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Luis y Paco compartían un piso de alquiler, tenían trabajos muy diferentes, y mientras uno iba al trabajo por la mañana, el otro iba por la tarde. Por lo que casi nunca coincidían. Tenían contratada a una mujer para que una vez por semana hiciera la limpieza y planchara. Se llamaba Maribel, los lectores del primer relato ya conocen sus encantos. Una mujer madura, atractiva, simpática y charlatana, que a partir de cierto día estrechó sus relaciones con Luis.
Maribel tuvo que cambiar de horario una temporada, y asistir a la casa por las mañanas en vez de hacerlo por las tardes. Lo cual supuso un problema para Luis, pero dijo ella que sería sólo un par de semanas, y como era peligroso verse en otro lugar, decidieron esperar a la vuelta al horario normal para seguir con sus dulces encuentros.
Por las mañanas quien estaba en la casa era Paco, que no trabajaba con el ordenador, sino que se dedicaba a ver televisión tirado en el sofá. Maribel era muy charlatana, y gustaba de platicar mientras hacía su trabajo, así que los primeros días Paco la fue conociendo. No paraba de hablar, Paco no podía ver televisión tranquilo en su sofá. Maribel, siguiendo con su estilo, le llamaba a Paco la atención por su vagancia.
"Mírale el señorito ahí tumbado, mientras una está aquí trabajando", "Así no va a llegar a nada en la vida", "Y encima ni abre la boca, una no tiene ya ni con quien hablar", comentarios parecidos a los que le hacía a Luis. Después, como siempre, ponía la tabla de planchar en el salón, para poder seguir mortificando.
Paco tampoco pensaba al principio que aquella mujer madura pudiera interesarle, pero el primer día se fijó en ella mientras estaba planchando. Maribel vestía su camisa floreada de hermosos colores, remangada, unos vaqueros, y con su tez bronceada por el sol, lo cierto es que se la veía muy linda. Mientras planchaba, Paco observaba cómo sus senos se bamboleaban ligeramente. Pensó Paco que estaba bastante atractiva. Estaba claro que no fue la simpatía de Maribel lo que conquistó a Paco.
Maribel, que era bastante coqueta, se dio cuenta -¿Qué estás mirando, niño?, y Paco, que al contrario que Luis no era nada tímido, le dijo -Pues esos estupendos pechos que tienes, Maribel. Esa vez fue Maribel la que se atragantó, -Pues no mires tanto. Maribel tenía feeling con Luis, pero por Paco no sentía una atraccción especial.
Pero Paco era mucho más atrevido que Luis. Levantándose del sofá, se acercó a Maribel por la espalda. Rodeándola con los brazos, puso sus manos sobre los pechos de ella, y empezó a amasarlos. Abundantes, firmes, esponjosos.
- Anda, Maribel, sé cariñosa conmigo. - ¿Pero qué haces, niñó?
Maribel se dio rápidamente la vuelta, desembarazándose del abrazo, y empujó a Paco para separarse.
- ¡Ni se te ocurra!. - Anda, Maribel...
Paco se volvió a acercar y la abrazó, intentando besarla en el cuello. Maribel forcejeaba furiosamente, y empujando a Paco con fuerza, se soltó de nuevo. Corrió hacia el pasillo. Paco la persiguió y consiguió agarrarla por un brazo. Ambos perdieron el equilibrio, cayendo al suelo. Paco seguía intentando besarla en el suelo, y el forcejeo empezó a ser violento.
Paco era más grande que Maribel, pero no era especialmente corpulento. Maribel era menuda, pero bastante fuerte por su trabajo doméstico. Se mantenía ágil, y en un combate podía moverse más rápidamente que él.
Rodaron por el suelo y ella se las arregló para terminar encima. Lo agarró por las muñecas, sujetándolo al suelo por los brazos, mientras intentaba pasar una pierna sobre él, para dominarlo cabalgándolo. Paco reía, confiado en poder invertir la situación, y forcejeaba con la pierna para no ser montado. Pero Maribel, más rápida que él, más agil, consiguió poner un muslo sobre la pierna, y en pocos segundos tenía ya a Paco enganchado con una pierna a cada costado. Así, se sentó a horcajadas sobre su vientre, cabalgándolo, con los brazos sujetos al suelo. Paco estaba sorprendido.
- ¿Qué me dices ahora, niño? - ¡No te creas que ésto ha terminado!
