le ha dejado bien cubierto el riñón. Y lo mejor, es todavía más caliente y más cachonda que yo y después de la separación está como un miura atacando a todo lo que se mueve.
Sonaba muy bien aquel personaje para mis planes. Patricia siguió contándome de su prima.
– Mi prima Gloria fue quién me enseñó sobre el sexo. Todos los veranos nos veíamos en la casa que los abuelos tenían en la playa. Yo me pasaba allí casi todo el verano y ella más o menos quince o veinte días cuando se lo permitían las obligaciones del trabajo. De toda la vida habíamos compartido la habitación. El año que cumplí los quince empecé a verla con otros ojos. Quería tener aquel cuerpo cuando fuera mayor. Unas tetas voluminosas, un vientre plano, un hermoso culo respingón y un chocho grande y depilado. Perdona, me estoy enrollando e igual tienes prisa.
– No tengo ninguna prisa y me encanta la historia que me estás contando.
– ¡Qué pervertido eres, me encanta! Yo todavía era una cría sin desarrollar y sin la más remota idea del sexo, salvo que había un chaval un par de años mayor que yo que me tenía loca. Una noche que no podía dormir, me imagino ahora que por el calentón que tenía pensando en el chaval, oí a mi prima suspirar y miré hacia su cama. La noche estaba muy clara y podía verla perfectamente. Estaba desnuda, tenía una mano en su entrepierna y otra en sus tetas, no sabía lo que estaba haciendo, pero sentía curiosidad y seguí observándola en silencio. De pronto lanzó un fuerte gemido seguido de otros más suaves. Me asusté, creía que le había pasado algo, me levanté y le pregunté si se encontraba bien. Ahora en la gloria, me contestó. Le pregunté qué estaba haciendo antes, mi prima nunca se ha cortado un pelo, así que me dijo que se acordaba mucho de la polla de su novio y se había hecho un dedo. Yo había escuchado algo de eso en la colegio a las compañeras, pero no sabía que era exactamente. Me preguntó si yo me lo había hecho alguna vez, le dije que no. Me dijo que me desnudara y me acostara a su lado.
– ¡Joder Patricia como me estás poniendo! –La interrumpí. Ella bajo la vista a mi entrepierna, vio el paquete que tenía y le dio la risa-. No te rías coño, que la historia me está poniendo más caliente que el pico de una plancha.
– Calla y déjame seguir. Cuando me tumbé a su lado, me preguntó si me gustaba algún chico, le dije que sí, pero que él no me hacía caso. Cogió mi mano y la bajó junto con la suya a mi chochito, empezó a acariciármelo y me dijo que pensara en el chaval. Lo que mi prima me estaba haciendo me producía un gran sofoco y me costaba respirar, hasta que sentí una explosión de placer en todo mi cuerpo y luego una enorme sensación de laxitud. Fue mi primer orgasmo. A ese verano mi prima y yo lo llamamos el verano de las pajas. Todas las noches caía una o varias, según como estuviésemos de cansadas.
– Ya estoy deseando conocer a tu prima Gloria –le dije-.
– Espera que eso no fue lo mejor.
– Patricia, por favor, ten un poco de caridad conmigo.
– Espera, verás cómo te va a gustar lo que te cuente. Yo estaba encoñada con el chaval, pero el pasaba de mí tres pueblos. Un día se lo comenté a mi prima y ella me contestó que habría que darle un buen escarmiento para que no se lo tuviera tan creído. Empezó a hablar un poco con él, cuando antes pasaba como de la mierda, y el chaval estaba como loco, vacilando con los amigos que mi prima estaba por él. Ya ves, mi prima era una mujer espectacular de veinticinco años y el chaval un pajillero de diecisiete. Una noche que íbamos a quedarnos solas en casa porque mis abuelos se iban a una cena, me dijo que iba a citarlo en la habitación esa noche, que yo estuviera al loro y al poco de que llegase, entrara en la habitación preguntando qué estaba pasando y que se lo iba a decir a los abuelos, salvo que yo pudiera intervenir. Ya ves que no eres el único al que le gusta jugar.
– Vaya con tu prima, me parece cada vez más perfecta para dársela a Antonia. Perdona la interrupción sigue, sigue.
– Qué guarro eres, cómo te gustan las historias de mi pubertad. Efectivamente citó al chaval, diciéndole que tendría que entrar por la ventana para que los abuelos no supieran nada. Yo, detrás de la puerta, escuché cuando llegó, le di un par de minutos y entré gritando que era lo que estaba pasando allí. Me contestó mi prima, con mucha guasa, que ya nada, pues el chaval se había corrido de la emoción con los pantalones puestos. Se quedó con el mote de “el rápido de Barcelona”, que es de dónde era el pobre.
– ¡Joder que historia!
– Espera que no ha terminado, la maldad de mi prima va mucho más allá. El chaval estaba hecho un flan y encima con el pantalón, que era blanco y muy fino, con un manchurrón que rodeaba toda la bragueta. Mi prima le dijo que no podía irse así y lo convenció para que se quitara los pantalones, los calzoncillos y la camisa que, al llevarla por dentro, también había salido perjudicada. Total que el chaval se quedó en pelota picada salvo los calcetines, para mayor ridículo. El pobre trataba de taparse, pero mi prima le metió la bulla de si ahora le iba a dar vergüenza que le viéramos la polla, después de haberse corrido. Por primera vez vi en vivo la polla y los huevos del chaval que me gustaba. Gloria cogió la ropa del pobre y dijo que iba a lavarla y a secarla. Yo me quedé con él en la habitación mirándole el mandado, que no me sedujo gran cosa, porque lo tenía algo más que escondido. De pronto se oyó la voz de mi prima entrando en la habitación gritando que saltara por la ventana, que venía mi abuelo con la escopeta. La criatura se fue desnudo, sólo con los calcetines puestos y los zapatos en la mano. Me imagino que la entrada en su casa debió ser imponente.
– ¡Qué hijas de puta, pobrecito el “rápido de Barcelona”!
– ¿Te ha gustado la historia con mi prima?
– Mucho, me has puesto a revienta calderas.
– Desde luego es normal que te las pegue Antonia, si te crees cualquier cosa, Carlos.
– ¡No me digas que la historia era mentira!
– Toda no, pero ya averigua tú lo que sí y lo que no. Lo de mi prima si es totalmente cierto.
– Más te vale. Bueno, cuando nos vemos con tu prima Gloria.
– Un momento, no seas tú también tan rápido. Dos cosas, creo que lo mejor es que no conozcas a Gloria por el momento, yo le contaré el plan y, en todo caso más adelante ya nos vemos. Y la otra, en esta vida nada es gratis. Últimamente Mario está hecho un aburrido, no quiere otra cosa que trabajar. Así que en compensación por lo de mi prima, quiero que Antonia y tú o tú o quién tú quieras nos montéis una jugada de las vuestras, a ver si se le quita la caraja.
Había creado un monstruo, aunque estuviese buenísima. Me pidió el nombre del gimnasio al que asistía Antonia y más o menos los días y las horas que iba. Quedamos en que ya me llamaría ella cuando hubiese hablado con Gloria y que de lo suyo no quería saber nada, que prefería una sorpresa.
Volví a casa pensando que ahora no sólo tenía que idear lo de Antonia, sino también otra jugarreta para Patricia y Mario. Se me acumulaba el trabajo.
Dándole muchas vueltas pensé que podía utilizar lo de Patricia y Mario como una de las tramas de despiste para Antonia. Era arriesgado, pero confiaba en que pudiera salir bien. Le comenté a Antonia que me había encontrado con Patricia:
– Se me olvidó comentarte que hace un par de días me encontré con Patricia. ¿La recuerdas?
