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Categoría: Confesiones

Por Primera Vez... Amé A Una Mujer

Siempre la miré embelesada
Era la mujer más femenina que conocí. Preciosa mujer que emanaba una sensualidad a flor de piel, incitando las fantasías más ocultas que tiene cualquier mujer cuando se cuestiona la posibilidad de probar el fruto prohibido de la homosexualidad.
Pensaba en la dicha que podía sentir un hombre teniendo en sus brazos a semejante criatura que parecía solo haber nacido para amar.

Éramos compañeras de trabajo. Nos llevábamos muy bien. En alguna ocasión íbamos a salir algún sábado noche, pero nunca ocurrió. Con lo que tampoco tuvimos ocasión de contarnos nuestra vida más íntima. Solo sabíamos que ninguna de las dos teníamos pareja estable… nada más.
Nunca pensé, hasta aquella noche, que su deseo siempre estuvo puesto en las mujeres.

Se afianzó una cita para el fin de semana, para ir a la playa y olvidarnos del ajetreo urbano, que odiábamos las dos. Recuerdo que me dijo:
“Y nada de tíos, eh?
“Noooo, nada de tíos”, jejeje, reí yo
Íbamos a ser tres, pero un repentino malestar acusó a nuestra amiga e hizo que se quedase en la ciudad.

Me recogió en su coche, solo estábamos a una hora de aquel lindo lugar.
Cuando llegamos, aparcamos en frente de su casa y paseando por la playa, nos fuimos directamente a cenar a un agradable restaurante. Ella era una clienta habitual. Se notó por el trato recibido y la calidez con la que nos envolvieron.
Disfrutamos de una cena tranquila, rodeada con una agradable charla y muchas risas también.

Nos fuimos cómo vinimos, esta vez, los pies en el agua, la luna brillando sobre la mar, creciendo poco a poco, para dentro de unos días enseñar su cara redonda, cómo solo ella lo sabe hacer.

Sentí su mano cogiendo la mía y una leve presión al tiempo que me decía:
“¿Sabes?, me siento maravillosamente bien”
“Yo también”, le dije, “Es una hermosa noche y la compañía también
“Gracias, lo mismo digo”, nos miramos y nos reímos las dos

Dos amigas paseando por la orilla de la playa ... sintiéndose bien.

Llegamos a su casa que daba al mar. Casa pequeña, adorable, llena de esa magia que rodea siempre a su dueña, que contagia, que llama al abandono para dejarte hechizar.
La noche era tan bella, la luna con su columpio parecía esperar que se enganchase ahí, el halo de su sensualidad para hacerlo bailar en el cielo y contagiar hasta las olas del mar.

Encendió unas velas largas, grandes, de jardín. Una a cada lado del porche y me preguntó:
“¿Qué te parece si nos tomamos una copa aquí y hacemos la locura de sacar un colchón grande para disfrutar de este cielo tan increíblemente bonito, esta noche?”
“Es una magnifica idea, vamos”, le contesté
“Eso es lo que me encanta de ti” replicó, “Nunca pones peros”.
Entre las dos sacamos el colchón.

Ya con las copas a cada lado, echadas boca arriba, música clásica de fondo, nos dejamos llenar por las estrellas y el brillo de las olas que adictas ya, se empeñaban en acariciar la arena para morir en su interior.

Ella señalaba alguna estrella y cuando yo la localizaba, me contaba su historia, con su dulce voz. Adoraba las estrellas.
De repente, despacito, se deslizó y apoyó su cabeza en mi vientre girando la cara hacia mí, al decir:
“¿Ves aquella más grande que parece hacer guiños, cerca del pico de la luna?
“Espera”, le dije, centrando mi mirada en esa parte del cielo
“Si, a la derecha, casi rozando la punta de debajo de ese bello croissant” dije al verla, “Siiii, la veo, parece estar y no estar”
Su brazo alzado, un dedo señalando la estrella exacta replicó:
“Esa es mi estrella”, y bajando el dedo hasta mi cara, rozando mi nariz añadió
“… nuestra estrella…”
La miré… Su dedo bajaba por la punta de mi nariz hasta el centro de mis labios, siguiendo su contorno despacito…
Yo extasiada por aquella cara perfecta, cuyos ojos seguían el recorrido de su dedo.
Me ruboricé al sentir el deseo aflorar en mí , pensando: “Estoy loca” y no pude pensar más. Su cara ya se iba acercando a la mía, sus labios en los míos que se entreabieron sin poderlos yo controlar y cuyo único deseo era probar aquel, tan prohibido manjar…
Me supo distinto, no pudiendo olvidar que era una mujer la dueña de aquel envolvente beso que me anulaba el pensar.
Solo sabía que necesitaba más, ansiaba más.
Simplemente no ssentí ningún atisbo de rechazo por esta situación.
Así que le cerré la puerta a la razón de mi conciencia, y abrí de par en par la del sentir dejándome llevar por este nuevo deseo que explotó bajo mi inseparable estrella lunar.

