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Sucedió durante un paseo en el campo, al que fuimos con un grupo de amigos y con Ernesto que era mi pololo y con el que había comenzado a andar recientemente. Aunque con él tenía encuentros calentones normales entre dos lolos, pero que no pasaban de atraques y caricias un poco atrevidas, todo esto muy a mi pesar, ya que me excitaba tanto que mis instintos me pedían algo más, pero por supuesto no me atrevía a tomar la iniciativa. Además a estas alturas ya tenia el firme convencimiento de que eso no se debía hacer, aún así comencé a masturbarme cada vez más frecuentemente.
Ese día conocí al hermano de una amiga, su nombre era Sergio, era muy estupendo y agradable. Tenia 18 años y, según mi opinión, se veía como un hombre muy maduro. Nos observábamos durante toda la tarde, fue un pinchazo instantáneo, claro que yo cooperé coqueteándole cada vez que pude, cosa que sin ninguna duda él noto inmediatamente.
En un momento el grupo decidió salir a excursionar por los alrededores. Sergio y yo nos quedamos pretextando que hacía mucho calor, y que estábamos muy cansados. Cuando estuvimos solos, Sergio se me acerco a conversar y me dijo que yo le había gustado mucho, y que era una pena que yo estuviese pololeando. Cuando le pregunte cuál era él problema de que yo estuviese pololeando, en ese mismo momento él me acercó su cara y percibí sus intenciones de besarme. Cerré los ojos y lo deje hacer, me beso e introdujo su lengua entre mis labios, yo le correspondí devolví el beso y él comenzó a chupar suavemente mi lengua.
La verdad es que su cercanía me hizo sentir muy excitada, no paso mucho rato, porque a los pocos instantes, Sergio y yo, ya no solo nos besábamos, sino que también nos mirábamos y apretábamos nuestros cuerpos, la mano de Sergio comenzó a recorrer mi espalda hacia abajo.
Mientras se regocija amasando con fuerza mis bien dotados senos, veo como estoy arrinconada contra un arbol, al tiempo que nos pegamos tanto el uno al otro que noto como su pene estaba ya duro como una roca.
Le agarro por su ya despeinado cabello y aprieto más su cara contra mis pechos, mientras él se afana en mordisquear mis duros pezones, cada vez más con más fuerza, lo que hace subir mi temperatura cada vez más...
Sin dejar de lamer mis pezones y areolas, suelta sus manos de mis pechos y a tientas agarra mi culo por debajo de mi minifalda vaquera. Apretando mis nalgas con igual fuerza que antes hacía con mis pechos, recorre milímetro a milímetro mi culo mientras vuelve a meterme la lengua en la boca.
Yo ahogue una exclamación, cuando él toco mis nalgas. Tenia miedo pero a la vez estaba muy caliente, Sergio comenzó a levantarme la falda, sus manos se deslizaban por debajo. Comenzó a acariciarme mi entrepierna y mis nalgas por encima del calzón.
Me estremecí cuando él murmuro en mi oído, que estaba mojadita. En ese instante, sentí un cosquilleo en mi clítoris, era igual a lo que yo sentía cuando me masturbaba, pero mucho más intenso, seguimos besándonos y tocándonos, pero temiendo que alguien nos pudiera ver, él me pidió que buscásemos un lugar más tranquilo, fuimos detrás de unos matorrales y nos tendimos sobre la hierba.
Nuestras caricias aumentaron, en un momento Sergio me pidió que tocara su pene, puse mi mano sobre su pantalón y palpe su erección, lo tenia totalmente endurecido, él me quedo mirando y me pregunto:
-¡Has tocado un pene alguna vez!
Le conteste que algunas veces se lo había tocado a mi pololo, de la misma manera que como se lo estaba haciendo a él, acerco sus labios a mi oído me dijo:
-¡Esta vez no será lo mismo!
Momentos después el se bajó los pantalones y el slip, y me mostró su miembro, que desde hacia rato estaba totalmente rígido, su cuerpo era muy atlético y bien formado, y su pene era muy grueso y estaba tremendamente endurecido. Con su propia mano comenzó a tocárselo como haciéndose una paja muy suavecita, entonces me pidió que se lo tocara.