– Claro que me acuerdo, de ella y de su novio, Mario, que buenísimos estaban los dos.
Antonia se puso como los gatos, tratando de adivinar por dónde vendría la trampa.
– Me pidió un favor –le dije-. Al parecer Mario está demasiado centrado en el trabajo y la tiene un poco abandonada. Quiere que le preparemos una jugada de las nuestras, a ver si se centra más en ella.
– ¡Que linda historia! Carlos, por favor, ¿qué quieres que te la vuelva a jugar?
– Temí que pensarías eso, pero no lo es en absoluto. No le dije que no de entrada porqué pensé que podría resultarnos divertido, dejar de hacernos putadas entre nosotros y hacérselas a otros, pero con el mismo objetivo de divertirnos.
– Déjame que hable con Patricia.
Cogió su móvil y la llamó antes de que yo pudiera ponerla sobre aviso.
– Hola Patricia, soy Antonia. (…) Si que hace tiempo que no nos vemos ni hablamos. Los líos que nos buscamos, que no nos dejan vivir. Oye, tengo aquí delante a Carlos que me dice que le has pedido que os hagamos alguna jugada a Mario y a ti.
Patricia debió contarle lo que fuera porque Antonia estuvo un buen rato callada.
– Desde luego es que los hombres son mono tarea o trabajan o nos cuidan, para las dos cosas no tienen ni cabeza ni cuerpo. Y me dices que quieres una sorpresa. (…) Es mejor, si lo sabes pierde interés y además se nota.
Patricia le debía haber contado lo mismo que a mí.
– Y te da igual que seamos nosotros u otros. (…) Ya, tu lo que quieres es que alguien lo ponga en marcha de nuevo y te da igual quién sea. Bueno guapísima déjanos que lo pensemos y ya tendrás noticias nuestras o de algún conocido. Un beso fuerte donde tú sabes.
Colgó y me miró fijamente.
– Tienes razón, puede ser divertido hacérsela a otros. Pero más te vale que no me la estés jugando.
¡Bien! Primer paso conseguido.
– ¿Se la hacemos nosotros o metemos a alguien más? –Preguntó-.
– No lo sé. Piénsalo tú, ya que este año estás tan brillante.
– Me gusta que lo aceptes, ya te iré comentando.
Antonia puso en marcha su maquinaria de investigación. Yo ya sabía que Patricia trabajaba en un estudio de arquitectura, bastante mal pagada. Por lo que me contó Antonia un par de días después, Mario se dedicaba a la fotografía y estaba trabajando como freelance con bastante poco éxito económico, eso sí echándole más horas que un reloj, pero en cosas de mierda, juzgados, bodas, bautizos, comuniones,…etc. Como cualquier arquitecto/a jóvenes, se habían comprado una casita en el centro, que a duras penas conseguían pagar. Para ayudarse con la hipoteca habían puesto una parte de la casa en Airbnb. Mucho instagram, mucho facebook, muchas redes sociales, en general. Poca información de interés más.
Estaba un poco intranquilo por no tener noticias de Patricia sobre su prima. Me llamó a los dos días de que Antonia la llamase.
– Hola estratega, ¿cómo estás?
– Hola, deseando tener noticias tuyas.
– Pues lo siento pero no son buenas. Mi prima va a estar de viaje por Sudamérica con un maromo argentino que ha conocido y no vuelve hasta principios de septiembre. Y ya me imagino que en esas fechas no te viene bien.
– Vaya por Dios, ¿no conocerás a alguien más que pueda servir?
– Hombre Carlos, pues no conozco a mucha gente de confianza que se quiera prestar a esto.
– Tienes razón, en cualquier caso muchas gracias.
– Oye, no te olvides de lo mío.
– Está en manos de Antonia, que es lo mismo que decir, que está en las peores manos para vosotros.
Qué lástima coño, me iba a quedar sin poder devolvérselas a Antonia. Este año no tenía suerte.
Esa misma tarde Antonia me comentó que ya tenía por donde entrar con Patricia y Mario: por Airbnb. Se trataba de la estrategia del Caballo de Troya, meterle a alguien en su casa, sin que pudieran sospechar nada. Brillante, pensé, menos mal que no ha salido la mía porque, tal y como estaba Antonia de creativa, habría perdido sin remedio. También había pensado en la persona que podría ser, Marisa, la de las dos lolas. Marisa es una mujer un poco más joven que Antonia, su cuerpo es una auténtica bomba atómica y en el sexo es la persona más desinhibida que conozco. (Para los que os interese conocer más al personaje, leeros los relatos de las lolas.)
Antonia estudió la habitación que alquilaban Patricia y Mario. Más que una habitación era un pequeño apartamento que habían sacado en la planta baja de la casa, la zona de verano de las casas patio populares. Tenía un pequeño salón-cocina-comedor, un dormitorio y un baño, todo muy bien puesto. Antonia llamó a Marisa y la invitó a comer para proponerle el asunto. Marisa aceptó encantada la invitación y se lamentó de que Lolita, su medio novia o lo que fuera, no podría ir, estaba trabajando todo el verano en una discoteca en Marbella, pero que ella trataría de sustituirla en todo lo que pudiese.
Todos sabíamos lo que significaba quedar para comer con Marisa: follar seguro. Ya se vería quién con quién, o todos juntos o cuantas veces o en que posturas, pero follar seguro.
El día antes de que Marisa viniera a comer, al volver a casa del trabajo, me encontré con Antonia y dos personas más, ella y el, tomando una cerveza en un bar cerca de casa. Me acerqué y Antonia me los presentó:
– Carlos te presento, Irene y Pedro, son pareja y van los dos juntos al gimnasio, a ver si se te pega. Siéntate a tomarte algo.
No tenía otra cosa que hacer y decidí sentarme. Irene tendría treinta y tantos años, morena, pelo corto, una bonita cara, unas tetas más grandes que pequeñas enfundadas en un top deportivo y unas bonitas y bronceadas piernas que dejaban ver un pantalón corto de licra, también deportivo. Pedro sería de la edad de Antonia también moreno, bien parecido y un cuerpo construido a base de muchas horas de gimnasio. La conversación giraba en torno al gimnasio.
– Yo empecé a hacer algo de deporte el año pasado. Primero venía un entrenador a casa, pero lo contrataron en un gimnasio y se acabaron las sesiones en casa. –Dijo Antonia y continuó:- Me apunté a este gimnasio y al final me alegré, así salgo de casa y conozco a gente.
– Pedro siempre ha sido de gimnasio. Cuando lo conocí se empeñó en que me apuntara yo también y por pesado lo consiguió. –Contestó Irene-. Yo de todas formas voy bastantes menos horas que él y con bastantes menos resultados, como salta a la vista. –Dijo Irene tocándose el vientre y las caderas-.
– No te quejes que estás estupenda –dijo Antonia-, ya me gustaría a mí estar como tú, pero los años no perdonan a las mujeres. –Ni a los hombres pensé yo-.
– No diga eso que estás estupenda y te pegas unas buenas palizas de trabajar en el gimnasio. –Le contestó Pedro-.
Estaban en el momento de decirse todos que estaban estupendos y que se debía al esfuerzo que realizaban en el gimnasio. Me pareció normal, sino a ver cómo se retribuían del trabajo y del sudor que echaban.
– ¿Y tú Carlos, no has ido nunca al gimnasio? –Me preguntó Irene, imagino que por no dejarme fuera de la conversación-.
– Yo no paso ni por la puerta, no vaya a ser que me abduzca. El deporte y yo somos incompatibles de toda la vida.
