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Al despertarme no recuerdo muy bien donde estoy, y miro alrededor hasta que noto junto a mí el cuerpo desnudo y caliente de Silvia. Tiene un brazo por encima de mi pecho, y está pegada a mi costado. Me incorporo, tratando de no despertarla, y ella se da la vuelta y queda boca arriba. La miro. Joder qué buena que está. Me levanto en silencio y voy al baño. Me limpio la cara, y miro el reloj. Las doce y cuarto. Bueno, hasta las cuatro y media que abra la tienda tengo tiempo de sobra. Es hora de ponerse manos a la obra.
Primero preparo un buen desayuno con todo lo que encuentro en la cocina. Tostadas, zumo (de cartón, pero bueno), un poco de café que caliento en el microondas, y mermelada. Al principio no encuentro la mantequilla, pero al final recuerdo que ya está en la habitación. Así que lo pongo todo en una bandeja y voy a la cama.
Silvia sigue durmiendo, así que coloco el paquete de margarina encima de la bandeja y la despierto con un beso.
- Mmmm... - se estira y abre los ojos, parpadeando ante la luz de la mañana. - Buenos días...
- Holaaa - le digo, meloso. Cuando poso la bandeja delante de ella, pega una exclamación de alegría y empieza a comer, no sin antes darme un beso. Yo mordisqueo una tostada, distraídamente, y la miro comer con apetito. Cuando termina la bandeja, la poso en la mesilla. Ella me mira sonriendo pero sin decir palabra, y yo aprovecho para darle un largo beso en la boca, jugando con la lengua. Ella me corresponde, me abraza, y noto que mi polla se endurece. Ella lo nota también, porque baja la cabeza y la mira, divertida.
- Vaya... qué despertares tienes. - La coge en la mano, y la deja crecer, dándole alguna caricia, mientras yo froto su costado. Ella me muerde el cuello y estira, y abre las piernas, acomodándose, dejando sitio libre para que mi polla se dirija hacia su chochito, jugoso y caliente.
Pero yo tengo otros planes.
Sin brusquedad, pero con firmeza, le doy la vuelta y la coloco boca abajo. Ella no se resiste, pero me mira extrañada.
- ¿Qué haces?
- Vamos a probar otra cosa - le digo, con los ojos fijos en su culo, que ahora se me muestra en todo su esplendor, blanco, perfecto, suave como la seda, redondito. Lo miro con reverencia, lo froto con mis manos, lo masajeo, abriendo y cerrando las nalgas, hasta que bajo la cabeza y las muerdo, llenándome la boca de esta carne blanca, firme, abundante. Ella se deja hacer.
Entonces estiro y abro sus nalgas con las manos, separándolas, y me quedo observando el valle que yace entre ellas, con su pequeño tesoro en el centro. Su anito es precioso, de verdad, pequeño, cerrado, con profundas arrugas, limpio, rosadito... apetitoso. Me lanzo hacia él, lo lamo, lo chupo, le paso la lengua por toda la raja del culo.
- Mmmmmmmmmmm... qué rico... - gime ella, con los ojos cerrados.
Con la lengua trato de meterme en su orificio, pero está muy prieto, clausurado a cal y canto. Estoy seguro de que nadie ha entrado por la puerta trasera de esta chica, aunque fijo que alguno lo ha intentado, porque con semejante culo... Me entretengo en este diminuto orificio, lo humedezco, lo sorbo, lo lamo y relamo con mi lengua juguetona, y me lleno de su sabor salado y de su olor, tenue pero agradable, a jabón...
- Uuuuhmmmmmm... - ella sigue gimiendo ante este placer que seguro nunca ha experimentado.
Me chupo con cuidado el dedo meñique, y, como la otra noche, lo poso sobre su hoyito. Ella se da cuenta de eso no es mi lengua, y levanta la cabeza y se gira.
- ¿Qué haces?
- Es sólo un juego, relájate y disfruta.
Eso parece bastarle, porque vuelve a cerrar los ojos y apoyar la cabeza en sus manos. Yo juego un poco con mi dedo en su entrada, sintiendo el tacto de su cerrado anillo, y sigo lamiéndolo. Finalmente empujo un poco, y mi dedo se desliza dentro apenas unos milímetros, con lo que ella pega un respingo.
- ¡Mmmmm!...
Yo le acaricio la espalda y ella se relaja otra vez. Empujo otro poco, y entra la primera falange de mi meñique. Empieza el dolor, y Silvia se agita.
- ¡Aaaauch! ¿Qué haces? ¡Para!
- Vamos Silvi, es sólo un juego, no te pongas nerviosa.
- Es que duele...
- Es normal al principio, tú sólo aflójate y disfruta.
