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Mientras conducía hacia mi casa, el sábado por la noche, recordaba a Silvia.
Había cumplido el objetivo principal, que era pasármela por la piedra, pero ella parecía que se había encaprichado conmigo y... bueno, tener a una chica así no es cosa de despreciar.
Una vez en casa me preparé una cena rápida, me duché y quedé con mis amigos para dar una vuelta. Lo cierto es que em cogí una borrachera indecente, porque tenía bastante que celebrar: había echado un polvo tremendo con una pelirroja de lo más apetecible y había quedado con ella para el jueves... lo que casi aseguraba otro buen revolcón dentro de unos días.
El domingo fue horroroso. Me levanté a las tres de la tarde con una resaca de campeonato, y lo que me despertó fue nada menos que el teléfono. ¡Vaya por Dios!
Era Silvia.
- Hola, ¿C***?
- Sí, soy yo. - No creo que tuviera una voz muy acaramelada, pero el día anterior me había trasegado una botella de Johnny Walker... ¿quién es el estúpido que dijo que el whisky no deja resaca?
- Soy Silvia.
- Ah, hola. Dime, ¿ha pasado algo?
- Oh, no, no nada. Era simplemente para decirte que el jueves, finalmente, hemos quedado a las ocho en el ####. Es que voy a casa de mis padres hasta el miércoles, tengo algunas cosillas que hacer, y no sé si el jueves podría pasarme por la tienda.
- Mmmm... sí, de acuerdo. - ¿Para eso me llama? ¡Joder con la tía esta!
- Entonces a las ocho, el jueves.
- Sí, sí, de acuerdo.
- No te olvides. Por cierto, lo de ayer estuvo muy bien.
Hombre, por muy bien que estuviera, no creo que haga falta llamarme cada día para decírmelo, pero en fin...
- Ya, bueno, sí.
- Un beso, C***. Hasta el jueves.
- Adiós, un beso.
Colgué y me fui a comer tranquilamente. No le di más vueltas.
La semana pasó bastante rápido, porque tuve bastante curro. Me acordé de hablar con I***, mi compañero, para que me hiciera la mañana del viernes. Y burla burlando, llegó el jueves a las ocho.
Me vestí lo más informal que pude (normalmente visto de traje, por culpa del trabajo, aunque sólo llevo corbata cuando visito a las empresas), con unos vaqueros y un jersey. Además, metí un par de condones en la cartera, ya se sabe, para lo que pudiera pasar.
A las ocho menos seis minutos aparqué mi coche condenadamente lejos de pub irlandés, así que tuve que caminar casi diez minutos para llegar.
Eso de que se encuentre aparcamiento delante del sitio al que uno va sólo sucede en las películas.
* * *
Entré en el ####. Es el típico bar irlandés, de madera, con adornos y carteles de Guinness, barriles, máquina de dardos... La única diferencia es que estaba adornado con guirnaldas de calabazas... y carteles de Halloween. Era una jodida fiesta de Halloween... virgen santa. En fin, quien algo quiere...
El pub era grande, pero estaba lleno hasta los topes de chavales de dieciocho o veinte años, con las manos llenas de jarras de cerveza negra y los oídos a rebosar de música de radiofórmula a todo trapo. A pesar de la aglomeración, encontré a Silvia casi enseguida. Estaba junto con tres amigas. Me vio y se le encendió la cara.
- ¡C***! - gritó, por encima de la música, se me acercó, me echó los brazos al cuello y me besó como si me quisiera llegar hasta el estómago.
Yo la besé también, sorprendido por tamaña efusividad, aunque me imagino que el alcohol que pude probar en su boca explicaba bastante su pasión. Cuando se separó de mí, me presentó a sus amigas.
- ¡Chicas, éste es C***!.
- ¡Hola! - saludé, sonriendo amablemente.
- Mira, esta es Sonia - Le di dos besos a una chica alta y muy delgada, con una larga trenza rubia y no muy agraciada.
- Esta es Marga - Otros dos besos, esta vez a una chiquilla pequeñita, frágil, muy finita, guapa de cara pero con cuerpo de niña, morenita y con unos ojos enormes y azules, que parecían llenos de lágrimas.