Paco tenía algo más de fuerza en los brazos, y los pudo levantar, no sin cierto esfuerzo. Maribel intentaba mantenerlos sujetos al suelo, pero no podía. Entonces su astucia y agilidad le dieron ventaja una vez más. Él tendría más fuerza en los brazos que ella, pero las piernas de ella eran más fuertes que los brazos de él, estaba segura. Subiendo su trasero hacia el pecho de Paco, levantó una rodilla y empujó un brazo de él contra el suelo, sin dificultad. Al darse cuenta de que manejaba la situación frente al hombre, no pudo evitar soltar una carcajada de triunfo. Paco se sorprendió por la astucia y la agilidad de la mujer.
- Vaya, ésto es nuevo. - ¡Jajaja! ¿Tú qué te has créido, niño?
Una vez que tuvo una pierna encima de un brazo, pudo agarrar el otro brazo con sus dos manos, y empujarlo hacia el suelo. Paco se resistía frenéticamente, sabiendo que esta maniobra terminaría con la lucha. Maribel, a la par que empujaba el brazo de él, subía la otra rodilla para ayudar a empujar. Paco gruñía de rabia con su esfuerzo, pero la mujer ganaba centímetro a centímetro la victoria. Maribel respiró hondo, hizo un último esfuerzo, y consiguió finalmente llevar al suelo el brazo de Paco. Puso su otra pierna encima.
De esta manera, montándolo a horcajadas, con su trasero firmemente apoyado sobre el pecho de Paco, y sus dos rodillas sobre los brazos de él, lo tenía ínmovilizado. Paco no se movería si ella no se lo permitía, lo había dominado completamente. Pudo respirar al fin con tranquilidad y se dio cuenta de que estaba cansada, pero también de que podía vencer a Paco en una pelea cuerpo a cuerpo.
- ¿Queeeé niño? ¿Ahora qué? ¿Te pensabas que ibas a conseguir algo?
Maribel levantó triunfal su torso, y mientras respiraba hondo levantó sus brazos para arreglarse el pelo. Este gesto de dominio y seguridad excitó a Paco como un búfalo, que recuperó su erección de inmediato.
Maribel notó la creciente protuberancia mirando para atrás. Pensó rapidamente cómo terminar con la situación sin más complicaciones. Estaba claro que Paco no iba a cejar en su empeño, y si lo soltaba ahora continuaría molestándola. Y entonces a ella se le ocurrió cómo aplacar al búfalo.
Montada a horcajadas en su pecho y con las rodillas sujetando firmemente los brazos, tenía las dos manos libres. Llevando los brazos hacia atrás, desabotonó el pantalón de Paco. Apoyando una mano en el muslo de Paco, metió la otra mano en sus calzones, encontrando sin dificultad esa erección que palpitaba.
No era eso lo que Paco quería, y protestó, pero no estaba en condiciones de exigir.
- Así no, Maribel, yo quiero algo más. - Calla niño, ahora decido yo, ¡Jajaja!
Comenzó a masturbarlo con la mano, arriba y abajo. Al principio despacio. La excitación de Paco aumentaba por segundos, no quería que lo masturbara, pero la mujer lo tenía a su merced. Paco ansiaba acariciar esas carnes con lujuria, desvestirla, penetrarla. No podía. Pero las caricias deliciosas de la mujer en su verga lo estaban volviendo loco. Y sus carcajadas de dominio lo excitaban aún más.
Maribel aumentó la fricción poco a poco. Paco empezó a jadear, sus ojos se nublaban, estaba perdiendo el control. Maribel aceleró su mano. Paco no podía ya contenerse. Sus bolas se endurecieron, su verga estalló, soltando un potente chorro de semen caliente.
- ¡Aaaaaaaa! - Vamos, niño, suelta todo, vamos.
Maribel se sentía poderosa y exultante, había gobernado al búfalo con mucha habilidad, y reía a carcajadas mientras seguís con sus caricias, ahora más lentas, para ordeñar hasta la última gota.
- ¡Aaaaaaaa! - ¡Jajaja!
Paco se fue quedando quieto poco a poco, y Maribel retiró su mano. Cogió un paño que había cerca y se limpió. Dio un cachete a Paco, se levantó tranquilamente.
- Ésto niño, es para que no vuelvas a molestarme.
Paco permanecía en silencio, agotado. Maribel siguió con sus tareas domésticas. Tenía ya ganas de volver al horario habitual, para seguir retozando con Luis.
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