Se vuelve a calmar, y yo de nuevo paso al ataque. Ahora muevo el dedo en círculos, aunque su anito aprieta un montón y noto que Silvia está tensa. Cuando trato de meterlo más, ella se arquea, se saca mi dedo del culito, que se cierra al instante
- ¡AY! Nononono... paraparapara...
Se pone de lado y me mira con ojos de cordero degollado. Yo la beso y trato de relajarla un poco.
- ¿Qué pasa, Silvi?
- No quiero que me metas el dedo por ahí. Me molesta, me duele.
- Pero si no es nada... verás como al final te gusta.
Ella me mira, no muy convencida, y hace un mohín.
- ¿Qué es lo que quieres?
Bueno, eso es una interpelación directa, así que es mejor andarse con rodeos para no asustar a la presa.
- Nada... sólo es un juego.
Otra vez me mira con suspicacia.
- ¿Seguro? No estarás intentando metérmela por ahí, ¿no?
¡Vaya si es lista la jodida! A ésta ya la han tentado y se ha negado en redondo, como si lo viera. Habrá que cambiar de estrategia y tratar de convencerla.
- Yo... bueno... sí... ¿por qué no?
Ella se escandaliza.
- ¿Pero qué te has creído? Ni hablar, vamos. Ni pensarlo.
- Pero ¿por qué?
- Que no, hombre, que no. Por detrás ni hablar.
- Pero dime por qué, Silvi.
- Joder, porque no. No quiero y ya está.
La beso, la abrazo, pero no da su brazo a torcer.
- He dicho que no y es que no.
- Tú sólo dime de qué tienes miedo, mujer.
Eso parece que la desarma.
- No es miedo... es que... bueno, sí, me da un poco de miedo. Es que mira, solo con un dedo ya me molesta mucho así que con... además, no creo que guste, y paso. Paso. Ya está.
Vamos a jugar fuerte, ahora.
- Tú lo que pasa es que no te atreves a probarlo. "Me duele", dices, "no creo que me guste". ¿Por qué no pruebas?
- Joder C***... qué pesadito... hemos hecho el amor, te la he chupado... ¿qué más quieres?
- Sólo quiero que disfrutes, Silvi - ¡Toooma trola!... me doy asco a mí mismo, pero es que estrenar ese culazo merece eso y mucho más -, seguro que te termina gustando. Tú sólo déjate de prejuicios.
- Que no y es que no.
Ella se tumba, dándome la espalda. Pero creo que se está rindiendo. La curiosidad puede más que la prudencia. Dejo pasar un rato, en silencio, mirando su culo, esperando. Al final la escucho preguntar, sin volverse.
- Además, ¿qué tiene de especial?
"¡Bingo!", pienso. "Ya te tengo".
- Tú prueba y verás como repites.
Ella se da la vuelta y me mira a los ojos, muy seria.
- Cómo se nota que a ti no te la meten...
Yo la doy un beso.
- ¿Estás seguro de que no me va a doler?
- Si te duele mucho, paramos. - "Y una m...", pienso - Es cuestión de un momento. Pero luego vas a gozar muchísimo. - Ésta es la mayor mentira que le he soltado hasta ahora. Dudo mucho que disfrute, ni al principio ni al final. Hasta que no la encule tres o cuatro veces no creo que realmente goce del sexo anal. Y fijo, pero fijo, que la desvirgada no le va a gustar ni un pelo. Pero es que tengo que reventar ese culito, así que la tranquilizo como puedo, con paciencia.
- ¿Tendrás cuidado?
- No te preocupes. ¿Crees que yo te haría algo que pudiese lastimarte? - Mejor que no conteste a eso.
Ella se lo piensa unos segundos, pero parece decidirse al final.
- Bueno, vamos a probar. Pero si me duele paramos.
- Vale.
Entonces pasamos a la acción. Yo la coloco tumbada boca abajo, con la almohada de la cama bajo el vientre para que alce bien el culete. Le abro un poco las piernas, y ella suspira y se sacude un poco. Se la nota bastante nerviosa, y mientras la preparo me mira de vez en cuando.
- No me dolerá, ¿verdad?
- Sssssh... - la callo mientras cojo el paquete de margarina. Lo abro y cojo una buena cantidad, aunque está medio derretida. Con la margarina embadurno su orificio, aún más cerrado que antes por los nervios.
- Mmm... está tibia. - Le tiembla un poco la voz.
Unto bien alrededor del esfínter, y entonces con mi dedo meñique empujo un poco. Ella se crispa.
- Mmmmmmmm...
Gracias al lubricante, consigo que entre hasta la mitad, y aprovecho para untar más margarina, que resbala por los labios de su coñito. Giro el dedo, sin hacer caso de sus respingos, y lo saco un poquito y lo meto más hondo.
- Aaaauuuu... más despacio, por favor.
