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Para todas ellas

Siete eran ellas. Siete hermosísimas y muy exuberantes mozas repletas de la más exultante vivacidad y una latente manera suspicaz de ver las cosas por el lado lujurioso y eróticamente “perverso".



Juntas habían decidido salir a caminar y dar un paseo por un alejado y frondoso parque de la ciudad, y hasta allá fueron.



Ya en él, caminaban y reían contando anécdotas o recordando risibles cosas, y aquel coro de voces y femeninas carcajadas llega hasta los oídos de aquel solitario y ardiente joven, cuyo acostumbrado rito en él, era ir siempre hasta aquel parque para saciar ciertas costumbres desnudistas que eran para él, como un necesario alimento que le saciaba su erotismo, por cierto, muy fértil.



Era, verdaderamente, un muy hermosísimo muchacho repleto de una timidez exacerbadamente extrema, y con un volcánico ardor erótico interior que movía en su integridad, las más tremendas de las calenturas de semental macho como bestial, casi.



Era su costumbre desnudarse en la interior soledad boscosa de aquel parque, para caminar por seguros caminos interiores con su hermosa desnudez viril, y dejando ocultas sus ropas en un sitio, donde luego de aquellos paseos así desnudo él terminaba, iba y las recogía para marcharse satisfechas aquéllas, sus desnudistas costumbres.



Lejos de donde había dejado él sus ropas, esa tarde andaba, cuando oye aquella estridente y femenina sonoridad de voces, risas y carcajadas, y en él instantáneamente se enciende una mecha de sobreexcitación que le empina su ya de por sí despampanante verga inmensa, quedándole como un gruesísimo y empinado garrote en duro y rígido posicionamiento casi paralelo a su hermoso cuerpo.



Temblábale en lujuriosa vibración el falo aquél, y todo él era ardor del más puro. Las voces de las mujeres, se oían acercándose.



Intenta él, correr hacia un camino que lo pusiera a resguardo de la visión de ellas sobre él, pero en su desesperación y nerviosidad comete un gravísimo error quedando totalmente expuesto a la visión de las muchachas que de inmediato lo descubren y comienzan todas, su gritería de exclamaciones y voces diciendo cosas como:



—¡Ah, miren chicas! ¡Un degenerado andando desnudo!



Gritos que se entremezclan con las exclamaciones y las risas que afloran, y la seguridad de saberse numerosas ante la soledad del desnudo personaje allí descubierto, las hacía más firmes y dispuestas a enfrentar aquella situación, con más segura confianza y hasta cierta "dichosa suerte".



Quiere él de ellas esconderse, pero ellas, decididas y audaces corren hacia él alcanzándolo de inmediato, para rodearlo en aquella general manera de reír y reír, contemplándolo así, como él se encontraba, temeroso y avergonzado, exhibiendo la timidez que ellas con asombrosa rapidez saben, con femenina intuición captan en fracción de segundo, al tiempo que también captan, ese carácter ardiente en él, más la visión comprobante de su extrema hermosura masculina.



Las carcajadas de todas, estallan pues, instantáneas. Ahí están ya rodeándolo en contemplación extasiada, al tiempo que él agitadamente se arrolla como queriendo minimizar la evidencia de su desnudez, mirándolas a todas que no despegan de él, sus miradas.



Una y otra carcajada suspicazmente en algunas estalla, mientras en las demás las risas son una constante, y luego de algunos segundos donde las palabras aún no brotan, lo contemplan en estudioso análisis.



Por fin, una de ellas le habla:



—Sos de por aquí? ¿Venís a caminar desnudo?



Él, mordiéndose los labios y mirándolas en actitud tan nerviosa como temeroso, no responde, aunque las mira con suplicante mirada de compasión que ellas entienden y más risas aún les hace brotar. Las preguntas, prosiguen:



—¿Cómo te llamás?



El joven, aún sin responder y ahí contra un árbol acurrucado, continuaba mirándolas y ahora esbozaba algún intento de sonrisa como suplicando la compasión de todas, y ellas, mujeres y dueñas de ese femenino carácter de natural compasión hacia el varón, en medio de la lujuria que maliciosamente ya las siete estaban dispuestas a adelante llevar, comienzan a manejar con él, la más tranquilizante manera de no asustarlo primero, para enseguida, pasar al siguiente paso de saber ganarse de él, la confianza y la amistad.



