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Categoría: Maduras

Paseo por la feria de mi pueblo

En la feria aquel operario no hacía más que desnudarme con la mirada, y lo malo es que eso no me disgustaba y terminamos cogiendo.



 



Vamos con mi nieto a la feria, no se como a la gente puede gustarles estas diversiones cochambrosas. Polvo, ruido, olores de aceitazo, y sobre todo los operarios, con sus aspecto de desarrapados. Pero no hay manera, todas las criaturas se ven irremediablemente atraídas por las lucecitas cual polillas, y allí vamos ellas y sus abuelos.



Se han montado en unos cochecitos que dan vueltas, han tenido tiempos mejores estos cochecitos, pero al menos parecen poco peligrosos. Desde luego en absoluto le dejaría motarse en la rueda de Chicagoo en esas barcas oscilantes.



A saber quién las ha montado, seguro que esos gañanes medio alcoholizados que pululan entre las atracciones.



Mientras mi nieto da vueltas y vueltas, el simple de su abuelo le hace fotos y cucamonas, yo me entretengo horrorizada en el paisaje humano, muchachos y chicas adolescentes gastándose el dinero en tonterías, abuelos en pantalón corto intentando cumplir como abuelos, mujeres tetonas y sonrientes, que se han abandonado para dar toda su vida a sus maridos e hijos, que inefablemente repetirán el ciclo vital de la cochinilla. Argg, un horror, no se que pintamos aquí entre toda esta chusma.



Estoy deseando que mi nieto crezca para que empiece con el fútbol, la catequesis, y la escuela, así podrán formarse en un ambiente adecuado y correcto. Mira, ahí están los vecinos, a estos también los han arrastrado sus hijos a este muladar. Habrá que sonreír, je, je. Hola cariño, ¿Qué tal? etc.



Ese operario como me mira, que descarado, así fue cuando llegó a pagar el derecho por el puesto, yo estoy en el comité y casi me desnuda y me hace el amor con solo la mirada. Esto me pasa por ponerme esta camisa, es demasiado clara, y se me transparenta el sostén, que apuro. No, esto me pasa por venir a este sitio.



Nos vamos, que ya anochece, y tenéis que cenar. Bueno, dos vueltas más.



Con la noche, ya vienen personajes todavía más cetrinos y el olor a chorizo frito aún es mayor.



Debería saber que este pueblo la mayoría somos gente de orden, pero claro hay que contentar a todos, incluidos a los emigrantes y a sus hijos.



Desde luego, que futuro nos espera. El operario se me ha acercado y me ha dicho una grosería, algo sobre mi culo, esto es demasiado, y mientras mi marido haciendo el tonto con el nieto.



Al no responderle el tío este se ha envalentonado, y me esta rozando, aprovechando que hay gente, ¡Ay Dios!, que esto acaba mal.



Menos mal que mi nieto ya se ha bajado. Vamos, vámonos a casa. Cuando estamos ya saliendo del descampado donde están instaladas las atracciones, no puedo evitar girar la cabeza.



Allí esta el operario, mirándome fijamente, una mano puesta en el paquete y con la otra haciendo gestos de cómo se si se estuviera masturbando.



Mi nieto y mi esposo ni se dan cuenta de que me he quedado algo retrasada, están entretenidos con unas repugnantes golosinas de azúcar y en que no se les escapen unos globos. Por un lado me he sentido humillada, pero un ligero escalofrío no del todo desagradable me ha recorrido el cuerpo.



He logrado bañar a mi nieto, su mamá está en el trabajo y yo me encargo de cuidarlo, de cenar para que hablar, ni lo hemos intentado, con todas las golosinas que han comido en la feria ya van servidos. Mi marido se ha puesto a leer un libro y yo he tenido tiempo para bañarme. He puesto abundantes bolitas de olor en el baño, quiero olvidar ese abominable hedor de la feria, tengo arena en los pies y estoy molida. Me voy relajando y vuelve a mi la imagen de ese tosco operario, atraído por mi figura. Me lo imagino en ese momento vendiendo entradas, apretando tornillos oxidados y entre dos casetas haciéndose una paja pensando en mis tetas. Casi lo puedo ver, mis manos al tiempo se van a la entrepierna, me empiezo a acariciar, mis dedos van despertando mi sensibilidad, mis pezones se ponen tiesos, cuanto le gustaría al tipejo ese verme así. Me he quedado casi dormida en la aspersión, el agua se ha quedado fría, salgo y me pongo una bata sin nada adentro, mi marido ahí está en el sillón, dormido con el libro en las manos. El domingo se ha acabado, mañana será otro día.



Lunes, todo de nuevo en marcha, niños al preescolar, marido a la oficina, y yo a hacer los numerosos recados que tengo que hacer. Salgo en mi bicicleta a realizar mi recorrido por la carnicería y el mini supermercado.



