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"Una convención, mi mujer, dos compañeros de trabajo y un despido casi inminente nos hace disfrutar del sexo como nunca hubiéramos imaginado a mí y a mi mujer... "
Hacía poco más de un año que había contraído matrimonio con mi mujer Carmen. Ella es profesora de alemán en una academia propiedad suya y de su mejor amiga de la facultad de filología.
Yo llevo casi 11 años trabajando en la misma empresa, tengo un cargo con cierta responsabilidad.
Aunque mi sueldo y el de Carmen no son muy elevados, el llevar una vida con pocos lujos nos ha permitido comprar un chalé en una buena zona de Sevilla y empezar a planificar el tener al menos un hijo.
En las últimas semanas estoy siendo testigo del despido de varios de mis compañeros, no porque la empresa vaya mal -tampoco lo contrario- sino por la llegada de dos nuevos empleados con la función de maximizar los beneficios que han decidido comenzar por reducir la plantilla.
Hace algo más de una semana, en mi turno de tarde, me colé en uno de sus despachos y pude ver la lista de empleados prescindibles, para mi desgracia yo estaba en ella.
Este fin de semana pasado teníamos una convención en un famoso hotel de la capital andaluza, aprovechando que era desde el viernes hasta el domingo y que teníamos un gran descuento, le propuse a Carmen que viniera conmigo y se alojara en mi habitación.
El primer día de convención fue normal: toma de contacto, alguna charla aburrida sobre el futuro de las telecomunicaciones, etc,... Sin embargo, el sábado, el ambiente estaba un poco más animado. De hecho, después de almorzar y el café algunos de los presentes pasaron por el restaurante del hotel para consumir algunas copas. Yo no suelo beber y no lo hice, los 2 nuevos empleados, Jorge y Luis tampoco.
El resultado de que los tres no hubiésemos bebido nos hizo compartir un mismo nivel de sobriedad distinto al del resto y, aunque yo soy entre 10 y 15 años más joven que ellos dos, era algo que no se notaba en la conversación.
La charla tenía pinta de ir para largo, así que avisé a mi mujer y bajó al restaurante para unirse a la mini-reunión. Como ella había estado toda la mañana de compras por el centro no tenía ganas de volver a salir más.
Cuando ella llegó pude ver en la cara Luis, y sobretodo en la de Jorge, que Carmen había gustado físicamente y justo en ese momento hubo una especie de clic en mi cabeza. Hice un hueco en el sofá en el que estábamos Jorge y yo, poniendo a mi mujer entre ambos y frente a Luis.
Cabe señalar que Carmen, a pesar de ser bastante habladora, es una mujer seria, muy moralista, recatada y en el aspecto sexual se deja hacer pero con muchas reservas. Físicamente es menudita, delgada aunque no está falta de curvas.
Llevábamos un buen rato conversando, incluso Carmen ya había explicado nuestra intención de formar familia, cuando ella se levantó para ir al aseo, cosa que Jorge aprovechó para tocarle la cintura al ayudarla a pasar y furtivamente mirarle su culo.
Con Carmen fuera de la reunión Luis me dijo –Manuel, nos caéis muy bien tú y Carmen, pero antes de que comencéis a formar una familia debes saber que, aunque no es definitivo, estás en la lista de personas que tienen que abandonar la empresa, y no es porque lo hayamos decidido nosotros, tenemos claro que haces muy buen trabajo, ha venido de los capullos de recursos humanos, pensamos que por tu antigüedad y el gasto que supondría tenerte más años en costes de indemnización por despido.
No obstante yo sabía que la última palabra era de ellos y debido al ritmo de despidos de estos días atrás y el sitio donde nos encontrábamos, no iba a tener otra oportunidad como esta para inclinar la balanza hacia mí.
Cuando llegó Carmen del aseo, me moví e hice el hueco central del sofá más pequeño, alegando que en mi lado se me clavaba en el muslo una madera de mi asiento y obligando a mi mujer a mantener contacto físico con Jorge. Cuando lo expliqué, tanto ella como Jorge, lo entendieron y me dijeron que no pasaba nada, que estaban cómodos. No obstante yo podía ver, como la mano derecha de Jorge rozaba el muslo izquierdo de mi mujer al estar tan pegados.
El restaurante se empezó a llenar de gente, seguimos charlando entre todo el bullicio que había llegado a volumen casi ensordecedor.