Con femenina inteligencia y una muy pulida manera psicológica -con la aditiva ventaja de ser además estudiantes de psicología todas ellas- comienzan a desarrollar allí, ante él, la más convincente plática que les permite romperle esa protectora barrera que él había interpuesto para defenderse, logrando en cosa de segundos, calmarlo y convencerlo de lo que estaba ahí él haciendo, no debía ser motivo para su sentido de culpabilidad ni menos aún a ellas temerles...



Fueron precisas palabras tan bien moduladas como convincentes, las que supieron ellas manejar para poder con extraordinaria rapidez, comenzar a "domar" al varón aquél.



También ellas, comprendiendo la necesidad de aquello, supieron muy inteligentemente "suspender" las "verdaderas" pasiones que al descubrirlo sintieron, para saber manejar lo que necesitaban, y así conseguir de él, "lo que en verdad deseaban".



Astutas e inteligentes además, ellas no desechaban lo excitantemente provocativo de sus feminidades, para dosificarlas en medidas acertadamente correctas en la comunicación aquélla donde él, no perdía detalles de sus fisonomías estéticas tan estupendas como provocativas a grado sumo. Su excitación... no mermaba. Pero acurrucado siempre y no deseando exponer su viril erección desmesuradamente despampanante, no quería salir de aquella postura que era ahora "el siguiente trabajo de ellas por conseguir".



—No tengas vergüenza de ti ni tu desnudez, que es, además, un hermoso atributo natural que debemos sentir los humanos orgullo por tenerlo, y no esa perniciosa moralina vergonzosa que nos quieren imponer quienes mal opinan al respecto. —Entre otras cosas le decían, en una entonación y "seriedad" tan profesional como estupendamente histriónica. Las siete, todas, actuaban ahora sin cometer un solo error.



—A ver, ponte de pie ante nosotras y demuéstranos que en nosotras confías y que quieres ser nuestro amigo.



—T… te… tengo mucha... vergüenza... estoy muy... e... excitado... perdón —Apenas audibles sus primeras palabras. Todas, sin hacerlo, en sus mentes alzaban los brazos arriba y sin moverse, ¡saltaban eufóricas y bailaban!



—Ay, pero por favor, ¿vergüenza? ¡Noo! pero no, no y ¡no! Somos aquí tus amigas y nuestra amistad ¡no tiene vestimentas! Mira, mirame y yo también me desnudo, mira — Y así diciendo, aquella muchacha procede rápidamente a quitarse sus ropas, quedando allí completamente desnuda, ante la naturalidad de las demás que admiraban en sus adentros, la estupenda decisión de saber eso que ella iba a hacer.



El hermoso y viril muchacho, contemplando aquella escultural desnudez, hermosamente femenina y voluptuosa, de enormes senos además, y piernas y nalgas enormes, queda como volcán a punto de querer estallar, y a duras penas consigue frenar el comienzo de un orgasmo que al así verla, casi en él intenta aflorarle. Su enorme pene, había ahora crecido entre sus piernas, aún más, ¡mucho más!



—Vamos, ponte de pie y demuéstranos tu sinceridad amistosa hacia nosotras.



Y juntando coraje, confiando en ellas y demostrándoles que no era él un mal chico, yergue su varonil figura exhibiéndose pleno ante el mirar de todas, que cortándoseles a las siete la respiración, boquiabiertas quedan contemplándole aquel despampanante falo, tan inmenso como asombroso en sus exageradas dimensiones inhumanas.



Colores mil, dominan los semblantes de las muchachas. Como veloces relámpagos cruzan entre ellas las miradas más sutiles, haciendo verdaderas maravillas actorales para no echar a perder tan buen trabajo recientemente ante él logrado y recomponiendo inmediatamente, aunque no sin sobrehumanos esfuerzos, esa "frialdad" que no les delatara en los infiernos que por sus interiores corrían, hablándole casi con "maternales" acentos, fueron ganándole por completo la confianza, para pasar, ahora sí, a un nuevo paso en la invasión de la conquista definitiva.



