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CAPÍTULO 4 “MATÁNDOME SUAVEMENTE”
“Oí que alguien cantaba una buena canción, era un muchacho dulce, un ángel dije yo. Pedazos de mi vida narraba su canción ¿De dónde me conoce? Qué extraño, pensé yo. Cantaba mi esperanza y un poco mi dolor” Omara Puertuondo.
El hombre apartó su mirada de los ojos de Regina, e inició los acordes de una nueva canción; acercando un poco sus labios al micrófono, mientras deleitaba a los presentes con su piano, procedió a hacerlo con su voz:
Tantas promesas que se apagan hoy,
y no sabemos ni el porqué.
Porque el amor se está muriendo, no,
tras el portón de aquel café.
Tantas parejas que se aman hoy,
oscuras en su fantasía.
Tantos amores se reencuentran hoy,
en todas las canciones y las poesías.
El inminente coro se aproximaba, Regina lo conocía muy bien, así que contuvo la respiración y sintió que las piernas le temblaban débilmente.
Yo quería parar el tiempo con tus ojos viéndome,
con las ganas de quedarme así abrazándote.
Y parar aquel momento cada vez que tú te ibas.
Yo quería, si quería.
Yo quería cambiar el mundo pero el mundo es como es,
cuantas ganas de escarbar dentro de tu alma.
Yo quería tenerte sola, y que fueras para siempre mía.
Yo quería, si quería.
Fue inevitable y sus ojos se le llenaron de agua, pero no podía apartar la vista de aquel joven. Era como si conociera sus penas, como si interpretara esa canción únicamente para ella.
Tantos momentos que se extrañan hoy,
tu olor, tu risa y tu alegría.
Las cosas pasan y así es el amor,
más no lo entiendo, no lo acepto, no.
Tantas parejas que se aman hoy,
y yo esta noche sin tu amor…
Cuando el cantante terminó su interpretación, todos los espectadores aplaudieron al unísono, incluyendo a Regina quien estaba de pie justo frente al escenario, por lo que su mirada y la de Miguel Ángel se volvieron a encontrar, ambos se reconocieron, sabían que ya se habían visto antes pero solamente uno de ellos sintió un flechazo inevitable.
Miguel Ángel agradeció al público por su presencia y sus aplausos; acto seguido volvió al piano para seguir deleitándolos, esta vez con una melodía desconocida para Regina pero ella resolvió quedarse ahí de pie, podría escuchar esa hermosa voz durante toda la noche.
-¿Mamá? –la voz de su hijo llamó su atención de manera inesperada.
Regina se volvió y pudo ver a su retoño justo a un lado de ella, sosteniéndola por el brazo y mirándola extrañado.
-Oh…perdón cariño es que…-le respondió señalando al escenario, su hijo esbozó una sonrisa.
-Veo que ya conociste a…-y le dio un tierno beso en la mejilla a su madre.
-¿A quién? –respondió ella devolviéndole el beso.
-Ten paciencia…mira, quiero que conozcas a Patricia –respondió Sebastián sonriendo mientras la acercaba a la mesa, misma que se encontraba frente al escenario.
Regina clavó sus ojos en una bella chica de rizada cabellera color zanahoria, era totalmente diferente a lo que ella había imaginado. La chica sonreía tímidamente, como con miedo de mirarla directamente a los ojos y de pronto le vino un flashback de cuando Ignacio la había llevado a conocer a sus padres. Patricia se puso de pie.
-Mami, te presentó a Patricia, el amor de mi vida. Amor de mi vida, ella es mi madre, Regina Marroquín. –oyó decir a Sebastián al mismo tiempo que la colocaba frente a la pelirroja.
Patricia extendió su mano nerviosamente, ofreciéndola a modo de saludo y Regina pudo ver que sus mejillas se coloreaban escandalosamente. “Pobre chica” pensó.
-Es…un verdadero honor, un placer conocerla señora Marroquín. Patricia Salas Gallegos, a sus enteras órdenes.
Regina la miró a los ojos que eran dos ventanas transparentes, extendió su mano para estrechar la de aquella chica y con su otra mano tocó el hombro de Patricia al mismo tiempo que se inclinaba para darle un beso.
