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De todos los que formábamos parte del curso, éramos unos pocos los que causábamos algo de desorden, por lo que cada profesor sabía dónde debía centrar su atención: "En el grupo que se sentaba al final del salón".
Cursaba el 8º grado, y con 13 años, no era mucha la madurez con la que contaba. Lo único que más me atraía de las clases era el desorden que hacíamos junto con los otros problemáticos del curso. Por eso, las clases de castellano comenzaron a convertirse en una de las menos preferidas. No tanto por el tema, sino porque la profesora, con la que llevábamos un par de meses, ya se había dado cuenta que yo era uno de los desordenados. Sin contar que ella era lo que se denomina "La profesora jefe", quien es la que se encarga de realizar las reuniones con los padres y mantenerlos al tanto del desempeño y conducta del alumno. Pues en una de las tantas veces en que encontraba haciendo desorden, fui sorprendidos junto a unos compañeros por la profesora.
-Sr. Acevedo. Traiga su silla y venga acá adelante. Tal vez si lo separo de sus amiguitos del fondo del salón deje de hacer desorden.
Obviamente, mis camaradas comenzaron a burlarse de mi, mientras yo, de mala gana, llevaba mi puesto hacia la parte de adelante de la sala.
-Acá Sr. Acevedo. Junto a mi puesto - dijo la maestra.
La situación era peor de lo que imaginaba. Tuve que sentarme junto al escritorio de la profesora. Se había acabado el desorden para mi, lo que se traducía en que me aburría más de la cuenta durante sus clases. Lo bueno era que la medida sólo regía durante las clases de castellano, por lo que el resto del día y durante los otros días de la semana, podía volver a lo mio. Pero claro, los comentarios de los otros profesores sobre mi conducta llegaron a oídos de la señorita Raquel. Mientras nos preparábamos para salir a recreo, la maestra me detuvo diciendo que tenía que hablar conmigo. ¡Mierda!, Me va a regañar, pensé.
-Cierre la puerta, Sr acevedo.
-Sí, maestra.
-He recibido quejas de algunos profesores sobre el desorden. ¿No cree que ya está
algo grandecito para seguir con eso?
-Pero no siempre soy yo el que...
-No importa quién empieza o quién lo hace, el punto es que forma parte de ello. Mírese. Ya tiene 13 años y no es un niño. Su ropa toda desordenada, la camisa fuera del pantalón, los zapatos sucios... ¿cree que eso está bien?
Diciendo esto, la maestra, que estaba sentada en su silla frente a su escritorio, me tomó de la cintura y me atrajo hacia ella. Comenzó a ordenar mi ropa y a meter mi camisa dentro del pantalón, tal como una madre vistiendo a su hijo pequeño... debería empezar a preocuparse de cosas como esa y actuar como alguien más maduro. Decía, mientras terminaba de ordenar mi uniforme. Desde donde me encontraba, podía ver el escote de su blusa, lo que como es de esperarse, comenzó a provocarme una erección, que no tardó a empezar a notarse en mi pantalón. -¿Y eso?, Preguntó la profesora. Yo me quedé paralizado. -¿No me diga que le pasa eso por mí? Yo solo balbuceaba... -No, es que... -¿Qué pasa, es por mi escote o acaso le gustan las viejas como yo? En realidad, la profesora era algo vieja. Debía tener un poco más de 50 años, pero no estaba tan mal. No era gorda, por lo que no tenía muchos atributos, pero al menos tenía forma humana. Tenía algunas canas, pero eran pocas, y de cara no era fea. Yo no hallaba dónde meterme. Frente a la profesora, luciendo una erección, no era el lugar más cómodo para estar. -Dígame, ¿es por mi que se está poniendo asi?, Me preguntó, tocando con su mano el montículo en mi pantalón. Llegué a dar un brinco cuando sentí su mano sobre mi pene. -Mmm... parece que es eso... dijo. -¿Es eso? Repetía, mientras me tocaba por encima. De pronto se puso de pié y tomándome del brazo, me llevó cerca de la puerta, la cual tenía una pequeña ventana cuadrada en su parte superior, casi del tamaño del rostro de quien estuviera mirando. Desde afuera parecíamos un par de personas conversando. Ella miraba por la ventanilla hacia afuera y luego me miraba al hablarme. –¿No me diga que se está excitando con su profesora, Sr. Acevedo? No puedo creer eso. Pero si soy muy vieja para que se excite, me decía, tomando mi mano y llevándola a sus senos. Me tomo de la cintura y me jaló fuera del ángulo de visón de la pequeña ventana. Poniéndose a un costado, precisamente donde estábamos, uno no podía ser visto por quien mirara desde afuera, y estábamos en un segundo piso, asi que las otras ventanas no eran problema. Se sentó en la silla más cercana y me dijo: –¿Te excitaste conmigo? Yo estaba mudo... –Muéstrame cómo lo tienes por estar excitado. -¿Quiere que le muestre el pene?. –Sí. Muéstrame si se te puso duro al estarme mirando el escote. Se ve que lo tienes duro, pero quiero vértelo. Como yo no reaccionaba mucho, me dijo; -Déjame... yo lo hago. Tal vez tenga algunos problemas por hacer esto... dijo y bajando sus manos, bajó mi cierre y sacó mi pene del pantalón. Yo estaba tan sorprendido por el desarrollo de los acontecimientos, que no era mucho lo que participaba.¡Qué mierda!, Pensaba yo... la vieja está caliente conmigo... Ella continuaba hablando –A esta edad es muy fácil que te excites, ¿no es cierto?, Me decía, mientras subía y bajaba muy lentamente su mano por mi pene -¿Incluso si una vieja como yo te la toca, no es verdad? Lo rodeó con su mano derecha formando un agujero, y comenzó a masturbarme. –Tienes muchas ganas y sólo puedes masturbarte, ¿no?. No era mucho el tiempo con que contábamos, ya que el recreo sólo duraba unos minutos, asi que se inclinó un poco hacia adelante y se metió la punta de mi pene en la boca. Sólo una vez.
-Podemos hacer muchas más cosas si guardas el secreto, ¿de acuerdo?. Estaba tan excitado que no podía creer lo que estaba pasando. ¡Pero si era la "vieja" de castellano!. El que se creía tan sabiondo e intrépido, estaba comportándose como un idiota sin hacer nada para aprovechar lo que ocurría. -Mmmm, me encanta cuando no saben qué hacer... siempre pasa lo mismo. Yo estaba como zombie. Ella soltó mi pene, y comenzó a guardarlo de nuevo en mi pantalón. - ¡Rápido, ordena tu ropa!, Me decía, poniéndose de pié. -Tú decides si quieres terminarlo, me dijo. ¿Quieres seguir probando con una vieja? Yo respondí que sí. -Sabré de inmediato si le cuentas a alguno de tus amiguitos, ¿entendiste?, Yo sólo movía la cabeza. -De acuerdo... entonces cuando termine la clase, te quedas...
Continúa.
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