Viendo que los cuatro estábamos relajados, comencé a tocarle el muslo a mi mujer y ella lo aceptaba acariciándome la mano y lanzándome alguna sonrisa que otra.
Jorge y Luis estaban hablando de sus esposas e hijos, y Carmen que había tomado cierta confianza con Jorge, plantó su mano izquierda en la rodilla derecha de Jorge, a lo que este soltó con sonrisa pícara– Cuidado Carmen, no me importa que me toques la pierna, pero si entrara mi mujer tendría problemas –todos, incluida ella, nos reímos y yo repliqué su broma.
–No te preocupes Jorge, está su marido, yo, no creo que tu mujer se lo tome a mal –Carmen rió de nuevo –, además no soy celoso no pasa nada si se la tocas tú a ella –me incliné, tome la mano de Jorge y la puse sobre el muslo de mi mujer a una altura peligrosa. Jorge sonrió y masajeó el muslo de Carmen, Luis y yo hicimos un gesto de satisfacción
En ese momento la sonrisa de Carmen se tornó en una expresión de mucha seriedad e incomodidad, retiró la mano de Jorge y se marchó con una excusa educada pero claramente falsa y que los tres sabíamos a que se debía.
Nos quedamos muy cortados sin saber qué hacer– Chicos, voy a subir a hablar con mi mujer, si no bajo, ya nos vemos mañana por la mañana en la última sesión.
Subí a la habitación y al entrar Carmen estaba recogiendo sus cosas como para largarse. No se giró cuando entré, tuve que agarrarla de su pequeño brazo para que me mirara y poder hablarle.
Le expliqué los despidos que le había estado ocultando durante semanas, también le dije que estaba en la lista de prescindibles, que ellos dos tienen que tomar una decisión en los próximos días y que su desplante puede que haya sido el motivo por el cual se hiciera efectivo mi despido.
Ella se sorprendió y me dio la razón en parte, sin embargo me echó en cara que esto había sido por mi culpa, no por la suya, y que a ver qué podíamos hacer para enmendarlo.
Le expliqué que solo se me ocurría una cosa, llamarlos, que subieran a la habitación para hablar con ellos, con la intención evitar que el resto de la plantilla que estaba en el restaurante se enterara de lo ocurrido, proponer salir a tomar algo y así dejar el asunto en una tontería. Ella, siendo consciente que no se podía hacer otra cosa, accedió, de todas formas seguía sin verla totalmente convencida.
–Pero Carmen, tenemos que dejar el toque del muslo en algo sin importancia, ¿vale? – ella asintió.
Los llamé y subieron.
No pasaron ni 5 minutos cuando llamaron a la puerta, los invité a pasar, nada más entrar se disculparon con mi mujer y yo me uní a la disculpa. Ella las aceptó – Tranquilos, es que esta semana ha sido dura en mi negocio y llevo varios días en tensión.
Nos encontrábamos en el centro de la habitación, de pie, aunque Carmen sonreía, había algo que me decía que seguía estando muy molesta. Me acerqué y le empecé a mostrar cariño, a mimarla, unos besos suaves por el cuello y oído, y mientras la agarraba de la cintura le dije – No pasa nada cari, era solo un juego, ahora salimos y tomamos algo por ahí los cuatro, ¿de acuerdo?.
Ella se encogió de hombros e inclinando la cabeza hacia un lado dijo – Vaaale, no pasa nada, todo olvidado – Jorge y Luis se acercaron y le dieron un abrazo mientras yo la agarraba por detrás.
El abrazo comenzó a durar más de lo que suelen durar cuando son amistosos, yo miré a Jorge haciéndole un gesto con la cabeza y él supo leer mis intenciones, se lanzó y le dio un beso en el otro lado del cuello que estaba libre, y Carmen seria pero con delicadeza lo apartó diciendo –Veenga, ya está bien.
– Tranquila Carmen –le susurré– tenemos que ser agradables con nuestros amigos para ganar puntos extra en la próxima ronda de despidos –Jorge y Luis pusieron cara de asombro al descubrir que ella estaba al tanto de mi candidatura de próximo despedido.
Carmen un poco más relajada pero aún con gran seriedad en su rostro añadió – Tranquilo Jorge, no pasa nada, dame otro beso antes de que nos vayamos –Jorge sonrió y se lo volvió a dar.