– Pues te conservas bastante bien, para no hacer nada de deporte. –Dijo Irene-.
– Gracias, debe ser genético o tengo alguna enfermedad que todavía no me ha dado la cara. –Bromeé con Irene. La conversación se había dividido entre Antonia y Pedro e Irene y yo-.
– ¿Sabes que pasa también? Que a mí el deporte me excita sexualmente. –Dijo Irene mirándome a los ojos, pero ¿para qué me contaba eso esta mujer?-
– Así lo que te gastas en el gimnasio, te lo ahorras en marisco. –Irene se rió con la ocurrencia-. Pero yo prefiero una buena mariscada.
– Yo con ambas cosas me pondría como una moto –respondió Irene-.
Esa parte de la conversación hizo que me saltaran todas las alarmas. Me los había encontrado con Antonia, estaban en una terraza por la que normalmente pasaba de vuelta del despacho, Antonia había centrado la conversación con Pedro, posiblemente para permitir que Irene empezara una maniobra de acercamiento conmigo. Bueno, si fuera el caso y la idea de Antonia era simplemente que echáramos un ratito divertido entre los cuatro, pues por mí estupendo, Irene estaba muy rica y parecía simpática y Pedro también. Lo malo es que esa idea era demasiado simple para la mente retorcida de Antonia o igual estaba arrepentida de las últimas putadas y sólo quería que lo pasáramos bien.
– ¡Huy qué bien! Si os apetece, algún día después del gimnasio nos tomamos unas buenas almejas y algún carabinero. –Le dije, mirándole las tetas-.
– Por mí sin problemas. ¿Y a Antonia le gustarán las almejas? –Irene iba a saco.-
– Que yo sepa, sí –le contesté-.
– Me encantan –le contestó Antonia, mirando también descaradamente las tetas a Irene-. Carlos, nos deberíamos subir a comer, salvo que nos tomemos algo por aquí, ¿os apetece a vosotros?
– Nosotros hoy no podemos, pero quedamos para el primer día de gimnasio de la próxima semana. –Dijo Irene-. Y vamos a un sitio de marisco, ¿vale Carlos?
– Por mí estupendo, aquí cerca hay uno que está muy bien –contesté-.
Antonia y yo nos quedamos tomando algo en la terraza.
– Parecen muy simpáticos -le comente a Antonia-, ¿llevan mucho tiempo en el gimnasio?
– No, apenas diez días. Irene y yo entablamos conversación, ella me presentó a Pedro y hoy, al salir, decidimos tomarnos una cerveza.
– ¿Cuándo tenéis la siguiente sesión los tres? Lo pregunto por reservarme la tarde y poder tomarnos una copa después de la comida.
– El próximo martes y terminamos sobre la una y media, buena hora para después comer algo. Qué pasa, ¿te ha caído simpática Irene?
– Si, muy simpática y muy guapa, lo mismo que Pedro, ¿no?
– Bueno, no está mal.
– ¿Esta no será una de tus jugadas?
– ¡Por supuesto que no! Te estás volviendo muy suspicaz y un poquito paranoico. Simplemente los he conocido en el gimnasio y nos hemos sentado a tomar una cerveza. ¿Te apetecería algo con ellos?
– Si quieren, ¿por qué no? ¿Y a ti?
– Pues lo mismo, si quieren por mí no va a quedar.
Cuando llegamos a casa, le dije a Antonia:
– Me he puesto cachondo pensando en echar un rato con Irene y Pedro, ¿te apetece una siesta?
– Yo también me he puesto cachonda, me apetece lo de la siesta, pero hazlo tú todo, que hoy me he cansado mucho en el gimnasio.
Antonia y yo estábamos en un momento de nuestra relación sexual en el que pasábamos bastante de la penetración entre nosotros, prefiriendo más una buena paja que un polvo regular. Abrí una botella de champán y con dos copas la llevé al dormitorio. Antonia se había tumbado en la cama vestida. Le pasé una copa y brindamos por las expectativas que teníamos abiertas.
Le fui quitando la ropa y me fui desnudando, hasta que los dos quedamos en pelotas. Debía haberse depilado el chocho otra vez esa misma mañana, lo tenía como una muñeca Nancy. Me puse de rodillas entre sus piernas y le fui dando besos desde los pies hasta la parte alta de los muslos. Tenía los ojos cerrados y gemía suavemente. Coloqué sus piernas flexionadas contra mis hombros y metí la cabeza entre ellas. Le olía el chocho a mujer caliente. Se lo fui lamiendo entero desde el ojete hasta el clítoris, mientras se lo mantenía abierto con los dedos. Cuando ya lo tenía bien húmedo me coloqué a su lado, poniendo su culo encima de una de mis piernas, abriendo las suyas con la otra, y con dos dedos empecé a sobarle el clítoris. En esa posición ella suele sobarme los huevos o la polla y los días que está muy caliente se ensaliva un dedo y me lo mete por el ojete. Ese día no hizo nada, sólo gemía y se dejaba hacer. Ella tenía un brazo debajo de mi cuerpo y yo le tenía el otro brazo agarrado encima de su cabeza. Sin parar de sobarle el clítoris le fui comiendo las tetas. Cada vez estaba más tensa y yo cada vez más empalmado. Al rato de estar así comenzó a decir “no pares, no pares, no pares…”, hasta que gritando se corrió, llenándome los dedos con su flujo, se los lleve a la boca para que se degustara a sí misma y luego los degusté yo. Estaba tan caliente que no pensaba esperar a que se repusiera. Me senté sobre su cara mirando a sus pies y le metí los huevos en la boca, mientras yo me hacía una paja. En menos de un minuto me corrí sobre sus tetas, cayendo sin aliento a su lado. Primero nos terminamos la botella de champán, mientras hablábamos y luego nos quedamos los dos dormidos muy relajados.
Al día siguiente sábado nos levantamos tarde, tanto, que cuando llamó Marisa al portero, estábamos los dos todavía en bata, menos mal que había confianza. Antonia le abrió y la atendió mientras yo me duchaba. Cuando preguntó por mí, Antonia le dijo que yo estaba en la ducha y sin cortarse un pelo se metió hasta el baño de nuestro dormitorio a saludarme a su manera, es decir, dándome un beso en la boca y cogiéndome la polla, que reaccionó inmediatamente, lo que llevó a Marisa a decir:
– Me encanta que todavía te pongas así por mí.
– Y lo que me queda –le contesté-.
Se empeñó en secarme, aprovechando para darme un buen sobe, hasta que Antonia le dijo:
– Marisa espérate a que comamos, que si no vamos a desfallecer.
Me dejó a mí, pero se desnudó ella y metió a Antonia en la ducha, la enjabonó y luego la secó. Comimos los tres en pelotas en la terraza. Debo decir que Marisa tiene las mejores tetas de occidente y un culo que no las hace de menos, es guapa de cara y no tiene vergüenza para nada. A mí me pone tanto, que es verle las tetas y empalmarme.
Durante la comida, la abordó Antonia con el tema que nos convocaba.
– Marisa, necesitamos de tu colaboración.
– Ya sabéis que por lo esté en mi mano no hay problema. Sin saber qué queréis, ya me imagino que será alguna guarrería. Os echaba de menos desde el puente que pasamos juntos.
– Gracias Marisa, verás, una amiga de Carlos y también mía nos ha pedido que le preparemos algún juego que reavive la vida sexual con su novio, que al parecer la tiene un poco descuidada. Mira que dos bellezas.
Antonia le enseñó en su móvil las fotos que les había sacado en la calle el año pasado cuando se los encontró.