No pude dejar de compararlo con el de mi pololo y sin duda el de Sergio era mucho más imponente y grueso. Con ansiedad baje mi mano izquierda y se la deja muy cerca de él, ni tonto ni perezoso él se giro un poco, hasta que rozo su pene en mi mano, yo no deje pasar la oportunidad y se la agarre. Tome con mi mano el grueso miembro, y le desplace la piel que lo cubría haciendo relucir la cabezota igual que una ciruela madura.
En ese momento todo estaba listo, yo lo comencé a tocar como había imaginado tantas veces, él me abrazó, me besaba y me acariciaba y me decía que no me preocupara por nada. Tocarle su grueso miembro, me agitaba y me cortaba la respiración, mi clítoris comenzó a cosquillear, mientras imaginaba que sentiría, tener toda esa "cosa" adentro mío.
Su mano derecha se entretenía frotándome el coño por encima de la braguita, que cada vez estaba más húmeda y caliente. Con un milimetrado movimiento de su mano, desde el ombligo baja, entre mi braguita y mi estomago, decididamente hasta cubrir completamente con sus dedos la entrada de mi vagina, los mueve haciendo círculos, con delicadeza.
-¡Cielos, que placer! Pensaba yo, para mis adentros.
Después de un rato ambos nos calentamos aún más. Así que sin pensarlo me agaché y comencé a besarla, al principio sólo ponía mis labios sobre ella, apenas la tomaba con los dedos, luego me humedecí los labios y empecé a besarla como si fuera su boca, me metía la puntita en la boca y con la lengua lo recorría muy lentamente como si su pene fuera su lengua.
Hasta que él me tomó por la cabeza y me lo introdujo en la boca haciendo presión para que entrara al máximo, lo que era bastante dificultoso por su gran diámetro, pero sacando saliva de donde no tenía logré que me entrara la mitad, pero no soportaba más, me dolían las comisuras de los labios y me sentía ahogado, era divino aquello, pero demasiado grande.
-¡Gózalo, siéntelo es todo tuyo!
Agarrando ese verdadero tesoro, me lo metí en la boca, era tan grueso que me costaba introducírmelo entero, yo estaba hincada, me apodere de su pene y comencé a devorárselo, deslizando mi lengua por toda la base del miembro, él no me tocaba solo me empujaba la cabeza para que su miembro entrara más en mi boca, chupe fuerte durante un rato, su pene se hincho mucho más.
Su miembro endurecido como acero, estuvo largo rato entre mis manos, en una reacción de real admiración por sus dimensiones. Luego cerré los labios alrededor de la punta, saboreando el gusto salado de su carne sólida y esponjosa. Me devore todo el largo de su órgano viril, no fue fácil, pero por la forma en que él gemía y jadeaba, era notorio que mis labios, hacían un buen trabajo.
Me empezó a decir entrecortadamente, que iba a acabar, y que me tragara su semen, chupársela me había producido un gran placer y excitación. Con muchas dudas, saque el miembro de mi boca, pero la verdad es que estaba loca de ganas de mirar como eyaculaba, tome su órgano con mi mano y lo masturbe, observaba como le temblaban los muslos, mientras se acercaba su eyaculación.
De pronto comenzó a soltar abundantes chorros de semen que cayeron sobre mi cara y se esparcieron en mi polera a la altura de mis senos, fue increíble ver como ésa cremosa leche salía con tanta fuerza, cuando acabo era como si hubiese sufrido un ataque, no cesaba de arrojar su viscoso liquido entre mis dedos, dejándome toda la mano inundada con su sustancia caliente y lechosa, retiré la piel de su glande para facilitar la emisión hasta la última gota, su miembro exhalaba un fuerte olor a semen, producto de su eyaculación, luego me dedique a contemplar cómodamente las maravillosas proporciones de mi adorable productor de placer, mientras que con la lengua recogía todo el semen que estaba cerca de mis labios tragándomelo hasta la última gota.
Mi primer encuentro con Sergio había sido increíble, por supuesto después de esta experiencia termine con mi pololito y nos seguimos viendo con Sergio en varias ocasiones más durante aquel verano, en casi todos estos encuentros repetíamos nuestras excitantes sesiones de masturbación. Cada vez lo fuimos haciendo con mayor calentura y fogosidad, avanzando osadamente en nuestras caricias.
