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Pelirroja... peligrosa (4ª parte)

Después de mi sesión de sexo con Silvia, y sin casi ni tiempo para comer, me largué de su casa a darme una ducha en mi piso, casi sin tiempo. Me marché con un beso muy largo, casi en pago por los estragos que había hecho en su trasero. Apenas podía andar, y se sentaba de lado con gestos evidentes de incomodidad. Me acompañó requeando hasta la puerta.



- Joooder... cómo me duele... me duele como si me lo hubiera quemado. - Las compresas frías la aliviaban, pero poco rato. Estaba vestida con una bata y sus braguitas. Cuando nos despedimos la acaricié un poco y le apreté una nalga, pero ella apenas sonrió. Sólo cuando la besé yo la abracé pidiéndole perdón y besando su pelo, la sentí temblar entre mis brazos y besarme el cuello.



Abrí la tienda absolutamente derrengado. Me sentía un poco mareado, y me dolía un poco la cabeza. Lo que más me apetecía era dormir a pierna suelta una semana entera por lo menos. Afortunadamente era un día bastante tranquilo, uno de esos viernes por la tarde soporíferos. La tarde se desgranó, con parsimonia, hasta que llegó la hora del cierre, ya de noche. Mientras tomaba un café en el bar de al lado llamé a Silvia por el móvil.



- Hola, Silvia.



- Hola, C***.



- ¿Te apetece salir un rato a dar una vuelta? - No es que me hiciera mucha ilusión salir con ella, además juro que esa noche no tenía nada de ganas de sexo. Notaba el nabo hirviendo, y me hacía daño hasta el roce del slip. Lo digo para que juzguen adecuadamente lo que ocurrió después.



- Ufff... no... estoy bastante dolorida... no, prefiero quedarme en casa.



No insistí más. La volví a pedir perdón, y me despedí. Así que era viernes, estaba agotado y encima no tenía a nadie para dar una vuelta, salvo que llamara a los colegas que sin duda me harían beber hasta caer al suelo. Salí del bar y de camino a casa paré en un chino a coger algo de cena. Y ¡caramba con quién me encuentro! ¡Nada menos que mi cuadrilla al completo, que iban a celebrar no sé qué y que me habían estado llamando a casa toda la mañana (mi móvil es de la empresa y no lo uso para cosas personales... bueno, aparte de la llamada a Silvia hace un rato). No supe qué decirles y...



... A las seis de la mañana salíamos Nacho y yo del -----, uno de los garitos de moda, con un pedal de aquí te espero, dando bandazos y diciéndonos mutuamente lo mucho que nos queríamos y que tú y yo, amigos de verdad. Nacho es un chaval grande... pero grande, grande. Medirá como un metro ochenta y cinco, y pesará ciento diez kilos por lo menos, pero ciento diez kilos de puro músculo. Tiene unos brazos como jamones, y la misma inteligencia que un jamón, también, no es por ser tópico, pero un chico un poco lento, ... simpático, buena gente, pero cortito. De todas formas el chaval es cierto que llama la atención de esas chicas que se dejan impresionar por los musculitos, y gracias a ello yo, borracho perdido, estaba parloteando ahora en la puerta del local sin mucha coherencia con una chavalita rubia a la que se veía a la legua que estaba aburriendo de lo lindo y que sólo me soportaba para ayudar a su amiga a ligarse a Nacho. Mi recién coronado mejor-amigo-de-toda-la-vida se dejaba hacer, porque la amiga de la rubia estaba muy rica.



Cuando se acabó mi repertorio de chorradas de borracho me callé y miré a mi alrededor para ver... ¡joder! ¡Nada menos que a Nuri y a Marga, las amigas de Silvia! Ellas me vieron inmediatamente, y como también iban bien azufradas de cubatas, se acercaron sonrientes a tope y cariñosas a más no poder. Nacho dejó a la amiga de la rubia para conocer a mis dos repentinas acompañantes.