– De verdad que son dos bellezas. Me imagino que vosotros dos ya os los habéis beneficiado. –Dijo Marisa-.
– Antonia a los dos, yo sólo a ella –le contesté-.
– ¡Qué lista eres Antonia!
– Bueno, te sigo contando. Él no sabe nada y ella quiere que sea una sorpresa para los dos. Hemos pensado que te alojes unos días en un pequeño apartamento que alquilan en su casa, fingiendo ser una turista solitaria. Una vez allí, tú verás cómo te las organizas, pero el fin de fiesta tiene que ser comunitario.
– Me viene estupendamente. Estoy de vacaciones en el trabajo, tengo al niño con su padre y a Lolita trabajando en Marbella. Yo la hubiera acompañado, pero no tengo dinero para como está aquello, así que estoy muy aburrida en casa.
– Hemos pensado que te alojes, en principio, del próximo miércoles al domingo. Esos días tienen libre el apartamento. Si te viene bien, lo alquilamos ya.
– Por mí sin problemas.
– Envíanos todos los días un correo con lo esté pasando, para estar informados nosotros y guardárselo a Patricia, para cuando no se crea lo que le digamos. –Le dijo Antonia-.
Antonia se trajo el portátil e hicieron la reserva.
– Mira a las cosas que se ha dedicado tu amigo Carlos estos días atrás. –Dijo Antonia abriendo el archivo de las fotos que me había hecho con Victoria-Vanesa-.
– ¡Qué barbaridad Carlos, que bien te lo pasas! Me tenéis que presentar a esa chica-chico. Para mí es perfecta, vamos un todo en uno. ¡Qué suerte tienes Carlos, lo que te cuida tu mujercita! Ya que hemos terminado el tema de vuestros amigos, podríamos jugar a algo.
Con Marisa y Lolita habíamos cogido la costumbre de jugar a algún juego de mesa después de comer, pero versionándolo para divertirnos más. El sex-dominó o el parchixxx habían sido algunos de ellos.
– ¿Qué os parece si jugamos al sex-trivial? –Propuso Antonia-. Cuando uno gana un quesito le pide a alguno de los otros lo que quiera, con un máximo de dos minutos. Y el que completa el queso manda el resto de la tarde.
– Por mi parte de acuerdo –contestó Marisa-.
– Por la mía también –dije yo-.
Antonia había querido hacerme un favor, soy insuperable jugando el trivial.
Cuando gané el primer quesito le ordené a Marisa que se vistiera en el dormitorio y luego se desnudara delante de nosotros. Ver a Marisa desnudarse me ponía como un burro. Se puso unos calzoncillos, unos pantalones y un niqui míos y se los quitó lentamente, dejando para lo último el niqui, que casi no le pasaba por las tetas.
Con el segundo quesito les ordené que se besaran entre ellas, quería ponerlas más calientes todavía de lo que ya estaban.
Con el tercero, le ordené a Marisa que se chupara las tetas.
Con el cuarto que se las chupara a Antonia.
Con el quinto que vinieran las dos a chuparme la polla, que la tenía como un cimborrio.
Por supuesto que ellas también ganaron algunos quesitos y tuve que estar dando lengua desde los pies hasta la boca, sin saltarme ninguna parte intermedia
Cuando llené el queso grande, las mandé a las dos que se fueran de rodillas al dormitorio y me esperaran allí, sin tocarse un pelo. Me quedé en el salón pensando que iba a hacer. Fui a la cocina a por hielo para prepararles dos ginebras con tónica y un whisky para mí. Me apetecía hacer un poco de malo y eso a Marisa la ponía muchísimo.
Entré al dormitorio con las copas y le dije a Marisa que se pusiera a cuatro patas en el suelo y a Antonia que la atase y le tapara los ojos.
– Marisa, has sido una niña mala y debemos castigarte –le dije mientras Antonia la ataba-.
– Tenéis razón, he sido muy mala y debo ser duramente castigada. -Para los que no lo sepáis, Marisa tiene tendencias masoquistas, con lo que atarla y castigarla la pone a cien. Además, le gusta provocar al que la castiga, para que le zurre más fuerte.- Lo que pasa es que no veo en esta habitación a nadie que sea capaz de hacerlo de verdad, no veo más que a un mariconcete y a una zorrita, que quieren jugar a las cuerdecitas y a los cachetitos.
– No te aproveches guarra, que no te quiero dejar marcas. –Le dijo Antonia apretando más las cuerdas-.
– Excusas baratas de una zorrita beatona. –Yo ya conocía esa faceta de Marisa, una mujer adorable, pero que cuando se calentaba con el masoquismo, era capaz de quemarle la sangre al santo Job-. No te atreves conmigo porque tienes un mini chochito de cristal de putita pija, mientras que yo tengo un coño que no me cabe entre las piernas. ¿El mariconcete de tu marido te deja los trabajos duros, mientras él le chupa las pollitas a otros mariconcetes?
– No me calientes más Marisa, que no respondo. –Le advirtió Antonia empezando a estar cabreada.-
Me fui hacia el armario y del cajón de los secretos saqué un arnés de Antonia con una polla que daba miedo y un consolador de buen tamaño. Le pasé el arnés a Antonia.
– ¿Cómo te voy a calentar, si eres una zorrita frígida? –Continuó Marisa.-
– ¡Qué te calles o lo vas a lamentar! –Le susurró Antonia con voz amenazante-.
– Yo sé cómo callarla. –Dije y le metí la polla a Marisa en la boca hasta el fondo, mientras le apretaba la cabeza contra mí.-
Cuando se la saqué continuó:
– ¡Huy, al mariconcete se le ha puesto durita! ¿Es qué no hay ningún hombre por aquí con una polla de verdad?
Cuando Antonia terminó de colocarse el arnés, se lo puso a la entrada del chocho a Marisa y le metió el pollón de goma de una vez sin ponerle lubricante. Marisa no paraba:
– ¡Por fin una polla con un tamaño como Dios manda!
– ¡Hija de puta, le ha entrado como si nada! ¡Está empapada! –Dijo Antonia y empezó un mete-saca sin caridad, mientras le daba cachetes con toda su fuerza, que es mucha, en el culo-.
Yo volví a meterle la polla en la boca, le pellizqué con fuerza los pezones y le amasé las tetas como si estuviera haciendo masa para pizza.
– Ya estamos entrando en materia –dijo Marisa con la polla en la boca.-
Antonia seguía dale que te pego, entonces le pase el vibrador para que se lo metiera por el culo, cosa que hizo inmediatamente hasta el final, sin el mínimo lubricante. Por fin al cabo del rato gritó que se corría y se desmadejó en el suelo.
– ¿Te crees que has terminado, guarra? –Le dijo Antonia, poniéndola boca arriba y sentándose sobre su boca y a mí me dijo:- Fóllatela sin sacarle el consolador del culo.
Le subí las piernas y mi polla entró de una vez sin el mínimo problema. La había visto follarse pollas que eran más del doble que la mía, así que no me pareció raro. Le saqué el consolador del culo y se lo metí en el chocho junto con mi polla. Antonia le estaba castigando los pezones con saña. Marisa seguía chupándole el coño como si nada, hasta que Antonia gritó que se corría. Yo grité también que me corría y lo hice sobre la cara de Marisa, que volvió a correrse. Cuando recuperó la respiración dijo:
– ¡Qué bien me lo paso con vosotros siempre! ¡Qué buenas tardes echamos!
Vamos, igual que si hubiéramos estado jugando a la lotería en el hogar del jubilado. Lo de aquella mujer era increíble. Pensé en Patricia y Mario, les íbamos a meter al diablo en su casa.