Como tenía sujeta a Carmen por la cintura la pude desplazar hasta pegarla a Luis – Vamos Luis, ahora te toca hacer las paces a ti, dale otro besito a mi mujer –Luis se arrimó todavía más, besó su cuello y pienso que fue ahí cuando Carmen empezó a ser consciente del papel que tenía que adoptar.
Cogí a mi mujer y la pegué a mí, empecé a acariciarle sus caderas, luego la espalda, pequeños besos en la nuca, poco a poco fui hasta la parte delantera y comencé a masajear sus pechos, ella simulaba el intento de apartar mis manos, pero todo quedaba en eso, en falsos intentos.
Por el otro lado, Jorge le besaba el cuello y ella hacía lo mismo, pequeños y vanos esfuerzos porque parara, en lo que yo suponía que era una lucha interna de su moralidad con lo que su cuerpo instintivamente permitía y deseaba que le hicieran.
Luis se soltó también, le acariciaba el culo y le besaba el cuello en los huecos que Jorge y yo dejábamos libre. Así estuvimos algunos segundos, o minutos, no sabría decir…
Estábamos los tres metiéndole mano a mi mujer por debajo de la faldita de hilo que llevaba, ella tenía los ojos cerrados y seguía con sus suaves formas para que nos apartáramos. Yo le bajé una de las tirantitas de su vestido dejando al descubierto uno de sus senos aún con el sujetador puesto.
Fui empujando el grupo hasta que quedamos junto al sofá, puse las manos sobre los hombros de mi mujer y la empujé delicadamente hacia abajo con las claras intenciones de ponerla de rodillas. Ella parecía negarse pero al final cedió y se puso de rodillas entre nosotros tes.
Yo fui el primero, me desabroché el cinturón, saqué mi polla dura y se la pegué a los labios, Carmen seguía haciéndose la dura, fui yo quién le puso su mano en mi verga y se la metí en la boca para que ella empezara a chupármela. A continuación Jorge y Luis se la sacaron, haciendo lo mismo que hice yo, ella no nos defraudó y comenzó a chuparnos los rabos.
Ahí estaba ella, de rodillas, mamando nuestras pollas como una auténtica profesional, seria, sin quejarse, se sacó la polla que tenía en su boca y mirándonos fijamente a los ojos nos preguntó – ¿Os gusta?, ¿lo estoy haciendo bien?.
Yo le respondí – Sí cariño, lo haces perfecto, sigue comiéndonos las pollas así de bien y ahora te follamos entre todos –Jorge y Luis también valoraron positivamente la espectacular mamada que estaban recibiendo por parte de mi esposa y sugirieron sentarnos en el sofá para estar más cómodos.
En poco tiempo estábamos los 3 sentados en el sofá de la habitación y mi mujer con un cojín debajo de rodillas chupándonos los rabos por turnos. Nos dejaba que la agarráramos de la cabeza como señal de dominación y ser cada uno de nosotros quién marcara el ritmo en la mamada. Ella en todo momento no paraba de mirarnos a los ojos mientras ejercía su trabajo.
Me estaba comiendo la polla cuando Luis le pidió a mi mujer– Carmen, súbete la falda hasta la cintura –mi mujer obedeció.
Jorge añadió– Ahora bájate las braguitas para que te veamos bien –y Carmen lo hizo sin rechistar.
En ese momento Luis sacó un condón de su bolsillo, se lo puso y se acercó por detrás a mi mujer, le separó las piernas y comenzó a penetrarla poco a poco. A partir de aquí los cuatro, incluyendo a mi mujer, nos pasamos a nuestro lado lujurioso, bestia y animal, a cual de nosotros más cerdo o cerda.
Carmen desprendía puro placer –¿Os gusta que sea vuestra puta?¿vuestra puta de la convención? – nos preguntó con voz de auténtico vicio.
– Sí cariño –le respondí con mucho orgullo.
– Vamos a ponernos cómodos – mientras decía esto Jorge agarraba a mi mujer y la ponía sobre la cama.
Uno tras otro fuimos follándonos a mi mujer, ellos dos con condón. También le hicimos algunos gangbangs, turnándonos en las distintas posiciones posibles. Durante varios minutos estuvimos así y conseguimos que Carmen tuviera su primer orgasmo, momento en el que pedía más y más, y nosotros se lo dábamos.
