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PLAYA ROJA II

"Las vacaciones se torcieron para tomar un rumbo diferente y maravilloso"

 

Hacia ya un año y medio que nos habiamos casado, y aquel verano queriamos pasar unas vacaciones en la mar, junto con nuestros vecinos, alquilamos una casita baja muy cerca del agua en la Manga del Mar Menor, pero cuando se acercaba el momento, ellos tuvieron que apearse del proyecto por un cambio laboral en las vacaciones del marido, y nos pidieron si podiamos llevar a su hijo con nosotros. Robertito, como le llemabamos, era un adolescente de dieciséis años, era un chico muy formal y con quien nos llevábamos muy bien, asi que no pusimos inconveniente.

Era primeros de Agosto y habia llegado el momento, asi que emprendimos el viaje y llegamos a destino cuando ya caia la tarde. La casa estaba muy bien, tenia dos dormitorios y lo necesario, descargamos el equipaje y mientras Sara se dedicaba a ordenarlo, Robertito y yo montamos la lancha neumática y la echamos al agua dejándola amarrada a un muerto (1) frente a la casa, luego salimos a cenar en una pizzería cercana y nos retiramos a descansar.

El nuevo día amanecio con un sol explendido, asi que aprovechamos la mañana para nevegar por el mar Menor, la zodiac, con un motor de venticinco cv se estaba portando de maravilla, y después de visitar las pequeñas islas, terminamos varando en una playita que rebosaba animación y nos fuimos a tomar unas cervezas fresquitas en el chiringuito,

Terminamos comiendo alli mismo a base de tapeos y luego nos tumbamos a tomar el sol y bañarnos, cuando caia ya la tarde regresamos al amarradero de casa y nos aseamos y vestimos para ir a cenar unos pescaditos en Cabo de Palos. Todo nos iba muy bien, y ya estabamos pensando en que al dia siguiente iriamos a navegar por el mar mayor.

Esa noche cuando nos retiramos a descansar, Sara y yo hicimos el amor intensamente, y creo que la mente de los dos estaba puesta en lo mismo.

Nuevamente el dia amanecio muy soleado, y lo primero que hicimos fue sacar la lancha del agua y subirla al remolque del coche. Cuando teniamos listo todo lo necesario para pasar el dia, arrancamos y nos dirigimos hacia cala Reona, muy cerca de Cabo Palos, alli pusimos de nuevo la lancha en el agua, dejamos el coche bien aparcado y tras embarcar con todas las provisiones, puse el motor en marcha. Saliamos por la boca de la cala y puse la proa hacia el sur, y tras dejar atrás varios promontorios y alguna playa de piedras, avistamos por el través las playas de Calblanque (2), habia bastante concurrencia, y junto a pacientes pescadores, habia familias con niños y una mayoria de nudistas, la mayoria hombres, que se paseaban por la arena, jugaban con raquetas, se bañaban o simplemente tomaban el sol.

Nos llevó un tiempo cruzar estas playas tan bonitas y que tan intimos recuerdos me traian de unos años atrás (3), las últimas ya eran mas pequeñas y en ellas tan solo se veian pequeños grupos de nudistas , finalmente cruzamos un par de promontorios rocosos y vimos una cala preciosa, inaccesible por tierra y con una arena fina y dorada que invitaba a pisarla, y lo mejor, estaba completamente solitaria. Puse proa hacia la orilla, y tras varar, entre Robertito y yo tiramos de la lancha hasta dejarla en seco. Miramos en derredor y nos quedamos impresionados por la belleza del entorno.

Lo primero que hice fue quitarme el bañador, y Sara lo hizo a continuación, el mas reacio era el muchacho, se hizo un poco el remolón pero finalmente se quedo desnudo, y tengo que decir, aunque no manifestara interés, que me impresionó mas el cuerpo bellísimo del joven que el entorno, ya me imaginaba algo viéndole en bañador, pero de esta forma era una autentica escultura.

Transportamos el bagaje hacia la zona que mas nos convenia y a partir de ahí, jugamos, nos bañamos, tomamos el sol y finalmente nos sentamos a comer.

Sara nos repartió los bocadillos y de la nevera sacamos coca-colas y yo una bota con vino añejo de muchos grados que resultaba particularmente exquisito.