- Y esta Nuri - Dos besos más, a una niña que no estaba nada mal. Era rubia, un poco morena de piel, con una cara guapa, muy graciosa, con dos hoyuelos adorables en las mejillas, ojos marrón claro y sonrisa amplia de labios finos y rojos. De cuerpo no parecía estar nada mal, buenos pechos, buen culo, además era un poquito más baja que yo (que ya he dicho que mido 1'72, más o menos).
Las chicas no tenía mucha conversación, sobre todo Nuri, que era más bien sosa y, así entre nosotros, no demasiado lista. Sonia era simpática, pero hablaba muy poco. Marga, en cambio, era un torrente de personalidad, quizá para compensar la fragilidad de su aspecto. Tenía una voz grave, que no le pegaba nada con su pinta, y una risa contagiosa.
Silvia hablaba bastante, y parecía ser la auténtica líder del grupo. Quizá porque las otras tres tenían dieciocho años, y ella unos cuantos más, pero las chicas parecía beber sus palabras.
Parloteaban sin cesar, sobre todo de los profesores (todas eran compañeras), de la clase, de los chicos de clase, de la universidad,... en fin, que me aburría bastante, aunque procuraba que no se me notara e intentaba intervenir con alguna observación o con algún comentario. Después de tres cuartos de hora o así, Silvia se fue al baño, y Nuri le acompañó. Me quedé solo con Marga y Sonia.
- Oye, C***, tú eres informático, ¿verdad? - me preguntó Marga.
- Hombre... no te quiero mentir. Trabajo en una tienda de informática, pero estudié Publicidad. Soy comercial, pero he hecho un par de cursillo de mantenimiento y montaje de ordenadores.
- No, lo digo porque Silvia nos ha dicho que le has vendido un ordenador, que se lo fuiste a instalar a casa y que quedó muy contenta. - Y con voz inocente, añadió: - Igual yo también aprovecho para cambiar de ordenador.
Casi escupo la cerveza. ¡Me quedé de piedra!. ¿Silvia les había contado a estas tres lo del sábado... y Marga me había propuesto repetirlo con ella?
- Bueno... -dije yo, cortadísimo - eso es cuestión de hablarlo...
- Sí - intervino Sonia -, yo también es posible que cambie mi PC, está un poco viejo.
¡Joder! ¡Otra más! No me lo podía creer. Marga siguió hablando.
- Es que Silvia nos dijo que le habías hecho un gran trabajo a un precio muy especial.
¡La virgen! Acababa de conocer a esta tía y prácticamente me estaba bajando los pantalones. ¿O no? ¿Es posible que Silvia simplemente les contara que soy vendedor de ordenadores y quisieran un PC a buen precio? Me sentía bastante incómodo, y confuso.
- Yo... vaya... pásate un día por la tienda - aproveché para sacar una tarjeta de mi cartera y se la di - y te informas de las ofertas y los equipos.
- Ah, vale, de acuerdo. - Marga lo dijo con un tono inocente, así que descarté que estuviera tirándome los tejos. Me maldije por dentro por ser un salido.
- Dame otra a mí, si no te importa - me dijo Sonia. Antes de que sacara la cartera, Marga la cortó.
- No hombre no, iremos juntas.
Mmmm... vaya... estas chicas sólo querían ordenadores. Ahora que me había hecho ilusiones. La verdad es que Marga tenía su puntito, así tan delgadita y con tanto desparpajo. Sonia, en cambio, estaba como una tabla y era feúcha.
Silvia y Nuri volvieron del baño, riéndose.
- ¡Hola chicas! - dijo Marga. - Aquí C***, que nos está vendiendo un ordenador a cada una. Hasta me ha dado su tarjeta y todo.
Marga lo dijo totalmente inocente, pero ¡la leche! A Silvia parecía que le había dado un puñetazo. De repente se puso seria y enrojeció violentamente, me miró con una cara rarísima y se volvió al camarero, pidiéndole una cerveza.
Miré a Marga que sonreía a Sonia. Nuri también parecía un poco fastidiada. No tenía ni idea de lo que pasaba, así que me acerqué a Silvia.