En una de las últimas oportunidades en que nos vimos, yo como de costumbre lo estaba masturbando, a estas alturas le tocaba su pene con mucha destreza, pues sabia perfectamente como a él le gustaba que le hiciera la paja. Mientras le hacia correr mi mano por todo el largo del pene, con mi boca le frotaba y le chupaba su ardiente cabezota hinchada. Sergio pasaba su brazo por detrás de mi espalda y acomodaba su mano entre mis nalgas, acariciando e introduciéndome sus dedos tanto en el ano como en mi vagina.
En esta oportunidad estábamos solos en mi casa y por lo menos teníamos un par de horas de tranquilidad, antes de que pudiera llegar alguien. Después de largos minutos de haberlo estado pajeando, note que estaba a punto de acabar, en ese instante él me pidió que me detuviera, me dijo que quería hacerme algo especial, que había estado deseando e imaginando.
Sergio se arrodillo entre mis piernas y sus manos recorrían todo mi cuerpo, luego comenzó a pasar su lengua, por mis muslos acercándose a mi entrepierna y besaba mi vagina por encima del calzón, mientras con sus manos amasaba mis senos. Lo que él me hacia me calentaba mucho, y al mismo tiempo, no podía dejar de mirar como entre sus piernas se alzaba y palpitaba su rígido y grueso miembro.
El subió mi vestido y me saco los calzones, con sus dedos estuvo tocando mi jugosa abertura con suaves y delicados movimientos, hasta que acerco su boca a mi vagina y con su lengua me lamió el clítoris. Fue una sensación muy fuerte y deliciosa la que sentí en el interior de mi vulva, poco a poco mi cuerpo se fue concentrado en sus caricias orales, Sergio comenzó a lamerme intensamente, sentí su lengua cálida sobre mi clítoris palpitante, y tuve que morder mi mano, para no gritar de placer, después de intensos minutos en que su lengua, le dio pequeños latigazos a mi botoncito de placer y profundas lamidas a mi inundado conducto vaginal, todo mi cuerpo comenzó a estremecerse con oleadas de placer, hasta que sin poder decir una palabra, comencé a soltar un tremendo e interminable orgasmo, él continuo chupando y bebiendo mis ardientes fluidos durante largo rato. Me quede inmóvil sobre el sillón jadeando, y en un estado de ausencia total.
Aprovechando la ocasión él me recostó de espaldas sobre el sillón, y se acomodo encima mío. Intento hacer penetrar su inflamado miembro en mi vagina, cuando sentí que su endurecida cabeza, empujaba entre mis labios vaginales, volví bruscamente a la realidad, di un brinco y cerré mis piernas, mientras le rogaba que no lo hiciera. Sergio me decía con palabras incoherentes, que me amaba, que él necesitaba poseerme, que era normal entre dos personas enamoradas, que no tenia nada que temer, y un montón de otras cosas.
Ante mi tenaz resistencia, él se puso como un loco y me dijo que de alguna manera tenia que darse placer. Entonces puso una rodilla a cada lado de mi cabeza e introdujo su pene endurecido, en mi boca, y comenzó a realizar los típicos movimientos del coito, en cada embestida su glande me llegaba hasta la garganta, dificultándome la respiración. De pronto me lo saco de la boca y comenzó a pajearse sobre mi cara hasta hacerlo explotar, de tal forma que su semen saltó y mojo mi cara, mi pelo y mis pechos en una verdadera lluvia de secreciones viscosas y ardientes, que corrían por mis pómulos, mi frente.
Desde mi mentón chorritos de semen se deslizaban hacia mi cuello en un increíble reguero de semen, luego volvió a introducir su pene en mi boca y se lo chupé hasta que me entrego sus últimas gotas de moco, luego tome con mis dedos el que estaba sobre mi cara, y me lo lleve a la boca comiéndome todo lo que pude.
Desde esta oportunidad Sergio comenzó a distanciarse de mí, seguramente se dio cuenta que yo no estaba todavía dispuesta a tener relaciones, que era obviamente lo que él quería, y que de alguna manera justificaba el andar con una lolita tan menor como yo.
A pesar de esto, mis recuerdos de Sergio han sido muy placenteros durante años y aún después de tanto tiempo en ocasiones estas evocaciones me han ayudado a conseguir orgasmos exquisitos.
Jacqueline - Chile
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