Su ano me aprieta mucho el dedo. Hace tiempo que no pruebo un culito tan cerrado. Realmente voy a pasarlo en grande. Muevo dentro de ella el dedo, despacito, buscando dilatarla un poco.
- Mmmmm... au... despacito.
Saco el dedo y lo vuelvo a meter, ahora sin pausa, hasta el nudillo.
- Mmmmmmpppfff... aaaah...
Lo repito varias veces entre los gemidos de Silvia, que veo como agarra las sábanas con la mano y aprieta. Tras unas cuantas veces, apoyo el dedo índice, chorreante de margarina, y aprieto otra vez.
- Aaaaau... este es más gordo... au au au... con cuidado...
Cuando entra la falange Silvia da un largo suspiro. Repito la operación, sólo hasta la primera falange. Entonces empujo un poco más.
- Au au au au... para...
Me detengo, moviendo suavemente el dedo índice, metido hasta la mitad. Ella aguanta la respiración, y la suelta en bufidos.
- Buuuuuuf... despacito, C***... despacito.
- ¿Qué tal vas, Silvi?
- Es como cuando te ponen un supositorio... pero esto es más grande... molesta bastante, y duele un poco... sobre todo la entrada... como si pinchase.
Sigo moviendo el dedo en círculos, lentamente, dilantado su esfínter, hasta que noto que se relaja. Entonces empujo, y meto el índice hasta el nudillo.
- ¡Aaaauuuu!... ¡paraparapara!... ¡despacito!
Ella agarra la sabana y cierra los ojos muy fuerte. Sus nalgas se contraen, y noto como su anillo me aprieta el dedo como si me lo fuese a cortar.
- Silvi, relájate... afloja el culete... como si fueses al baño.
- Ya... ya... pero vete despacio, joder... despacio.
Saco el dedo hasta la mitad, y lo vuelvo a meter hasta el fondo, más despacio.
- Ooooooooh... mmmm... despacito despacito... au au au... mmmmmmm
Toco su intestino, caliente y blandito, que me aprieta de manera increíble. Casi me duele el dedo con su aro apretando fuerte.
- Afloja, Silvi... no hagas fuerza.
- Sí, sí... pero espera... joder... me molesta...
- Respira hondo y afloja un poco el trasero.
Noto como la presión se reduce, y entonces saco el dedo casi entero, para meterlo otra vez, con dificultad, haciendo un poco de fuerza, hasta el fondo.
- Auauauauauauauauauuuuu... - Silvia gimotea y tiembla, arañando el colchón. Aprieta otra vez el esfínter, y otra vez contrae las nalgas. Así que, para ayudarla, le empiezo a frotar el clítoris con la mano libre. Eso la enciende. Noto que se afloja mucho, y que empieza a gemir de placer en vez de dolor.
- Mmmmm... oooh... mmmm...
Así que saco otra vez el dedo, y lo vuelvo a meter. Se retuerce un poco, pero menos, y ya no aprieta cuando le llego al final. No paro de refregarle el clítoris.
- Aaaauuu...mmmm... ahhh... ooooooggggg...
Mantengo el dedo bien metido hasta el fondo, y lo muevo lentamente, abriéndole el hoyito, haciendo palanca. Su interior se aprieta contra mi dedo índice con fuerza, y noto sus entrañas húmedas, ardientes, sedosas. Masajeo con mi dedo su recto, y froto con cuidado su clítoris hasta que noto que ella está disfrutando.
- Mmmmm... sííí... auummmm...
Así que saco y meto el dedo varias veces, sin parar de frotar su clítoris en círculos. Ella gime un poco, y aunque un par de veces vuelve a tensarse, sin duda el dolor y la molestia ya no es tanta, porque saca la lengua y se humedece los labios, con los ojos cerrados, y jadea. Ahora saco el índice y lo meto casi sin resistencia, aunque su anito sigue apretando de lo lindo. Procuro doblarlo al sacarlo, para dilatar un poco más la entrada. Su culo está manchado de margarina, y empieza a enrojecerse. Entonces cambio de dedo, y empiezo a meter mi dedo corazón, el más largo, el más ancho.
- Aaaauuummmm... despacio despacio despacio... aummm - Silvia se queja otra vez, al notar que el intruso es más grande. Crispa la cara, arruga la nariz, y aprieta el puño que tiene cerca de la cara con un buen trozo de sábana.
Mi dedo se desliza dentro y fuera con bastante facilidad, gracias a la mantequilla y a la dilatación. Lo meto hasta el nudillo y lo hago bailar dentro, notando con placer que sus paredes de cierran en torno a él, mojaditas y suaves, dándome un calor delicioso. ¡Qué culito más rico tiene esta pelirroja y lo que voy a disfrutar! Prácticamente me relamo.