Cuando Marga, la pequeñita, vio a Nacho se quedó bastante impresionada. Así que empezamos a charlar y nos fuimos a un local que cerraba bien entrada la mañana. Allí seguimos tomando (aunque yo tenía que conducir, así que me bebí un par de tónicas para intentar al menos recuperar la coordinación mano-ojo y poder abrir la puerta de mi piso), pero las chicas y Nacho se lo estaban pasando de miedo y no paraban de insuflarse copas. Salimos del local ya casi a las diez, yo un poco más sobrio, y los otros tres figuras con una castaña como para salir en la tele.



El caso es que yo quería ir a casa, y así se lo dije... ¡buena la lié! Soy uno de los pocos de la cuadrilla que tiene casa propia... y me di cuenta de mi error en cuanto se me ocurrió comentarlo. Los tres se pusieron como locos por que fuéramos a mi casa a terminar la fiesta. Por más que insistí, no pude disuadirlos, sobre todo cuando Nacho me dijo en un aparte que le hiciera el favor de llevarle a mi casa para que pudiera tirarse a Marga, o que le dejara el coche al menos. Como mi coche es sagrado, al final me resigné: le dije pondría un par de copas y un poco de música, les dejaría solos paras que follaran a gusto, llevaría a Nuri a casa, y luego entraría sin hacer ruido en mi habitación y les dejaría dormir toda la mañana del sábado... ¡pero sólo hasta la hora de comer!



Lo pienso ahora y es que tenía que estar todavía muy borracho para haber hecho semejantes planes. Juro que yo entonces sólo quería coger la cama y dormir hasta la noche siguiente. Así que cogí el coche, y muy despacito conduje hasta casa, lo metí en el garaje, y con los tres calaveras que me seguían subí a mi casa.



* * *



Entré en casa y dejé pasar a Nacho y a las chicas. Mi casa está bien, y la tengo semivacía porque me sobra mucho sitio. El salón es muy abierto y grande, y solo tiene un sofá, la tele, el equipo de música y una alfombra enorme que ya estaba en el piso cuando lo alquilé. A un lado del salón está la cocina, justo junto al hall, del que, a través de un arco, se entra al salón. En ese mismo lado una barra separa la cocina de la sala de estar, y a los otros tres lados se abren otras tantas puertas que dan a dos dormitorios grandes (cada uno con un baño) y una terraza bastante amplia, respectivamente.



Las chicas, borrachas como cubas, se descalzan y empiezan a bailar mientras Nacho pone algo de música, un poco alta. Yo voy a la cocina y preparo tres copas.



- ¿Tú no bebes? - me pregunta Nuri, sonriendo y formando esos graciosos hoyuelos en las mejillas. El pantalón rojo que lleva le sienta fenómeno, y baila muy bien. Así que encogiéndome de hombros sirvo un poco de whisky y coca cola en un vaso y me pongo a bailar con ellos.



Nacho y Marga enseguida se empiezan a comer la boca, y aprovecho para poner un poco de música lenta (no sé lo que pongo, de verdad, Van Morrison creo). Nuri y yo no sentamos, charlamos... La miro a esa carita que tiene, a sus hoyitos, a su pelo rubio, a sus ojos marrón claro... y termino enrollándome con ella en el sofá.



Se nota que a la tía le va la marcha, porque me come la boca como si nos fuéramos a morir mañana. ¡La leche! Su lengua parece poseída, se menea por mi boca sin parar, cuando se para la tía me muerde y me tira de los labios. Estamos intercambiando saliva como cinco minutos cuando me tocan en el hombro.



¡Joder, pego un brinco de la hostia! Es el jodido Nacho, que me hace señas con la mano de Marga agarrada. Pero mira que es cortito, es tío. Sin parar de darme el lote con Nuri, le señalo a una de las habitaciones, y los dos se meten para dentro... Marga es como la mitad de Nacho, o menos... la va a destrozar.



Pero yo vuelvo a lo mío. Nuri quiere más caña, así que además de comernos la boca la empiezo a magrear la espalda y el culo... lo tiene prieto prieto, firme, como tiene que ser un culo, para entendernos... la verdad es que está buenísima, porque noto sus tetas apoyadas contra mi pecho y son también grandes y duras. Yo creo que en mi vida me he enrollado con una tía que estuviese tan buena. Y ya era hora, la verdad.



