Marta Julia tenía 14 años, muy bonita de cara, y sus pechos medianos, redonditos y duros, que ella se ufanaba de mostrar por lo menos la mitad de ellos, al usar la blusa blanca colegial con unos botones sueltos. Usaba su faldita a cuadros escolar a medio muslo, eran rollizos y hermosos, su culo parado, y cintura fina. Marta Julia era una calienta pollas a sabiendas de sus atributos. Había una obra de construcción donde laboraban varios albañiles,, y a la salida de su colegio daba un pequeño rodeo, para pasar enfrente de los trabajadores que estaban a su hora de almuerzo, coqueteando y moviendose más de lo acostumbrado al caminar, y subiendose aún más su falda. Los piropos subidos de tono no se hacían esperar, le decían cualquier cosa y ella sonriente los volteaba a ver con sonrisa de satisfacción, había quienes ya la esperaban a la hora acostumbrada con las pollas al aire y empalmados ante la satisfacción de ella, que gozaba viendolos masturbarse. Casualmente un día la ví coquetear, y por la noche que fuí a buscar un libro a la biblioteca pública, me la encontré y cuando íbamos de camino, porque me pidió encaminarla un poco, ya que pasaban las siete de la noche, le comenté lo que había visto, y ella carcajeandose me dijo que le fascinaba pasar calentándolos, y viéndoles la polla, y que ojalá viera una enorme, y no las pequeñeces que le mostraban. Cuando justo pasabamos por el parquecito infantil, le dije que para ver una polla grande no era necesario hacer sufrir a esos hombres con sus provocaciones, y que si deseaba ver y tocar una verga enorme yo le ofrecía la mía. Sentí que se acobardó en ese momento y la tomé de la mano, y la encaminé sobre una de las bancas del lado oscuro, y me bajé el pantalón y la hice que la tomara con una de sus manos, al sentir la verga enorme, dura y gruesa se quedó con la boca abierta y me dijo que sólo en revistas porno había visto así, la senté sobre la banca y se la metí en la boca, estaba totalmanete perpleja no sabía que hacer con ella. La tomé de su cabeza y poco a poco se la metía y sacaba de su boca, luego ella instintivamente la empezó a chupar, su calidés y mojado de su boca me tenían a mil, la metí un poco más y le solté mi leche, que no tuvo más remedio que tragarla, y me decía sabe como a cloro, pero seguía chupando. Luego le abrí su blusa y le dije que iba a probar sus senos que tan orgullosamente casi los mostraba todo, le quité su brassiere, y empezé a lamer y chupar sus pezones deliciosos, duros y lisitos, ella estaba gozando a lo máximo, la recosté sobre la banca abrí sus hermosas piernas, y haciendo un lado la orilla de su calzón empezé a lamer su concha supermojada, abrí con mi lengua sus labios para lamer su clítoris era enorme, empezó a jadear de placer, metía la lengua en su orificio entre salado y ácido, no tardó mucho en correrse, yo estaba nuevamente empalmado, casi arranqué su ropa interior, y abriendo sus piernas acerque mi verga a su vulva, deslizó la cabeza y empezé a meter y sacar, asegurandome, rozar conla punta el clítoris, cuando se abrió para sentir más placer, la cabeza deslizó ás, empuje, ella gimió y de un envión sentí su himen romperse, y las ocho pulgadas de verga de un sólo ensancharon sus paredes, hasta sentir mis huevos pegar en sus nalgas, ella quería safarse pero la presión de mi cuerpo no la dejaban ni moverse, poco a poco y ya acostumbrada a mi verga empezó a moverse, para facilitar mi entrada y corrida, que era lo que ella quería para terminar su suplicio, le fué gustando la follada y ya me apretaba con sus paredes el tronco, y entraba y salía con facilidad, sentí cuando se estaba viniendo y de un envión me fuí al tope y le dejé ir mis chorros de semen caliente justo cuando se estaba corriendo. A partir de esa fecha dejó de pasar por la construcción y visitar más seguido la biblioteca, pero también así de seguido visitabamos el parquesito, pero ya con unas mantas para estar cómodos.