- Oye, Silvia - le pasé un brazo por los hombros, pero ella se lo sacudió.
- ¡Déjame! - me contestó, sin ni siquiera mirarme.
- ¿Qué te pasa? - esta vez intenté cogerla de la cintura, pero me apartó el brazo con la mano.
- ¡Nada! ¡Déjame, joder!
No hay que ser un experto en psicología femenina para saber que cuando ellas contestan "nada" significa a) que pasa algo gordo y b) que la culpa es tuya. Por tanto, decidí atacar por otro flanco. Lo dejaría pasar un rato hasta que ella se calmara un poco de la neura que le había dado conmigo, y así pensaría un poco sobre qué coño había dicho o hecho.
- Bueno, cuando quieras decírmelo, me avisas. - Con esa frase, me volví hacia las otras tres, que estaban hablando en voz baja. Cuando me dirigí hacia ellas, empezaron a hablar otra vez de las clases y todo eso, así que me dediqué a pensar y a tratar de sumar dos y dos.
Sólo había una explicación... Silvia les había contado lo del sábado... ¡y realmente Marga y Sonia me estaban calentando los cascos! ¡Y yo les había seguido la corriente!
Me dirigí hacia Silvia, que todavía estaba en la barra. Me acerqué a ella, pero ella me vio y me dio la espalda.
- Oye, Silvia, por favor, escúchame. Oye, lo de los ordenadores es simplemente eso... bueno, PCs. Yo no podía saber que... bueno...
Ella me miró, con cara bastante ofendida.
- Ya, seguro.
- Oye, de verdad. Te lo juro. ¿Cómo iba a yo a saber que tú les habías dicho lo del sábado? Lo siento, de verdad.
- No, no lo sientas. Ya veo como te lo montas.
- Ey, ey, tía, para el carro. Yo no me lo monto de ninguna forma. Han sido tus amigas las que me han dicho lo del ordenador.
- Sí, y has tardado medio segundo en darle tu tarjeta, y en ofrecerte para lo que sea, ¿no?
- Vuelta otra vez. ¡Pero si yo creía que querían un ordenador!
- Yo también quería un ordenador, no te jode... que sí, hombre... eres un cabrón, joder. Y delante mío, además.
Yo estaba empezando a enfadarme.
- ¿Pero tú te estás oyendo, tía? Resulta que me viene una de tus amigas, y me dice, eh, ME dice a MÍ, no YO a ELLA, "quiero un ordenador"... tú recuerdas que yo me dedico a vender ordenadores, ¿no? Resulta que yo tenía que saber que cuando en tu grupo de amigas se le dice a un vendedor de ordenadores que quereis un ordenador, ¡resulta que lo que quereis es echar un polvo!
Ella me miró realmente irritada.
- ¿Un polvo? ¿Eso es lo que soy? ¿Un polvo? ¿Me estás diciendo eso?
A esto se le llama un giro inesperado de la conversación... y de los acontecimientos. ¿Esto es una especie de prueba? Uf, tengo que andar con pies de plomo.
- Joder, Silvia, yo no he dicho eso. - Llega el momento de sacar la miel a pasear - Tú eres especial - le un rizo rojo de la cara y veo que ella no se aparta. Casi me da vergüenza ser tan falso, pero bueno, qué se le va a hacer.
Finalmente, consigo mi objetivo. Convenzo a Silvia que ha sido un malentendido, y consigo que vuelque su enfado con Marga y Sonia. Al final terminan no hablándose... vaya papeleta. Pero todo parece terminar bien. Marga y Sonia se largan, y Nuri nos presenta a otro grupo de amigas... lo pasamos bien, pero Silvia no se me despega. Bebemos, bailamos, jugamos a los dardos con más pena que gloria... Vamos de bares, bebiendo unos cuantos cubatas y cantando, un grupito de unos diez. Cuando dan las tres de la mañana, me ofrezco a llevar a Nuri y a Silvia a casa en mi coche. Nuri acepta, y nos despedimos de la gente. Caminamos los tres hasta mi coche, y observo que Silvia se apoya en mi hombro y me coge del brazo. Nuri va como una cuba, y camina muy rápido, arrebujada en su abrigo violeta.