Cuando mi dedo corazón entra sin resistencia, llega el momento de subir un poco el nivel. Dejo metida sólo la primera falange del dedo, y trato de deslizar dentro la punta del índice. Silvia da un respingo.
- ¡Ayayayay!... para...¡para!... ¡au au au!
Su anito se resiste, y ella aprieta sin darse cuenta de que así lo empeora.
- ¡Ay...!... ¡nonono!... ¡para! - Ella se gira y me mira con el ceño fruncido, así que me detengo y sigo metiendo con suavidad el dedo corazón y frotándole su botoncito. Vuelve a gemir de de placer. Después de unos segundos, vuelvo a intentar meter un segundo dedo.
- Auuuuuuuuuuu... - se queja bastante.
- Sssssh... vamos, Silvi, afloja un poco... abre un poco el culo...
- Auuuu... ya lo intento... pero duele... - La verdad es que tiene el ano muy tenso y cerrado a conciencia, me está costando mucho dilatarlo. Ella hace un esfuerzo y afloja todo lo que puede. Mis segundo dedo se empieza a perder en su culito, sin prisa pero sin pausa.
- Aaaaaauuummmmm... - araña el colchón con las dos manos y hunde la cabeza, pero no protesta ni me pide que pare, así que sigo metiendo los dedos.
- Ooooooggggg... - Silvia gime cuando hago tope con los nudillos y me detengo. Entonces la miro. Está apretando muy fuerte los ojos, y tiene la boca abierta en un gesto de dolor.
- ¿Qué tal va, Silvi?- Tarda un rato en responder, mientras acompasa la respiración. Cuando habla lo hace lentamente, casi escupiendo las palabras.
- Joder... me tira mogollón... auuuu... molesta... vete muy despacio, por favor.
Retiro suavemente los dedos mientras ella se muerde el labio inferior. Jadea un poco y lo añade con un "ay" en voz muy baja. Cuando los vuelvo a empujar para dentro empieza a quejarse mucho.
- ¡Aaaaaauuuuuu!... no no no... para para joder... ¡para!
Me paro mientras ella niega con la cabeza. Muerde un poco de sábana, y abre mucho los ojos.
- Joder... duele bastante... no sé si quiero hacerlo...
Yo sigo frotando en círculos su clítoris, y eso parece que la excita bastante. Con mis dedos metidos hasta la mitad en su recto, se calma y me mira con ojos un poco temerosos.
- Empújalos un poco... con mucho cuidado.
Le hago caso, y hago un poco de presión, pero parece que están atorados, así que empujo más fuerte y los meto casi enteros. Ella casi pega un brinco y se medio incorpora, aunque yo no le saco los dedos.
- ¡¡Aaaaaaaaaayyy!!... ¡despacio joder! - Se lleva una mano al culo y tira de su nalga. Veo su orificio apretando mis dedos, bastante irritado, a pesar de que voy con muchísimo cuidado. La verdad es que verlo me pone a mil, y mi polla parece querer reventar de las ganas que tengo de enchufársela por el ojete. Pero conviene ir con tiento, no vaya a ser que se eche atrás.
- Mira Silvi, estás demasiado tensa. Tienes que aflojarte un poco, dejar de hacer fuerza. Tú haz como si quisieras ir al baño, y deja que te entren los dedos.
Me mira en silencio, con la cara colorada, y asiente un poco. No sé lo que está pensando ella, pero yo no logro quitarme de la cabeza la idea de que si un par de dedos le duelen tanto, cuando le meta entero mi nabo va a ver las estrellas, los agujeros negros y hasta el jodido big bang.
- Es que no te imaginas lo que molesta... - Ella hace un puchero como una niña traviesa, pero yo le sonrío. Tengo dos dedos metidos por su culo, y dentro de un ratito la voy a desvirgar el ojal. Ya tendrá tiempo de hacer pucheritos.
- Tú confía en mí y déjate hacer. - No sé cómo consigo hacer que suene convincente, sobre todo porque debo de tener una cara de vicioso impresionante, pero finalmente Silvia vuelve a tumbarse en la cama. Yo sigo jugando con mis dedos, sin meterlos, simplemente moviéndolos a los lados. Silvia afloja bastante el culo, y yo me atrevo otra vez a empujar los dedos para adentro. Observo como se muerde el puño y exhala un "mmmmmmm" muy ronco, pero al final meto mis dos dedos hasta el final, y los dejo ahí para dejar que se acostumbre. Su culo aprieta horrores, y ahora tengo mis dudas de que sea capaz de meter mi polla por aquí sin dejarlo en escombros. No sé si es por los nervios, pero tiene el culo más estrecho y cerrado que he visto en mucho tiempo, casi de niña. Aprovecho para meterle un dedo por el coño, y me doy cuenta de que lo tiene casi seco. No lo está pasando nada bien, pero está aguantando y eso es lo que importa. Me lamo el dedo y lo meto por su chochito, y lo meto y lo saco rápidamente. Noto el bulto de mis dos dedos en la pared de su vagina, y eso me excita, por lo que acelero el ritmo y voy metiendo y sacando mi dedo cada vez más rápido.
