Me llamo Susana, ese no es el nombre con el que nací,
pero es mi nombre ahora. Tengo 18 años y vivo con una tía
anciana pues mis padres están divorciados y yo elegí
vivir con esta tía.
Cuando era chica a pesar de ser varón, era rubia, tenía
una figura muy delicada, no me gustaban las cosas de niños
y siempre jugaba con las niñas, con quienes me sentía a
gusto, como una de ellas.
En ese momento mi tía tenía viviendo con ella también a
una hija que ahora se fue a vivir a otra ciudad pues estudia
allí.
Aunque es mayor que yo, es menuda y desde que tenía
diez años me ponía siempre que podía sus ropas y me
pintaba los labios y me ponía sus zapatos de taco y su
ropa interior y así me paseaba por mi cuarto. Un día ella
me descubrió pero no se enojó, se rió, dijo que todo me
quedaba muy bien, mejor que a ella y que si quería ser chica,
era muy bonita como tal y me prefería así, como amiga y compañera.
A veces nos bañábamos juntas y dormíamos juntas y así,
con camisón y prendas interiores femeninas, abrazadas
éramos como dos hermanas.
A los doce años tuve ya erecciones y ella al darse cuenta
me besaba en los labios y me acariciaba el miembro y la
primera vez que acabé en sus manos casi me desmayo
del placer nuevo y maravilloso.
Una noche ella estaba tan excitada que luego de besarme
en los labios y acariciarme por todos lados, cuando me notó
tan dura, se subió arriba mío y usando vaselina y con gran
dificultad se la metió adelante, era la primera vez para las
dos y le dolió un poquito, pero como no la tenía muy grande,
entró al fin y nos quedamos quietitas una contra la otra
experimentando ese placer inmenso de estar una dentro de
la otra, muy unidas.
Yo no sabía qué hacer, pero luego ella empezó a moverse
despacito, me dijo que ya no dolía, empezó a suspirar y a
decir cosas incoherentes de la calentura que tenía al sentirme
dura dentro suyo y al poco rato no pude contenerme y
abrazándola y besándola apasionadamente, acabé adentro
suyo en una descarga interminable que la hizo casi gritar
de placer. Yo casi me desmayo también pues cuando estaba
acabando me puso la punta del dedo en mi ano y casi grito
de la sensación divina que tuve.
Después nos dormimos abrazadas y al otro día no nos
dijimos nada, sólo tuvimos sonrisitas cómplices y guiñadas.
De vez en cuando repetimos la experiencia pero no con
frecuencia pues yo prefería besarla allí abajo y hacerla
acabar de esa forma y ella me lo hacía con la mano o con
su boca.
El motivo es que actuar como un chico a pesar de ser y
estar vestida como chica no me parecía bien ni me gustaba.
Pensaba que yo tenía que gozar como ella, como chica.
Un día, cuando tenía trece años, un joven, hijo de un amigo
de mi tía, vino a traerle algo y me pescó como casi siempre,
vestida de chica y con los labios pintados y con tacos.
Se ve que le gusté pue se quedó charlando por largo rato
y prometió volver a verme. Nos vimos varias veces y un
día cuando estábamos solos en mi cuarto, sentados al
borde de mi cama, me tomó la mano y me besó en los
labios.
Quedé encantada y toda como erizada, al ver que me
gustaba, continuó besándome y acariciándome y al fin
descubrió mi pequeño secreto, ya bastante durito por sus
caricias y besos. No pareció molestarle y siguió con sus
besos y caricias hasta que yo ya no sabía qué hacer de
excitación y felicidad, pues era guapo y simpático.
Al fin, muy despacio me bajó la bombacha y se sacó los
pantalones, me dio vuelta boca abajo sobre la cama, me
levantó la pollera y se puso encima mío. Se puso algo en
su miembro, creo que vaselina que había sobre la mesa de
luz, y despacito empezó a penetrarme al tiempo que me
besaba, me acariciaba y me decía cosas dulces. Me dolió
sólo un poco al principio pero luego cuando estuvo todo
adentro, sentí sólo la felicidad de pertenecerle a mi hombre,
lo que siempre secretamente había querido. Lo sentí moverse
adentro mío y yo lo ayudé todo lo que pude y al final, con
estertores y grititos de placer me llenó la cola con su
leche caliente. En ese momento yo también acabé,
agobiada por tanta felicidad.
Nos abrazamos y besamos por mucho rato y se fue,
quedando en regresar pocos días después.
Hasta que nos encontramos no pude dejar de pensar
en él, mi amado, por fin era la mujercita que siempre
había querido ser.
Cuando mi prima vino a visitarnos le conté todo y me
dijo que me envidiaba por haber encontrado el amor
que ella todavía no había podido hallar.
Susana
Un cuento muy agradable. ¡Me gustó!