Nuri se acomoda encima de mis rodillas y mientras me besa me desabotona la camisa (aún voy vestido con la ropa del trabajo), mientras yo me saco los zapatos como puedo. Cuando se quita la camiseta veo su sujetador color morado, lleno a rebosar de unas tetas redondas y abundantes. Lo desabotono como puedo (confieso que no es mi especialidad), y libero sus impresionantes ubres. Son grandes, pero sostienen firmes y con una forma redondeada, tetas de adolescente. Se les nota la marca del bikini, porque están bastante blancas, haciendo que destaquen más sus pezones color marrón, duros a más no poder.



Me las como a bocados, disfrutando de su sabor y de su dureza. Las magreo, las sopeso, las aprieto y me lleno de su tacto y su tersura. Paso una mano por su espalda y empiezo a bajar hasta el culo, que tensa su pantalón. Ella me acaricia la cara, me besa la nuca, el cuello, los hombros, a toda prisa, espoleada por la urgencia de la excitación. De repente se baja de mis rodillas, y mirándome a los ojos se desabrocha el pantalón, deslizándolo por sus piernas, descubriendo unas braguitas moradas y empapadas. Con voz un poco entrecortada me pregunta:



- ¿Tienes un condón? - digo que sí con la cabeza y saco la cartera torpemente, pudiendo apenas sacar un preservativo. Casi se me cae de lo que me tiemblan las manos, y es que en serio les digo que Nuri está buena, buena, buena. Sólo de pensar en que me la iba a comer enterita me ponía al borde del orgasmo.



- Póntelo, por favor - me dice, apartándose un mechón rebelde de su melena que le cae sobre los ojos. Me bajo los pantalones y el slip, me saco el miembro, abro el condón y me lo pongo, observando que ella mira golosa mi polla, que a pesar del tute de la mañana está bien tiesa, lista para la acción. Cuando lo tengo dispuesto la miro otra vez, ella se baja las bragas dejando a la vista un coño peludo, de vello color oscuro pero bien recortado. Con cuidado se acerca a mi nabo mientras yo la espero sentado con mi mango listo apuntando al techo, lo coge y lo dirige a la entrada de su chochito. Despacio, se va bajando y metiendo mi polla hasta que posa su culo en mis muslos.



- Aaaaaaaaaaaah... - gime bajito, y esconde la cabeza en mi cuello. Su cuevita es suave, y siento las paredes de su vagina, rosadas y babeantes, que apresan mi polla con un abrazo relajado pero firme. Ella comienza a subir y bajar, y me lleva al paraíso. Se mueve la hostia de bien, y contrae y relaja su vagina para ir casi manipulando mi nabo. Apoyadas las manos en mis hombros, sube y baja moviendo el culo en círculos, y me invade una sensación maravillosa... ¡qué bien lo hace esta chiquilla! Yo mientras me dejo follar, sobeteando bien sus tetas que cuelgan a la altura de mi cabeza, y no pierdo ocasión de magrearle el culito duro y respingón que tiene, con un tacto increíble, de melocotón, firme, prietito y cubierto de unos pelitos finos, casi invisibles, pero que cuando los acaricias se sienten estupendos. ¡Que cuerpazo!



- Mmmm.... mmmm... - Ella gime con la boca cerrada, mordiéndose el labio, muy bajito, con la frente contra la mía, sacudiendo la cabeza y el pelo de vez en cuando. Estoy echando un polvazo con un yogurín de dieciocho años que folla como una diosa. La sobo bien sobada por todos sus rincones, impregnándome de su olor a colonia y a sudor, frotando con mis manos su espalda y sus costados, sus tetas, su culo, sus muslos firmes, y dejo que ella se entierre en mi polla, se empale el coñito dándome placer.



Entonces pasa algo. Suena el teléfono, que está en una mesa junto a la tele. Los dos nos paramos, ella sentada en mis rodillas, apretando mi polla con su coño, y yo totalmente desorientado, con la sensación de calor que noto en mi nabo, y la súbita urgencia por coger el teléfono, que sigue sonando.



