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Placer anal
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Un joven amante del sexo anal será penectomizado centímetro a centímetro por las mujeres a las que ha forzado a tener sexo anal. Su gran pene se verá reducido sin piedad mientras ellas disfrutan de la más humillante y sangrienta venganza por haberse metido con la pelirroja equivocada, una castradora despiadada y violenta ¿Cómo llegó Juan a esta situación? ¿Acaso dejará de ser un verdadero hombre?
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Me gusta el sexo anal más que cualquier otra cosa en este mundo. Me gusta la redondez de los culos de las chicas, los traseros grandes y firmes, duros, jóvenes, con sólo pensar en el culo de la última pelirroja a la que penetré, mi pene se endurece hasta más no poder, las venas se marcan en la piel, el prepucio se corre hacia atrás y deja ver la cabeza grande de mi pene, erecto alcanza los veintiséis centímetros, mi edad.
Mi miembro es grueso, a la pelirroja con la que follé la semana pasada no le cabía en la boca, tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano, recuerdo sus labios rotos, las goticas de sangre mezclándose con semen, el liquido blanco chorreando por sus mejillas blancas llenas de pecas, recuerdo sus ojos empañados en lágrimas, diciendo, basta, no más, y sin embargo no era suficiente para mi. La besé, baje mi lengua y mi boca por su cuerpo salvajemente hasta su vagina de labios rosados y prominentes, jugué con su clítoris hasta que estuvo lo suficientemente mojada, entonces la embestí con fuerza, sentí como su sexo apr
etado le daba cabida a mi enorme pene, ella llegó primero al orgasmo, recuerdo que cayó rendida, con el trasero grande al aire, y yo seguí penetrándola, duro, sin parar, como un perro que embiste a una perra en mitad de la calle. Entonces supe que era el momento de empezar el verdadero juego, me gusta el sexo anal, pero la mayoría de las chicas les asusta la idea de que mi pene entre en sus traseros, yo juego sucio. Cargo conmigo un par de esposas, siempre, a cada chica que he penetrado vaginalmente le he hecho un agujero en el culo, que queda rellenito de semen caliente. A la pelirroja la sometí con facilidad, estaba exhausta, primero cerré las esposas en sus manos, luego en los tobillos atados a la barra metálica de la cama. Escupí en su ano e introduje varios dejos primero, ella lloraba, gritaba, trataba se moverse evitando la embestida, y sin embargo mi pene entró derecho hasta el fondo de su culo, ella se sacudía, como si estuviera poseída, y yo entraba y salía con fuerza, oyendo el chasquido de mi pene mojado con sus jugos y mi líquido, oyendo el golpeteo de mis testículos contra sus nalgas redondas y torneadas. Al final un chorro de semen le llenó el trasero y se desperdigó sobre su cintura delgada y su espalda tersa, la chica trataba en vano de cerrar su ano, como queriendo cortar mi pene, hacerle daño, desprenderlo con sus músculos, sin embargo mi miembro la había dominado desde el principio. Ella estaba en shock, con los ojos abiertos de par en par, las manos apretando las sábanas. La solté y creí que me atacaría, pero no, ninguna lo ha hecho, y he follado con muchas chicas, he violado sus culos de la misma manera una y otra vez y ninguna se ha rebelado contra mí. Lo mismo pasó con la pelirroja, se sentó en la cama mirando mi pene erecto, entonces supe que algo había cambiado en ella, no me odiaba por lo que acababa de hacerle, tomó mi pene con ambas manos, lo acercó a su boca, pensé entonces que iba a hacerme daño con sus dientes y sin embargo, me dio la mamada más rica de mi vida, pidiendo más, más, que lo introdujera hasta el fondo de su garganta y le llenara con mi leche. En unas horas estuvimos en el bar donde la había encontrado hacía unas horas, en mi apartamento apenas supo vestirse, no se puso el sostén ni la tanga roja que traía, tan solo con su falda y la chaqueta de cuero marrón, nunca olvidaré como caminaba despacito al bajar las escaleras.
