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A mis entonces 28 años (hoy tengo 39), solo había conocido el sexo con mujeres y estaba bien, había tenido experiencia con diversos tipos de chicas pero había algo que todas ellas tenían en común y que de alguna forma me dejaba un vacío, era la pasividad de su comportamiento. Uno como hombre siempre toma la iniciativa, ustedes saben a lo que me refiero, así que me decidí a buscar un ‘amigo’ con quien poder pasar momentos placenteros sin la pose de ‘macho cumplidor’.
En un principio me daba miedo, no me consideraba gay, y aunque la idea de estar con otro chico me llamaba mucho la atención, no me imaginaba como podría ser estar a solas con otro hombre, como sería tocarnos, habría besos, seríamos un par de locas amaneradas? La verdad es que no tenía la más mínima idea.
Me puse manos a la obra y comencé a contestar anuncios clasificados de todo tipo de hombres ya que no tenía yo un tipo ideal para buscar. La mayoría por no decir todos, eran unos patanes, vulgares y hasta me daba la impresión que buscaban la compañía masculina como último recurso al no poderse conseguir una mujer. Y no es que me asusten las groserías o las vulgaridades, es solo que siempre he disfrutado del buen trato, me gusta la gente que muestra educación y amabilidad.
Entonces de los clasificados pasé a un chat gay, desafortunadamente mismo tipo de hombres, los que menos groseros eran me decían cosas como, "vienes, te cojo y te vas" y los que más conversación ofrecían solo sabían decir la trillada frase "hola putito, te gusta la verga?" y les repito, no me asusta que sean directos o me hablen sucio, pero vaya, no es lo que tenía en mente en esos momentos.
En eso me llegó el mensaje de Pablo, un chico que era ligeramente menor que yo, comenzamos a platicar, él si se consideraba gay aunque no de ambiente, ya que su familia no sabía nada y tampoco quería ser conocido en lo laboral como gay, el entendía que era mejor para su carrera presentarse como un chico común y corriente. La cita no se dio a la primera, conversamos algunos días en el chat hasta que llegó el momento de concretar algo.
Yo soy moreno, 1.70 de estatura y complexión media, para nada un modelo de revista pero tampoco he tenido quejas (por lo menos de las chicas hasta ese momento). Llegué al lugar de encuentro y a los minutos llegó Pablo en un auto compacto, a la vista se veía agradable, no podría decir si guapo o no porque en ese momento mis nervios estaban a mil, solo podía pensar, "que estoy haciendo?, esto no es para mí, será mejor que me eche a correr". Pero bueno, no podía hacer eso, así que me decidí entrar al auto de Pablo y poner algún pretexto para salir lo más elegantemente posible de la situación.
Entré al auto y nos saludamos, de inmediato Pablo encendió el auto y me dijo, "vamos a movernos de aquí para no llamar la atención"... No me dio tiempo de poner pretextos, en cosa de un minuto ya estábamos en la carretera... Pablo atinó en preguntar "nervioso?" a lo que yo solo pude decir "sí, mucho". Pablo sonrió un poco, y quitando su mano derecha del volante la bajó hasta mi pierna y frotándola con firmeza me dice "te ves lindo, es normal que estés nervioso, no te voy a violar ni haremos nada que ambos no queramos". Me sentí estúpido. Le ofrecí disculpas y avergonzado le pedí que me dejara en cualquier lugar ya que no me sentía listo para estar con otro hombre. Con toda la razón del mundo Pablo hizo un gesto de enfado pero sin ser grosero me dejó en la parada del autobús y nos despedimos.
No vi a Pablo en el chat por una semana... Hasta que volvimos a coincidir y después de saludarme me preguntó "no te gusté?", a lo que respondía apenado, y siendo honesto con él, le respondí que se veía agradable, pero que la verdad tenia tanto nervio que lo último que pensaba era en si me gustaba o no. Me volví a sentir estúpido, parecía yo una colegiala. Pablo con total amabilidad me hizo saber que era normal, que dar un paso así no era sencillo, pero que no pasaba nada, que si solo quedábamos como amigos para él estaba bien. Su buen trato me tranquilizó y me volvió a sugerir vernos, yo sabía que si decía que si, esta vez no habría pretextos, fue más mi calentura que mis nervios así que mi respuesta fue afirmativa.
Quedamos en vernos en el mismo lugar, con la diferencia que ahora Pablo llegó primero y me esperaba. Subí a su auto sin tratar de pensar en nada y nos pusimos en marcha. De nuevo en la carretera Pablo frotaba mi muslo izquierdo con su mano derecha, pero ahora lo alternaba buscando mi mano. Era lindo que Pablo tomara la iniciativa, por primera vez sentí lo que es recibir la atención de alguien.
Llegamos al motel y le di un billete a Pablo, ya que quedamos en compartir los gastos... Bajó y pago la habitación y pidió condones. Me tomó de la mano y entramos a la habitación. Pablo buscó mi rostro y se acercó a mi para un primer beso. Era algo que deseaba pero que no sabía cómo tomar... Sus manos fuertes... Sus labios un poco ásperos a diferencia de tantas mujeres a las que besé previamente.