Nuri se saca mi polla y se sienta en el sofa, y mi polla reluciente de jugos se encuentra de repente huérfana al frío aire de mi casa. Aguantando una maldición, cojo el teléfono.



- ¿Dígame? - casi grito cuando contesto.



- ¿C**? ¿Eres tú? - ¡La madre que me... es Silvia! Casi se me baja de golpe la erección. Miro a Nuri, que está desnuda recostada contra el sofá con los ojos cerrados, y empiezo a maldecir en mi interior.



- Sí, soy yo. ¿Qué ocurre? Me has despestado, Silvi. - Espero que eso justifique un poco mi rugido al contestar.



Silvia parece que se contenta con la explicación, y me cuenta un rollo patatero que apenas escucho, porque en realidad estoy mirando con deseo el cuerpo desnudo de Nuri, que no se mueve. Al final termino diciendo que sí a una cena esta noche, y me despido después de aguantar unos minutos su cháchara.



Cuando cuelgo el teléfono me miro la polla, y la veo medio caída, con el condón colgando como una tripa de cerdo, flojo y arrugado, goteando flujos casi. Me sacudo la polla unas cuantas veces para que se levante y me acerco a Nuri... que está dormida.



* * *



Otros, en mi lugar, hubieran optado por llevarla a la cama y dejarlo correr... al fin y al cabo, son cosas que pasan. Pero es que yo llevaba hambre atrasada, lo juro, la racha que estaba pasando era cosa de no perder, porque ya hacía meses de mi último casquete antes de conocer a Silvia. Una buena temporada sin mojar y ahora, en unos días... Además, estaba medio borracho, excitado como un verraco y con el condón puesto, con una tía bien buena desnuda y mojada delante. Ya les dije que no entraba dentro de mis planes terminar así pero... en fin, uno no es de piedra.



Traté de despertarla, pero estaba demasiado bebida. Una vez más pensé en llevarla a la cama como un buen chico, pero entonces la miré... y me puse burrísimo. No iba a perder un polvo porque esta niñata se hubiera quedado tiesa de la borrachera. La volteé sobre el sofá, y la dejé boca abajo, con las rodillas apoyadas en el suelo, un poco abiertas, y el torso en el asiento. Así se sujetaba bastante bien, y además tenía el culo en pompa.



Era un culo... joder qué culo. Firme, tieso, redondo, con dos nalgas carnosas, un poco rojito junto a la raja. Era moreno, pero blanco donde se notaba la marca del bañador. Por abajo asomaban los pelitos y el bulto de su coño. Le separé los glúteos con cuidado, esas montañitas de carne tan suculenta, y miré su hoyito trasero cerrado y marrón, con algunos pelos alrededor, arrugadito y fruncido. Aunque me apetecía metérselo por el culo, tampoco era plan de despertarla porque tenía pinta de que nunca se lo habían metido por ahí y podía haber más que palabras. Dejé que se cerraran las nalgas, y le di un cachetito, escuchando el ¡paf!. Ella se quejó en sueños, pero no hizo gesto alguno.



Bajé hasta su chochito abierto, rosado y apetitoso, una fruta madura, rojo como una fresa y seguro que igual de dulce. Le separé los labios y miré la abertura, húmeda, parecía un coral. No me iba a perder en florituras. Tenía ganas de enchufarle la polla, descargar y dormir. Así que sin más miramientos se la fui metiendo, sin ninguna dificultad, dentro del coño hasta el fondo.



- Mmmm... - volvió a gemir, pero sin moverse, la muy guarrilla. La agarré del pelo y empecé a bombear, zas, zas, zas, a todo lo que daba. Golpeaba su culo con mi cintura, haciéndolo sonar y disfrutando la hostia. Notaba una sensación riquísima en la polla, dentro de ese coñito, y empecé a hablar en voz baja.



- Toma, guarra... toma... ¿quieres polla, zorra?... - Lo acompañaba de cachetes suaves en las nalgas y apretones, enviones bien fuertes y magreadas en las tetas que tenía apretadas contra el sofá. Ella solo gemía de vez en cuando, y eso me excitaba más. Terminé cabalgándola como un salvaje, metiendo mi polla en su coño a todo trapo con un "¡plop, plop!" bastante audible, notando el calor de sus jugos resbalando por mis piernas... la muy puta estaba gozando también.