La noche de hoy es diferente, más caliente, estuve en la playa toda la tarde descansando, mi cuerpo es moreno de tanto sol, tanto mar, tanta buena vida. El bar cerca del mar comienza a subir el volumen de la música. Llevo puesto solamente una remera y la pantaloneta, mi pene y mis testículos cuelgan libremente, al ponerme de pie se marcan contra la tela y varias mujeres me miran, a mi y a mi cuerpo musculoso, caminar hacia el bar. Entro y pido una cerveza.
Es cerca de las ocho que llega la morena acompañada de otras dos mujeres. No trae sostén, Lo sé porque sus pezones se marcan contra la tela ligera de la camisa sin mangas, y sus grandes tetas suben y bajan mientras baila. Las otras dos mujeres han estado ligando con otros tipos, casi que no reconozco a Miguel, esta con una rubia buenona que tiene la piel blanca y un culazo que yo penetraría sin dudar. Miguel es mi amigo desde la secundaria, es un buen tipo, trabaja duro de lunes a domingo en un quiosco por la carretera, la otra chica, rubia también, habla con un caucásico en la barra. La morena me mira. Baila sola en medio de la pista y noto que tampoco lleva puestos pantis porque el short que usa se ha escurrido un poco y deja ver parte de sus nalgas. Tiene el culo más grande y más firme que haya visto hasta ahora, además de unas tetas bastante proporcionadas, y una cinturita delgada y bien torneada. Pero lo que más me gusta es su culo, no es excesivo, demasiado, sino que es grande, la curva de su cintura deja ver las formas redondas perfectamente, además los labios de su vagina se marcan sutilmente contra la tela. No puedo soportarlo, mi pene esta que bulle dentro de la pantaloneta, duro como nunca antes, inclusive veo mi prepucio asomándose por el borde de la pantaloneta sobre la pierna izquierda, veo las gotas de líquido preseminal manchando el borde la pantaloneta y la pierna. Ella lo nota, nota mi miembro viril grande y gordo, sonríe y me invita a la pista, yo camino hasta ella algo inclinado, algunas mujeres me miran, siento como una manda la mano a mi paquete y aprieta mis testículos con delicadeza, estoy frente a la morena. Deliciosa, que cuerpo, los pezones apuntando hacia mi pecho, me acerca hacia ella, repasa mi pene con una mano y me deja jugar con sus nalgas apretadas y ricas. Así bailamos por unos minutos hasta que me besa. Y comenzamos a hablar. Se llama Susanna, de Brasil, está aquí de paseo con algunas amigas, la presentación dura poco. Se acerca a mi oído y me dice que quiere que le meta toda mi verga por el culo. Eso es demasiado para mi, mi pene se alza como un misil y la pantaloneta parece una carpa, debajo un miembro descomunal palpita, echa semen por el glande gordo como una manzana. Ella se ríe, yo me siento algo apenado, algunas chicas se relamen, la otra gente parece estar demasiado borracha o consumida en la fiesta porque no notan cuando ella baja mi pantaloneta y me arrastra agarrando mi pene como si se tratase de un caballo, hacia la parte de atrás del bar donde hay algunas habitaciones.
Solo pienso en su culo. No traigo las esposas conmigo y es un gran alivio que quiera que se lo meta hasta el fondo sin vacilar, sin tener que someterla. Pobre muchacha, debe tener unos veinticinco años, sin saber que mañana difícilmente podrá caminar.
En la habitación la desnudo rápidamente, no hay mucho que quitar. Ella se agacha, se arrodilla frente a mi y baja la pantaloneta, mi pene al ser liberado, sale disparado y le golpea la mejilla con fuerza, está tan duro, ella lo agarra, lo palpa, necesita cuatro manos, una sobre otra para alcanzar el glande que brilla por mi leche. Su boca caliente relame la punta brillante, veo como resbala por las comisuras de su boca algo de saliva y líquido preseminal, juega con mi pene, abre la boca y se lo mete hasta la garganta, me aprieta con los dientes y sonríe, muerde un poco y yo gimo de placer y dolor.
