Vuelta de trescientos sesenta grados tomo la vida de la asistente de la sala de profesores que se entrego todita a su novio, notando que el amor no es como le daba sino que se lo tenia que mostrar de una manera no normal sino como fuera una prostituta que se le paga sus servicios de placer; un buen día manda al carago sus ideales de llevar pura al matrimonio esto no dice, que han tenido sus par de momentos en privados acostados y desnudos besándose y teniendo un buen sexo hasta donde se lo imaginaba igual lo profetizaba asimismo lo sentida de corazón la asistente de la sala de profesores.
Comienza su investigación en las páginas de la Internet visualizando como aprendido las poses también como halagar a los hombres con quienes comparten y tienen el fogoso como ardiente sexo ocasional, adicional lo que le gusta a los lujuriosos de mamarle el pené; la asistente de la sala de profesores siempre lo encontraba asqueroso inclusive, cochino metérselo en su boca pero tenia que dejarse llevar si quería conservar el amor de su novio.
Una buena tarde se viste de mujerzuela con un conjunto muy apretado ajustable a sus contornos anatómicos con unos ligeros junto con unas botas negras llevando una minifalda de jeans desteñidos con un suetercito muy ceñido sin brazier, esperándola muy sentada con las piernas muy cruzadas y levantadas viéndosela como una autentica acompañante nocturna con una sonrisa que nunca se la ha visto expresar y con unos ojos de excitación descomunal, con una copa de vino en la mano izquierda apoyada en el brazo del sillón tomando unos sorbo sin quitar por ningún instante la mirada fija de la misma puerta de entrada a su casa.
Escucha la cerradura y se pone cómoda en su papel de prostituta, lo mira su novio al cerrar rápido la puerta agachándose al besarla y sobandola, manoseándola, acariciándola, apretándole las piernas, tocándola de arriba hacia abajo, agarrándola de una rodilla para levantarla recto al ver que carga un hilo dental que lo fantasea hasta lo provoca una tremenda como ganada calentura a su propio novio lo que pretendía la asistente de la sala de profesores.
Destapándola del ombligo para arriba le besa y le lame sus portentosos senos mientras, lo acaricia de su cuello a su novio dándose cuenta absolutamente que si la quiere pero a la manera que conoce y actúa frente a una mujer cualquiera, desde ese día la asistente de la sala de profesores dejo de ser simplona y se dedico estrictamente a complacerlo, además de sentir cosas muy diferentes de excitarse con las lamidas y mordidas suaves y superficiales a la altura de su clítoris con la cara metida en el medio de sus piernas del calentón, aventurero, travieso, juguetón, provocador, sabroso, galanazo y endemoniado novio.