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Por fin tuve mi primera vez, aunque fue muy raro y es que fue mi amigo quien me quito la virginidad
No pasó mucho tiempo para que mi mejor amigo y yo diéramos el segundo paso.
En varias ocasiones nos besamos y toqueteamos un poco, pero nada más.
Un día, en la tarde, me mandó un mensaje diciéndome que sus padres iban a salir y que tendría casa sola.
La verdad es que yo estaba nerviosa y no muy segura de querer coger con él, pero mis ganas fueron más fuertes.
En la tarde noche me dispuse a arreglarme. Me depilé bien mi vaginita, me metí a bañar y me arreglé muy bien. Me puse un vestido de mezclilla muy ceñido y corto que se abotona todo, no quería que batallara. Me puse un conjunto muy bonito de ropa interior color negro, era un cachetero y un brasier de media copa. Me peiné y maquille y salí.
Lo encontré en un parque que estaba cerca de la colonia, me miró fijamente de arriba a abajo y aquello me calentó mucho.
Esperamos a que oscureciera, mientras platicamos de cosas triviales, aunque debo admitir que mientras estábamos ahí podía sentir mi vagina humedecerse debido a lo ansiosa que estaba porque me llevara a su casa y me lo metiera todo.
En cuanto se hizo de noche nos fuimos a su casa. Entramos y me quedé de pie junto a la puerta. Me sentía insegura.
—¿Pasa algo? —preguntó preocupado.
Me quedé callada un momento sin saber que decirle. Finalmente le sonreí.
—No, todo bien.
Me tomó de la mano y me llevó a su habitación.
De inmediato me rodeo de la cintura con sus brazos y empezó a besarme apasionadamente. Yo lo besaba con ansia y desesperación. Ya quería tenerlo dentro de mí.
Mientras nos besábamos empezó a desabotonar mi vestido.
—No sabes como me excita este vestido —dijo—, siempre que te veía con él me daban ganas de arrancartelo.
Eso me encendió todavía más.
Terminó de desabotonarlo, me lo quitó y lo aventó al suelo. Su mirada bajó hacia mis enormes pechos, se pasó la lengua por el labio superior. Acarició el contorno de ellos con sus manos, lo hizo con suma delicadeza como si fueran delicados y no quisiera que se rompieran o algo por el estilo.
Sus manos avanzaron por mi cintura, mi espalda y subió hasta el broche de mi brasier. En segundos mis pechos estuvieron totalmente expuestos y a su merced.
Los tomó entre sus manos y los apretó suavemente. Se inclinó y los beso, pasó su lengua por mis pezones y los chupó.
Yo tenía los ojos cerrados y jadeaba. Estaba ya muy mojada, sentía mis flujos bajando lentamente por mis muslos. Era riquísimo.
Dejó mis pechos para bajar y quitarme las bragas mojadas.
—Acuéstate.
Asentí y lo hice. La cama era suave. Lo vi desvestirse. Tenía su pene totalmente erecto. Se puso un condón y se colocó entre mis piernas.
—¿Lista?
Por supuesto que lo estaba. Se lo dije.
Lo vi tomar su pene, lo puso en la entrada de mi vagina y entró en mí. Lo metió todo de un solo movimiento.
Apreté con fuerza mis labios para no gritar.
Me dolió mucho. Por un momento quise empujarlo o decirle que saliera.
Me ardía. Pero me contuve. Yo quería seguir.
Empezó a moverse. El dolor y el ardor tardó un rato en desaparecer, pero después empecé a sentir placer.
No podía culparlo, el no sabía que yo era virgen y él también lo era. Eramos inexpertos.
Sus movimientos eran lentos y pausados. Su verga entraba y salía de mi coñito. Yo jadeaba y deseé que de verdad empezara a disfrutarlo, peeo todo era nuevo para mí y estaba terriblemente nerviosa. Él mantenía los ojos cerrados mientras aumentaba el ritmo de sus penetraciones. Entonces mis gemidos empezaron a ser más genuinos. Empecé a sentir rico.
Mis pechos se movían al ritmo de sus movimientos, mi culito se humedecía cada vez más y mis gemidos de seguro se escuchaban por toda la casa.
Ambos murmurabamos cosas ininteligibles.
Tomó mis pechos con ambas manos y empezó a cogerme con más fuerza. Su verga entraba y salía de mí una y otra vez. Mis gemidos eran más altos. En pocos segundos él se corrió, pero yo no… Lo único que hizo fue terminar, salir de mí e irse al baño para quitarse el condón.
Sí, fue decepcionante, pero bueno… Quizá si hubiera sido con alguien de más experiencia… Pero el hubiera no existe y tuve
que conformarme.
Me apresuré a vestirme. Él regresó a mostrarme que el condón no se había roto. Me besó y nos despedimos.
Al llegar a mi casa me metí al baño para limpiarme y vi mis braguitas manchadas de sangre.
Sonreí.
Ya no era virgen y a pesar de que no fue lo que esperaba sabía que las demás veces iban a ser mejores.
Y no me equivoqué.
Pero eso se los platicaré después. Besos.
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