Cambiamos de postura, Jorge se puso debajo, follándosela por el coño mientras ella le acercaba sus tetas y que él se las pudiera chupar a la par que la empujaba. Luis se puso por detrás y la follaba analmente, cosa que la hacía gritar y gemir de placer, pero allí estaba yo, metiéndole la polla en la boca a mi mujer y ahogando sus gritos e insaciables gemidos, hasta que se volvió a correr.
Esta vez el orgasmo fue de tal magnitud que se quedó petrificada, teniendo espasmos, gimiendo entrecortadamente y prácticamente con los ojos blancos debido a su estado de placer extasiado.
Nosotros que aún no nos habíamos corrido, paramos la intensidad para que ella disfrutara su momento y luego, poco a poco, conforme ella terminaba de saborear su orgasmo, nos detuvimos y la dejamos descansar sobre la cama mientras la acariciábamos.
Carmen tardó algunos minutos en reaccionar, en su cara pude ver una expresión que decía de forma tajante que acababa de experimentar el mejor orgasmo de su vida.
– ¿Vosotros os habéis corrido? –nos preguntó.
– No. –respondí, Jorge y Luis también negaron con la cabeza, por no poder hablar casi sin aliento.
– Pues vuestra puta sigue aquí y piensa hacer todo lo que le pidáis para que os corráis cuando y donde queráis.
– ¡Uf! ¡Joder cariño!, sí que estás perra –le dije, ella se inclinó un poco y me dio un beso en la mejilla mientas se incorporaba y antes de volver a empezar.
Acto seguido, mi mujer nos apartó a Luis y a mí diciendo – Disfrutad del espectáculo.
Puso a Jorge recostado sobre la almohada y el cabecero de la cama y comenzó a cabalgarlo. Empezó lentamente, besándolo, de cuando en cuando miraba hacia donde estábamos Luis y yo, y en una de esas miradas preguntó de forma muy sensual – ¿os gusta lo que veis? ¿vais a llenarle de semen el coñito a vuestra puta? –eso me puso muy caliente, ver a mi mujer cabalgando a Jorge, poniéndole sus tetas en la boca, diciendo guarradas y enseñándonos lo bien que lo hacía.
Yo estaba casi a punto de correrme solo con verla y Luis tenía la cara desencajada por la tensión y las ganas de follarse a mi mujer.
Allí estaban los dos, follando, a veces se besaban y hablaban entre ellos, pero mi mujer lo hacía tan bajo que no acertábamos a oír lo que le decía a Jorge.
De repente mi mujer, que seguía con su vestido puesto se remangó la falda hasta la cintura, dejándonos ver cómo la polla de Jorge la penetraba pero ella, con su mano izquierda, comenzó a acariciar el condón que aún tenía colocado.
Carmen, después de susurrarle algo a Jorge y que este le dijera que sí, se giró y me preguntó –Cariño, quiero que Jorge me folle a pelo y se corra dentro, ¿puedo? – yo no le contesté, seguía mirándola casi hipnotizado y ella subiendo un poco más su trasero no esperó a mi respuesta y lentamente sustrajo el condón de Jorge.
Con el condón ya quitado ella seguía mirándome y sonriéndome, dándole masajes vaginales a la polla desnuda de mi amigo, hasta que se la volvió a meter de nuevo, momento en el que se giró hacia él para seguir follándoselo, esta vez compulsivamente. Todo eso me puso a doscientos por hora...
No tardó mucho tiempo cuando Jorge aceleró el ritmo, quería correrse, mi mujer encima dándole culazos mientras Jorge la cogía fuertemente por la parte trasera de su melena – ¡Síííí! ¡ya noto que te vas a correr – dijo ella y empezó a susurrarle al oído aunque Luis y yo podíamos oírlo – vamos Jorge, córrete, córrete dentro del coño de tu puta, córrete ya que me quiero follar a Luis – dijo mientras, girada, miraba lascivamente a Luis.
Justo al decirle eso, Jorge gritó de placer y comenzó a correrse, pudimos ver como empezaba a chorrearle el semen a mi mujer por las piernas, instante en el que tanto Jorge como ella comenzaron a detenerse paulatinamente.