- Aaaaaaaaah... - gime ella, y eso es precisamente lo que quiero. Se humedece un poco, y ese momento lo que aprovecho para sacarle los dos dedos del culo hasta la mitad, y volverlos a meter hasta el fondo, mientras abandono su chochito y me dedico otra vez a refregar el clítoris, más rápido que antes.
- Mmmmmmm.... au.... mmmmmm - Entre los gemidos de placer todavía se adivinan algunos quejidos, pero esto parece que marcha. Saco y meto los dedos despacio, sólo hasta la mitad, con mucha paciencia, para terminar enviándoselos al fondo con un poco más de fuerza.
- Oooou... despacito C*** por favor... mmmm.
Le está empezando a gustar, lo noto porque relaja las manos, y las nalgas se aflojan. Yo ya estoy también a mil por hora. Mis dedos resbalan dentro de su culo con la única resistencia de su anillito, contraído y tenso. Ella gime, pero sigo sin piedad, adentro, afuera, dilatando ese orificio para que mi polla lo taladre y lo termine de romper. Cuando ya creo que está lo bastante dilatado, sacos mis dedos con un suave ¡pop!, que suena casi como si se le hubiera escapado un gas, y me embadurno bien la polla con la margarina semiderretida. Ella está en silencio, escuchando el frotar de mis manos con mi nabo, y seguro que muerta de miedo. Su culo brilla de saliva y aceite, y está levemente irritado. Está cerrado, pero menos que cuando empezamos, y se nota que se abre un poquito cuando ella se relaja. Al final Silvia pregunta, con un hilillo de voz.
- ¿Ya... vas a meterla?
- Ajá - yo sigo untando mi polla, engrasándola bien.
- Por favor C***... despacito... por favor...
- Tranquila Silvi. - Yo me encaramo sobre ella, con la polla durísima, y me inclino para enfilársela y apunta a su hoyito trasero. Meto un dedo, para probar, que entra sin mayores problemas. Lo intento con dos, que con un poco más de esfuerzo un quejido de Silvia, entran también hasta el fondo.
- Bueno... ahora relájate mucho... - le hablo como a una niña - Abre el culete todo lo que puedas.
Ella asiente y se prepara, aflojando las nalgas y el culo. Poso el capullo, solo rozando, sobre su esfínter, y entonces ella se agita, se incorpora y me mira.
- Espera... espera...
- ¿Qué pasa? - yo tengo la polla a punto de reventar.
- Es que... no estoy segura de querer hacerlo...
- No seas cría, hombre - le digo. Ya no estoy para tonterías... quiero ese culo y lo quiero ¡ya! - Tú sólo no hagas fuerza...
- C***... por favor... - se le llenan los ojos de lágrimas, está a punto de llorar. - Con cuidado... por favor.
- Sí, no te preocupes - me está cansando ya esto. La giro y la poso contra el colchón, dejando su culo bien en pompa. - Prepárate. - Ella parece rendirse, y agarra la sábana con las dos manos. Yo vuelvo a apoyar mi capullo contra su contraído agujerito, y cuento hasta tres... uno... dos... ¡tres!
Empiezo a empujar, firme pero con delicadeza, pero aunque cede un poco, su culito no quiere abrirse del todo, y mi polla se queda fuera. No dejo de empujar.
- Mmmmmmmppppfff... aauuuuuuuuu... - La escucho gemir y quejarse, pero a la vez noto que afloja el culo todo lo que puede, así que sigo empujando, con la mano sujetando la polla en su posición, hasta que entrada comienza a extenderse, y por efecto de la margarina, consigo enterrar un par de centímetros dentro de ella.
- ¡Auuuuuuu! - chilla, y aprieta el culo, que expulsa al intruso. Ella se lleva una mano al culo, abre su nalga, la acaricia. Yo tengo otra vez la polla fuera. - Auuu... - se queja ella - joder... duele...
No me importa. Otra vez me preparo, con mi mano izquierda enfilando bien mi polla en vertical de su entrada. Poso el capullo, reluciente y casi chorreante de margarina.
- No aprietes... - le digo, y vuelvo a contar hasta tres... uno... dos... ¡tres! Empujo con más fuerza, y noto como su resistencia va cediendo ante el avance de mi polla bien engrasada.
- ¡Aaaaaauuuuuu!... ¡paraparapara! - me chilla Silvia, pero no hago caso. Con un deslizamiento difícil, y jodidamente apurado, mi capullo se entierra por completo en su culito casi notando que me lo arranca al apretar.