Se pone de pie, yo estoy consumido en sus tetas, mis manos las aprietan con fuerza, las estrujan a más no poder, luego le doy la vuelta de forma que pueda recostarse contra la pared, me agacho, lamo su clítoris y su ano, huele a sexo, a sudor, sin decirle nada la embisto e introduzco mi pene por su vagina húmeda, es profunda, sin embargo la oigo gemir cuando mi pene toca el fondo, así pasamos un rato, echada de pie contra la pared de la recamara, gimiendo, moviendo su culo en círculos , siento algo de compasión por ella así que le escupo en el trasero y comienzo a dilatar su ano mientras la penetro. No alcanzo a intuir que algo va mal cuando me agarra de los testículos y los aprieta con fuerza, exprimiéndolos, yo me doblo sometido por el dolor y es entonces cuando me empuja hacia la cama, arriba de nosotros hay un espejo grande que deja ver mi pene erecto apuntando hacia arriba, ella se me lanza encima y sé que es el momento, estoy extasiado, los testículos me arden de dolor, mi pene esta tenso, duro, ella se monta encima de mí, agarra mi miembro y busca su ano, sin embargo solo introduce la punta, es una sensación deliciosa, estoy en éxtasis, consumido, tanto que no me importa cuando las otras dos chicas entran a la habitación, una de las amiga rubias, la del culazo se acerca a mi testículos y veo un teaser encendido y chispeando en su mano, apenas puedo reaccionar cuando veo que se quita la peluca rubia y distingo el cabello rojo de la chica a la que forcé a tener sexo anal la semana pasada. Susanna se quita de encima de mí y la pelirroja me descarga ocho mil voltios en los testículos mientras me sujetan entre las otras dos. Lo último que puedo ver antes de perder el conocimiento es un chorro de semen que sale disparado de mi pene y golpea el espejo sobre nuestras cabezas. Algunas gotas caen en mi cara mientras yo veo como el mundo se ennegrece y ellas se ríen.
Poco a poco voy despertando, estoy de pie, inmóvil, unas cadenas retienen mis manos y mis piernas, mi torso lo rodea una gran cadena, cuando bajo la mirada veo que mi pene esta erecto, es la erección más grande que he tenido, debieron haberme dado viagra o algún tipo de medicamento, ya que no es natural. Mi pene está atado con cuerdas de nailon a una tabla de madera que reposa sobre un banco de trabajo. Puedo ver justo al nivel de mis ojos una sierra circular y sobre la mesa un soplete.
Las chicas llegan tres horas más tarde, están vestidas con ligeras batas que se quitan al instante. Ella, Sussana pasa desnuda frente a mi, su cuerpo bañado en aceite, se pasea alrededor mío y siento como mi pene vibra, la pelirroja y la otra mujer están con ella, el aceite cae por sus cuerpos brillantes, veo que todas tienen dilatadores anales. Sé que algo va mal cuando Sussana habla, y dice que todo está bien, que es lo justo, le grito que a qué se refiere, que me dejen ir, que no me hagan daño, sin embargo Sussana está absorta en engrasar una pera anal, un dispositivo bastante extraño, luego de lubricarlo lo introduce por mi ano de golpe, el dispositivo tiene varias varillas metálicas que llegan hasta mis testículos, allí un cable en los extremos se cierra alrededor de mi escroto y aprieta. Veo que la pelirroja tiene en la mano un pequeño control con una perilla que gira solo un poco, entonces siento como la pera anal se abre dilatando un poco mi ano, al dilatarse el cable que rodea ms testículos se tensa, apretando los conductos seminales y causando sólo un poco de dolor. Ella sonríe, entiendo entonces que la pelirroja quiere vengarse de que yo haya violado su ano con mi gran pene. Miles de imágenes sangrientas pasan por mi mente, imagino que van a cortarme el pene y los huevos con la sierra, imagino que van a partirme el culo en dos. La idea hace que tiemble y también que algo de líquido preseminal salga de la punta de mi pene.
