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~~X me pidió que la acompañara a un sex-shop porque deseaba comprarse un consolador que tuviera un vibrador para el clítoris. Me entusiasmó la idea y la lleve a una tienda en el centro de la ciudad, donde pudo adquirir un poderoso artefacto de color azul transparente, que cumplía todos sus requerimientos y nos dirigimos a su departamento para probarlo de inmediato.
Cuando estuvimos desnudos y en su cama, luego de un corto preámbulo comenzamos a jugar con el aparato. Su apetito sexual me tenía muy excitado y una vez que dominé los controles del robot se lo introduje en su vagina, dejando el vibrador en forma de delfín acariciando su clítoris.
Apenas comenzaron los movimientos ella se estremeció completamente y comenzó a soltar grititos y gemidos. Como tenía muchas funciones o cambios de ritmos, comencé a recorrerlos uno por uno, mientras X ya se retorcía en la cama disfrutando su juguete y la calentura que le producía que yo mismo le propinara esos masajes eléctricos.
Era de tal magnitud su calentura que bastó que le acercara levemente mi miembro duro y parado, para que ella se abalanzara sobre él y comenzara a chuparlo desesperada, atragantándose toda mi carne.
Me encanta que haga eso, y esta vez la tenía atrapada con su juguete bien metido y masajeando su clítoris y mi verga bien dura repletando su boquita hambrienta.
En realidad no necesitaba mover mi mano en que tenía el consolador porque las vibraciones eléctricas hacían todo el trabajo, mientras X se relamía con mi miembro que mostraba su agrado por la calentura del momento.
Con mi otra mano yo acariciaba su cabeza, sus cabellos y la empujaba a tragarse su dosis, como le gusta a ella.
Y haciendo todo esto al mismo tiempo, suavemente, cuidadosamente comencé a deslizar un dedo en su ano. No hubo ninguna resistencia al comienzo, porque ella conoce ya mis intenciones de comerle el culito y además lo disfruta, por lo que pronto tenía a mi negra rica y caliente penetrada por su vagina con su poderoso consolador, su clítoris recibiendo un masaje eléctrico feroz, su culo llenito con mi dedo hasta el fondo y su boca repleta hasta la garganta con mi falo bien parado, duro y caliente. Sus gemidos eran considerables y su entrega me calentaba aún más, no pude evitar agarrarla firmemente con mis manos en movimiento e iniciar un balanceo pélvico sobre su boca, haciendo que recibiera toda mi energía. Esos fueron unos instantes de mucho placer, mucho morbo, estoy seguro que ella disfrutó intensamente esa atención a todas sus zonas erógenas al unísono, me lo confirmaban sus gritos sofocados, sus gemidos, sus convulsiones, su sudor y sus jugos vaginales que brotaban descontrolados.
No sé cuánto rato estuvimos así, pero no lo olvidaré nunca.
De pronto sentí la necesidad de metérsela entera y me puse de pie en la orilla de la cama masturbando mi verga y esperando. Ante esa señal, ahora ella comprende inmediatamente mi deseo y se ubica en el borde, ofreciéndose de rodillas para ser penetrada, en un gesto muy femenino, mirándome hacia atrás con una expresión perdida en el placer, que me encanta y alienta a tomarla de sus caderas, ubicar mi pene en su vagina y deslizar poco a poco toda su extensión en su interior húmedo y apetitoso.
Estábamos sumidos en un momento muy caliente, mis impulsos tenían un fuerte ritmo y a juzgar por sus quejidos, su sudor y entrega, ella estaba disfrutando toda mi energía.
Yo estaba muy concentrado porque no tenía intenciones de terminar todavía. Toda la escena del consolador me tenía muy excitado aún, pero tenía deseos de experimentar otra experiencia, entonces quise tomarla de los brazos para en esa misma posición seguir bombeando, pero ella no se sintió cómoda o sencillamente no me entendió y al hacer un movimiento se fue deslizando hacia adelante llegando con su cabeza hasta la cama, con su culito parado y sus delgadas muñecas quedaron atrapadas en mis manos a un costado de sus caderas. Entonces la retuve, apretando fuertemente y aprisionándola mientras seguía penetrándola con fuerza, en toda la extensión de mi dura erección. Ella gemía con placer y de pronto abrió sus manos que tenía empuñadas y se agarró sus nalgas, abriéndoselas y ofreciéndome toda su carne, toda su cueva ardiente, húmeda y hambrienta.
Eso me gustó mucho, disfruté demasiado tenerla aprisionada de sus delgadas muñecas mientras la clavaba hasta el fondo. Sentir su deseo y entrega simbolizada en su sumisión y su ofrecimiento que hacían sus manos para mí en ese instante de desenfreno, de gritos, de quejidos orgásmicos.
Sin soltar sus muñecas, golpeando mi cuerpo contra su cuerpo, penetrándola, dando rienda suelta a nuestros gemidos, llegué al límite de mis fuerzas logrando al fin a un delicioso orgasmo, lleno de verdadero placer.
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