- Auuu.... quema... sácalo... sácalo... auuuu.... - Silvia se retuerce un poco, y trata de escurrise, pero la sujeto de las caderas. Me agacho sobre ella y le beso el cuello, lo que parece tranquilizarla un poco.
- Ssssh... tranquila... ya pasó lo peor... relájate... - Le digo mientras ella mantiene los ojos muy cerrados y aprieta los puños.
- Auuuu... me arde el culo... auuuuu.... - Pero ya está mi capullo dentro. Así que froto un poco más de mantequilla en mi nabo, y me dispongo a metérselo hasta la mitad, por lo menos.
- Relájate... afloja el culo - Y entonces empujo otra vez hacia abajo, con fuerza, mientras Silvia empieza a aullar como si le estuvieran metiendo qué sé yo, un poste por el ojete. Yo empujo hasta que tengo metida más de la mitad, sin hacer caso a sus berridos, pero entonces parece que hago tope con algo, ella aúlla como si la estuviera matando, y me detengo con la polla enterrada hasta la mitad, gozando de la sensación de estrenar este culito, este agujerito tan testarudo.
- ¡¡Aaaaaaauuuuuuu!!.... ¡aaaaauuuuuuu!.... - cuando se cansa de chillar, empieza a resoplar y finalmente rompe a llorar en silencio. Posa un costado de la cara a un lado y veo está muy colorada, y que de sus ojos cerrados salen lágrimas que resbalan sobre las sábanas. Muerde sus nudillos, muy blancos, y gime entrecortadamente. Yo la acaricio, froto su espalda, le doy besitos, hasta que ella calma sus sollozos.
Su culo aprieta, hace presión como si quiera sacar al invasor, casi acariciando mi polla, haciéndome gozar mucho... y provocando un dolor atroz a la poble Silvi. Su anito casi corta la circulación de lo ajustado que está alrededor de mi miembro.Estoy haciendo tope con algo, no sé lo que es, pero en cuanto muevo un poco la polla ella gime amargamente.
- Ayyyyyyy... ¿Ya... está... entera...? - me pregunta sin abrir los ojos, con voz ronca.
- Falta un poquito, Silvi - realmente falta un buen trozo, pero tampoco es cuestión de hacérselo pasar peor.
Ella respira hondo, abre los ojos, que tiene enrojecidos, y me dice con un gemido - Métela entera... métela ya...
- ¿Estás segura? - le pregunto. Por cómo ha reaccionado con el primer envión, no creo que lo pase mejor con el segundo. - ¿Te duele mucho? - pregunto, cínicamente.
- Joder si duele... auuuu... es muy gorda... el culo me da pinchazos... - realmente noto su culito contraerse, palpitar... pero a mí me da un gusto riquísimo. - Joder... la noto súperdentro... auuu... venga... métela ya... termina ya de una vez... - Ella vuelve a cerrar los ojos, preparándose para lo que viene. Así que muevo un poco la polla, intentando evitar ese tope, escuchando como ella llora casi a gritos, y sin darle tiempo a arrepentirse, tomo aire y empujo otra vez con fuerza. Sea lo que sea que detuviese mi avance, de repente desaparece con un grito de Silvia, y mi polla se mete de nuevo, mientras ella se retuerce y lanza gemidos roncos y gruñidos, pero no paro hasta que mis huevos tocan su coño y mi vientre se posa en su culo.
- Auuuuu.... aurrrrggghhh - Está mordiéndose los nudillos, que sangran, y realmente parece que la estoy empalando. Siento a lo largo de mi polla el ardiente horno de su recto, y cómo sus húmedas entrañas me apretrujan el miembro. ¡Qué culo! ¡Qué delicia de culo! ¡Vaya desvirgada! El placer me recorre en oleadas, desde mi nabo hasta los dedos de mis pies.
No creo que Silvia lo estuviese pasando muy bien, en cambio. Cuando saco unos pocos centímetros, noto como su culo se contrae y me aprieta deliciosamente. Miro su esfínter totalmente atravesado por mi miembro, distendido casi al límite de su capacidad, enrojecidísimo. Su cara es también un poema. Totalmente contraída en un gesto de dolor, los dientes apretados sobre su puño, los ojos muy abiertos, arrasada de lágrimas, con la nariz llena de mocos y la cara empapada de sudor, muy pálida, lo que hace que sus pecas destaque como gotitas de sangre.
- Auurrrrgh... - saca el puño de su boca, marcado por sus dientes y sangrando, y lanza un bufido. - Uuuuuuf... joder... auuuuu...¿ya... está...? - Ni me mira, con la mirada perdida y los ojos húmedos.
