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Placer sumiso

Sorprendido se quedó, al ver aparecer a su nuevo activo acompañado de otro chico algo más joven. La sobre actividad que en ambos, aún emanaba de sus poros y las sugerentes prendas deportivas que lucían, obligaban a pensar que los dos chicos venían del gimnasio de la uni. Los saludos pertinentes dieron paso a una rápida explicación de la inesperada visita. El más joven dijo que quien lo acompañaba, le había hablado de un juguete nuevo recién adquirido y lo había invitado a jugar con él. Sin dejar de mirarlos, adopto cierto aire condescendiente para acercarse hasta una caja de madera, de donde extrajo un cigarrillo y le prendió fuego. A su vez, de los dos chicos y quien conocía ya el lugar, se desplazó hasta el otro extremo de la habitación donde había una cómoda de caoba lacada. De su interior cogió una diminuta botella de color negro; y sin dejar de sacudirla con una mano el chico pelirrojo se le acercó. Pegándole los labios en la oreja izquierda, le rodeo un brazo por la cintura y con ayuda del otro, le despojo de su pantalón de chándal e imponiendo su autoridad, acercó el trasero del sumiso y lo apretó contra su morcillóna polla. Solo entonces, le ofreció la botella y le dio la orden. El sujeto, tomo la botella en sus manos, la destapó… e inhalo. Dos profundas inspiraciones precipitaron las moléculas volátiles en su camino de descenso. En segundos los vapores encendieron su mente y sacudieron su cuerpo; al que instintivamente su cerebro no dejaba de mandar órdenes a esas dos nalgas, y que las mismas traducían en sumisas acciones. Pronto la presión del brazo sujetando ese trasero para mantenerlo bien pegado a su paquete, dejó de ser necesaria, el sumiso ya se había encendido y el pelirrojo, sin apenas separarse de ese culo, se había bajado los pantalones de deporte hasta la altura de sus muslos. Ahora, ese voluptuoso trasero podía frotarse directamente sobre la fina lycra del ajustado bañador de su joven amo.  Apretar y restregar su culo, contra ese cada vez más templado rincón humano; se podría interpretar, como el primer preámbulo de un épico poema. Donde ambos individuos experimentan y exploran desde ellos mismos, pero también, desde ese mismo otro. Los vapores de una nueva orden vuelven a avivar el fuego del sumiso. Tornando su mente más atormentadamente excitada y su cuerpo más ansiosamente hambriento. Su piel es más sensible y sus orificios se humedecen. El placer se vuelve empeño, cuando los glúteos del sumiso notan el calor y el continuo cambio en tamaño y grosor de esa polla encarcelada. Objetivo que deberá ganarse su cada vez más caliente, dilatado y húmedo agujero. El reto lo vieron cumplido los chicos, cuando el bañador del acosador apareció manchado con los primeros rastros de sumiso placer. No hay mejor demostración de agradecimiento que la de poder humedecer al amo con nuestros fluidos, ofreciéndole que compruebe por sí mismo y como más le plazca, a él; lo calientes, lo lubricados y lo hambrientos que están nuestros dos infinitos.

El sumiso, cada vez más encendido se separó bien las nalgas para mostrarles sin reparos, su rosadito agujero. Este se abría y se contraía, en un palpito cada vez más insistente, y ese diminuto y jugoso latido fue endureciendo las tres pollas de la habitación. El rapadito pelirrojo acerco de nuevo sus labios a la oreja izquierda del esclavo y esta vez, solo susurro la orden, el sumiso cruzo la habitación y se metió en el baño.

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