-Aún no, perro- dice la pelirroja. Y se acerca por detrás y me patea los testículos con fuerza.
-No me hagas nada, por favor-digo. Pero ella está empeñada en hacerme sufrir.
-Yo sólo intenté darte placer anal, siento que haya sido por la fuerza-
Ella aprieta los dientes y gira la perilla del control un poco más. Entonces la pera se abre más y mis testículos comienzan a quedarse sin oxígeno.
-Yo no vengo a partirte el culo y a arrancarte los huevos, quiero que los tengas contigo perro, quiero que puedas sentir algo de deseo en el futuro, vas a querer follar pero no vas a poder, no vas a tener con que, ya no podrás llenarle el culo de semen a ninguna mujer indefensa.
-Por favor déjame ir. Juro que no volveré a aprovecharme de ninguna chica- digo, pero ella ya ha decidido amputarme el pene, puedo verlo en sus ojos. Mi pene vibra allá abajo, la cabeza del tamaño de una manzana, grande y roja, el cuerpo largo y grueso de mi miembro está apretado bajo los hilos delgados de nylon que intenta romper, la droga que me han dado lo ha llenado al máximo, deben ser unos treinta centímetros o más.
-Ahora que mencionas a las chicas maldito imbécil, he encontrado a cuatro de las chicas a las que les violaste el ano. ¡Entren muchachas!
Cuatro chicas entran en el recinto. Todas vienen desnudas y con dilatadores anales insertados en sus traseros. Voy reconociéndolas una por una, los apretados culos, las tetas descubiertas que brincan a cada paso, no puedo resistirlo, mi pene arde de dolor y el líquido escapa de la punta. La pelirroja toma una regla que una de las chicas ha traído consigo y la pone sobre mi pene.
-Treinta centímetros de pene, es el pene más grande que he visto en mi vida, y es una lástima. Apenas acaba de decir esto cuando se inclina y pasa la lengua desde la cabeza de mi miembro viril hasta la base. Podrás usarlo una vez más, dice. Yo estoy sudando, aterrado por la idea de que la sierra rebane la carne de mi pene, quiero eyacular otra vez, mis grandes testículos cuelgan poderosos, apretados por los hilos metálicos que buscan estrangularlos. La pelirroja toma un marcador permanente y hace cinco líneas cada cuatro centímetros.
-Esta es mi prima Alejandra, es virgen. Le prometí el pene más grande la ciudad para desflorarla. dice la pelirroja. Entonces veo a la chica junto a ella. Es de piel blanca, muslos grandes, un trasero firme. Era la chica rubia con la que bailaba Miguel. Ella se sienta en la mesa de trabajo, abre las piernas y puedo ver su himen intacto y su vagina húmeda. La pelirroja suelta las cuerdas que atan mi pene y me libera de la cadena en mi cintura, entonces Alejandra se acerca y abre las piernas justo frente a mí en el banco de trabajo. Yo empiezo a meterle mi pene despacito, no desaprovecharé la que quizás sea…mi última penetración, mi última eyaculación. Sentir su vagina caliente me excita, mi pene gordo ya ha entrado cuatro centímetros, veo algunas lágrimas, ella gime, se esfuerza por recibir mi gran miembro, otros cuatro centímetros, ya está más húmeda, más dilatada, finalmente hay veinte centímetros de mi gran pene dentro de ella. Nuestros cuerpos sudan, puedo percibir el olor de su sexo húmedo y de su ano. Yo me muevo frenéticamente, quiero eyacular tantas veces como pueda antes de que me lo corten. Toco e fondo de su vagina con mi glande y ella grita de placer y dolor. Eyaculo, una, dos, tres veces hasta que finalmente ella se viene con un orgasmo que hace que los músculos de su vagina se tensen y aprieten mi pene con fuerza. Yo estallo en llanto. Alejandra se pone de pie, apenas puede caminar, grandes cantidades de mi semen resbalan por sus piernas y veo como grandes gotas caen directamente de su sexo. Mi pene se mantiene duro, inmutable, mientras que yo estoy aterrado de nuevo.