Nos bebimos las copas tumbados en la cama y Marisa se fue al rato, después de intentar empezar otra vez sin éxito ninguno, diciendo que tenía que preparar el equipaje, ¡tiene cojones lo de las mujeres y el equipaje! Cuando finalmente se fue, Antonia dijo:
– Que no les pase nada a Patricia y Mario, los tengo en mi corazón, no sé si nos hemos pasado.
El resto del fin de semana transcurrió sin mayores novedades. Sin embargo, el lunes empecé a tener una cierta curiosidad por ver qué pasaba al día siguiente con Irene y Pedro. La curiosidad se convirtió en intriga el martes por la mañana. ¿Qué pretendía esa pareja o no era la pareja, sino Irene quién estaba interesada en un lío, o simplemente me estaba zorreando un rato por diversión? Esto último no me extrañaba demasiado, ya que a mí también, algunas veces, me gusta zorrear sin mayores pretensiones.
A la hora más o menos convenida pasé por la terraza en la que los encontré el otro día y allí estaban los tres en ropa deportiva charlando animadamente. Saludé con un pico a Antonia, con dos besos en las mejillas a Irene y con un apretón de manos a Pedro.
– ¿Preparado para el marisco? –Me preguntó Irene. Joder, iba directa-.
– No he pensado en otra cosa desde que quedamos el otro día –le contesté mirándole las tetas, que me parecieron más gordas que el día anterior-.
– Yo casi tampoco –me respondió Irene mirándome el paquete. De qué iba esa mujer era un misterio para mí-.
Nos fuimos los cuatro hacia el restaurante, Antonia y Pedro delante hablando e Irene y yo detrás también charlando o más bien Irene hablando y yo escuchando. Me contó que no tenía hijos y que Pedro era, más o menos, su pareja actual, después de un primer matrimonio que no había salido bien. A preguntas suyas le conté que Antonia también era mi segunda mujer y que ya llevábamos veinticinco años juntos.
– ¡Qué barbaridad, esos son muchos años! ¿Cómo hacéis para seguir juntos y no aburriros el uno del otro? –Me preguntó Irene-.
– Tratando de animar nuestra relación.
– ¿En qué sentido dices lo de tratar de animar vuestra relación?
No sabía que pretendía Irene con esa pregunta, si que le contestase abiertamente o simplemente me saliera por las ramas. Decidí jugármela para ver por donde salía ella.
– Tenemos una relación muy abierta respecto al sexo. Nos gusta experimentar entre nosotros y con otras personas.
– ¡Qué modernos! Yo también lo he pensado alguna vez, pero o mis parejas han sido muy clásicas o es que todavía no se ha presentado la ocasión adecuada.
– No se trata de modernidad, sino de quitarse prejuicios de encima y divertirse juntos.
En estas llegamos al restaurante. Nos sentamos como manda el protocolo entre dos parejas, mujer-hombre-mujer-hombre. Antonia trataba de mantener una sola conversación entre los cuatro, pero lo tenía difícil, Irene no paraba de intentar mantener la conversación sólo conmigo.
– Bueno pedimos lo que teníamos pensado desde el otro día, ¿no? –Propuse yo y los demás asintieron, dirigiéndome al camarero le dije:- Nos trae unas almejas de carril, media docena para cada uno, y un par de carabineros, también para cada uno. Luego, si seguimos con hambre, pediremos algo más.
Una vez que se fue el camarero, Irene quería seguir teniendo una conversación exclusiva entre los dos.
– ¿Y no os da miedo que la pareja se resienta con tanta relación abierta?
– Lo que nos da miedo es que la relación entre nosotros se resienta, por el tedio y lo conocido. Pero cada pareja es un mundo. Se debe tener muy claro y no puede haber sitio ni para los celos ni para la desconfianza. Se trata de divertirse juntos teniendo sexo con otras personas de mutuo acuerdo, no engañando o deseándolo y no atreviéndose.
Me di cuenta que Antonia tenía puesto el oído en la conversación que manteníamos Irene y yo, pese a seguir hablando con Pedro.
– Me apetecería mucho que probáramos. –Me dijo Irene, tocándome la pierna por debajo de la mesa.-
– ¿Lo has hablado con Pedro? Debéis estar los dos convencidos, si no seguro habrá problemas.
– Sí lo hemos hablado, aunque igual no de forma cierta e inmediata. Yo creo que si no se presenta la ocasión concreta es difícil concluir algo. ¿Crees que Antonia querrá?
– Creo que sí, pero a ella, como a mí, nos gusta que las cosas estén claras desde el principio.
Trajeron la comida y empezamos a devorar primero las almejas y luego los carabineros. Irene cada vez que se comía una almeja miraba a Antonia, que le devolvía la mirada, comiéndose ella también otra almeja. Cuidado Carlos, me dije, a ver si le estás haciendo el plan a Irene y a Antonia y tú te quedas con dos palmos de narices, bueno pues mejor para ella, concluí.
Comimos alguna cosa más y pedimos una botella de champán para terminar la comida.
– Veniros a casa a tomar una copa, vivo aquí al lado –propuso Irene-.
– Por mí estupendo –contestó Antonia-. ¿Tú puedes, Carlos?
– Sí, por mi perfecto, no tengo nada que hacer en toda la tarde.
Volví a notar la mano de Irene en mi pierna, esta vez en la parte alta del muslo. Al parecer Antonia y yo íbamos a bautizar a esta pareja en el mundo del intercambio. De todas formas, por mi experiencia, me parecía todo demasiado rápido y demasiado fácil para unos neófitos.
– Ve tú delante con Pedro y coméntale el asunto. –Le dije a Irene-.
Antonia y yo nos quedamos detrás a una distancia prudencial, para que pudieran hablar sin presiones.
– Vaya con Irene. –Me dijo Antonia y continuó:- He estado medio escuchando la conversación que teníais y está muy lanzada. Me parece que le gustamos los dos, a mí me ha estado desnudando con la mirada.
– No estoy convencido del todo sobre cómo saldrá esto, ¿él te ha insinuado algo?
– No, hemos estado hablando del gimnasio, me parece que está obsesionado con el tema.
Llegamos al portal y entramos los cuatro juntos. Vivían en la última planta del edificio, un sexto. El piso era grande, decorado clásico pero con gusto y con muebles de calidad.
– ¿Os apetece tomar alguna copa larga o mejor abro otra botella de champán? –Preguntó Irene-.
Nos decantamos todos por el champán.
– Te acompaño y te ayudo –le propuse para poder hablar con ella a solas.-
– Pedro no está muy animado, le he dicho que se vaya a su casa. –Me dijo Irene en la cocina-.
– Entonces es mejor que lo dejemos, otro día será.
– De eso nada. Entre el deporte, el marisco y el champán tengo un calentón para reventar y no me lo va a joder el vigoréxico de mierda ese. –Me contestó echándome mano al paquete-.
– Tranquila Irene, vamos a ver qué opina Antonia.
Volví al salón con la botella, mientras Irene buscaba las copas. Estaba Antonia sola.
– ¿Y Pedro? –Le pregunté a Antonia.-
– No sé, salió del salón poco después de vosotros.
– Antonia, parece que Pedro no está por la tarea y se debe haber ido. ¿Te apetece seguir o bajamos el tono, nos tomamos una copa y nos vamos? Irene quiere seguir sin Pedro.
– Lo vamos viendo –contestó Antonia.-
Entró Irene con las copas muy sonriente y dijo:
– Me vais a perdonar un momento, pero voy a darme una ducha rápida, entre el gimnasio y el calor, estoy sudada. ¿Quieres tú también Antonia?