Después fumamos un cigarrillo y nos tumbamos en las toallas a capear el sopor de la siesta, era tal el bienestar que no podia evitar una semiereccion caprichosa que tampoco parecia poder evitar el muchacho. No se cuanto tiempo estuvimos dormidos, pero al despertar se imponia un buen baño para despejarse, nos fuimos al agua a jugar con las olas, y entonces me di cuenta del oleaje que no habia cuando llegamos y que ahora alcanzaban una notable importancia que nos iba a hacer muy difícil salir con la lancha.

No hable de ello para no causar alarma, pero cuando dieron las siete Sara empezó a pedir que volviéramos antes que se hiciera tarde. La mar se habia puesto incluso mas brava y no tuve mas remedio que pedirles calma y que esperasemos algo mas ya que asi era imposible salir. Pasó una hora y aquello seguia igual, y ante la insistencia de Sara que ya se estaba poniendo nerviosa, y contra toda prudencia decidi intentarlo. Subimos todo a bordo y acercamos la embarcación a la orilla, Sara y Robertito se acomodaron dentro, y yo intentaria remolcar la zodiac tirando por un cabo de proa, y cuando la helice no tocara arena, arrancarian el motor y saldrian a toda prisa a mar abierto, luego yo les alcanzaria a nado y nos libraríamos asi del rompiente de olas, pero esta debia ser una operación muy precisa y un retraso en el arranque del motor hizo que nos pillara una gran ola en plena operación. Fueron unos segundos, yo vi la lancha saltar por el aire y luego la ola que me envolvia y me arrastraba, y cuando pude incorporarme vi a mi esposa y el chico de pie en la orilla, con los brazos caidos y perplejos, aun no se habian hecho la idea de lo ocurrido, el motor, el deposito de combustilble, la lancha, remos, etc, todo estaba esparcido por la orilla. Corri hacia el motor y lo puse en seco, luego el deposito de gasolina y les pedi que retirasen todo lo que habia esparcido por la playa. Intente arrancar el motor pero fue en vano, le habia entrado agua y habria que llevarlo a un taller para limpiar. La tarde caia y me di cuenta que tendríamos que pasar alli la noche, pedi que entre todos recogiésemos la mayor cantidad de leña que pudiéramos y acumulamos todo en una pequeña oquedad que parecia ofrecer un buen refugio.

Sara se habia quedado muda imputándose la responsabilidad de lo ocurrido por su insistencia en salir, y yo estaba haciendo todo lo posible por animarla y hacerla ver que no serviria de nada deprimirse y que teniamos que afrontar la situación con espiritu de aventura.

Habia llegado ese momento del crepúsculo en que todo se tiñe de rosa y oro, yo lo llamo la hora magica por que las cosas que nos rodean parecen haber sido objeto de un encantamiento y el cielo se vuelve cardeno y de fuego, y la luz se apaga sin que seamos capaces de percibirlo, hasta que las tinieblas nos envuelven y nos engullen haciendonos formar parte de la nada.

Encendimos el fuego rociando las maderas con gasolina y nos preparamos para cenar las escasas sobras que nos habian quedado del mediodia, solo teniamos abundancia del vino que contenia la bota y una botella de coñac que siempre llevo en la lancha. Muy rapida fue la frugal cena, pero continuamos alrededor de las llamas pasándonos la bota y contando algunos chistes para estimular los animos, chistes que pronto empezaron a cobrar tono verde y de intensidad subida. Por un momento, nos reiamos, estabamos contentos y habiamos conseguido olvidar lo ocurrido.

Debieron pasar dos horas o mas, las llamas se iban extinguiendo y nuestro repertorio de gracias también, asi que nos preparamos para acostarnos sobre un lecho de toallas que aun estaban algo humedas. Dejamos a Sara en el centro para que se sintiera protegida ya que se asustaba con cualquier ruidillo del entorno y nos acurrucamos para dormir.

Paso el tiempo, no se si horas, pero no conseguia cerrar los ojos y conciliar el sueño, en la mente campaban ensoñaciones eróticas que mantenian mi pene en semiereccion permanente, no podia aguantar mas, me levante muy despacio comprobé que los otros tenian la respiración acompasada y no se movían, supuse que dormian placidamente. Encamine los pasos hasta el extremo de la playa, la luna nueva ocupaba ahora el centro del cielo y esparcia su luz argentina y misteriosamente romántica desplazando la negritud con que se habia iniciado la noche. Me recoste contra una roca y encendi un cigarrillo, aspiré el humo con satisfacción. Me di cuenta que habia cesado la brisa del mar y las olas eran ahora levísimas ondulaciones que reflejaban destellos de la luna. El aire se habia vuelto mas denso, cargado de sensuales aromas del entorno, y de vez en cuando el ruido furtivo de algun animal nocturno contestaba al interminable canto de la chicharra.