Cuando Jorge terminó de correrse Luis se abalanzó violentamente sobre mi mujer, la quitó de encima de Jorge y con mucha ansia exclamó –¡Vamos puta!, ahora te voy a follar yo, ábrete de piernas que te voy a meter mi polla –Luis se quitó el condón, mi mujer se dejó avasallar y no opuso resistencia, le allanó el camino abriendo sus piernas y Luis comenzó a bombear– Carmen quiero correrme en tu boca, ¿me lo vas a poner fácil o difícil?.
–Os he dicho que os corráis cuándo y dónde queráis, pero no he dicho que no vaya a oponer resistencia. Si quieres correrte en mi boca vas a tener que obligarme, cabrón… y eso va para todos –Carmen tenía una expresión muy agresiva mientras le decía eso y a nosotros nos puso más caliente de lo que ya está estábamos.
Al principio los movimientos de Luis eran relativamente lentos, mi mujer tenía abiertas y levantadas sus piernas, acompañando en un suave balanceo los embistes de Luis. Este, mientas la follaba, le comía la boca, pudimos ver como hacían intercambio de saliva, él le escupía su saliva con cuidado de que todo cayera dentro y ella, que estaba sujeta por su mano por la nuca, lamía y sorbía los fluidos de Luis.
Estuvieron pocos minutos así, Luis comenzó a follarla con más velocidad y mucha más intensidad, la corrida era casi inminente, ella lo estaba previendo y se lo recordó –Luis, no te voy a dejar que te corras en mi boca ni me lo voy a tragar –expresó ella empujándolo hacia atrás como queriendo que se apartara.
–Oh sí, me voy a correr en tu boca y lo voy a hacer ya –contestó Luis.
–¿Ah sí? No quiero, no te voy a dejar, no vas a poder –replicó Carmen.
En ese momento Luis le sacó la polla de su coño y se la plantó en la boca, hubo un forcejeo entre ambos, él intentando metérsela en la boca y ella oponiendo resistencia; si no hubiera sido por la expresión que mi mujer tenía en su cara hubiera intervenido para detenerlo, pero claramente era un juego.
Después de varios intentos sin éxito por parte de Luis, mi mujer abrió la boca y él consiguió introducirla, mi mujer parecía quejarse con sus gemidos, sin embargo, a los pocos segundos ya estaba sorbiendo y permitiendo que Luis le hiciera una follada oral en toda regla.
De repente, Luis comenzó a gritar de placer y mi mujer abrió los ojos de forma exagerada, los tenía como platos. Era evidente que Luis se estaba corriendo y echando lo más grande dentro de la boca de mi mujer, ella miraba hacia arriba, hacia los ojos de Luis, los movimientos en la parte delantera del cuello de mujer dejaban claro que estaba tragándose todo su semen, sin dejar escapar ni una gota, hasta que Luis, extasiado, retiró su miembro de la boca de mi mujer y se tumbó en la cama para descansar – ¡Dios! En mi puta vida he tenido un orgasmo mejor que este –exclamó Luis.
Mi mujer se limpió los labios y me dijo –Vamos cariño, ahora te toca ti.
Creo que nunca había visto sonreír a mi mujer de esa manera, ciertamente estaba disfrutando como nunca lo había hecho con el sexo y con el rol que había adoptado, …, ya lo dice el refrán «a la puta como reina y a la reina como una puta».
– Veo que te lo pasas bien siendo tú la que llevas las riendas, ¿no?. Pues eso se va a acabar ahora. ¡Sujetadla chicos! – les pedí a Jorge a y Luis que me la sujetaran, cada uno por un lado, sujetando su respectivo brazo y pierna, para tenerla completamente abierta, inmóvil a mi merced.
Empecé a follarla, con placer por todo lo que había visto, y con rabia, porque aunque todo había sido consentido y además deseado por mí, uno no puede evitar tener en su interior el coraje de que otros tíos se han follado a tu mujer, en tu cara.
Los embistes que le daba a mi mujer eran fuertes, le escupía en la boca, ella se lo tragaba y me pedía más. Mis penetraciones se iban alternando de su coño a su boca y viceversa, mientras Jorge y Luis la sujetaban con firmeza. A veces, tanto Luis como Jorge, aprovechaban que yo estaba penetrándole su coño y yo mismo sujetaba su piernas para ellos turnarse y meterle sus pollas, que ya estaban de nuevo duras, en su boca y ella lo aceptaba lamiéndolas.
