El deseo de caminar por la noche no responde a algo fortuito, es el deseo de conocer la cuidad oculta, aquella que aparece cuando están solo los que quieren ver, cuando están los que temen ser vistos por la luz del día. La cuidad adquiere otro rostro, los bares expelen otro olor, los cobardes asoman su nariz por entre las cortinas de sus cómodas casa para fisgonear el ruido que los sobresalta, el cuál a veces ni siquiera existío, sino que fueron presa de su angustiada conciencia.
Transcurre la noche y la cuidad sigue más viva que nunca, la alegran las putas y sus chillones colores que mezclan cueros rojos y pieles de leopardo sintético, nos inquieta el borracho que ahoga sus penas y fustraciones derramándolas sobre el pavimento, la habita el olor a fritura y el cartón para ser reciclado, ¿cual desecho?¿quienes son el desecho?.
Hay gente que de todas formas no ve nada, huye de esta vida que nos pertenece. La tristeza de su hogar es su mejor consuelo, pertenecen a ella los zombies que deambulan como fantasmas en nuestra vida. Nos temen, les asusta nuestro olor y aspecto.
Continúa la caminata encontrando cementerios que solo producen una tenue luz producida por la pantalla del televisor, patéticamente hermoso. Las sombras ya no parecen sombras son imágenes que tapizan el asfalto, un tapiz que cambia constantemente, tenemos nuestro propio carnaval, el carnaval de estar vivos.
En la esquina el carnaval está que arde, la poblan taxistas trasnochados, la disco gay que nos presenta su espectáculo de transformación, creo que hasta la gente que duerma frente a las vitirnas no está durmiendo, son cómplices de nuestra situación, algunos punks que parecen punks sacuden los teléfonos tratando de sostener alguna conversación con ellos, ignorando que no son máquinas de terno y corbata. Familias completas sonríen, la vieja obesa agarra los sacos repletos de cartones que valen una fortuna, los mocosos gritan y celebran la llegada del transporte, quizás sea un hijo mayor quién lanza una mirada de respeto sobre los presentes, todos asienten y responden su gesto, nuevamente hay complicidad, la cuidad es nuestra. Las veredas son los asientos más comodos, los meaderos no están ocultos, están en cada esquina. Quiebra la tranquilidad el reflejo de una baliza fugaz, no hay de que preocuparse ahora el miedo lo sienten ellos.
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JV
(Por La Noche: José V.) Exelente descripción de una noche en una ciudad cualquiera. De principio a final es como estar mirando el comportamiento de la gente, desde la señora gruesa hasta el brillo del televisor. Así estamos viviendo . . . sólo por vivir.