Después de mi primer anal, sabía que mi novio me iba a pedir más, también pensaba que ya no me dolería mucho y esperaba que me gustara, -si los homosexuales lo disfrutan quizás yo también- pensaba.
Pasaron los días, sin olvidar aquella sesión de sexo anal que me sumió en retardo motriz, sobre todo al caminar y dolor al sentarme, que fueron pasando de a pocos; cuando nos encontramos con Fico, mi novio, lo sentí más cariñoso y agradecido, me dio un beso muy tierno y prolongado y me dijo lo mucho que me amaba, que estaba tan contento de ser mi novio, que estaba muy a gusto conmigo; pero lo que más me agradó de ese día, es que me dijo que en cuanto terminara la Universidad me pediría para casarnos; ese día, sentados en una banca del Mansiche, lo abracé y me puse a llorar en su cuello, me lo decía el hombre a quién yo amaba, me sentí amada, deseada, protegida, estaba tan feliz hasta las lágrimas; me decidí a soportar lo que viniera porque me sentía segura de él, me sentía su mujer.
Regresé a mi casa contenta y feliz y le conté a mi mamá que mi novio me había dicho que apenas terminara la Universidad nos casaríamos, a lo que ella me dijo: -te lo dice porque quiere acostarse contigo, debes tener cuidado-, me sonreí de su inocencia, yo, ya era experta en cuestión de sexo.
El siguiente encuentro con Fico, fue tan especial que sigue latente en mi como un grato recuerdo que jamás se borrará de mi mente; ese día nos entregamos el uno al otro de tal manera que solo sentimos satisfacción y placer: me desnudó delicadamente estando ambos de pie, me recostó en la cama y empezó a besarme desde la frente, recorrió cada centímetro de mi cuerpo con su lengua hasta llegar a los pies, abrió luego mis piernas y se concentró en mi concha, me lamía con tanta dedicación y esmero que me hacía retorcer de placer, luego se estiraba con su boca llena de mis jugos a besarme; después de ese juego, me introdujo su pinga en mi concha, uy que placer, hasta ahora cuando me acuerdo creo que me humedezco; me vine varias veces, tuve muchos orgasmos; se separó de mí y me dio vuelta bocabajo y empezó a besarme los hombros, recorrió toda mi espalda lamiéndome, llegó a mi raya y agarrándome de mis nalgas fue bajando con su lengua suavemente hasta mi orificio, lo ensalivó y metió su dedo, luego otro, después de unos minutos sentí placer, entonces le dije: -métemela ya-, sacó sus dedos y empezó a meter su enorme verga, pujé un poquito y me concentré para que no me doliera, me dolió pero no mucho, en cuanto se la metió toda y empezó a moverse me fui adaptando, después de unos instantes de mete y saca fui tomándole gusto y ya no sentía dolor sino más bien placer, después de unos minutos sentí una gran estocada en lo mas profundo y Fico se fue estremeciendo de placer encima mío, supe que se había vaciado en mis entrañas, se fue quedando quieto sobre mí como dormido, después de un rato le pedí que se bajara, ya estaba cansada de soportar su peso.
Desde ese día nuestros encuentros no tenían límites, aprendí a disfrutar del amor y el sexo como se nos ocurriera hacerlo; sexo anal no teníamos muy seguido pero cuando lo hacíamos era placentero no solo para él sino para mí también, cuando me cachaba por atrás me acuerdo que me susurraba al oído: - tienes el culo ajustadito mi amor, te amo-, esos instantes me excitaban más y lo disfrutaba.
que rico mami