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Categoría: Confesiones

Provocándote

Iniciar el día y por la mañana mandarte el mensaje acostumbrado para desearte una extraordinaria jornada, mismo que va acompañado de una foto tierna y otra sexy, a veces de las partes de mi cuerpo que tanto te gustan, ese es el mejor comienzo para obtener como resultado al finalizar el día una noche llena de pasión desenfrenada.

Durante todo el día llenarte de líneas diciendo todo lo que quiero que me hagas y de todo cuanto imagino estar en esos momentos contigo, con tu cuerpo, es sensacional, sobre todo cuando ambos compartimos las ganas y el enorme deseo de entregarnos plenamente.

Después, al llegar por mi, entrar a tu coche con cierto toque de sensualidad, sé lo que te provoca mi aroma y mis labios, te beso de tal manera que automáticamente causo reacciones en tu virilidad, te apresuras para llegar al departamento y hacer tuyo mi cuerpo y mis orgasmos. 

Pongo la mano sobre tu pierna, voy recorriendo tus muslos, firmes y fuertes, mis dedos suaves van de un lado a otro sobre ellos, mientras mis palabras salen como un susurro de excitación, doy pequeñas mordidas a mis labios y te digo todo cuanto te deseo, poco a poco voy acariciando tu falo, ese que viene más que preparado para salir a escena y empezar su función. 

Esa adrenalina de verte manejar y tratar de controlar tus impulsos, de verte flaquear ante mis encantos, de querer saborear cada parte de mi, de poder despojarme la ropa de una forma salvaje, de hacerme tuya completamente, me motiva a darte más razones para apresurar el trayecto, me quito el sostén y dejo que veas mis pechos, mis pezones erectos, en un alto, aprovechas a introducir tu mano buscando mi vagina, esa que está gritando ansiosa porque la disfrutes, la penetres y la hagas terminar. 

Por fin llegamos al apartamento y ambos con las mejillas sonrojadas, las miradas que demuestran pasión, la piel erizada por las tremendas ganas de sentirnos jadeantes de sexo, de un encuentro desenfrenado, apasionado y salvaje, de ser un solo cuerpo debajo de las sábanas. 

Desde que íbamos por el pasillo los besos eran sin rumbo ni destino, tocaban nuestros labios, chocaban con el cuello, los hombros, el cabello, que decir de nuestras manos, tocaban cada centímetro de nuestro pecho, abdomen, cadera, glúteos, no podíamos esperar más. 

La puerta se abrió y en automático nuestras prendas salieron sobrando... Recorrimos la sala, pasillo, habitación y ducha esa noche, teniendo no solo sexo, sino haciendo el amor, una entrega de pasión, hasta que nuestros órganos se quedarán extasiados de placer, una y otra vez, fuimos grandes amantes de alcoba, maestros del amor, practicantes de sexo y entrega corporal, aprendices de las fuerzas enérgicas que hicieron de nuestros sentidos un huracán de emociones, justo esa noche en la que por primera vez, dormimos juntos. 

A la mañana siguiente, desperté y tu mejor cortesía fue dejarme el desayuno en la cama y una nota que decía: "Nos vemos más tarde en la oficina. 
Gracias por esta noche tan mágica, llena de pasión, tuyo cada día". 
P. D. No olvides provocarme nuevamente. 

SEAMOS AMANTES ETERNAMENTE
Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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