- Todavía no... relájate... - No me gusta que lo esté pasando tan mal, así que empiezo a acariciarle su clítoris intentando que se relaje un poco, e incluso trato de meter un dedo en su coño. Pero su agujero está contraído y seco, y me cuesta un montón aunque ensalivo bien el dedo. Finalmente me paso a la táctica de la ternura, y me agacho sobre ella sin menear el nabo dándole besitos en los hombros, el cuello y los labios. Ella, cuando hago esto, rompe a llorar casi inmediatamente cerrando los ojos, y yo continúo besándole y dándole mordiscos por la cara, las orejaas, la boca. Con la mano que me queda libre froto su coño, lo masajeo bien, poniéndo especial atención en su clítoris, que se endurece bajo mis dedos, moviéndolo en círculos. Ella deja de llorar, pero no abre los ojos.
- Auuu... me duele mucho, C***... me quema por dentro... me duele muchísimo el culo... - Lleva una mano hacia la zona dolorida y toca mi polla, el trozo que hay fuera de sus tripas. Lo frota un poco, pero enseguida va hacia su coño, acompañando mi masaje, excitándose, metiéndose un dedito, intentando mitigar con el placer el intenso dolor de su ano.
Yo simplemente espero, pacientemente, manipulando los resortes adecuados, hasta que sólo quedan hipidos y empieza a gemir otra vez, cabalgando sobre el dolor, intensificando el placer. Yo estoy disfrutando muchísimo de su culito pequeño y virgen. Así que cuando creo que ya ha pasado lo peor, vuelvo a enchufar mi polla hasta el fondo. Y aunque el recorrido es corto hasta posarme otra vez sobre sus nalgas, Silvia gime como una condenada, y me veo obligado a acelerar el masaje sobre su clítoris.
Así, posado sobre ese culo divino, respiro un poco, deleitándome del gustazo, y le susurro al oído:
- ¿Cómo va, Silvi? - Ella gruñe un poco y bufa. - ¿Qué tal?
- Oooofff... me duele, C***... me estás rompiendo entera joder... me quema... - Lo dice con voz ronca, gutural, y muerde la sábana apretando bien los dientes. Pero estoy magreándola bien el chochito, y tras un par de minutos noto que empieza a humedecerse, así que redoblo mis esfuerzos en su entrepierna y me preparo para pasar a la siguiente fase. Me voy levantando con cuidado, con lentitud, mientras siento cómo su anillo me aprieta en todo el recorrido como si quisiera cortarme el nabo.
- Ay ay au au au au... despacio... suave... au au au - Ella acompaña la salida con gemidos y quejidos. Cuando desenvaino casi por completo, mi polla surge de su culo reluciente de margarina, húmeda y con un poquito de suciedad. Dejo la mitad del capullo metido en el culo, que noto latir, ardiendo, y dejo que se me refresque. Por lo menos, observo, no está sangrando y no parece que haya desgarro. Silvia, con mi polla fuera, se relaja bastante y recobra el ritmo normal de respiración poco a poco, pero no para de frotarse y meterse no uno sino dos dedos. Un par de minutos, no más, le concedo, y entonces me dejo caer suavemente metiéndole la polla sin piedad.
- Aaaaaau aaaau aaaaaaaaaauuuu.... no no no no... au au au au au... - Le está doliendo de lo lindo, al menos tal y como culebrea debajo de mi cuerpo. Pero no hay solución, y vuelvo a enguantar mi miembro dentro de su cuevita acogedora y ya desvirgada. Me detengo de nuevo, dejándola acostumbrarse al grosor, a tener un supositorio de carne enterrado en su intestino. Parece que se amolda rápido, y enseguida vuelve a gemir gracias a que está masturbándose sin parar.
Otra vez lo saco, y escucho como gimotea de nuevo, pero ahora lo entierro sin esperar ni un segundo, a lo que ella reacciona con un largo lamento y tensando todo el cuerpo, pateando el colchón con fuerza.
- Auuuuuu... me duele... auuuu... despacioooo.... auuuu.... - Cuando me poso en sus glúteos, disfrutando enormemente, ella se calma, hipando y soltando alguna lágrima. Me paro un instante, tomando aliento, y vuelvo a elevarme sacando mi miembro con un placer inenarrable... ¡cómo me aprieta... qué caliente! Si esperar más, bajo y la ensarto de nuevo, acallado los quejidos de Silvia con mis propios gemidos de placer. ¡Joder qué buena enculada!
Ya está. Sin pausas, subo y bajo despacio, gozando de cada centímetro que entierro en este culito virgen, que ya apenas ofrece resistencia pero que sigue exprimiéndome el nabo. Silvia sigue quejándose en voz baja, hasta que ya no dice nada. Cuando la miro, la veo con la mirada perdida, un gesto de dolor en la cara, y la boca bien apretada emitiendo apenas un "mmmmmm" cuando hago tope con su culo. Pero cuando aumento el ritmo, abre la boca, se le llenan los ojos de lágrimas y gimotea.