Cuando llegamos al coche, Silvia se monta a mi lado y Nuri se tumba en el asiento de atrás. Tengo miedo de que vomite, por lo que conduzco despacio hasta su portal. Una vez allí, la llevamos hasta la puerta, donde se despide con un beso a cada uno.
Silvia y yo nos vamos hacia su casa.
* * *
Llegamos al adosado. La acompaño hasta la puerta. Ella mete la llave y abre, pero se queda con la puerta entreabierta parada en el umbral. Se gira hacia mí.
- Oye, C***, estoy supercansada, de verd...
No la dejo terminar porque le meto la lengua hasta las entrañas. Ella suelta su bolso y se abraza, y nos besamos como locos. Yo le pongo la mano en la entrepierna, y ella me agarra el culo como si me fuese a escapar. Noto el calor que se desprende de su coño incluso por encima del pantalón. Casi la empujo para dentro, cerrando la puerta de una patada, y a oscuras le cojo ese culo con las dos manos, lo amaso, lo masajeo, lo magreo bien a gusto mientras muevo la lengua dentro de su boca. Ella se deja hacer, incluso me agarra el paquete, que tengo a punto de reventar el pantalón.
En un santiamén nos quitamos las chaquetas, los jerseys, los pantalones y la ropa interior. Me pongo un condón en diez segundos y ella se monta a horcajadas sobre mí.
Ella misma se ensarta en mi nabo despacio, cerrando los ojos y arrugando la cara con gesto de dolor, pero gimiendo.
- Uuuuuuummmmmmm... síí... ooooooooooommmmmm.
Está tan cerradita... como me gusta este coñito apretado que tiene, tan mojadito, tan caliente que casi quema. La apoyo la espalda contra la pared y empiezo a clavarsela, rítmicamente, escuchando sus gemidos y sientiendo la estrechez y calor de su coñito, ajustado y casi babeante, que me exprime la polla haciéndome gemir de placer en voz baja.
- Ahhh... sí, sí, sí... sigue, sigue... con cuidado, sí... mmmm... empuja....oooooh...
Le como las tetas, le muerdo los pezones y chupo como un lactante de esos botoncitos pequeños y duros, dulces, y paso mi lengua por sus tetas, mientras que con las manos sujeto su culo, lleno de carne, y separo bien sus labios para que mi polla entre hasta el fondo. Así, de pie, embisto con fuerza, un, dos, un, dos, mientras sus tetas bailán al compás, y sus nalgas se estremecen en mis manos. Acerco mi mano derecha a su boca, sujetándola contra la pared, y ella me chupa los dedos con deleite, gimiendo.
- Mmmmm... chup...mmmm... oooooh...
Con el dedo humedecido vuelvo a posar la mano en su nalga, y mientras se la meto bien adentro, jugueteo con mi dedo en su agujerito trasero, arrugadito y bien cerrado, lo acaricio, hago un poco de presión, trato de meter el dedo.
- Mmmm... oohhh... ¿qué... haces...?... mmmm....
Ella me susurra entre jadeos, pero la callo sacando por completo la polla y volviéndosela a clavar de golpe, con lo que ella se estremece.
- ¡aaaaaaah!... más suave...
De nuevo meto y saco, y sigo empujando mi dedo en su anito, pero éste rechaza al intruso apretándose más. Mojo mi mano en los jugos que chorrean de mi polla, y ataco otra vez con el meñique, empujando suave pero con firmeza.
- Aaaahh... sí... ¡ohhh!... más... más... uuuuuummmmmm...
Empujo, empujo, y al final la puntita del meñique entra en su ano, que se aprieta mucho.
- ¡Ay!... - se queja ella cuando nota su culito invadido por mi dedo. - ¿Qué haces?
Otra vez aumento el ritmo del metesaca, sacando casi entera la polla y volviéndosela a meter con velocidad, disfrutando como hacía tiempo que no hacía de su chochito de adolescente... ¡qué delicia de coño, joder!
- Ooohhh... sí...sí... oh que bien... uuuuuummmm...