—¿Ves? ¿lo ves? Nada, absolutamente nada malo hay en esto de que puedas mostrarte ante nosotras, así desnudo. —Una estupenda y como angelical sonrisa se dibuja en la chica que junto a él ahora así le habla y, sin abandonar esa sonrisa que de muy buen grado él valora, con otra sonrisa ahora ya más animado le responde. Así, en ese marco la muchacha le da en la mejilla un suave beso, y acariciándole una mano, hasta logra que él le devuelva ese beso con otro que, en gratitud, le retribuye.



Todas están ahora sonriendo con actuadísimas sonrisas muy bien logradas, que no hacen más que afirmar aún más el logro que sobre su confianza estaban trabajando, y aquel muchacho amplifica ahora más sus demostraciones de gratitud hacia ellas, sonriéndoles con una expresión que muy a las claras decía de su entrega a todas.



Ahora ellas ya podían dar "otro paso". La que junto a él estaba, ahora comienza ya, a abrazarlo, acariciarlo y sonreírle. Él, le sonríe.



Ya van llegando otras y otras más a sumarse al "afecto" brindado, y pronto, ya están las siete acariciándolo entero.



Obviamente tales demostraciones no podían quedar en un plano de frialdad "meramente fraternal", y al dirigir algunas muchachas en el cuerpo de él algunas caricias crecientemente osadas, éste comienza a sonreírles con complicidad claramente erótica, lo que al instante arranca de todas, las aprobaciones que van reflejándose en las crecientes risitas que unas y otras ya están al aire largando sin fingidas actuaciones y sí, con la deseada malicia de saberse vencedoras en aquel trabajo de lograda captura.



Sí, era obvio que un muchacho que hacía aquello de practicar solitariamente aquellas costumbres desnudistas, no estaba preparado para compartir así de golpe y sin un tratamiento previo, el placer de un disfrute como el que allí aquellas siete muchachas deseaban aprovechar. Pero el trabajo de todas, hizo el milagro que, en cosa de minutos, supieron en él con éxito absoluto cristalizar.



Ahora, teniéndolo completamente desnudo y liberado de miedos, prejuicios y otras pesadas cargas, ya lo habían "domado" para hacerlo entregarse a ellas sin pudores ni límites ninguno, y así como un dique se rompe y libera su caudal para derramarlo estrepitosamente en el escape, así, el muchacho se les entrega a ellas regalándoseles para que con él hagan ya mismo, cuánto ahí mismo ellas hacerle quieran.



Y ahora, en las siete, ¡estallan sus verdaderas pasiones! y las más cochinas y lujuriosas carcajadas estridentemente triunfales, en femenino y grotesco coro, explotan al aire en prolongada manera, y ya, todas juntas y con la absoluta complicidad de él, comienzan a disfrutarlo en un hacer y hacer derrochando en su desnudez completa, los manoseos y mil otras cosas que en conquista absoluta habían allí logrado.



Las cosas, las habían hecho ellas, perfectamente bien. Y ahora, "estaban cobrando el premio".



Aquello, era la violación con consentimiento a un fogosísimo semental, que ahora estaba por completo a los pies de todas y disfrutando, aunque con desesperaciones de locura, las cosquillas más monstruosas que las siete le estaban haciendo.



Aquél, su enorme y grotesco falo entraba y salía de las bocas de las siete que, en disputa total, entre jocosa y lujuriosa se lo disputaban quitándoselo unas a otras, y aquel muchacho llegaba a bramar y gritar entre aquel desenfreno orgiástico en el cual lo tenían ya preso.



Los más grotescos y despampanantes chorros de leche empezaron a saltarle a él, chorizo afuera, y reían a carcajadas las siete mujeres dirigiéndose aquel seminífero riego que impregnaba los rostros de todas, mientras él gritaba en desesperaciones orgásmicas como de demencial locura atroz.



Como siete desaforadas diablas de la lujuria, aquellas hermosas muchachas se regodeaban disfrutando en intensísima manera, a aquel muchacho al cual habían sabido capturar en una verdadera doma de psicológica impronta, certeramente eficaz. Su potencia sexual de asombrosa performance ilimitada casi, lo convertían en un verdadero juguete erótico de todas, con el cual todas jugaban con el más tremendo de los lujuriosos entusiasmos.



Sí, ellas habían sobre él triunfado.



Aquello recién comenzaba en realidad, y desde ahora, aquel hermoso y muy viril muchacho, no sería sino un erótico objeto varón, así "PARA TODAS ELLAS".


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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