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Categoría: Incestos

Patricia cuenta su historia III

Continuando con mi historia que empezó con “Patricia cuenta su historia” les cuento que me encontraba muy caliente, como también lo estaba Mario que continuamente me quería coger en cualquier lugar de la casa, pero no cedía a sus deseos porque me daba más morbo saber que nadie sabía que cogíamos. Mario se lo bancaba porque cogía con su novio o con alguna chica que le daba bola pero yo no tenía esa suerte, pues a la salida del colegio debía ir rápido a casa para preparar el almuerzo, para ella y para mí y ayudarla en lo que necesitase, pues al tener ambas piernas enyesadas, nada podía hacer, ni siquiera higienizarse, algo que hacia yo, durante la tarde y mi padre durante la noche.

Una tarde al llegar del colegio, después de almorzar, recuerdo que estaba sumamente caliente y solo pensaba en la verga de mi hermano, por lo que mi concha estaba totalmente mojada y mis pezones se encontraban totalmente duros y enhiestos. Mi madre me llamó porque tenía que orinar, mis pezones duros no escaparon de su mirada, pero nada dijo, aunque cuando le sequé la concha después que orino, como la mía quedo a la altura de su nariz, aunque no sobre ella, obvio, se estableció entre nosotras el siguiente dialogo:

—¿Te gusta algún compañero de la escuela?

—¡No!

—¿Y de otro sitio?

—Tampoco. ¿Por qué lo preguntas?

—Porque te veo excitada.

—¿Cómo?

—Veo que tus pezones están parados y siento -dijo aspirando aire con fuerza- que sale olor a hembra en celo de tu concha.

—Ay mami ¿Qué decis?

—Digo lo que veo y siento, además es lógico que a tu edad tengas ganas de coger.

Mi mano no podía separarse de su concha, sabía que no debía pero era superior a mí. Ella se debió haber dado cuenta porque me dijo “Ya está bien seca” y continuó el dialogo diciendo:

—Te lo digo porque yo también tuve tu edad y se lo que se siente. Imaginate si hoy, a mis 40 años, después de dos semanas sin que tu padre me coja, por como tengo mis piernas, como habré estado a los 18.

—Eras muy caliente.

—¡Soy muy caliente! Y vos

—Maso.

—¿Seguís siendo virgen? Yo a tu edad ya no lo era.

—Hace poco deje de serlo.

—No me contaste nada.

—No creí que te interesase.

—Me interesa todo lo que pasa contigo –Y agarrándome la mano, agregó- Te quiero.

—Yo también te quiero -Le dije mientras besaba su frente, creo que lo hice para que su mano, que sostenía la mía, tocase mi pecho.

Ella debió darse cuenta de mi intención porque inmediatamente soltó mi mano y me dijo: “Que dulce que sos. Voy a dormir un rato”. Y yo diciéndole “Gracias, vos también. Descansa, yo me voy a estudiar” salí de su habitación.

Los días fueron pasando, la pobre ni se podía levantar, con sus dos piernas enyesadas. Mi calentura iba en aumento por lo que al higienizar a mi madre me demoraba cada día más en secarle la concha, las tetas o el culo, lo mismo ocurría con su concha cada vez que la secaba por haber orinado. Me era difícil asimilar que al llegar del colegio, lo primero que tenía que hacer era sacarle el pañal y lavarle la concha y el culo, pero no era por las heces que había hecho sino porque la debía tocar, con lo caliente que estaba se la hubiese lavado con la lengua, pero al ser ella tan religiosa me daba miedo. No obstante me percaté que ella cada día me permitía tener más tiempo la mano en su concha y se le ponían enhiestos los pezones cuando le tocaba alguna de sus partes pudendas.

Al principio no entendí porque pasaba esto pero después me di cuenta que era porque aumentaban los días en que no cogía con mi padre.

Al mes le sacaron el yeso, aunque le dieron veinte sesiones de kinesiología, lo cual por un lado me alegro, pero por el otro me dio bronca porque iba a pasar otro mes sin que cogiese con Mario y además seguro que ya no la tendría que higienizar y por ende tocar.

No obstante al día siguiente que le sacaron los yesos me pidió que la higienizase, diciéndome que ella no podía mantenerse de pie; lo hice y esto se prolongó durante 10 días.

Al décimo primer día que le sacaron los yesos me dijo que creía que ya se podría bañar, lo que me entristeció pues ya no la tocaría, no obstante cuando comenzó a bañarse me llamó para que la ayude pues me dijo que aunque se podía mantener de pie, no podía enjabonarse las piernas.

—Báñate en la bañadera así no tendrás que estar de pie.

—Prefiero la ducha, por lo que tendrás que seguir higienizándome.

—Pero para hacerlo deberé quitarme la ropa.

—¿Y cuál es el problema? Muchas veces te he visto desnuda y además no tienes nada distinto a mí.

—Sí, es cierto no tengo nada distinto a vos pero lo tuyo es más grande.

—Jajaja, ¿Lo dices por el culo?

—Sí, el tuyo es el doble que el mío.

—Tanto no.