Yo estaba tardando un poco más que mis dos predecesores, pienso que porque durante las dos sesiones previas a la mía tuve algún «micro-orgasmo» viendo cómo se follaban a la que es mi mujer y sobre todo como disfrutaba ella con eso.
En un par de ocasiones, Carmen, siguió con su juego de oposición de resistencia, y apartaba su boca de las pollas de mis dos compañeros de trabajo, cosa que yo atajaba con un leve cachetazo en su mejilla –Eres nuestra zorra, nuestra puta y tienes que comérsela sin protestar, ¿queda claro? –le dije mientras le echaba un poco de saliva dentro de su boca.
–Perdón cariño, no lo volveré a hacer.
–Así me gusta – le dije y ella comenzó a comerle las pollas de nuevo, hasta que yo la sacaba y me la follaba oralmente también. Ellos se partaban gentilmente,para eso era mi turno.
Después de un buen rato yo ya tenía la polla como una barra de acero y con muchas ganas de correrme, me encontraba encima de ella, en la postura del misionero, y preparé mi corrida aumentando la intensidad, velocidad y ritmo de empuje. Ella lo agradecía, gemía de puro placer, casi gritando, eso sí, cuando no tenía una de las dos pollas de mis amigos en su boca, que no eran muchos instantes, y entonces volvía a pedir más y más – ¡Síííí! ¡Fóllame más fuerte, por favor! ¡Voy a correrme! – exclamaba.
De nuevo allí estábamos los cuatro, como al principio, ella en el centro y tres tíos, siendo yo el único que esta vez la empalaba, follándola como nunca ella se habría imaginado que se la iban a follar, ¿o sí?.
De forma inesperada un escalofrío muy intenso me recorrió la espalda, nuca he sentido nada igual, e inmediatamente le siguió una liberación de presión que iba desde mis testículos hacia la punta de mi polla produciendo el mayor placer físico y mental que jamás he tenido.
La sensación e impresión que tuve fue como si litros de esperma salieran de mi pene y acabaran en un recipiente blando, carnoso y muy cálido que envolvían a mi miembro masajeando y extrayendo todo el jugo que había en él.
Mi mujer tuvo otro orgasmo, casi infinito, quedó congelada, completamente inmóvil, dando espasmos y pequeños botes en el colchón. Jorge le tenía la boca llena con su polla, que también se estaba corriendo dentro de ella, pero esta vez ella no podía tragar y veíamos como rebosaba por la comisura de sus labios.
Y el que faltaba, Luis, le había corrido toda la cara a mi mujer que la tenía girada hacia la polla de Jorge. Ella parecía estar ajena a todo, disfrutando de su orgasmo, en otro mundo, en otra galaxia.
Esta vez sí, los cuatro habíamos tenido de forma sincronizada con precisión de relojero un orgasmo, es decir, habíamos tenidocuatro orgasmos.
Y todos, menos mi mujer que ya estaba tumbada en su Nirvana personal, caímos rendidos a descansar.
Aún era de día, atardeciendo pero con el sol bastante alto. Después de descansar un largo rato y darnos una ducha, seguimos los cuatro en la habitación, pedimos algo de comer y repusimos fuerzas.
He de decir que no acabó ahí, estuvimos todos en la habitación del hotel hasta el domingo por la noche que la abandonamos.
Estuvimos follando, juntos, dos a una, los tres a una, individualmente,en línea por turnos, mi mujer se estuvo probando las ropitas que se compró en la mañana del sábado y nosotros la admirábamos y metíamos mano deleitándonos con el tacto sedoso y algodonado de las prendas que había comprado.
A veces mi mujer pedía que le hiciéramos ciertas cosas, de uno en uno, por parejas o el grupo completo, hasta que se corría. Otras, nosotros le pedíamos que fuese nuestra puta de lujo, y ella realizaba nuestras peticiones sin protestar, otras sí que protestaba, siendo ella consciente que ese juego de negación nos excitaba mucho.
...por cierto, no solo no me han despedido, sino que me han mejorado mi posición en la empresa. Ahora formo parte del comité que se encarga de planificar el futuro de la empresa con mis dos amigos, lo que significa que tenemos que ir a más convenciones y por supuesto me llevaré a mi mujer, que ya está ansiosa por ello, aunque Jorge y Luis ya me han prevenido que ellos quieren lo que tengo yo, y quieren iniciar a sus mujeres en este fantástico juego.
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