-No llores pedazo de marica-brama la pelirroja y me patea los huevos con fuerza. No llores- repite-y se inclina para meterse mi pene en la boca, siento como le da una mordida fuerte. Cuando se retira puedo ver las marcas de sus dientes sobre mi glande rojo. Ya es hora, dice.
Pone de nuevo las cuerdas de nilón para sostener mi pene sobre el banco de trabajo y ata de nuevo la cadena en mi cintura. Estoy inmóvil. Sussana enciende la sierra para madera y el soplete. Me besa intensamente en los labios y dice –lo siento, extrañaré tu gran pene en mi culo-La sierra para madera gira a su máxima velocidad. El soplete calienta al rojo vivo la cuchilla circular y es entonces que entiendo que al cortar, la sierra irá cauterizando mis heridas, el muñón que quede de mi pene. Como desearía que lo hubieran cortado todo de una buena vez, y no hubieran decidido comenzar con el juego sangriento y humillante que aconteció a continuación.
La sierra circular gira al rojo vivo. La pelirroja la mueve ostentosamente de arriba hacia abajo sin llegar a tocar mi miembro. Siento el calor de la cuchilla sobre la carne de mi pene, la piel suda por el calor, el liquido preseminal fluye por la punta de mi glande y sobre la mesa de trabajo. La vagina de Alejandra aún deja caer goticas de mi semen, ella se masturba en una silla, las cuatro chicas que recién entraron se relamen los sexos, se masturban frenéticamente, los gritos de los orgasmos que nunca más serán míos llegan hasta mi.
-Es hora- La pelirroja baja la cierra circular justo sobre la primera marca, la cuchilla gira y va quemando mi carne, va cerrando los vasos sanguíneos y los cuerpos cavernosos para que no me desangre y muera, mientras cercena mi gran glande. Ella lo hace lo más lento posible, sonríe, se pasa la langua por los labios y un poco de sangre y semen le salpican las mejillas. Finalmente baja con fuerza la sierra hasta que esta se clava en la madera. Mi glande, separado de mi pene yace sobre la mesa de trabajo, se mantiene del mismo tamaño original, ya que al ser cauterizado toda la sangre se mantiene dentro de el. La pelirroja lo toma y lo introduce en la vagina de Alejandra, lo pasea por su ano, lo hunde en la oscura cavidad y la muchacha rubia gime de placer, su culo pradito vibra mientras mi glande jugoso entra y sale de su cuerpo. La pelirroja lo deja sobre una tabla que ha dispuesto en la mesa de trabajo.
-¿Menos hombre?- pregunta y todas las chicas estallan en carcajadas. La chica escupe sobre la cabeza cortada de mi pene. Yo me retuerzo de dolor, mi pene quemado mantiene su erección de ahora veintiséis centímetros de largo. Aún soy más hombre que la mayoría. –Vamos a seguir el juego, se pondrá interesante mi ya casi eunuco-La chica sonríe mientras se sube al banco. Juega conmigo, pasa su gran trasero por mi cara, entonces recuerdo su ano violado, la gran violencia de mi pene entrando y saliendo de su ojete sin piedad, aún tiene marcas del desgarro.