- Aaauuuuu... por favor acaba ya... auuuuu.... termina de una vez... - No me importa, estoy disfrutando de lo lindo con este hoyito tan rico y tan caliente, fuera... dentro... fuera.... dentro..., estoy disfrutando tanto que me inclino sobre ella y le susurro al oído.
- Te estoy rompiendo este culito... ¿te gusta que te dé bien por el culo?... dios cómo me gusta... - ella llora un poco más fuerte, y ya ni siquiera intenta disfrutar. Simplemente agarra la sábana con los puños, se sorbe los mocos como puede y se muerde los labios para no gritar. Sigo metiéndosela hasta el estómago, gozando como loco de ese hoyito prieto. Cada vez se la meto más fuerte, más dentro, más rápido, venciendo toda oposición, distendiendo su esfínter a todo lo que da de sí, reacomodándole las tripas. Hace un sonido como de succión cuando se la enchufo, un sonido húmedo, y eso me excita todavía más. En un momento dado parece que la he destrozado entera, porque se pone a llorar en voz alta y a pedirme que pare.
- ¡Aaahaaahaaaaaaaauuuu!... basta ya... termina... aaauuuuu.... acaba ya.... me rompes entera...- la pobre lo debe de estar pasando mal, pero lo cierto es que yo todavía no quiero correrme, aunque noto que no voy a aguantar mucho más. Así que me incorporo sobre mis rodillas, le tiro de las cintura y la pongo también de rodillas, con la cara y el pecho apoyados sobre la cama, la cojo de la caderas y le doy duro de verdad, sin contemplaciones, atrayéndola hacia mí y golpeando los cachetes de su culo, que tiemblan y se sacuden como flanes. Ella llora a voz en cuello, trata de escaparse, pero la tengo bien sujeta. Paaaaf...paaaaf...paaaaf... su culo golpea en mis piernas como bofetadas, y se enrojece, mientras Silvia solloza y me pide que termine. No puedo más de placer, siento como si me estuvieran ordeñado la polla, y entonces me estremezco temblando, me sacudo, y noto como de mis huevos lanzan una descarga tras otra, mientras meto más la polla dentro del culo de Silvia, hasta que ya no puedo más y caigo, casi desamayado del gusto, con el nabo todavía dentro de sus tripas, sobre ella, que también se deja caer encima de la cama...
Jadeo como puedo, totalmente agotado... ¡qué culo... qué polvazo...! Siento mi polla encogerse, con espamos de su anito, y la miro salir finalmente junto con una buena cantidad de semen espeso y unos grumitos de suciedad, de ese ojete rojo, casi amoratado, en carne viva, que no consigue cerrarse del todo. Silvia llora a mares, y enseguida, cuando nota que le he sacado la polla, se lleva las manos al culito y cuando lo toca pega una sacudida.
- Ayyyy... me duele... me has roto entera... auuuu... - Yo la miro mientras se gira y me da la espalda, encogiendo las piernas y protegiendo su hoyito reventado con las manos. Sigue llorando en voz más baja, quejándose. Yo me levanto, aunque apenas puedo, y me agacho sobre ella. No rehuye mi abrazo, sino que esconde su cabeza en mi pecho y llora. Yo me tumbo junto a ella.
- Tranquila Silvi... - La doy unos besitos en el pelo - Lo siento, mi amor... - Ella deja poco a poco de llorar, y se calma. Cuando me mira tiene un gesto de reproche en la cara.
- Joder C***... me ha dolido muchísimo... me has roto el culo... - Yo la beso y la tranquilizo con palabras suaves. - Dijiste que no dolía... hostia... me escuece y lo noto súperhinchado... auuu joder...
- Déjame verlo - Aunque al principio es reticente, vuelve a colocarse culo en pompa y me ofrece la visión de su anito. Realmente está algo hinchado, muy muy irritado, y no consigue cerrarse del todo, pero no hay ningún desgarro y no sangra. Está de color casi violeta, y todavía chorrea algo de semen. Nada irreparable, en cualquier caso. Unos días de dolor y nada más. Así que voy al botiquín del baño y cojo alguna pomada hidratante, y mojo una compresa en agua fría. Aprovecho para limpiarme la polla, que está también hecha unos zorros. Me molesta bastante, pero en fin, no hay placer sin dolor. Cuando vuelvo a la habitación, ella está tocándose el orificio con cuidado y lanzando gemiditos cuando le duele. Le aplico la pomada con cuidado, aunque no puedo evitar que ella se queje, y le pongo la compresa. Cuando termino, se acomoda en la cama y me mira muy seria, secándose las lágrimas.
- Joder C***... no pienso volver a hacerlo por detrás en mi vida... qué dolor...
Bueno, ya veremos.
FIN (Continuará)
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