—Bueno tanto no, pero el tuyo está más parado.

—Ya se te parará a vos también.

—¿Vos crees eso?

—¡Por supuesto! Además si no se te para no tiene nada de malo, no sos hombre para que te afecte, jajaja-

—Sí, eso es cierto a nosotras puede no pararsenos el culo y no pasa nada pero si a ellos no se les para es un problema, jajaja.

—Así es, pobres no saben que si bien una verga parada es muy buena nosotras también gozamos con otras cosas.

—¿Otras cosas?

—Sí otras cosas.

—¿En serio? ¿Cuáles?

—Vos todavía sos chica y necesitas una pija, cuanto más grande y dura mejor, pero a medida que te pasen los años veras que también te satisfacen los mimos, las caricias, los besos.

—¿A vos también te satisface eso?

—Por supuesto… Aunque a veces, también, me gusta sentir una verga dura en mi interior, pero eso se puede remediar con algún otro elemento.

—¿Otro elemento?

—Sí, otro elemento.

—¿Cuál?

—Una banana, un pepino, un consolador, un… no se hay muchos. Mirá hasta donde hemos llegado.

—Sí, estamos hablando de cosas de las que nunca hablamos. - le digo mientras, después de colocarle jabón a la esponja, le comienzo a enjabonar la espalda.

—Lávame solo los pies porque lo demás puede sola. - Me dice a la vez que arqueó la espalda.

—No hay problema te enjabonaré toda.

—¿toda?

—Sí, toda. ¿No querés?

—Sí, me agradaría pero ¿mis partes íntimas también?

—Sí, no vas a tener vergüenza ya varias veces te las he lavado, - Le digo enjabonándole el culo.

—Sí varias veces lo hiciste - Me dijo tirando hacia atrás su culo, mientras acaricia su concha -, pero hoy hablamos de cosas que otras veces no.

—¿Y, que tiene? ¿Te calentaste? - Le dije dándola vuelta y reemplazando su mano por la esponja, para seguir enjabonándole la argolla, aunque jabón ya no tenía.

—Sí, mucho ¿Vos no? - Me dijo mientras su boca atrapa uno de mis pezones.

—Sí, yo también me calenté mucho, sino porque te crees que te estoy enjabonándote así – Le dije dejando caer la esponja para que mi mano toque directamente su concha.

—Me gusta mucho – dijo al tiempo que sus labios dejaron libre mi pezón y exhaló un suspiro de placer, para a continuación separándose de mí y mirándome a los ojos decirme: “Pero esto está mal, ¡Soy tu madre!

—Sí, eres mi madre, yo soy tu hija - Le dije mirándola a los ojos yo también, pero también somos dos mujeres que estamos calientes porque llevamos más de cuarenta días sin coger.

Cierto, me dijo mientras, su mano izquierda jugaba con mi concha.

Eso fue suficiente para que nos abandonásemos al placer de disfrutarnos.

Nuestras bocas se unieron en un húmedo y profundo beso.

Sus tetotas se pegaron a las mis y su mano derecha comenzó a acariciar mi culo, mientras yo apretaba su clítoris entre los dedos índice y pulgar de mi mano izquierda y la derecha buscaba acariciar la separación que existía entre los cachetes de su gran culo.

No he descripto aun a mi madre, creo que es un buen momento como para hacerlo, aunque más no sea sucintamente.

Ella tiene una altura de 1,65 metros, 61 kilos de peso cabello negro hasta la cintura, una mata casi salvaje en su concha y medidas 110-64-120 y si tiene tanto culo no es porque tiene amplias cadera solamente, sino porque su culo se eleva hacia atrás, como si una pija se lo estuviese empujándolo desde su concha.

Sus piernas, ya no la sostenían, había sido todo un esfuerzo para ellas haber estado tanto tiempo de pie, por lo cual no bien hicimos esto sentí como las mismas se le doblaban, por lo que cerré el agua y le dije que la iba a secar para luego ir a la cama a fin de disfrutar el encuentro, luego de secarla la llevé a la cama y, luego de secarme yo, me tendí a su lado.

Continuamos besándonos, hasta que en un dado momento, separa su mano de mi empapada concha y comienza a bajar, dejando su lengua un rastro de saliva desde mi boca hasta mi concha, a la cual comienza a recorrer, sin dejar ninguno de sus pliegues sin acariciar con su lengua.

Al ella girar yo también lo hice, por lo cual yo también recorrí toda su concha, imitándola.

En un dado momento sus labios rodean mi clítoris haciéndole una suave presión mientras su lengua le da pequeños golpecitos.

Esto terminó de llevarme a un gran orgasmo que me hizo gritar y enterrar mi lengua dentro de su ser.

Pareció que esa estocada era lo que estaba esperando porque no bien mi legua ingresó en su vagina, su espalda se arqueó y su concha se pegó contra mi boca.

Fueron 10 o 15 minutos los que estuvimos gozando de nuestros cuerpos en la cama, pero fueron más que suficientes para que nuestras caras quedasen encharcadas de nuestros fluidos.