Mi erección era completa y mis deseos cada vez mas fuertes. Vi dos puntos luminosos en la lejania que venian hacia mi, luego fueron las siluetas y al poco se destacaron Sara y Robertito que venian fumando un cigarrillo. Vieron mi erección pero no dijeron nada, me fije en el joven que tenia su verga golpeándole el vientre. Propuse un baño y entramos en el agua pensando que su frescor podria reducir nuestra calentura. La mar estaba en calma chicha, y el efecto luna hacia pensar que la superficie estaba cubierta de una gruesa capa de aceite y que el agua tenia mas densidad. No hubo forma de calmarse, todo cuanto nos rodeaba invitaba a la lujuria, salimos del agua con el pene aun mas rigido y el deseo desatado, nos reunimos junto a la roca, invite a mi mujer a ponerse a cuatro patas y lo hizo presto con la respiración agitada, ella tampoco estaba ajena de aquel embrujo, y tomándola de las caderas empece a penetrarla desde atrás...¡Que placer indescriptible! Era el parto del universo, era la liberación suprema. Empece con movimientos suaves, me fijé en el chico que no nos quitaba ojo, debia estar desesperado, apenas a unos centímetros de Sara, se acariciaba el miembro, yo aceleré un poco las embestidas y mi mujer jadeaba con la boca desesperadamente abierta reclamando con silenciosa ansiedad llenarla con aquella verga erecta del joven que se manoseaba con desesperada lujuria. Apenas unos centímetros los separaban, y la vision de aquello me estaba desquiciando, no pude evitarlo y le supliqué al muchacho que diera de mamar a la hembra. Fue como si le hubiera dado a un interruptor, Robertito avanzó un paso y su pene se encajó en la boca de Sara que empezó a chuparlo como una posesa, la vi lamer, relamer y chupar, y mis ojos empezaron a nublarse de gozo, senti que iba a correrme y grité, oí otros gemidos y gritos, creo que nos corrimos casi a la vez, pero seguimos un rato enganchados como si desearamos que aquello durase eternamente.

Cuando nos incorporamos, Sara, me dio un beso en el que pude saborear la leche del joven, y mi lengua dio buena cuenta de los curretones que tenia en la cara.

Sin decir palabra, en silencio absoluto, como si quisiéramos mantener viva la magia del momento, nos metimos en el agua los tres juntos, nos abrazamos, Sara unió su boca a la del joven en un beso apasionado, y yo que no quería perderme algo tan maravilloso, uni mi boca tambien en aquel beso. Las tres lenguas se anudaron en placentero abrazo, y al cabo de un rato estabamos nuevamente excitados. Mi esposa se tumbó en la orilla con las piernas abiertas y Robertito se subió clavando el pene en sus entrañas, yo empecé a masturbarme mientras disfrutaba de aquella soberbia monta, veia el culito del chico abrirse y cerrarse al compás de las embestidas, dejando entrever el pequeño bosque de vello que rodeaba su esfínter y los cojones que golpeaban rítmicamente la entrepierna de la hembra. Sara volvió a correrse entre convulsiones y gemidos y la berrea del joven indicaba que el también estaba eyaculando. Yo no podia más y en cuanto desmontó el joven, yo me lance a lamer el coño de mi mujer y dejarlo limpio de semen, hubiera querido montarla yo tambien, pero no pude evitar correrme mientras saboreaba la cosecha de esperma.

El nuevo dia amanecio con sol radiante y la mar en calma chicha, apenas habiamos dormido y estabamos cansados, pero sacando fuerzas, renimos todas las cosas en la embarcación y la echamos al agua, Robertito y yo cogimos los remos y empezamos a palear concienciados de que aun nos quedaba un buen trecho hasta la cala Reona. En la mente de todos estaba que aquello no era el final de una aventura, sino el comienzo de una historia maravillosa.

(1) Muerto.- Boya unida por un cabo o cadena a un peso de hormigón en el fondo, donde se amarran las embarcaciones.

(2) Parque natural con playas salvajes donde no hay ningun tipo de construcción

Ver relato Playa plateada en esta serie

Si os ha gustado la historia podeis hacerme comentarios.

Zulú7 

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