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Entonces, era yo un chico adolescente que aunque muy joven, era dueño de una muy viril masculinidad física, aderezada además, con ese encanto cándidamente ingenuo que a las mujeres suele seducir aunque viéndolo a uno, como a un niño grande y querible en esa mezcla de amor erótico y candidez tierna también.
Ella, la María, era una muy exuberante muchacha algún que otro añito mayor que yo, y dueña de una madurez muy superior a mi torpe aún modo de ser. Vecina de mi zona, y compinche de tantas muchachas con las que vivían entre ellas hablando de mi personita.
Esa tarde, poseído yo por una de esas febriles calenturas sexuales adolescentes y atrapado por la María en esa cochina red que durante varios días me venía tendiendo para enloquecerme en calenturas, encontrándome con ella allí en uno de los caminitos de tierra y pasto de nuestra suburbana zona en los suburbios de la ciudad, ahí, debajo de unos frondosísimos árboles en aquella calurosísima tarde de verano, viéndola yo con aquella su cortísima minifalda donde exhibía la María sus hermosísimas piernotas elegantísimas y gordas, y su cuerpazo parecía desprender hogueras de insinuación enloquecedora, ahí, y así, me declaré a ella en esa insensata manera de ofrecérmele para que me agarrara e hiciera con mi cuerpecito caliente, lo que hacerme ella quisiera.
Oportuno es en este punto aclarar, que por aquellos entonces, comenzaban a anidar en mis eróticos sentires, aquellos insipientes gustos por los temas de la femenina dominación, los masoquistas goces masculinos por sentirse dominado por una o más mujeres, y mil otros rollos done esas cuestiones raras en la actualidad, siguen siendo vistas como "fetiches", "insanias", y otras denominaciones a las cuales las utilizan para darles como con un caño.
-"María... por favor, María... agarráme por favoooor! ¡agarráme y hacéme lo que quieras hacerme..! ¿Por qué no querés agarrame, María???" -le suplicaba medio llorando casi. Ella, mirando para otro lado pero con una continua risita en su hermoso rostro, escuchaba y me dejaba seguir hablando.
-"María... yo quiero que vos me agarres y hagas lo que quieras con mi cuerpo... yo quiero eso, María... ¿sí?... ¡Por favor, María... decíme que sí!"
La María... se reía; miraba para arriba mirando una ramita allá arriba del árbol, y se reía. En derredor, todo era silencio, soledad, y un verdor imponente en aquel paisaje suburbano repleto de naturaleza y muy pocas casas separadas por muchísimos metros unas de otras. Ahí, a la vista de donde estábamos, corría un arroyo bordeado de monte abundante a donde las parejas solían ir a coger bastante... ¡pero bastante bastante!
-"Agarráme, María, eh???" -insistía yo, medio mordiéndome los labios, y casi llorando... y, para completar la escenita, con una de mis manos me agarraba el bulto genital mientras mis piernitas se movían como cuando uno está así que se mea, pero era, de pura calentura adolescente y mi inmenso miembro génitoerectil -mi chorizote, bah... -mostraba ya en su imponente erección -empaladura, bah... - esa grotesca imagen que con mi mano, trataba yo inútilmente de acomodar para que no se me notara. L María, que había dejado de mirar la ramita, ahora, -riéndose sin para eso sí-, miraba mi entrepierna. Ahora, la María se tapaba la boca con una mano para ocultar su risa que quería transformarse en carcajada.
-"María... por favor, María... estoy muy caliente y quiero que me hagas cosas!!!" -Decía yo, ahora sí... llorisqueando.
Unos días antes yo le había confesado a una de las chicas del barrio aquéllos mis insipientes sentires que más arriba les contaba, y aquello había corrido entre ellas, como reguero de pólvora reseca encendida así con un fosforito prendido.
¡Ni hablar que la María, se había enterado también!
Entonces, la María empezó a hablar:
-¿Y obedecerás todo lo que te ordene cumplir?
-"Sííííí..!" Respondí llorando; y prosiguió ella:
-"¿Me chuparías la concha…?
-"Síííííi…!"
-"¿Y el culo…?"
-"Sííííí..!
-"¿Y las patas…?"
-"Síííí…!"
-"¿Y las tetas y las axilas y todo todo todito???"
-"Sííííí…!"
Yo, estaba ya llorando despacito y meta manosearme el chorizo por encima del shortcito, y la María, ahora riéndose con una carcajadita, mirándome cínica... miró hacia la espesura vegetal del monte ahí contra el arroyo, y señalándomelo con un dedo, me ordenó:
-"¡Andando, nene!"
Y saliendo yo así medio riéndome feliz pero todavía medio llorisqueando y con la María riéndose ahí a mi lado caminando, hacia el monte... ¡salimos!
Iría a ser aquello, el comienzo de una loca vorágine en la cual caería en las manos de la María y de todas las muchachas del barrio también, como de otras de otras partes, y todo así.
Pero el detalle de todas estas cosas, las iría contando si ésto, contare con comentarios que me incentivaren a seguir narrando.
Por ahora, quedo aquí… Chaucito gente!!! Pasarlo lindo!
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