– Pues sí, también estoy sudada.
– Abre la botella Carlos y sírvete una copa mientras. –Me dijo Irene.-
Se fueron las dos por otra de las puertas del salón. Le hice caso a Irene, abrí la botella y me serví una copa. Por echar el rato, me puse a mirar las fotos que había en el salón. Me extrañó que en ninguna apareciera Pedro, debían llevar poco tiempo juntos o como me pasa a mí, no le gustarían las fotos. Seguí mirando fotos y me quedé paralizado cuando vi una, ya de hacía algunos años, en la que estaban Irene y Patricia. Me temí lo peor. Salí corriendo del piso dejando la puerta abierta y fui en busca de los buzones. No había nadie que se llamara Irene, pero sí había alguien que se llamaba Gloria. Volví a subir al piso, cerré la puerta y desde la cocina llamé por teléfono a Patricia.
– Hola Carlos.
– Hola Patricia, ¿me puedes explicar que está pasando con tu prima Gloria?
– Ya te dije que se iba a Sudamérica. ¿Por qué, que pasa?
– Pasa que estamos Antonia y yo en su casa y se ha hecho pasar por una tal Irene, con un novio o pareja llamado Pedro. Me ha estado calentando para hacer un intercambio y ahora Pedro se ha marchado y ella está con Antonia en la ducha. ¿Te parece poco? ¿No le habrás ido con el cuento a Antonia y me la queréis jugar otra vez?
– Por supuesto que no le he dicho nada a Antonia, pero creo que ya se lo que pasa. Hablé con ella como quedamos, de entrada me dijo que se lo pensaría, a los pocos días me llamó y me contó lo de Sudamérica, pero seguro que la muy zorra quiso estudiar la situación y jugar por su cuenta. Esta os va a follar a los dos hasta dejaros sin aliento.
– ¿Pero y el tal Pedro que pinta en todo esto?
– Lo habrá utilizado para entraros y luego lo habrá largado. Seguro que es un mariquita de gimnasio que le debía algún favor.
– Es posible, pero también tiene cojones lo de tu prima, ¡qué verano llevo de lagartas! Ahora se debe estar dando un lote con Antonia de cuidado.
– No te quejes tanto, que bien que te has follado a unas y otras. ¿Oye, de lo mío que hay? –Patricia se había expresado como un político de provincias en la convención nacional de su partido. Decidí contestarle con el mismo lenguaje-.
– No te preocupes que va para adelante. Un abrazo, adiós.
Bueno, tampoco me desagradaba la situación, lo que pasaba es que Irene-Gloria sabía que yo se la quería jugar a Antonia y si se iba de la lengua era hombre muerto. Decidí tomármelo con calma y seguir esperándolas en el salón como si no supiera ni intuyera nada.
Desde el salón se salía a una terraza grande con muchas plantas y bastante bien cuidada. Al rato volvieron las dos, Irene-Gloria iba con una bata de seda roja muy por encima de la rodilla. Antonia también iba en bata, negra en este caso, y un poco más larga que la de Irene-Gloria. Antonia se acercó a mí y después de darme un piquito, dijo:
– ¡Qué bien me he quedado con la ducha y quitarme la ropa sudada! Irene ha sido tan amable de prestarme esta bata para tomar la copa cómodamente. Carlos, sírvenos una copa, que tu ya te has tomado una.
Se sentaron ambas en uno de los sofás, serví las copas y me senté en otro sofá frente a ellas.
– Parece que del intercambio vamos a pasar al trío. Lo siento por Antonia, pero me alegro por mí. –Dijo Irene-Gloria, que desde luego iba a saco.-
Antonia se rió y me miró para ver por donde salía. Decidí hacerme un poco el estrecho.
– No sé si debemos seguir. Creo que le haríamos un feo a Pedro.
– Deja en paz a Pedro, tampoco somos una pareja formal, salimos, entramos, de vez en cuando follamos, pero ya está. –Me contestó Irene-Gloria-. Ni él me tiene en exclusiva ni yo lo tengo a él.
– De acuerdo, pero habíamos hablado de un intercambio, no de un trío. –Le dije por seguir poniendo dificultades.- ¿Has hecho tríos antes?
– Pero bueno Carlos –intervino Antonia-, ¿le vas a pedir el currículum sexual a Irene y después la cartilla sanitaria? No seas aguafiestas y disfruta de dos mujeres cañón, ¡joder, que ya quisieran muchos estar aquí y ahora! –Eso último era absolutamente cierto-.
A Irene-Gloria se le había ido abriendo la bata y casi se le veía por completo el espléndido par de tetas que tenía. Estaba desnuda debajo de la bata, porque en un movimiento que había hecho antes había visto que no llevaba bragas, salvo que las bragas tuvieran pelo.
– No sé Antonia, estoy un poco decaído con la marcha de Pedro.
– ¡Tú lo que eres es tonto! ¡Coño, como si ahora fuerais compañeros inseparables! –Me contestó Antonia que estaba empezando a estar harta de la situación-.
– Igual si os enrolláis entre vosotras, me animo. –Les dije-.
– Tu lo que quieres es un lésbico gratis. Y hacerte una paja a costa nuestra. –Intervino Irene-Gloria-. Pues por mí sin problemas, me gusta que me miren, me pone más cachonda todavía, si es que ahora fuera posible. –Era evidente que había hecho tríos y probablemente ni uno ni dos.
Dicho esto se volvió hacia Antonia y le plantó un beso en la boca, que no tardó ni un segundo en obtener respuesta en forma de lengua cambiándose de boca. Me recosté en el sofá a mirar. Antonia le abrió la bata a Irene-Gloria, apareciendo por completo un fabuloso par de tetas, que no dudo que fueran naturales, pero que debían tener un muy cuidado mantenimiento, y un culito precioso de nacimiento, mejorado con horas de gimnasio. Después Antonia, se quitó su bata, quedando desnuda. El muerdo que se estaban dando me estaba poniendo más cachondo todavía. Para un hombre, ver besarse con pasión a dos mujeres, es quizás uno de los mayores estímulos sexuales que pueda recibir, no sé si pasará lo mismo a la inversa (si alguna lectora quiere que me lo comente). Ellas seguían a lo suyo, era evidente que Irene-Gloría le tenía muchas ganas a Antonia y posiblemente al contrario también, Antonia le estaba comiendo los grandes pezones y sobando las tetas a Irene-Gloria, que parecía pasarlo francamente bien, gemía y le apretaba la cabeza a Antonia contra sus tetas.
Empecé a sobarme el nabo por encima del pantalón. Se me estaba hinchando por momentos. Antonia tumbó boca arriba a Irene-Gloria, creí que iban a hacer un 69, pero no, o al menos todavía no, le metió las tetas en la boca, mientras ella se las comía a la misma vez. Ellas se lo estaban pasando en grande y yo también. Me abrí el pantalón y metí la mano para sobarme directamente. Antonia se desplazó hasta alcanzar el 69. Estaba claro que a las dos les gustaban las almejas, se estaban comiendo vivas. Me desnudé mirando el lote que se estaban dando esas dos bellezas.
– Parece que ya no estás tan decaído –me dijo Antonia-. Irene, ¿te apetece que cambiemos de plato?
– Por mí encantada, pero luego quiero mi postre.