-El placer es mío, Patricia. Al fin conozco a la mujer que tanto ama mi Sebastián. –le respondió mientras le daba un abrazo, cálido, maternal.
Sebastián abrió los ojos descomunalmente, después de todas las discusiones que había tenido con su madre a causa de su desaprobación ante la relación que sostenía con Patricia era realmente increíble verlas juntas y abrazadas, como madre e hija.
Patricia igual estaba asombrada, era de su conocimiento que la madre de su novio no estaba de acuerdo con la relación pero al parecer su recapacitación era sincera. Regina se alejó un poco para ver su rostro completamente.
-Sebas…no me habías dicho que era tan hermosa, me van a dar unos nietos preciosos –dijo desde lo más profundo de su corazón mientras veía como Patricia se ruborizaba.
-Ay mamá pues prepárate porque serán muchos –Sebastián estaba más que feliz- Por favor tomen asiento.
Ya en la mesa Regina decidió relajarse un poco, ya había pasado la parte difícil de conocer a su nuera, la sentía una chica sincera pero tenía que conocerla más, teniendo fe en que llegarían a ser buenas amigas. Platicaron un poco de todo, aspectos protocolarios de cuando conoces a alguien, pero volvió a escuchar la voz de Miguel Ángel quien agradecía por los aplausos del público y presentaba el siguiente número de la noche a cargo de su fiel amigo Claudio Montaño.
-Debo prepararme cariño, después de Claudio sigo yo…-oyó decir a Patricia.
-¿Tú también cantas?
-No señora Regina, toco el saxofón.
-¡Oh por Dios! Eso es maravilloso…-dijo con una sonrisa- muero por escucharte, querida.
-En unos momentos más, con mucho gusto. –respondió su nuera devolviéndole la sonrisa y se retiró a preparase para su participación.
Cuando Patricia se hubo ido, Regina se acercó a su hijo para decirle:
-Sebastián…es encantadora.
-¿En serio lo crees?
-Por supuesto cariño, muy bella y…se ve que te quiere mucho.
-Yo también la quiero mamá, es lo mejor que me ha pasado.
-Me alegra saber que te hace feliz, amor…-le dijo acariciando su rostro mientras su retoño se dejaba querer.
-Mamá pero que tonto…no te he ofrecido nada… ¡Camarero!
El camarero llegó a tomarles la orden, y ambos decidieron pedir una botella de Merlot para ir entrando en calor.
-Raymundo, tráeles la mejor reserva. ¿Les parece un Concha y Toro del 65? Es mi mejor reserva de vino –dijo una voz a las espaldas de Regina.
Sebastián se puso de pie para saludar a quien fuera la persona que estaba detrás de su madre, claramente sabía de quien se trataba. Regina sintió que la lengua se le entumía, que las piernas le temblaban.
-¡Mi buen amigo! –escuchó decir a Sebastián.
-Casi un hermano…que gusto me da tenerte aquí por fin, ya sabes que esta es tu casa.
Se escuchó el sonido de un abrazo.
-Raymundo, por favor tráeles una reserva de Concha y Toro a mis amigos, la de 1965.
El camarero asintió y se retiró de inmediato. Regina no sabía dónde meter la cabeza, estaba nerviosa; llegando a lo aterrada.
-Miguel Ángel, permíteme presentarte a mi madre…la Señora Regina Lizárraga de Marroquín.
¿Lizárraga? ¿Sebastián había dicho Lizárraga? Ella jamás usaba su apellido de soltera, a no ser que fuera para trámites oficiales. Miguel Ángel caminó un poco para quedar frente a ella, la miró a los ojos y ella también, estaba empezando a levantarse cuando…
-No señora, por favor no se levante…
Ella lo miró como embelesada.
-Señora Regina, para mí es un verdadero placer…conocerla –le dijo ofreciéndole su mano.
Regina lo miró y estrechó su mano con la de él y vio como delicadamente Miguel Ángel la llevaba a sus labios. Ese diminuto contacto piel con piel la hizo estremecer. Ella no estaba segura de que decir, pero como una intervención divina, las palabras salieron mágicamente de su boca.