Me corrí con varios chorros, tan fuertes que por poco me sacan el condón de la polla. Salí, jadeando, y vi su coño bien abierto y rezumando flujo. Ella respiraba un poco más rápido, y gemía un poco. Aunque me había corrido bien, mi polla no se bajaba, así que me quité el condón y decidí metérsela a pelo.



¡Joder qué placer! La sensación de mi polla en su vagina se multiplicó, y mientras se la metía y la sacaba supe que me iba a correr enseguida. Empecé un dos, un dos, a largarle enviones bien fuertes, bien adentro, mientras la cogía de las tetas y la incorporaba, pegando su espalda a mi pecho. Se la metía con saña, y ella ni reaccionaba siquiera más que con unos gemidos y un hilillo de baba que le caía de la boca. Noté que estaba por venir, y entonces decidí realizar una de mis fantasías.



Le saqué la polla, bien mojada y brillante de jugos, y cogí a Nuri y la tumbé boca arriba en el sofá. Sin dejar de meneármela, me encaramé en el sofá con las rodillas a ambos lados de su cabeza, y apunté mi polla a su boquita entreabierta. Cuando la notó en sus labios, no hizo nada, así que metí el capullo en su boca... ¡y la muy puta empezo a succionar! Con un placer increíble, empecé a largar semen dentro de su boca, mientras ella chupaba



-Chup... chup... - hacía con la boca, la muy guarra, y yo gocé como nunca de una corrida. Cuando saqué la polla, ya fláccida, con un ruido húmedo, estaba cubierta de saliva, y de la boca de Nuri, por sus finos labios rosas, se escurría una gota de semen. Con un dedo la recogí y la metí en su boca... ¡y ella empezó a chuparme el dedo!. Lo saqué, y ella seguía con la boca entreabierta.



Me senté en el suelo, totalmente seco y con la polla reducida a un colgajo arrugado. Ni mirando ese culito respingón conseguí que mi polla reaccionase. Lamento no ser un semental y no poder contarles que me la tiré en doscientas posiciones, pero realmente dos polvos seguidos es para mí una marca considerable, teniendo en cuenta las circunstancias.



Supongo que mi deber era llevar a Nuri a la cama, pero estaba sin fuerzas, así que medio la llevé medio la arrastré a la cama, la tiré encima desnuda como estaba, sudada, manchada de sus propios caldos, la tapé con una manta y yo me tumbé a su lado.



* * *



Abrí los ojos y parpadeé por culpa de la luz de la ventana. Miré el reloj de la mesilla. ¡Las seis y cuarto de la tarde!. No fue hasta que me incorporé que vi el cuerpo desnudo de Nuri a mi lado, además de un dolor de cabeza nada placentero, y un considerable malestar de estómago. Todo lo que había ocurrido la noche anterior regresó a mi cabeza sin preocuparse de llamar antes ni de saber si estaba ocupado. Me quedé atontado, y decidí refrescarme un poco la cara. Cuando fui al baño me miré en el espejo y lo que vi no me gustó nada de nada. Tenía unas ojeras de medio metro, la barba desarreglada, despeinado por completo, y con unos bonitos chupetones amoratados por todo el cuello.



Me escocía bastante la polla, además. Después de dos días, la tenía escoriada, con manchas rojas, y me dolía con solo cogerla. Así que me puse el albornoz, con cuidado de no tocarla demasiado, y salí a... bueno, a desayunar a la hora de la merienda. Y al salir de mi habitación, vi a Marga y Nacho tomando café, o colacao, en la cocina.



Esa es otra. La puta Marga es una víbora... y fijo que no tarda un minuto en irle con el cuento a Silvia. Me miraba, colorada como un tomate, en un silencio embarazoso, rehuyendo mis ojos, mientras Nacho intentaba mantener una conversación... qué cortito es el chaval.



Se avecinaba tormenta, aunque yo todavía no podía saberlo.



FIN (Continuará)


Datos del Relato
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