Se vinieron las dos hacia mí. Antonia me cogió las manos, me las puso sobre la cabeza y me metió sus tetas en la boca, mientras Irene-Gloria se colocaba mi polla en medio de sus tetas. Las dos tenían unas tetas maravillosas. Las de Irene-Gloria eran algo más grandes, con lo que me estaba haciendo una cubana (al parecer ahora se dice rusa) de fábula. Mientras le comía las tetas a Antonia, me dijo al oído:
– ¿A qué no te esperabas esto? Ves como tienes que venir al gimnasio conmigo. –Encima quería venderme el lío con Irene-Gloria como un éxito suyo-.
– La que no se lo esperaba eras tú. –Cogí su cabeza y la giré para que mirara a Irene-Gloria-. Te presento a Gloria, prima hermana de Patricia.
Las dos se pararon en seco.
– Yo te la quise jugar con ella, pero ella nos la ha jugado a los dos. –Le dije a Antonia-.
– ¿Cómo te has enterado? –Pregunto Gloria sin sacar mi polla de entre sus tetas-.
– Cuando quieras jugar a la desconocida, revisa las fotos que tienes a la vista en tu casa. –Le contesté-.
– No os vayáis a enfadar, ha sido una broma sin importancia, que además está saliendo muy bien. Cuando Patricia me lo propuso y me contó las jugadas que os hacíais me encantó y quise jugar yo también, pero a mí aire, no al tuyo. –Dijo Irene mirándome-.
– Sois dos cabrones –dijo Antonia-. Si yo no estuviera tan caliente y tú, como te llames, no estuvieras tan buena os dejaba aquí y me iba con Pedro.
– Gloria, me llamo Gloria, y no te arriendo las ganancias. Pedro es homosexual radical, no como tú –dijo dirigiéndose a mí otra vez-, que eres bisexual a ratos, según me cuenta mi prima.
Coño, al final iba a ser del dominio público mi aventura con Victoria-Vanesa, como si estuviera todo el día con transexuales o transgénero (no sé cuál es ahora el término políticamente correcto, aunque realmente me la trae floja).
– Seguimos por dónde íbamos, ¿no? –Dijo finalmente Gloria-.
– Claro, no lo vamos a dejar ahora –contestó Antonia-.
Como premio a Antonia por su adhesión, Gloria, sin dejar de hacerme la cubana, le empezó a lamer el ojete a Antonia, que seguía sobre mí para que le comiera las tetas.
– Fóllame –ordenó Antonia y desplazando a Gloria se metió mi polla en el chocho-.
Gloria siguió comiéndole el ojete y también chupándome los huevos. A Antonia que le coman el ojete la pone loca, así que no tardó en correrse, echándose luego a un lado. Gloria se incorporó y me dijo:
– A mí métemela por el culo, que me envicio más.
– Sírvete tu misma. –Le contesté y empecé a sobarle las tetas que las tenía duras y calientes de la cubana que me había estado haciendo-.
Se metió primero la polla en el chocho que lo tenía empantanado y luego, bien lubricada con sus propios flujos, puso la cabeza en su ojete y se dejó caer con un fuerte gemido. Yo no soy especialmente del culo, posiblemente porque a Antonia no le agrada mucho, pero de vez en cuando me pone mucho. Deje sus tetas y le cogí el culo para ayudarla a moverse arriba y abajo. Tenía el culo como una piedra. Yo creo que si cerraba con fuerza las piernas me capaba. Ella se llevó una de sus manos al chocho y empezó a sobarse el clítoris, incrementando el sube y baja y los gemidos.
– Me voy a correr, dale más fuerte Carlos y no me la saques, que hoy me puedo correr varias veces seguidas.
Antonia se levantó y se puso a mi lado mirando a Gloria, yo creo que por ver si era cierto lo que había dicho. Yo realmente no tenía que hacer casi nada, ya se encargaba ella de moverse. Gloria se movió para besar a Antonia en la boca y al momento empezó a correrse y fue enlazando una corrida con otra hasta que perdió la fuerza en el cuerpo y cayó hacia delante como muerta.
– Joder Carlos, ¿qué les das? Que se nos muere. –Me dijo Antonia-.
– Déjate de cachondeo, que estoy que reviento de la calentura y me quiero correr en sus tetas.
– ¿Cómo no, tesoro? –Dijo Gloria-.
Se levantó y después se puso de rodillas en medio de mis piernas. Yo me eché hacia delante en el sofá y me recosté, Antonia me cogió la polla y empezó a menearla dirigiéndola a las tetas de Gloria. Me corrí como una fiera, con chorros que hacía tiempo que no me salían con esa fuerza.
Después de las corridas noos aseamos un poco, aunque Gloria quiso quedarse con mi corrida encima, aduciendo que el semen era la mejor crema hidratante que existía, lo que pasaba es que era muy caro y había que comprárselo a los chinos. La imagen de una nave llena de chinos haciéndose pajas y llenando botes, me persiguió durante días y semanas.
Dimos cuenta de la botella de champán abierta y Gloria trajo otra, ¡con una bandeja de medias noches, aquello ya me pareció la ostia! Marisa, después de la follada del otro día, como si hubiera estado toda la tarde en el bingo del hogar del jubilado y esta, también después de la follada, como si estuviera en una reunión del Sagrario. ¿Pero a qué gente más rara estábamos conociendo Antonia y yo con esto del folleteo?
Yo desde luego pasé de las medias noches, pero Gloria y Antonia se las comían dobladas. El colmo fue cuando Gloria me dijo con tono condescendiente:
– Come Carlos, que luego no vas a tener fuerzas. –Igual que me lo decía mi madre, cuando decía que tenía que comer más para seguir estudiando-.
Nos quedamos los tres charlando desnudos en el salón.
– Yo fui un poco ligera de cascos, hasta que me casé. Mi marido era, bueno y lo es porque sigue vivo, muy buena persona, pero muy beato y muy de Semana Santa. Entre las reuniones de la hermandad, los quinarios, los rosarios, los triduos y la adoración nocturna, el hombre no tenía tiempo para nada. Yo lo aguanté unos pocos de años, hasta que me dije que estaba perdiendo los mejores y ya menos mejores años de mi vida.
El trueno de Gloria con el marido beato, debían haber sido una pareja de chiste de Forges.
– Cuando me separé de él me dio mucha pena, al final me había enganchado lo del beaterío, pero a esta edad me puede más el folleteo. Lo malo es que, no sé cómo, me metí en un círculo de amistades que eran todos mariquitas de gimnasio. Una apariencia fantástica, musculados, morenos integrales, los cuerpos duros como piedras, siempre mejorando lo presente,…
– Gloria no te cachondees de mí físico o me pongo un sayo. –Le dije-.
– Bueno, la cuestión es que muy bien para mirar, pero que no me comía un colín. Cuando me llamó Patricia, con la que tengo mucha confianza de toda la vida, para proponerme el lío no lo dudé, pero la mariquita mala de Pedro me convenció de que lo hiciéramos a nuestro aire, para después dejarme tirada hoy, ¡cacho de mariquita! Perdona que te lo diga Carlos, pero yo creo que no le has gustado. En todo caso mejor para ti, que te has quedado con estas dos pedazos de jamonas, que te gustan mucho más y te hacen muchas más guarrerías. –Dijo cogiéndole las tetas a Antonia-.
Gloria era entrañable en su forma de ser, decía los disparates que se le ocurrían, pero los decía desde una bondad personal que se notaba a legua. Decidí darle un poco la murga.
– ¿Entonces lo del culo te gusta por tu círculo de amistades de ahora?
– No, a mí lo del culo me ha gustado desde siempre. -Entraba al trapo que resultaba demasiado fácil-. De joven no tenía para la píldora ni mis novietes para condones, así que el culo era una solución barata y segura, no porque quisiera mantenerme virgen, que no lo era desde los quince, sino porque era lo más práctico. Pero bueno, ya está bien de cháchara, comemos algo y echamos otro ratito, ¿no?