-El placer es todo mío, infinitamente, Señor Aranda. –respondió con una sonrisa coqueta.
Miguel Ángel correspondió a su sonrisa y a su bello gesto. Ciertamente, era la mujer que había visto dos veces en el club deportivo y claro, le parecía una verdadera belleza, una dama elegante, con clase, educación ya sabía de dónde había sacado su amigo lo encantador. Sebastián le ofreció sentarse junto a su madre.
-Mi mamá es tu admiradora, te escucha todos los días…-le dijo sonriendo.
-Ay Sebas…me estas avergonzando.
-Señora no hay nada de qué avergonzarse, para mí es un verdadero honor que una mujer tan exitosa y bella sintonice mi programa que bueno…no es la gran cosa.
Regina saltó como un resorte.
-¿Qué no es la gran cosa? ¡Vaya que se subestima! Con todo respeto, usted posee una voz maravillosa y…los temas de los que habla en su programa son muy profundos.
Miguel Ángel sonrió agradecidamente, realmente era maravilloso para él que una mujer como Regina se expresara así de su trabajo y que de entrada no opinara sobre su vida personal.
-Le agradezco mucho señora Regina, quiere decir que usted nos escucha todos los días.
-Sí claro, nunca me pierdo su programa, además de que la música que pone es hermosa, me recuerda mis tiempos de juventud.
-¿Juventud? ¿Eso fue hace 10 minutos? Usted todavía sigue siendo una mujer joven –dijo volviéndose para ver a Sebastián- ¡Sebas, yo creí que era tu hermana! Y gemela porque son ¡Idénticos! Seguramente la gente se los dice muy seguido.
Regina soltó una risa elegante, ese hombre era encantador, lograba lo que casi nadie podía: hacerla sonrojar.
-Pero que cosas dice señor Aranda…
-Por favor señora, dígame Miguel Ángel. –le respondió sonriendo.
-Entonces usted dígame Regina…
La sonrisa de ella era cautivadora, seductora pero Miguel lo tomó como un gesto de cortesía, finalmente era una gran dama en sociedad y de las mujeres más influyentes del país pero sobre todo, era la madre de Sebastián quien recientemente se había vuelto un buen amigo suyo.
-Muy bien Regina, que así sea entonces…
Se miraron directamente a los ojos y Sebastián carraspeó para interrumpir, ambos voltearon a verlo, pero el camarero ya había llegado con el vino y varias copas. Procedió a servirlo, mientras la mirada de Regina recorría a Miguel Ángel de principio a fin, lo cual incomodó un poco a su hijo.
-Miguel, dime algo…mi cuñada Alina. –Dijo Sebastián- ¿Es tu novia no?
Regina miró a su hijo con expresión de sorpresa. ¿Estaría hablando de Alina “no sé qué”? otra locutora que a veces acompañaba a Miguel Ángel y quien también tenía un programa propio que se transmitía por la mañana.
-Jajajaja ¿Alina? No, hombre. Para nada, ella y yo solo somos buenos amigos.
-Pero ella es muy bonita ¿No te lo parece?
Regina tosió elegantemente, su hijo entendió la indirecta. Miguel Ángel miró a su amigo.
-Claro que es bonita, no por nada es la estrella principal del show –dijo señalando hacia el escenario.
-¿Ella también canta aquí? –le preguntó Regina.
-Así es, y déjeme decirle que tiene una voz maravillosa.
-Pero…creí que la estrella era usted…
Miguel Ángel volvió a sonreír.
-La única estrella que veo esta noche, es usted, Regina.
Ella bajó la mirada totalmente sonrojada.
-Le agradezco su gentileza –le dijo mirándolo a los ojos.
-Propongo un brindis…por usted, por Regina Marroquín. Una hermosa dama que hoy tuve el enorme honor de conocer. –dijo Miguel levantando su copa.
Sebastián y su madre alzaron su copa para brindar con Miguel, chocándolas unas con otras.
-Es usted muy amable…-le dijo nuevamente Regina.
-Pues, no podría ser de otra forma con usted.
