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Mi chico –llamémosle Alex– me describe como una mujer potente. Superé los treinta hace un par de años, pero sigo manteniendo la frescura de una veinteañera. Al menos eso es lo que me dice…
Vivo con él desde hace 6 meses, creo que es el hombre de mi vida y el único problema que hemos tenido lo ha originado una de mis dos ocupaciones: Técnica de Marketing y Tester de juguetes eróticos. ¿Adivinas cuál quería que dejase?
Las discusiones comenzaron hace 3 semanas aunque es algo que lastraba la relación desde que le confesé que también me dedicaba a esto.
Mi ex tiene dos sex shops y fue el que me introdujo en la vida de tester. De hecho, aún hago algún review de productos para sus tiendas. Alex nunca aceptó esto pero era tremendamente tímido como para decirlo directamente, por eso saltaba con la excusa clásica del “¡Pero si ya tienes un trabajo de verdad!”.
Desgraciadamente, la semana pasada me despidieron de la empresa en que trabajaba como Técnica de Marketing… ¡justo después de rechazar una cena a solas con el mánager! (La típica de “sólo vamos a hablar de trabajo”). Y, por supuesto, esto empeoró la situación en casa… Hasta que –una vez más– un LELO puso la sal y pimienta que necesitaba mi vida.
La primera fue en el cumpleaños de Alex, un 18 de octubre de 2013 (fecha en que también me dijo que me quería hacer su novia). LELO acababa de sacar un vibrador al mercado y fue uno de los que llegaron a mi casa ese mismo día. Hasta aquel momento creía que ya lo había probado todo. Al menos, eso pensaba hasta que otro envío aparecía en mi puerta… Recuerdo que esparcí cinco cajas sobre el edredón de mi cama, mientras encendía la calefacción. No me veía muy sensual con el pijama, por lo que decidí ponerme a gusto. Saqué todos los vibradores, me senté al lado y fui encendiéndolos uno a uno como el que se pone a prender cerillas para pasar el rato. Estaba agobiada, no sabía cómo decirle a Alex que también me dedicaba a esto…
Tenía que concentrarme. Miré al techo, respiré profundo y cuando bajé la cabeza descubrí que uno de los juguetes era, de algún modo, muy distinto al resto. Lo cogí. Como todos los LELO no tenía forma explícita de verga y su parte insertable era algo más corta que la palma de mi mano: como sabes, era un tamaño medio pero comparado con el resto se hacía pequeño.
No lo pensé más, me embadurné en hidratante y lo puse a la máxima potencia. ¡Dios, cómo ruge! –pensé–. Lo posé levemente sobre mi clítoris, mientras me acariciaba los labios y hacía tímidas incursiones en la vagina. Todo empezaba a fluir. LIV 2 “crecía”, él sólo se metía y –poco a poco– abría hueco. ¡Cada minuto lo notaba más grande!
Aquello era otro nivel, distinto y superior al clásico “estoy húmeda”. El vibrador ya se había sumergido en mi interior, así que volví a usar mi mano para redondear la faena, haciendo largos círculos alrededor de mi ya abultado clítoris. Todo mi cuerpo se encontraba vibrando armónicamente, por dentro y por fuera. Todo era placer, pero no sentía que el orgasmo fuera a llegar de forma sencilla. ¡Qué equivocada estaba! Empecé a fantasear, giré el vibrador como si me estuviesen montando estilo perrito y presioné la punta contra la pared de mi vagina. Me notaba llena. En mi cabeza sólo aparecía Alex, mi cuerpo convulsionaba y la piel se erizaba. Mis piernas se querían cerrar, pero no las dejaba. Era apabullante, ¡no podía aguantar más!
Durante una pequeña eternidad, únicamente escuché la vibración del juguete, el flujo con él y mis últimos maullidos de gata satisfecha.
Sé que muchas probadoras no estarán de acuerdo y aunque también es verdad que hay otros juguetes que son maravillosos, nunca he encontrado tanto placer como con este. Lo cómico fue que no pude hacer la reseña en aquel momento porque ¡olvidé alternar los modos de vibración! Lo trágico, que no le conté a Alex que era tester hasta que se vino a vivir conmigo.
Como te decía, la situación en casa era caótica… hasta hace un par de días.
Llegó de la oficina, hablamos durante un rato de nuestros problemas y le propuse una solución: –ayúdame con el único trabajo que me queda –dije con una voz dulce–. Noté la risa nerviosa del que quiere, pero no sabe reconocerlo. Me hice fuerte: –¿Sabes qué vas a hacer?… Te voy a dar un vibrador, me vas a atar a la cama y lo vas a pasar por todo mi cuerpo como te venga en gana.
Creo que vio abiertas las puertas del cielo.
Como ya te imaginas, ese vibrador era LIV 2. No sé si continuaré muchos años como tester, pero ahora estoy segura de que Alex y yo vamos a pasarlo en grande.
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