Así seguimos un buen rato, primero cenando y luego follando, hasta que Antonia y yo dijimos que nos teníamos que ir. Quedamos en seguir viéndonos durante el resto del año, Gloria vivía sola y eso nos permitiría algunas alegrías durante el duro y largo curso. Cuando nos íbamos nos pidió que le presentáramos a algún conocid@ de nuestro tipo, quería decir follador, pues estaba harta de las mariquitas.
Al día siguiente, miércoles, recibimos el primer mensaje de Marisa. Se había instalado sin problemas en el apartamento de Patricia y Mario. Los dos eran muy atractivos, pero Mario le parecía un Adonis. A Patricia casi no la había visto, al parecer tenía unos días muy liados con el trabajo. Mario entraba y salía por cuestiones de su trabajo, pero estaba más en casa.
Antonia, conociendo a Marisa, le contestó recordándole que su misión era animar a la pareja, no beneficiarse de Mario por las buenas.
Al día siguiente por la mañana me llamó Patricia para preguntarme cómo habíamos terminado con su prima.
– Bien, follando mucho y ella y Antonia hartándose de medias noches.
Lógicamente, no entendió la broma y entonces fue directamente a lo que de verdad quería saber:
– Carlos hace unos pocos de días que te hice el encargo de nuestra jugarreta y todavía nada de nada. Se va a pasar el verano y las cosas van a seguir igual entre Mario y yo.
Fantástico, pensé, tiene a la jugarreta en su casa y no se ha enterado de nada. La calmé diciéndole que pronto estaría lo suyo y me despedí de ella.
Cuando le conté a Antonia la llamada de Patricia, le dio un ataque de risa y de ego, restregándome que la idea había sido suya y se la íbamos a dar bien con Marisa. Tienes razón, le dije, lo malo es que el plan tiene un problema. Me miró con cara de no entender y se lo expliqué: el problema es que Marisa se descontrole. Ya, me contestó, pero no podemos hacer otra cosa que esperar y rezar para que no ocurra.
Esa noche recibimos el segundo mensaje de Marisa. Os lo transcribo.
“Buenas noches pareja.
Hoy ha habido grandes avances. A mediodía me encontré con Patricia al volver al apartamento. Me preguntó que cómo me iba en la ciudad y le contesté que muy bien, pero que por la tarde hacía excesivo calor para salir. Entonces de dijo:
– Tienes razón, ¿porqué no te subes un rato esta tarde a la terraza a tomar el sol? Yo aprovecho las tardes que no hace excesivo calor para ponerme morena y algunas veces me acompaña Mario.
Naturalmente acepté y sobre las cinco y media llamé a la puerta de su casa, vestida con mi biquini más indecente y una camisa muy ligera y un poco transparente. Abrió Mario y cuando me vio se quedó el pobre embobado. Tres veces tuve que preguntarle por Patricia, porque no era capaz de mirar y escuchar a la misma vez y era evidente que prefería mirar. Al final fue a llamar a Patricia que salió ya preparada en biquini y pareo. Subimos a la terraza que la tienen estupenda con césped artificial, dos tumbonas, una mesita y una sombrilla. Noté que la cosa funcionaba cuando al minuto subió Mario, lo que extrañó a Patricia.
Tengo que describiros el biquini, para que entendáis la situación. La parte de arriba son dos triangulitos mínimos sujetos a la espalda y al cuello, que no me llegan a tapar los pezones. La parte de abajo es un trapito tan pequeño y tan bajo, que evidencia que vas completamente depilada, porque si no se verían los pelos, cogido con unas cintas a las caderas, que te dejan el culo completamente a la vista. Cuando me quité la camisa Mario tragó saliva como diciendo ¡qué barbaridad! Para ponerle peor las cosas le pedí que me pusiera un poco de protector de solar y al pobre se le puso un pollón que no lo podía disimular.
Patricia me preguntó que cómo era que viajara sola y decidí escandalizarlos un poquito.
– Verás, mi media novia está trabajando este verano de gogó en Marbella y no tengo dinero para alojarme allí. Me iba a ir con un amigo al hotel nudista de Vera, pero el muy estúpido decidió irse al final con su mujer, así que decidí probar suerte quedando con algunos conocidos de los chats calientes que frecuento, pero en estos días están casi todos fuera.
A Patricia y a Mario se les quedó la cara descolgada con la historia, no tan inventada, que les estaba contando. Decidí dar un paso más:
– Si no os importa me voy a quitar la parte de arriba del biquini. No me gusta que me queden marcas en el moreno.
Por supuesto no esperé su respuesta y poniéndome de frente a Mario, que estaba tumbado en el suelo, me la quité, dejando mis tetas ya toralmente al aire. El pollón le creció algunos centímetros más.
– ¿Y vosotros a qué os dedicáis? –Les pregunté-.
– Yo soy arquitecta y Mario es fotógrafo.
– ¡Qué bien fotógrafo! Siempre he querido hacerme algunas fotos desnuda, para cuando tenga más edad poder recordar cómo era mi cuerpo de madura.
Mario volvió a tragar saliva y casi sin poder articular palabra, respondió:
– Cuando quieras, será un placer –dijo mirándome las tetas-.
Patricia lo miró con cara de pocos amigos, pero no dijo nada. Nos bajamos sobre las siete y media, cuando entraron en su casa, le escuché decir a Mario nada más cerrar:
– ¡Joder Patricia, mira cómo me ha puesto la inquilina! Vámonos a la cama o me hago un pajote aquí mismo.
– A mí también me ha puesto cachonda perdida. –Le contestó Patricia-.
Me quedé escuchando detrás de la puerta y Patricia debía estar chupándosela de lo lindo, porque se oían los gemidos de él y los chupetones de ella.
Los dejé a lo suyo. Yo también me había puesto cachonda y me acabo de hacer un dedo que me he quedado medio muerta.
Ya veis que la cosa pinta bien. Hasta mañana pareja.”
Nosotros conocíamos bien a Marisa en su faceta de devoradora, así que entendimos perfectamente la reacción de los dos. La jugada marchaba viento en popa.
El viernes por la noche recibimos el siguiente correo de Marisa.
“Buenas noches guapos.
Ha sido un día fantástico. Sobre todo una tarde fantástica.
Por la mañana estuve fuera para evitar que a Mario se le ocurriera hacer el reportaje fotográfico, sin Patricia delante. Ya veis que no me olvido del objetivo y lo antepongo a lo que me gustaría.
A media tarde bajó a verme Patricia, para decirme que Mario tenía listo el estudio para hacerme el reportaje fotográfico y avisarme de que normalmente ella lo ayudaba con la iluminación, por si acaso yo tenía algún reparo. Yo ninguno, le contesté.
– Ayúdame a escoger algo de ropa para el reportaje. –Le dije-.
– ¿No querías que fuese desnuda? –Me contestó ella un poco chafada-
– Claro, pero algún pareo o algo así para darle un toque erótico a algunas fotos.
Aceptó y me ayudó a escoger los trapos más pequeños y transparentes. Estoy segura de que habían hablado entre ellos y querían terminar, como mínimo, como la noche anterior.
A mí nunca me han hecho fotos desnuda y la verdad es que me apetecía mucho. Sólo de pensarlo me estaba poniendo caliente, bueno más caliente. Mario estaba en lo que debía ser su estudio. Llevaba el torso desnudo, según él porque la iluminación daba mucho calor.
– ¿Quieres cambiarte en nuestro dormitorio? –Me ofr
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