Ambos se miraron fijamente y ella se sentía como una adolescente enamorada. Su mirada se vio interrumpida al escuchar los aplausos del público ovacionando la interpretación de Claudio Montaño, quien agradecía felizmente.
-Ahora quiero presentarles a una hermosa mujer –dijo Claudio- que va a acompañarme con su inseparable saxofón y déjenme decirles que toca como los mismísimos ángeles, con ustedes y nosotros la señorita Patricia Salas… ¡Aplausos por favor!
Los presentes aplaudieron con fervor, incluyendo a Regina, quien por un instante volteó a ver a su hijo que ya se había puesto de pie para aplaudir a su amada. Patricia saludó a su compañero, agradeciéndole su bella presentación, para después dar las gracias al público y dedicar unas palabras especiales.
-Quiero agradecer especialmente la presencia de novio, Sebastián Marroquín, quien ha traído a su hermosa madre, la Señora Regina Marroquín, muchas gracias por acompañarme esta noche. Esto es para ustedes.
Regina sonrió ante esas palabras tan cálidas, tan llenas de amor y envió besos a su nuera mientras Sebastián miraba maravillado su acción. Claudio se sentó frente al piano y ejecutó los primeros acordes.
-Eso es “What A Wonderful World”.
La gente aplaudió. Claudio comenzó a interpretar la canción mientras que Patricia lo acompañaba con el saxofón y detrás de ellos una pequeña orquesta integrada por jóvenes de entre 15 y 20 años.
I see trees of green, red roses too
I see them bloom for me and you
And I think to myself, what a wonderful world…
La voz de Claudio era rasposa, ronquita, dejando de lado la suavidad varonil de Miguel Ángel, pero aun así era bella, de eso no había duda. Y Patricia era excelente tocando su instrumento, tanto, que consiguió relajar las tensiones de Regina, quien la miraba maravillada.
I see skies of blue and clouds of white
The bright blessed day and the dark sacred night
And I think to myself, what a wonderful world.
The colors of the rainbow so pretty in the sky
Are also on the faces of people going by
I see friends shaking hands saying "how do you do?"
They´re really saying I love you.
I hear babies crying, I watch them grow
They´ll learn much more than I´ll never know...
And I think to myself what a wonderful world
Yes I think to myself what a wonderful world.
Y a continuación Patricia ejecutó su solo de una manera realmente impresionante…Regina abrió los ojos totalmente sorprendida, miraba a su hijo que también estaba maravillado y también a su nuera, era increíble, sólo alguien que ama profundamente la música y sus vertientes sabrá de lo que estoy hablando.
La chica llevaba un hermoso vestido negro con escote palabra de honor y cola de sirena, que resaltaba su bien estilizada figura, no era una mujer con muchas curvas, era más bien menuda y se había recogido el cabello rizado que ahora se veía más rojo y brillante, quizá por las luces que la alumbraban. Mientras se entregaba a su solo, cerraba los ojos, dejándose llevar y su lenguaje corporal dejaba entre ver que estaba entregando su corazón en ese escenario.
Claudio finalmente terminó su interpretación y el público aplaudía, agradeció su amabilidad y bajó del escenario. Miguel Ángel se excusó con Regina y Sebastián para después retornar al piano y tras un ademán de agradecimiento los deleitó con el tema “I Can’t Smile Without You”.
-Mi favorita del gran Barry Manilow –dijo alegremente.
Regina conocía la canción y aplaudió felizmente maravillada. Miguel Ángel comenzó su interpretación acompañado del sax de Patricia, ambos de manera magistral maravillaron a los presentes quienes no cabían en sí mismos del asombro y ovacionaban a los cantantes. Patricia los sorprendió una vez más con su solo, pero esta vez Regina desvió su atención hacia Miguel Ángel, a su voz, sus manos, su rostro, estaba cautivada.
Después de la magnífica presentación, de los aplausos de la gente, Miguel Ángel se puso de pie para felicitar a Patricia con un abrazo y un beso. Posteriormente dedicó unas palabras.
-Les agradezco a todos ustedes, porque han sido una gran familia para todos nosotros, gracias por su todo su apoyo, sus aplausos, su cariño. Es para mí un placer, presentarles a la estrella de esta noche, con ustedes la hermosa ¡Alina Salas!