No sé qué está más caliente y ajustado, si su coñito tierno o su culito virgen. La punta de mi meñique juguetea dentro de ella, y Silvia me muerde la oreja mientras se estremece. Sigo metiéndosela con un ritmo lento pero constante, desde la cabeza a la base, gozando de la caricia de la entrada de su coño, que se abraza a mi polla como una goma... un día tenemos que hacerlo sin condón, porque tiene un agujerito riquísimo.
- Ffffff... mmmm... que gusto... uuuuuuum...
Empujo un poco más el meñique dentro de su anito, pero el placer deja paso al dolor, y sus manos se me clavan en la espalda. Apoya la cabeza en la pared y aprieta los ojos, que tiene muy cerrados.
- ¡Au!... uuuu... duele... mmmmm...
No le hago mucho caso y me concentro en lamer sus tetas, sus pezones, y recrearme en el sabor salado de su sudor y de su piel blanca cubierta de pecas. Noto que me viene el orgasmo, porque no paro de frotar mi polla contra las paredes suaves de su chochito, y me hormiguean los huevos. Ella se queja, más fuerte, así que saco el dedo de su culito, que casi noto cerrarse muy fuerte tras la salida del invasor, con un estremecimiento de Silvia.
- Mmmmmmmm... oooooh...
Entonces me concentro en meter, sacar, meter, sacar... y en las sensaciones de inmenso placer que me proporciona ese chochito pelirrojo, con un hormigueo intenso y electrizante que me recorre la polla...qué buena está.
- Aah... aah... ooh... sí... sí... ooh... sigue... aah... aah...............
No suelo hablar cuando estoy follando. Pero es que esta tía me está poniendo a mil, así que pego mi boca a su oreja y le susurro, totalmente invadido por el gustazo que me está dando su chochito.
- ¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te follo? - Le doy un par de enviones más fuertes mientras hablo.
- ¡Sí... sí! - grita ella, con los ojos cerrados y el pelo cayéndole sobre la cara, con las tetitas bamboleándose con mis embestidas.
- ¿Te gusta mi polla bien dura? ¿Quieres más polla? - yo ya casi estoy gritando, y no paro de empujarla como si quisiera tirar la pared abajo. Ella solo grita.
- ¡¡¡Sí... oh sí...!!! - Ella se me abraza más fuerte, y yo la taladro sin ningún miramiento, metiendo mi polla hasta su matriz, saboreando su coño, que se abraza a mi polla como un guante, apretándola, ordeñándola, frotándola y dándome un gustazo indescriptible.
Así seguimos por unos quince minutos, yo diciéndole cosas al oído y metiéndosela todo lo dentro que puedo, hasta el fondo, con mi vientre y mis huevos golpando sus labios y su culo, y ella gimiendo, jadeando, gritando cosas ininteligibles, mordiéndome el cuello, los labios, los hombros, arañando mi espalda, tirandome del pelo. Está soltando bastante jugos, que noto que salpican mis muslos. Entonces se para, se calla, y me muerde el hombro con fuerza mientras ahoga un grito.
- ¡Mmmmmmmggrrrrhpppppmmmmmmm!
Tiembla como una hoja, me aprieta con mucha fuerza las piernas con las suyas, y con sus manos me agarra el culo y me empuja más adentro de sí. Noto que su vagina se contrae más, incluso, y me aprieta la polla como si quisiera sacar zumo de ella. Yo casi saco un rugido del pecho, un gemido ronco, y noto un placer impresionante en todo mi nabo. En ese momento disparo una, dos, tres veces, sin parar de deslizar mi miembro dentro de ella, que tiene la cabeza apoyada en mi hombro y jadea. Me corro como un toro, sin parar, y mi polla tiembla y palpita dentro de su cárcel de látex. Me invade un placer intensísimo, y cuando paro de meter y sacar mi nabo me apoyo contra su hombro, jadeando, aspirando su olor de hembra caliente, mojándome con su sudor. Ella me abraza muy fuerte cuando dejo que mi polla descanse en su interior, y apenas contiene un estremecimiento cuando la saco, aún dura, y la dejo de pie mientras me quito el condón. Ella se deja resbalar lentamente por la pared hasta el suelo, donde se sienta.
- Oooooh.... joder... la hostia... - ella ni siquiera se aparta sus rizos rojos de la cara, que gotean sudor.