El beso se tornó pasión.
Las manos de mi amante acariciaban ya mi pecho, encima de su camiseta, parándose los dedos juguetones en sus pezones, con pequeños pellizcos que los agrandaba, los erguía, pidiendo más.
“Mmmmm”, gemí, y como respuesta me subió la prenda y recibí la humedad de la punta de su lengua que lamía ahora mi pezón. Sus dientes se cerraban con cuidado, atrapándolo, haciéndolo enrojecer, mientras mis manos buscaban ahora sus pechos, que encontré ardientes, suaves cómo la seda y los acaricié con las yemas de mis dedos, primero, sintiendo como los pezones florecían, se daban, y sintiendo sobre todo por primera vez, lo que siente un hombre al tocar a una mujer.

Esas caricias hicieron que la humedad ya se asomase por el balcón de mi sexo y rozara ya mis muslos haciéndolos separarse lentamente, llamando así las caricias que llegaron en el acto, de una mano de mujer, que por primera vez en mi vida se adentraba en mi ser.
La mano experta de mi amante, que conocía como suyo este lugar más que ningún hombre pudiese imaginar...
Las caricias eran exactas, llegaban justo ahí donde yo deseaba sentirlas.
Eso me impresionó y abrí más mis muslos abandonándome ya por completo a todo lo que sabía, estaba por llegar.
Mis manos llenas del cálido pecho que gozaba con mi tacto, sintiendo como la cabeza de mi amante se deslizaba desde mi vientre, apartando ya mi falda y llegar hasta mi sexo, a la vez que acercaba sus piernas hacia mi cara, sintiendo yo ese tacto sedoso, atrayente tan cerca de mí.
Seguí la curva de de sus piernas que se abrían y busqué a mi vez ese sexo que me llamaba… loca por sentir mis manos primero hundirse por primera vez en ese lugar, que ya adivinaba empapado de deseo, y despacio, lo recorrí.

Ella separando las labios de mi sexo, partiendo desde el centro en cuyo largo túnel se perdió para luego salir y subir hasta rozar mi clítoris ruborizado por ese sentir provocado por la lengua de una mujer, aunque sin dudarlo, se irguió, excitado mientras recibía tanto placer.
Yo miraba aquel sexo alucinada por el deseo que sentía de hundir mi cara en él, sin poder obviar su lengua en el mío, sus manos en mis ingles, mis muslos, mi pubis, bajando para agarrarme las nalgas ayudándome a levantarlas para darme más a esa locura llena de deseo y de pasión, al tiempo que ella retrocedió, ofreciéndole a mi boca, su sexo. Y no pude resistirme más. Con la punta de mi lengua, tímidamente al principio, recorrí ese sexo, mis manos a cada lado descubriendo por primera vez mi boca el sexo de una mujer.
Era algo indescriptible, excitante, me provocaba oleadas de placer, mi boca ya adicta a su sexo, mi lengua adentrándose en su vagina, mis dedos excitando más su clítoris… mis gemidos envueltos con los suyos.
“¡Dios, increíble!”, pensé
Nuestros gozos llegaron a la vez reconociendo yo ese sabor dulce cómo mío.

Nuestros cuerpos se fueron relajando poco a poco hasta que ella se dio la vuelta, cubrió mi cuerpo con el suyo, y me besó largamente, mis manos rodeando su espalda, acariciando suavemente su sedosa piel.
Me miró y me dijo dulcemente:
¿Qué tal, estrellita?
“Impresionada, por lo que sentí”, solo pude contestar
Así, abrazadas las dos, solo vestidas por los luceros del cielo y mi luna plateada, hablamos ya largamente de esta nueva experiencia para mí. Hablamos de ella y de su sentir…

Fue un largo fin de semana lleno de sensualidad, de comprensión, de unión entre dos mujeres que simplemente se sentían tan bien.

Regresamos el domingo noche sabiendo las dos que cada una tenía su vida, sabiendo yo que por encima de todo amo a los hombres, pero que desde luego esta fue la experiencia más bella que nunca tuve.

Había pedido un destino en otra ciudad, meses antes y me llegó la respuesta dos semanas después de este inolvidable fin de semana.
Nunca más la volví a ver.
Jamás después, estuve en los brazos de otra mujer. Pero sé que si nuestros caminos se volviesen a cruzar, no dudaría ni un segundo en fundirme en sus brazos y amarla otra vez….

Cuando miro las estrellas recuerdo aquella estrella intermitente
Su estrella… Nuestra estrella y mi luna plateada que esa noche ofreció su culumpio, para mecernos a las dos.

ARACNE
Datos del Relato
  • Autor: Aracne
  • Código: 7433
  • Fecha: 29-02-2004
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 6.36
  • Votos: 44
  • Envios: 4
  • Lecturas: 2260
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Alejandro
invitado-Alejandro 29-02-2004 00:00:00

Y hola Arnaca com as estado , es muy bueno y me gusto un monton ,es muy romantico y es una poesia o parese sacado de un libro de poesiaz me encanto.: Y me gusto por eso le doy 10 le daria 40 si tendria pero no tiene a mi me encanto.: , Para mi me parese que no tiene critica mal al reber tiene critica al menos para mi es muy buen en especial como es tomado el tema porque esta tomado muy poeticamente y eso me gusta un monton:. Y si algien quiere charlar o algo asi ariba tiene mi coreo y si quiere puede ir a mi msn o a mi mensaje y desde ya muchas grasias.:

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