-Vas a penetrar a una chica cada vez que te cortemos un pedacito de tu pene- Esta vez estaremos listas para recibirlo, claro, hasta que ya no haya más que recibir. Esta será nuestra venganza Juan, vas a penetrarnos el culo con tu pene jodido mientras lo vamos tajando como a un lápiz. Eyacula en menos de tres minutos y te cortaré personalmente el pene de raíz y machacaré cada uno de tus testículos con mis propios puños. Luego de que acaba de decirme como va a torturarme, se pone en cuatro y libera mi pene de las ataduras, debo penetrarla, pero el muñón es delicado, la carne es mi sensible y arde al contacto con sus nalgas. Al fin logro meterle un poco de mi pene adentro y comienzo a moverme suavemente.
Sin embargo ella quiere torturarme y aprieta con toda la fuerza posible de forma que oigo como el cuerpo cavernoso de mi pene se quiebra en su ano. Grito, grito de dolor, me duele tanto el miembro viril, los huevos me sudan, pesan, siento deseos de follar, de follar bien, y no puedo, pronto, ya no podré nunca. Eyaculo en tres minutos cincuenta. Al sacar el pene de su culo veo como se amorata en lo que es la punta ahora, por dentro debe estar destrozado.
-Siguiente-dice. Una por una las chicas van pasando y repiten el proceso, agradezco que la siguiente chica corte la parte de mi pene destruida por el ano de la pelirroja, el dolor de la ruptura es reemplazado por el dolor de la penectomización. Sussana está a mi lado, su rostro refleja algo de conmoción. Sin que las otras se dieran cuenta ha cerrado y sacado la pera anal que tengo por dentro, y mis testículos están sueltos aunque el alambre los rodee. Ella aprieta mi mano mientras las cuatro chicas cortan sobre las marcas en mi pene, luego se disponen para que las penetre analmente, y finalmente torturan el muñón que queda escupiéndole, dándole bofetadas.
El dolor me lleva a la locura. Mi corazón late con fuerza, ya no soy un hombre, ya no soy un hombre pienso, mientras miro como mi pene se ha reducido a escasos diez centímetros. Los otros veinte reposan sobre una tabla, perfectamente alineados, separados uno de otro, llenos de escupitajos y sangre.
-Hemos decidido dejarte ese micropene para que no te sientas tan sólo, Sussana dice que ama el grosor de tu pene, es una lástima que hayamos decidido destruir tus testículos. No podrás volver a tener una erección. Imagina, tu micropene y tu escroto vacío…vas a volverte una putica en menos de un mes, dice la pelirroja riendo. Las otras chicas ya han salido luego de cercenar una parte de mi pene, así que quedamos solamente Sussana, la pelirroja y yo dentro del recinto.
-Yo ya me voy maldito violador anal- Sussanita se encargara de tus testículos, y tiene también autonomía sobre lo que quede de tu pene, puede que le de por arrancarte el poquito que te queda….Mañana veré en mi mesa un frasco con tus huevos y quizás…con lo que quede de tu pene. La pelirroja toma un cuchillo afilado y abre mi escroto de forma que mis testículos quedan expuestos, los fluidos que contiene mi escroto se riegan por el piso de la bodega, ella calienta el cuchillo con un soplete y luego oigo como corta uno de mis testículos y lo pone dentro de mi ano dilatado.
Su risa me rebaja a una escoria, mi escroto arde, yo grito, temo maldecirla por temor a que me corte el otro huevo o el pedazo de mi pene. Espero a que se envuelva en la bata que traía al principio y salga riéndose. En la habitación quedamos Sussana y yo. Me mira de arriba a abajo, gimiendo de dolor, humillado. Ella es una diosa desnuda, sus tetas firmes, su culo moreno y parado brilla por los aceites y la luz de la tarde.
-Lo siento mucho- Lo siento mucho Juan, dice. Y acaricia lo que queda de mi hombría, basta poner una de sus suaves manos sobre mi erección para cubrir la totalidad de mi actual pene, es tan pequeño, sin embargo el grosor se mantiene, aún es imposible para ella cerrar la mano en torno a el.