Respira muy rápido y apenas puede articular palabra. Yo también estoy sin alientoe, y noto que me tiemblan las piernas cuando me voy hacia el baño... ¡la hostia, qué polvo! Una vez en el baño, tiro el condón y aprieto el botón de la cisterna. Me miro al espejo, con la cara roja, los labios hinchados y muy rojos de sus mordiscos, el cuello con tres o cuatro chupetones, los hombros marcados de sus dientes... y todo mi pelo perlado de sudor, el pelo empapado, las mejillas como un tomate, respirando como un perro con la lengua fuera... y cuando me miro la polla, un poco escocida y casi en carne viva, veo como de la punta aún rezuma un poco de semen. ¡Dios mío... vaya pedazo de polvo!
Cuando vuelvo al pasillo después de mojarme la cara y recuperar el aliento, ella está de rodillas, todavía sudada y agitada, recogiendo la ropa temblorosamente. Le doy un larrgo beso, y la ayudo a adecentar un poco el pasillo. Después nos vamos a la cocina, donde bebemos un gran trago de leche fría cada uno, desnudos y completamente empapados de sudor. Cuando ella se da la vuelta para dejar el vaso en el fregadero, veo su culo y noto que mi polla se endurece otra vez. Es un culito grande pero firme, carnoso, muy blanco, y tiene un aspecto tentador, incitante... sólo de imaginar su hoyito cerrado y virgen me pongo como una moto. Me acerco a ella y me pego a su espalda, dejando que mi polla se endurezca contra sus nalgas.
- Mmmm C***... ¿otra vez? - susurra melosa, dejándose querer. Agarro sus tetas por detras y las estrujo con cuidado. Bajo una de mis manos por su vientre hasta su coñito, juego con su vello púbico, y busco su clítoris con mi dedo corazón. Cuando lo encuentro con froto con delicadeza.
- Aaaaaaaaah... - ella tiembla y se excita. Tengo la polla dura como un ladrillo apoyada en el surco de sus nalgas, moviéndose espasmódicamente, por cuenta propia, abrazada por esas dos montañas de carne deliciosa. Me acerco a su oreja y le susurro:
- Vamos a la cama... vamos a probar otra cosa...
Ella sonríe y asiente, mientras sigo masajeando su pequeño botoncito del placer y ella menea el culo haciendo que mi polla crezca aún más entre sus nalgas. Casi la escucho ronronear.
- Vete yendo, yo voy ahora mismo - le digo, y le doy una palmadita en el trasero a la vez que me separo. Ella mira mi polla, golosa, y después a los ojos.
- Vale... no tardes... - Se aleja y su culito se mueve con un bamboleo exquisito, embriagador... ¡qué culo! Cuando se marcha, abro la nevera, en busca de algo muy concreto.
No hay mantequilla, hay margarina. Pero para lo que la quiero, sirve igual.
* * *
Ella está tumbada en la cama, y me mira con curiosidad cuando entro con un paquete en la mano. No se lo dejo ver del todo, y enseguida ella se olvida cuando me arrodillo frente a ella, con la polla bien tiesa. Se incorpora inmediatamente y la mira, con deseo, con gula.
- Joder... está roja... - "¿Roja? ¡Está escocida como si la hubiese metido en un tarro de arena!", pienso yo. Entonces me mira con cara inocente, y con un hilo de voz, me confiesa: - Nunca he chupado ninguna, C***.
- Tranquila - le digo -, déjate llevar.
Ella me mira a los ojos, seria, y enseguida chasquea la lengua y se lanza sobre mi polla. Se mete un poco de la cabeza a la boca y juega con la lengua en la punta, haciéndome cosquillas.
Me río un poco, y ella se la saca y se ríe también. Entonces empieza a lamerla despacio, con cuidado, como si fuese un helado, pero sin tocarla. Me da un gusto increíble, aunque se la nota un poco brusca y temerosa, y noto que la polla me arde, como si la hubieran frotado con salsa picante. Finalmente me siento con la piernas muy abiertas y ella se arrodilla frente a mí, agachándose, y agarra mi nabo con una mano mientras trata de metérselo entero a la boca.
