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Categoría: Confesiones

Pasión irrefrenable

Ninguno creía que volvería a pasar. Los dos lo deseábamos con locura, pero éramos conscientes de que quizá nunca volveríamos a sentir un placer que solo el uno al otro éramos capaces de darnos. No hablo de placer simplemente, hablo de llegar a un orgasmo que te paraliza durante diez minutos y no eres capaz de articular palabra. Pero pasó.

Estaba en casa y sonó el teléfono, vi que era ella. Descolgué y solo me dijo: voy ahora y colgó. Empecé a temblar, todo mi cuerpo se estremeció solo de pensar en ella.

A los diez minutos llamó a la puerta, abrí y allí estaba. No dijo nada. Entró y me miró. Me abrazó y empezamos a besarnos. Llevaba un vestido largo y noté rápidamente sus pezones erizados y duros esperando mi lengua. Dejo caer su vestido y contemple todo su cuerpo desnudo. Decir que es bella es como no decir nada. Comencé a besarle el cuello mientras la acariciaba con las manos. Pasaba por sus pechos rozándola. No hay nada más suave y cálido que su piel.

Fuimos a la cama y nos dejamos caer sobre ella. La besé en el cuello, la boca, sus pechos y bajé hasta su sexo. Le introduje mi lengua en su interior. Estaba húmeda y caliente. Mientras mi lengua jugaba con ella, empezó a gemir, a mover su pubis arriba a abajo para que mi lengua la recorriera entera, me agarró de la cabeza empujándome hacia ella, mientras sus gemidos cada vez eran más fuertes.

- Méteme los dedos ya, no puedo más - me dijo.

Lo hice. Introduje dos dedos hasta el fondo y lanzó un gemido de placer, jugué con ellos en su interior. Sus músculos me empujaban hacia fuera, pero los movía como a ella le gusta. Me encanta esa sensación. Siento cuando va a correrse. Su cuerpo se estremecía mientras mis dedos entraban y salían, sus músculos me empujaban más fuerte y sus gemidos venían uno tras otro.

Se corrió en mis dedos y los saqué para que saliera todo su interior. Me los chupé y se los metí en su boca. Los lamió como si fuera mi pene. Me empujó y me puso boca arriba en la cama. Fue directa a mi pene que estaba duro y completamente mojado. Sabe que no necesito casi nada para reaccionar así cuando es ella. Empezó a chupármelo mientras su mano se deslizaba arriba y abajo, se metió mis huevos en la boca y jugaba con su lengua con ellos mientras me masturbaba y abierta de piernas se frotaba su sexo con mi pierna.

Paró y se puso encima de mí, se la metió y los dos gemimos. El cuerpo se me estremeció, sentir todo su calor en mi pene es una sensación indescriptible. Subía y bajaba sin parar, su espalda se arqueaba y su cara se desfiguraba cada vez que la sentía llegar al fondo. Se quedó ahí, con mi pene en su vagina, nuestros cuerpos uno solo y la cogí de la cadera y la balanceé una y otra vez, solo dijo una palabra antes de volverse a correr “joder”, se corrió sobre mí, pero sabía que ella quería más, quería otra vez mis dedos.

La tumbé en la cama, no había llegado a su clímax. La metí mis dedos con fuerza y empecé a masturbarla muy rápido, me dijo: es que no los sacas nunca cabrán, y seguí y seguí y gritó de placer, inundó mis dedos y la cama. Su cuerpo temblaba y no quería parar de sentir. Se puso de espaldas a mi y me dijo:

- Métemela, sé que a ti te gusta correrte así.

Me abrió las piernas y cogió mi pene y se lo introdujo en su sexo. Todo lo hizo ella, sus movimientos me hacían estremecer de placer, sintió mis gemidos, me iba a correr, mi pene entraba y salía y me dijo: córrete dentro, no pasa nada. Mi pene explotó en su interior, mis gemidos y mi placer eran infinitos, temblaba todo mi cuerpo.

Nos cubrimos con las sábanas. Juntamos nuestros cuerpos desnudos ella de espaldas a mí. Estuvimos en silencio diez minutos. Le acariciaba la espalda y le besaba el cuello. Se giró y me miró a los ojos. No hacía falta decir nada, nos besamos en los labios, le cogí la cara y la acaricié. Nos venció el sueño y el cansancio.

Cuando desperté ella no estaba. Me levanté y oí la ducha. Entré. Estaba de espaldas, admiré su cuerpo perfecto, mi pene reaccionó. Se giró y me vio y me dijo: ven.

Entré en la ducha y se puso gel en las manos y empezó a enjabonarme. Cogió mi pene y se lo metió en la boca. Me lo chupó con pasión y se giró. Apoyó sus manos sobre la pared de espaldas a mí y se lo metió. La empujaba con fuerza mientras mi pene entraba y salía, cada movimiento era un gemido. La saqué y le metí los dedos por detrás, la masturbaba sintiendo sus músculos nuevamente, estábamos locos de placer. Se giró y se sentó en el borde de la bañera, mis dedos seguían jugando y ella se abría de piernas más y más. Sus ojos cerrados y su cara desencajada. Se corrió tras un grito de placer.

Saqué los dedos y su corrida salió una y otra vez, no podía parar de correrse, su cuerpo temblando y su respiración entrecortada. Miró mi pene y me sacó de la ducha. Me sentó en el borde de la bañera y se la metió hasta el fondo. Empezó a subir y bajar mientras me miraba a los ojos sabiendo lo que estaba yo sintiendo, sabe cuándo voy a correrme y se la metió en la boca, chupándomela una vez más, me corrí en su boca. El placer fue infinito. Solo ella es capaz de dármelo. Nos abrazamos y nos besamos.

Se duchó de nuevo, se secó, se vistió y me dio un abrazo y un beso de los que nunca se olvidan.

Es imposible olvidarla. No hay nadie como ella. Yo la miré y le dije: Te quiero.

Ella calló, me miró a los ojos y me besó. Sus ojos brillaban. Es la mujer de mi vida y lo sabe. Le dije: nunca volverás, ¿verdad? Abrió la puerta, se giró y me dijo: nunca digas nunca cariño.

Y se marchó.
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