-Siento tener que quitarte tus testículos- La pelirroja es una mujer peligrosa, si no se los entrego vendrá por mi, dijo que me arrancaría los pezones si le fallaba. Aún así, me duele mucho que hayas perdido tu gran pene, lo extraño en mi culito, es el pene más grande que me ha dado placer anal.
-Por favor, deja que siga siendo un hombre-ruego, haré lo que quieras por ti, te serviré como un esclavo, tan solo, deja que conserve ese huevo... y no me quites este pedazo de pene que me queda.
-No, no puedo…yo…-
-Debe haber algo que puedas hacer…-
Ella piensa, pasea frente a mi con el cuchillo ensangrentado. Mi testículo restante lleva cerca de una hora expuesto, el cordón espermático están más estirado de lo que debería…y pensar que a ella le bastaría un movimiento ágil para castrarme definitivamente ¿por qué no lo hace?.
-Hay algo…- ella camina hasta el fondo del recinto y entonces veo una camilla que ha estado allí, oculta entre las sombras mientras era penectomizado.
-Este es tu amigo, Miguel- dice. tardo un poco en darme cuenta de que en verdad se trata de Miguel, está desnudo, dormido por el trago y los sedantes. Ella me cuenta que la pelirroja follo con el gran parte de la noche, y que tenía pensado jugar con su hombría al igual que lo hizo con la mía. Veo que recibió las mismas drogas que yo, ya que su erección es potente pese a que está noqueado. Sus testículos son medianos, su pene debe medir unos dieciocho centímetros de largo, con un grosor promedio. Voy a llevarle sus genitales a cambio de lo que queda de los tuyos…a menos que decidas lo contrario…dice ella.
Eso me hela la sangre, Miguel es un buen hombre, un buen amigo. ¿Seré tan egoísta como para decidir salvar el muñón que tengo por pene y el testículo que me queda a cambio de la hombría completa de Miguel?
-Es una decisión difícil, pero yo preferiría mil veces tu pene cortado, al pene corriente de este hombre…si lo decides, puedo hacerte mi servidor anal, tu me darás placer anal cuando te lo pida, sé que tu pene me servirá, no hay uno más grueso, aunque sea igual de largo al pene de un niño… Es lo que puedo ofrecerte, ¿lo tomas o lo dejas? –dice Sussana y pone el cuchillo afilado sobre mi erección.
-Córtaselo- digo.
-Es la última vez que me ordenas algo Juan- dice, y luego toma el cuchillo y con un golpe violento corta el pene de Miguel. Luego corta algunos centímetros de la punta de forma que queda un cilindro de carne de diez centímetros, similar al mío.
-Debo cortar ambos testículos, o el hombre se volverá loco. Si le dejo el huevo derecho encloquecerá al no poder masturbarse- diciendo eso, abre el escroto de miguel y sustrae sus dos huevos.
Lo que sigue son horas de hospital y costuras en mi escroto y el de Miguel. Ella llama a una ambulancia anónimamente y vienen a buscarnos a la bodega. Los paramédicos están conmocionados al hallar a dos hombres penectomizados y castradados, yo parcialmente. Tardo cerca de un mes sanar, Miguel no ha vuelto a salir de su casa, yo no le daré ninguna explicación. Sé que ella me espera en el bar, Sussana, la morena del culo delicioso y el cuerpo trabajado, ella estará allí y yo debo cumplir, servirle tal y como hemos acordado.
Ella me ofrece su ano, el sexo anal es el pacto que me permite seguir siendo un hombre y también, la obsesión por la cual perdí dos tercios de mi pene y mi testículo izquierdo. Sussana me da su cuerpo cada noche, suda, cabalga sobre mi, deja que la trate como una perra aunque sabe que yo soy su subordinado, su esclavo, yo no rompo el pacto, penetro su culo cada vez que puedo y la hago gemir de placer mientras la violo analmente…
Relato por: J. RIvada
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