Es curioso cómo la pasión puede comenzar. Los encuentros pueden provocarse de las formas más curiosas. Como este que estoy a punto de contarles y que me pasó hace escasos seis meses. Soy hombre de 29 años, alto de 1, 86; bastante aceptable y bien mirado por las mujeres.
Por invitación de uno de mis contactos del msn, empecé a curiosear una de esas páginas de encuentros para encontrar pareja. He de confesarles que no me daba mucho interés, sólo me conformaba con observar las fotos de las chicas que estaban inscritas y que se daban a conocer. Así pasé un buen rato hasta que me llamó la atención a fotografía de una chica de mi ciudad, no muy alta, rellenita, con una cara muy linda y lo más curioso: estaba cubierta con una bata blanca, así como quien apenas está saliendo de de darse una buena ducha.
Aquélla imagen me llamó poderosamente la atención, sobre todo por la frescura y juventud que irradiaba aquélla mirada. Era vivaz y además tenía una espléndida sonrisa en ese hermoso rostro. De inmediato procedí a registrarme para poder hacerle saber a esta bella mujer de escasos 18 años que me interesaba contactarla. Con todo no me importó tener que poner mi foto como requisito para inscribirme, entenderán que no me gusta por obvias razones. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al cabo de unos días en el registro de coincidencias estaba la aceptación de mi petición de esta dama de toalla blanca. Gracias a eso pude acceder a su cuenta de mensajería instantánea y la agregué a mis contactos. Sin pasar mucho tiempo también coincidimos allí y allí empezó nuestro contacto estrecho.
Me mostré agradable en la conversación, nos preguntamos todas esas cosas que se acostumbrar a preguntar los que recién se conocen por estos medios. Hasta que por fin me aventuré a preguntarle la razón de haber publicado su foto en toallas, que eso le hacía ver algo provocativa… Me respondió que sentía una gran simpatía por esa foto, que aparecía muy espontánea y varias cosas más. Después de unos días ya nos tratábamos con bastante familiaridad. Me apodó “Mi profe” ya que soy profesor y yo igualmente le coloque un apodo: mi “alumna de toalla blanca”.
Intercambiamos también nuestros números celulares y nos comenzamos a llamar y a enviar mensajes de texto. Yo le bromeaba y le decía cosas como, “seguro te estás bañando y estás pensando qué ponerte” Ella no se inmutaba, por lo que poco fui subiendo el tono en nuestros mensajes y me atreví a ir más allá. Ella me escribía cosas como: ¿qué le pasa mi profe, quiere que me ponga algo que a usted le guste”. Yo le respondía que sí. Y diariamente me escribía “mi profe, me estoy bañando, ¿qué quiere que me ponga? Yo le decía, hoy te vas a poner un tanga azul con un sostén del mismo color. U otra vez le decía cuando iba a dormir: “vas a dormir desnuda para que estés libre de tanta tela durante la noche”. Yo no estaba tan seguro que en realidad me estuviera obedeciendo aunque ella decía que sí. Otro día le dije que quería verla vestida sólo con la toalla que tenía en la foto. Me dijo que sí, pero que el problema era dónde porque su casa no estaba siempre sola. Yo le dije que podíamos ir a un hotel. Me dijo que sí, pero si solamente era para mostrarme su cuerpo envuelto en la famosa toalla.
A estas alturas mi imaginación volaba sin parar. Sentía que tenía un buen terreno ganado el hecho que aceptara ir al hotel. Soñaba con abrazar su piel blanca, con tenerla a mi merced sin ropa debajo de la toalla…
Así estuvimos hasta que acordamos un encuentro personal un sábado por la tarde en un Boulevard de de nuestra ciudad. Al encontrarnos nos tratamos como si nos conociéramos de toda la vida. Ella llevaba un jean y una de esas camisitas escotadas. Tengo que decir que me llamaron la atención esos grandes senos, cuyo tamaño no se escondían debajo de la ropa. Tal como en la foto era rellenita y con unos ojos verdes preciosos, además era muy vivaz y alegre. La invité a tomar un café y hablamos de todo, desde la toalla hasta de sus senos que a veces le incomodaban por ser muy grandes. Me comentó que quería incluso operarse para reducirlos. Le hice ver que eran demasiado bellos para hacer ese crimen. Como antes del encuentro me había preguntado qué quería que ella se pusiera de ropa interior, le pregunté si de verdad me obedecía. A lo que me dijo que si quería comprobarlo, se levantó y su cintura quedó al nivel de mi cara, se volteó y le bajé el borde de su jean para comprobar que en efecto llevaba un hilo dental blanco.
Luego entre semana ella misma me dijo que si nos podíamos volver a encontrarnos. Para hacerme un poco el duro que el sábado no podría porque tenía que corregir exámenes. Pero pata mi admiración me propuso que hiciéramos ese trabajo en su casa porque ese sábado estaría totalmente sola y así matábamos dos pájaros de un solo tiro. Y después de lo que pasó yo diría que tres.
Llegué aquél sábado bien temprano, pero no toqué el timbre sino que le envié un mensaje de texto para avisarle que ya había llegado. Me respondió: “mi profe apenas me estoy levantando”. Inmediatamente abrió la puerta y ya sabrán ustedes cómo estaba. Tenía los cabellos despeinados y por supuesto, cubierta con una toalla. Mi erección se debió haber notado por encima del pantalón. Se veía muy sensual. Además ya la había imaginado así mil veces. No estaba seguro si llevaba algo debajo, pero sus movimientos eran tan sutiles que me provocaba tomarla de la cintura y dejarla totalmente desnuda. Me contuve con todas mis fuerzas. Me ofreció de tomar algo y nos sentamos a la mesa. Me dijo, “mi profe, no me ha dicho usted nada de la toalla”.