Nunca olvidaré su lengua buscando la mía. Era un beso intenso, fuerte. Como si las lenguas lucharan por ver cual entraba más en la boca del otro. Y ese ligero sabor a tabaco. Ya que Pablo fumaba ocasionalmente según me había platicado en alguna de nuestras conversaciones. Nada se comparaba a lo que estaba sintiendo. Después de algunos besos Pablo se disculpó para ir al baño, yo pensé que iría a orinar. Pero tardó un poco. Yo prendí la tele y me senté en el sillón. Después de unos minutos, ya más relajado vi salir del baño a Pablo, se había dado un ligero baño. Su cabello mojado. Su sonrisa pícara. Y fue cuando note que su piel era más clara que la mía. Éramos de estaturas similares, él ligeramente más robusto que yo. Sin tener un cuerpo de gimnasio se notaban sus hombros fuertes y su torso en V, lo remarcaba el hecho de que Pablo estaba frente a mí solo con una toalla en su cintura. Nos besamos suavemente. Pablo me sugirió que ahora yo me fuera a duchar rápido, no podía pensar. Como un autómata me fui al baño.
Cuando salí Pablo estaba recostado en la cabecera de la cama aun con su toalla en la cintura, me acerqué a él y lo besé. No podía dejar que él tomara la iniciativa siempre. Acaricié su torso húmedo. Su pecho. El llevó las manos a su toalla y de un movimiento la hizo a un lado quedando totalmente desnudo. Me quedé paralizado. A unos centímetros de mí estaba una verga semi dormida, sus testículos. Casi instintivamente tome ese pedazo de carne con una mano y comencé a hacer movimientos de masturbación. Pablo despizo su mano a mi cintura y me quitó la toalla. Ahí estábamos los dos ahora. Completamente desnudos.
Yo no podía quitar mi mano de su verga que cada vez está más dura. Y si lo hacía era solo para tocar ese par de hermosos huevos que colgaban cadenciosamente. Pablo tomó con delicadeza mi rostro para dirigirlo a su entrepierna, no podía creer lo que estaba a punto de pasar. En ese breve instante que mi cara se posó en su entrepierna fue suficiente para imaginar la reacción de todas las mujeres a las que me había cogido. La cara de mis amigos incrédulos de que yo iba a tener una vergota en mi boca.
Lo primero que hice fue irme directo a sus huevos. Los besé. Y cuando lo hice mi nariz quedo a la mitad de su tronco erecto. Que aroma. Por primera vez sentí el olor a verga. Era un olor no muy fuerte pero nada que ver a lo que huele una vagina. Solo pensé. Con razón les encanta mamarlo.
Pablo me guiaba con sus manos. De repente sus movimientos eran como si me estuviera cogiendo por la boca, de vez en cuando no me dejaba respirar. Sentía ahogarme. Pero me encantaba. Nos acomodamos al centro de la cama y para mi sorpresa Pablo se giró. Y en instantes estábamos dándonos sexo oral mutuamente. No podía dar crédito. Un 69 entre dos hombres. Sinceramente no reparé en el placer recibido por esa boca que sabía lo que hacía. Mi mayor preocupación era satisfacer a mi hombre. Hacerle un buen trabajo. Fue la primera vez que sentí que él era mi hombre y yo su putita.
Pablo se separó de mi impulsivamente y tomando mi cadera, entendí que quería ponerme en 4 puntos. No puse objeción. Había leído que dolía cuando te la meten. Pero no me importaba. Ahí estaba yo, en 4 puntos. Levantando el culo y apretando los dientes para sentir ese pedazo de carne. Tenía miedo pero era más mi necesidad de sentirme acariciado por ese hombre.
Me acarició un poco el ano. No mucho. Era más su urgencia de metérmela que rápido se puso un condón y apuntó directo a mi cavidad anal. Sentía algo extraño en la entrada de mi culito sin estrenar. Pablo me tomó por la cadera con firmeza y poco a poco sentí como se me abría el culo. Me ardía, sentía caliente. No había placer. Solo dolor.
Comencé a sentir el mete y saca. También había leído que después del dolor viene el placer, así que como hombre cumplidor no me resistí a las penetraciones pensando en que en cualquier momento el dolor cambiaría por placer. Desgraciadamente no fue así. Pablo eyaculó demasiado pronto desde mi punto de vista. Solo sentí cuando salió de mí y de un movimiento se sacó el condón y lo aventó al piso.
No voy a mentirles que mi primera vez fue todo maravillas y fuegos artificiales. Si bien todo había sido espectacular hasta el 69. La penetración solo fue dolor. Me sentí usado. No dije nada, abracé a Pablo y nos besamos. Pensé que habría una segunda oportunidad y que ahí sería mi turno de sentir placer. Después de un rato Pablo me tomó de las piernas y me puso en posición de piernas al hombro. Pero su erección no era tan intensa y mi ano aun estrecho oponía resistencia. La penetración no pudo concretarse.
Fuimos al baño a lavarnos. Nos vestimos y dejamos el motel con la promesa de repetir e ir mejorando. Desafortunadamente no se pudo concretar una nueva cita.
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