En ese momento, una espectacular mujer entró al escenario, era alta quizá de 1.74 de estatura, tez blanca y cabello lacio, color castaño chocolate, lo llevaba suelto llegándole hasta la cintura. Sus ojos eran enormes de un color verde intenso, y su cuerpo era una oda a la belleza; ataviada en un bellísimo vestido rojo atado al cuello, dejando su blanca y hermosa espalda al descubierto. Realmente estaba despampanante y cuando llegó al escenario lo primero que hizo fue besar cariñosamente a Miguel Ángel y después a Patricia. Regina apretó los dientes.
La mujer agradeció a Miguel y al público por los aplausos para después disponerse a realizar su interpretación. El caballero volvió al piano y los acordes le sonaron familiares a Regina. Claro…se trataba de “Killing Me Softly”.
Alina dejó escapa su voz aprisionada y comenzó a cantar de una manera cautivadora, probablemente era soprano, o algo mil veces mejor pero tenía el poder de moldear su voz de la forma que le diera la gana. Los tres juntos eran dinamita.
-Alina es la hermana de Patricia –le susurró Sebastián al oído.
Regina asintió y miró nuevamente al escenario.
Strumming my pain with his fingers
Singing my life with his words
Killing me softly with his song
Killing me softly with his song
Telling my whole life with his words
Killing me softly with his song.
La ejecución del piano de Miguel Ángel era sublime. La mujer siguió cantando, pero en momentos lo miraba. Regina los miraba a ambos y podía darse cuenta de que Miguel Ángel también miraba a aquella mujer. De pronto, la mirada del caballero se cruzó con la suya y ella tuvo intensión de desviarla, pero no…era inevitable no perderse en sus ojos.
Miguel Ángel ejecutó un solo perfecto, que dejó a todos con la boca abierta y a Regina completamente enajenada. ¿Quién era ese hombre? ¿Qué rayos estaba haciendo con ella? No lo sabía, pero ya no escuchaba a la mujer, sólo veía a aquel joven, la gente desapareció, sólo estaba ella y el objeto de su deseo…y la canción llegó a su fin. La gente se puso de pie y ella también, aplaudiendo maravillados mientras que nuestros dos protagonistas intercambiaban fuertes miradas.
Lo demás es irrelevante, Miguel Ángel y Alina interactuaron frente al público; se notaba que tenían una linda amistad. Eso causó los absurdos celos por parte de Regina, quien comenzó a sentirse incómoda. Pero nadie parecía notarlo, todos estaban felices con aquella pareja de cantantes que estaban dándolo todo en el escenario. A continuación iniciaron una nueva interpretación, esta vez era “I Will Always Love You” todo un clásico de Whitney Houston, donde Alina realmente se lució y demostró de lo que era capaz.
Aunque para Regina la interpretación era hermosa, aunque la voz de aquella chica lograba erizarle la piel, no podía contener sus celos, al ver que las miradas de admiración por parte de Miguel Ángel eran para Alina y en el punto clave de la interpretación, Regina se puso de pie y salió del lugar. Todos la vieron, su hijo, los músicos, el público e incluso Miguel Ángel.
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Cuando salió a la terraza del Restaurant el viento helado la golpeó en la cara, pero para ella fue como un respiro, como volver a la vida. Miró a lo lejos, la ciudad dormía pero había muchas luces aún, dio un suspiro profundo e intentó analizar qué demonios estaba ocurriendo pero no lograba comprenderlo. Llegó a la conclusión de que un cigarrillo la calmaría y con suerte lograría aclarar sus ideas. Revolvió en su bolso buscando la cajetilla y cuando la encontró cogió un cigarro y lo sostuvo con sus labios.
-Maldita sea…no traje encendedor. –dijo entre dientes revolviendo el contenido de la bolsa desesperadamente.
Pero de pronto alguien le habló por su nombre y ella se dio la vuelta para ver de quien se trataba. Era Miguel Ángel Aranda.
-¿Qué pasa, Regina? ¿Problemas en el Paraíso?
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