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Alexa era una joven delgada de cabello negro, ojos casi rojizos y sonrisa coqueta que se enmarcaba con las pecas de sus mejillas. Era lesbiana. Pero había momentos en los cuales creía que era asexual. Ella se sentía frígida. Jamás había experimentado un orgasmo. Ni masturbándose. Era un problema que acababa con sus relaciones. Para ella era normal no tener una culminación, le gustaba excitarse y ya. En cambio a cada una de sus ex en sus momentos, le dijeron las mismas cosas, solo que en diferentes palabras, palabras que se resumían en lo mismo: No me amas tanto como para venirte conmigo.
Y no es que Alexa fuera una puritana. Ella había intentado todo: Penetración con arnés, sexo anal, estimulación del clítoris, sexo oral, sadomasoquismo, pero nada funcionaba. Fue entonces, que año y meses después de sequía apareció Astrid: Una chica alemana que se había mudado enfrente de su departamento. En cuanto la miró, algo vibró dentro de ella. Era alta, de complexión robusta, pero con cintura, piernas fuertes, senos grandes y un trasero que hacía voltear a todos.
Astrid, también miró a Alexa. La miró un día que hacía tanto calor, que ambas salieron a su respectiva terraza. Ella le ofreció una cerveza. La blusa de Alexa estaba transpirada y se notaban algunas pecas de su pecho, lo que la hizo pensar cuantas pecas más tendría por el cuerpo. Una imagen le llegó a la mente, imaginándose recorriendo cada poro de su piel. Esa tarde, hacía demasiado calor. -¿Por qué no vienes a mi piscina?- le dijo Astrid. -¿Tienes piscina? Siempre pensé que ese departamento tenía más cuartos- -No, yo lo escogí para tardes calurosas como esta. Sabía que este país tiene un clima horrible- -Entonces, con todo gusto acepto tu invitación-
El calor hizo que ambas estuvieran demasiado tiempo nadando. Alexa, llevaba un traje de baño completo. Astrid en cambio, llevaba un bikini que no dejaba nada a la imaginación. Alexa entró al cuarto para cambiarse y Astrid la siguió, quitándose el bikini sin pudor. No pudo contenerse más, y desnuda, se acercó a los labios de aquella mujer. Alexa inhaló el perfume de su piel, antes de sentir sus labios. Sus besos eran dulces, pero pasionales al final. Le metió lengua con timidez y Astrid la recibió en su boca, jugando con ella succionándola suavemente, mientras sus manos le quitaban el traje de baño. Se tumbaron al piso con desesperación. La alemana le recorrió los senos, contando mentalmente las pecas que iba probando mientras que Alexa le recorría las nalgas y las apretaba. Astrid bajó a su entrepierna y le pescó el clítoris con los dientes, sin morder.
Su lengua enorme le paseaba en círculos, jugando con los labios menores y haciéndole el alfabeto, cosa que jamás le habían hecho. Alexa comenzó a mojarse a tal grado que sentía dilatarse de todas sus cavidades. Los labios gruesos de Astrid eran mágicos. Y se estaba impacientando por sentir sus dedos largos y gruesos –Mete tus dedos, por favor- Sin pensarlo, subió a besarla apasionadamente a la vez que le metía dos dedos, Alexa gimió con fuerza y comenzó a sentir mucho calor. Un calor que no entendía. Esas falanges le estaban recorriendo el famoso punto G que nadie había logrado encontrar, ahora estaba enorme. Cambiaron de posición sin despegarse. Estaban sentadas. Alexa se comía sus pezones sabor a caramelo mientras Astrid seguía introduciendo los dedos y mordiéndole los hombros. Fue entonces, que Alexa quiso parar porque sentía que iba a orinarse – Creo que estás tocando la vejiga, para por favor, no quiero hacerme encima- -No me importa- dijo mordiéndole la oreja y susurrando – orínate aquí, orina en mí, no me importa, no voy a parar ahora- con esas palabras Alexa se dejó llevar, sintiendo como la energía de todo su cuerpo se centraba en su vagina, como una explosión, algo caliente bajó hasta su entrada. Pensó que se había orinado, pero Astrid sonrió. –Haces squirt. ¿No sabías?- -No…la verdad nunca me había venido…Eres, eres la primera…- Alexa se ocultó en el cuello de la alemana. –Quizás no lo habían hecho bien o quizás es porque me estabas esperando- la besó lentamente, y se quedaron recostadas en el cuarto de sábanas.
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