He pasado cerca de la feria rumbo a la casa de una comadre, esta muerta, las atracciones despojadas de sus lucecillas y estrepitosas músicas parecen menos horribles, simplemente muestran lo que son, hierros y maderas viejas. No he podido por menos de ir lentamente bordeando el solar. He divisado a mi operario, la misma ropa, la misma cara mal afeitada, esta desmontando una especie de andamiaje. Me ha visto, y sonríe, me señala su entrepierna. No aguanto más, voy a aclarar este asunto. Aparco mi bicicleta, y con mis zapatos tennis recorro rápidamente la distancia hasta donde esta ese bruto. El operario se ha quedado un poco pasmado, este no sabe con quien se las gasta. Balbucea despectivamente algo como disculpándose, pero sus ojos están fijos en mi pecho. No le doy opciones.



Vamos cabrón, ¿Qué es lo que quieres?



¿Culiarme?, pues vamos a culiar, pero ya.



El operario ha abierto su boca, hasta se le cae un poco de baba. Me ha gruñido que le siga, y yo le sigo. Alguna mujer de los operarios, sucia y desaliñada pasa a mi lado y me mira con sorna, pero calla prudente. Hemos entrado en una roulotte, la deben emplear varias personas, desordenada, sucia, huele a cerrado, ropas por el suelo, y las superficies de formica no han visto un estropajo hace tiempo.



En un colchón de espuma, verde, sin cubrir, ahí es donde este cabrón me va a coger. Me quito la falda negra y las medias, cuando me voy a quitar las bragas, el operario que hasta ese momento estaba como parado me lo impide. Me mete la mano en la entrepierna y me aprieta fuerte. Me hace ponerme con el culo en pompa, y mete su cara en mi trasero, su cara sin afeitar irrita mis muslos. Mi boca, mi nariz están enterradas en



ese colchón sucio, que huele a tabaco y a culos de botella de cerveza. A saber cuanta gente se habrá masturbado en este asqueroso lecho. Noto que me humedezco.



Me he dado la vuelta y he buscado la verga del operario, este apenas ha logrado desabrocharse el pantalón y bajarse la cremallera, tienen que ser mis manos las que le saquen del encierro. Me he metido esa verga en la boca, una verga oscura, rodeada de pelos, que seguro que no esta muy limpia, de hecho huele mucho a verga, retiro el prepucio y con mis finos dedos, casi pellizcando, voy retirando de la base del glande los restos de secreciones que este guarro no se ha limpiado. El operario me agarra de la cabeza y me hace tragarme de una puta vez su pene.



Venga para adentro, mientras le sobo los cojones, que los tiene grandes.



Cuando ya me he hartado del sabor a verga rancia, me he quitado las bragas y me he puesto de nuevo como una perra, y le incitó a que me monte, muevo el culo lascivamente para los lados, y para adelante y atrás. El tipejo se ha despelotado, es feo, aunque joven tiene ya tripa, y es peludo, muy peludo. Sin más preámbulos se ha montado encima de mi, su verga no ha dudado y ha entrado en mi vagina fácilmente, con una mano me agarra por la cintura y con la otra me aprieta las tetas, noto las yemas de sus dedos a través de la tela de mi blusa, de la tela de mi caro sostén, mis pezones reaccionan. El tío bombea como loco, se va a correr en seguida a este paso. Me dice farfullando algo, que si mi rico marido no me folla bien. Serás cretino, pienso mientras muevo mis caderas, mi marido folla mucho mejor que tú.



La barra de su verga se mueve rápida dentro de mi, noto como me llena. También noto su aliento a tabaco y a vino barato, esto aún me excita más.



Al final se ha corrido, esta derrengado, se ha tumbado en el sucio catre, con la verga flácida, quiere darme por el culo, y yo le dejaría, pero su verga no se le pone tiesa. Me he masturbado abriendo bien las piernas delante de él, me he quitado la blusa y el sujetador, para que me tocase las tetas, a ver si se animaba, pero ni la visión de mi vulva abierta, con mis dedos empapados en mis mocos y en su semen le ha animado. Cuando ya me he corrido, me he chupado los dedos, me he puesto las bragas y el resto de la ropa. Tengo prisa, hay que recoger a mi nieto y a este operario no se le ha vuelto a parar la verga, quería que me volviera a culiar pero nada, no se le paró con nada, el trabajo que le hice con mi vagina a su verga lo dejó cansado, no sabía con quién estaba tratando, me resultó malo para culiar el operario.



Mi nieto ha insistido, quiere montar de nuevo en los cochecitos, su abuelo ha venido pronto, allí vamos de nuevo la feliz familia. Además es el último día que están los operarios, de hecho ya muchas atracciones están recogidas. En los cochecitos, en la destartalada taquilla esta mi operario, le compro cinco viajes, él ya no me mira con esa cara de obseso, de hecho ni me mira, ni siquiera se atreve a levantar la cabeza, me regala unos viajes más, le agradezco con la mirada el detalle, y contoneando el culo me vuelvo a mi nieto y le hago subir en el coche de bomberos.¡Tocad, tocad la campanita al pasar!



 



Haydee


Datos del Relato
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