¡Uy! No controla muy bien, y me rasca con los dientes. ¡Lo que me faltaba! Pego un respingo y me quejo suavemente, y ella se detiene, sacándosela de la boca.
- ¿No lo hago bien?
- Sí, - le contesto, acariciando su cara y su pelo - pero ten cuidado con los dientes. Abre un poco más la boca, y si no puedes, pues no pasa nada, tranquila.
Ella se esfuerza un poco, y se mete casi la mitad en la boca. Le hace un bulto gracioso en los carrillos. Gimo aprobadoramente, y ella empieza a metérsela y sacársela de la boca muy despacio, empapándola bien con su saliva.
¡Joder! ¡Qué gusto! Todavía le falta mucho para poder comerse una polla como dios manda, pero se le nota voluntad. Cuando la tiene en su boca, siento un cosquilleo de gusto en el capullo, que está además muy sensible después de la follada de antes, y cuando la saca, un frescor agradable gracias a su saliva. Siento sus labios como se cierran y aprietan la cabeza de mi miembro. Estoy en el séptimo cielo.
Silvia se para después de un ratito, y vuelve a lamer todo mi nabo, desde la base hasta el capullo, con la punta de su lengua y después a lametones, limpiándolo, humedeciéndolo, dejándolo brillante. Y otra vez se mete casi la mitad en la boca, y esta vez acompaña la chupada de un movimiento de balanceo de su mano por todo mi polla, lo que me provoca un gemido y un placer... un placer tremendo. Trata de meterse algo más de nabo en la boca, pero se atraganta, se la saca y empieza a toser.
- Uuf... me ahogo... me da naúseas... joder...
- Sshh... calma - le digo mientras le acaricio el pelo.
Vuelve a empezar, pero sólo hasta la mitad. Es igual, me está haciendo una mamada cojonuda. Se me pone otra vez como un yunque, y noto un cosquilleo de placer en toda mi columna vertebral. Parece que le empieza a coger el tranquillo, porque la chupa de puta madre, con la lengua, apretando con los labios al salir, besándola casi, golosa, como si fuera un dulce, apretando un poco la mano y pajeándome despacio. La dejo hacer por diez minutos, hasta que noto que me corro otra vez.
- Silvia... Silvia... me corro... - la aviso con la voz temblorosa... ¡qué gustazo de mamada!
Ella deja de chupar y sigue pajeándome suavemente.
- ¿Así? - me pregunta en voz baja y me mira con los ojos muy abiertos y los labios húmedos de saliva, muy rojos.
Yo ya no puedo ni hablar. Asiento con un gemido. Me pega la polla al estómago y sigue frotando hasta que, medio minuto después, unos chorros espesos de semen salen con fuerza y caen sobre mi estómago, mientras yo casi aúllo del placer.
Silvia mira con curiosidad el semen, y se queda mirando mi polla encogerse lentamente y arrugarse hasta descansar, colgante, sobre mis huevos. Entonces se levanta, va al baño y me limpia con una esponja, delicadamente. Yo la miro desnuda, con sus tetas colgantes, su cuerpo blanquísimo que me pone a mil, y acaricio su culo suave, como de melocotón, apretando un poquito, mientras ella me mira, me sonríe y posa sus labios un momento sobre los míos.
Cuando termina de limpiarme, me seca y vuelve al baño. Me tumbo sobre la cama. Estoy agotado. Dos orgasmos en hora y media agotan a cualquiera. Supongo que mis planes tendrán que esperar hasta mañana. Menos mal que tengo la mañana libre.
SIlvia llega y se tumba a mi lado. Se acurruca desnuda junto a mí, y nos abrazamos. Beso su pelo revuelto y ella ronronea, feliz.
- ¿Lo he hecho bien? - me pregunta, mientras besuquea mis pezones.
- Muy bien, Silvi, muy bien - contesto, con los ojos entrecerrados. Ella me acaricia mi polla, ahora fláccida, agotada, y ésta apenas responde a sus caricias. Finalmente Silvia claudica, se agacha y me besa la entrepierna, para después volver a acurrucarse apretada contra mí. Después de unos minutos de escucharla respirar, me duermo.
FIN (Continuará)
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