Le respondí: no hace falta decirte que deseo quitártela de un solo movimiento. Se acercó a mí por encima de la mesa y me dio un sonoro beso en los labios, sus senos habían quedado casi al descubierto como cuando una mujer se dobla. Y me dijo: “por qué no lo hace” Me levanté inmediatamente, me puse frente a ella, acaricié sus tetas por encima de la toalla mientras la besaba. Ella quedó sentada en la mesa y yo de pie. Fue cuando le quité la toalla y quedó desnuda ante mí, sólo con una pantaleta blanca. Así la acosté totalmente en la mesa y le besaba los pezones. Me decía, mi profe desde cuándo soñaba con me besara las tetas así, eso me ha excitado muchísimo. Yo me comía esos pezones duros, los mordía de a poco y les pasaba mi húmeda lengua.
Ella se incorporó para quitarme la camisa, después me acariciaba mi pene por encima del pantalón, me ajustaba tanto que la cabeza me dolía y yo mismo intenté abrir mi cremallera para dejarlo libre. Me quitó las manos y lo hizo ella. Me dijo es la primera vez que toco el palo de un hombre y quiero hacer esto yo. No sabía si creer que eso era verdad, pero me bajó el pantalón y el bóxer y dejó mi miembro al descubierto, totalmente duro. Se quedo mucho tiempo palpándolo como examinándolo bien, pasó del glande duro y palpitante a mis bolas y las masajeaba con esmero. El líquido pre seminal que salía lo recogió varias veces con los dedos y se los llevaba a la boca para que lo dos lo saboreáramos.
Yo no podía más, quería penetrarla de una vez, pero quería también conocer su vagina y lamerla. Sin quitarle las bragas le comencé a besar su rajita echándola a un lado. Aquél olor a sexo de mujer me embriagaba, ella se quedó acostada encima de la mesa con las piernas abiertas. No tenía ni un solo vello púbico y con gran facilidad pasaba mi lengua sobre la superficie vaginal, pasaba mi lengua rápidamente sobre la raja mojada a lo que ella se contorsionaba. Mordí varias veces su clítoris erecto y al mismo tiempo le metía un dedo en su orificio de terciopelo. Me gustaba sentirla gemir y abrir mas las piernas, me tomó el cabello y apretó fuerte las piernas alcanzando un orgasmo prolongado.
La vi a los ojos y esos bellos ojos verdes estaban de lo más hermosos, su cara era como de una totalmente entregada. La besé de nuevo y le bajé de la mesa. Al fin quité sus bragas y verla totalmente desnuda me hizo temblar en deseos de verle a los ojos pero con pene dentro de sí. Por lo que me senté en una de las sillas que estaba más cercana y la atraje, no nos quitábamos los ojos de encima y así la fui acercando más a mí de la mano hasta que la tomé de la cintura con ambas manos. Su mirada estaba seria, pero indefensa, como previniendo algo. Confieso que no sabía interpretar aquello. Por fin la cabeza de mi pene tocó su vagina, primero hice que ella recorriera todo hendidura, así pasamos algo de tiempo hasta que mi alargado miembro empezó a entrar en hermosa cuquita. La penetración era lenta y en cada centímetro que entraba ella hacía su cuerpo y su tronco hacia atrás con una respiración y un gemido entrecortado. De repente sentí que me costaba seguir entrando en ella y cuando me di cuenta que era virgen la tomé de sus cabellos y atraje su cara hacia mí dándole un beso interminable. Tuve que embestir un poco para meter mi palo totalmente y después de varias embestidas al fin pude meterlo por completo, ella se sentó ya sobre mí descansando su cuerpo y me abrazó. Su nalgas estaban en mis muslos, eso me excitaba más. Pero ella no alcanzaba a moverse, por que me entretuve en moverme para que ella siguiera mi ritmo y así comenzamos el vaivén de nuestros cuerpos unidos. Me dijo, profe béseme las tetas. Y cuando o hice después de un rato comenzó a venirse tan intensamente como la primera vez. Al sentir las vibraciones de su concha me vine yo también llenándola de semen.
Así nos quedamos largo rato descansando. No salía de mi asombro por haberla desvirgado yo. De verdad no pensaba que fuera virgen, pero no le dije nada. Nos besamos mucho y la abrazaba con cariño como haciéndole sentir que su ternura y virginidad me hacían sentirla mía.
Nos levantamos y me dijo que si quería conocer su habitación y recostarme. Se estaba comportando con una amabilidad exquisita. Fuimos a su habitación y nos acostamos en su amplia cama. Hasta que de pronto se percató de nuevo mi tronco de nuevo erecto. Con bromas y siempre diciéndome mi profe lo tomó y se lo llevó a la boca. Cuando lo hacía yo me acordaba de la primera vez que la vi en la foto de la internet, al punto de poder creer lo que estaba pasando. Bajaba y lamía mis testículos, los chupaba tan fuerte que por momentos me dolían, pero aguataba. Así estuvo hasta que la tomé por los cabellos y la dirigí y me vine. Se tomó toda la leche que salió y me dejó el pene muy limpio.
Luego permanecimos hablando hasta la tarde. Nos fuimos a duchar y esta vez fui yo quien escogió su ropita interior en persona. Ella es de esas mujeres gorditas con un cuerpo hermoso y delicado. Fuimos a comer y pasamos juntos el resto del día. De la corrección de exámenes no pasó absolutamente nada. Creo que eso se lo debo a que prematuramente salió a recibirme con una toalla blanca.