Cuando llegó el fin de nuestro mutuo orgasmo me di vuelta y, nuevamente nuestros ojos se cruzaron, nuestras bocas se extendieron en una sonrisa y su lengua comenzó a sacar sus fluidos de mi cara, por lo que yo también hice lo mismo, finalizado lo cual nuestras bocas nuevamente se unieron. En un beso largo, larguísimo.

Al llegar el mismo a su final, nuevamente nuestras miradas se cruzaron y solo atiné a decirle “Gracias” a lo que me respondió -o “Gracias a vos”.

No bien lo dijo sentí la puerta de calle, por lo que pegue u salto de la cama y corriendo logré cerrar la puerta de la habitación antes que Mario, su hijo, mi hermano, llegase a la puerta.

Cuando lo hizo y la vio cerrada, golpeó; yo pregunté quién era y cuando me dijo “Mario” le contesté, vistiéndome todo lo rápido que podía: “Esperá que estoy cambiando a mamá”. Él me dijo que iría a su habitación a cambiarse que cuando terminase que le avisase así la saludaba.

Terminé de vestirme, la vestí a ella y lo busque a Mario.

Al llegar a su habitación, golpee y me dijo que entrase; al hacerlo lo encontré totalmente desnudo y con su pija, totalmente enhiesta, sostenida por su mano derecha.

—Mirá con lo que me tengo que satisfacer porque no podemos estar juntos.

—No seas extremista, no podemos hacer nada, entre nosotros, pero vos podes hacerlo con tu novia o con alguna que te de bola, mientras que yo no tengo novio ni me da bola ningún chongo, porque del cole vengo directo a casa para cuidar a mamá.

—Sí, me puedo acostar con alguna pero no es lo mismo que hacerlo con vos.

—Dale, déjate de joder, que con lo caliente que sos cualquier agujero te viene bien.

—Jajaja, sabes bien que con cualquier agujero me caliento ¡Pero quiero cogerte a vos!

—Y ya lo vas a hacer ahora vestite y andá a saludar a mamá ¿o querés ir en bola y garchartela a ella?

—Si no fuese la vieja la garcharía tiene unas tetas y un orto como para coger toda la noche.

—Sos un chancho.

—Soy un macho cabrío.

—Jajaja, vestite y salúdala.

—¿No querés saludar vos a mi poronga?

—Me gustaría pero mamá está en su cuarto.

Tuve ganas de atragantarme con su pija pero el recordar el pacer que había logrado con mi vieja y el hecho que estuviese en su habitación me contuvieron, por lo cual sin decir nada más, dejé su habitación.

Él se vistió y fue a saludarla, después vino a la cocina, donde yo estaba cocinando, y agarrándome, desde atrás, las tetas, me apoyo su duro trozo en el culo. Yo le dije que me soltase, pero él se apretó más a mí, lo que me gustó por lo que empecé a mover circularmente mi culo.

Si no lo hicimos fue porque sentí la puerta indicando a llegada de mi padre. Él también se dio cuenta, por lo que puteando, por lo bajo, me soltó y diciéndome “Te salvaste” se fue a mirar televisión.

Yo salude a mi papá y continué preparando la cena.

Mi padre fue a su habitación, saludo a mi madre, se cambió y volvió a la cocina a preguntarme si ya estaba la cena; le dije que si por lo cual me pidió la de mamá y se la llevo, diciéndome que después de darle de comer vendría a que comiésemos nosotros. Le dije bueno y mientras él le fue a dar de comer yo puse la mesa.

Mario ni se inmuto viéndome poner la mesa, aunque me dijo “Me gustaría hacer un sándwich utilizando mi pija como salchicha y tus tetas como pan y que vos comas la salchicha y yo el pan, jajaja.

No le di bola y cuando regresó mi padre de darle de comer a mi madre, cenamos los tres y nos fuimos a dormir.

Al día siguiente, al irme al colegio me despedí de mi madre con un beso húmedo, mientras le tocaba una teta, ella no hizo nada, lo que me extraño, pero igual no dije nada.

Cuando volví del colegio. Ella ya tenía el almuerzo preparado, por lo que inmediatamente comimos, no bien terminamos de almorzar me dijo que se iba a acostar porque estaba cansada, me imaginé que me esperaría con alguna sorpresa, por lo que me apuré en levantar la mesa y platos, pero cuando, estaba durmiendo; la desperté después de desvestirme y acostarme a su lado.

Ella se sobresaltó al verme a su lado, y diciéndome que si bien la otra tarde la había pasado muy bien no era correcto que hiciésemos algo entre nosotras.

Otra vez tuve que convencerla que no había nada malo en eso, esta vez me costó menos, para que lo hiciésemos.

Desde ese día y durante los 23 días que se quedó en casa mantuvimos relaciones y aprendí que entre mujeres también podemos darnos satisfacción ya que entre las ganas que nos teníamos, las películas que vimos y su tarjeta de crédito, con la cual compramos un dildo y un strapon, las satisficimos todos esos días y aun lo continuamos haciendo.

Un día le dije a mi madre que… no eso dejémoslo para otra historia.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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