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Categoría: Confesiones

Para S. (VI)

Era verano. Julio. Hacía calor y a nosotros nos tocaba trabajar mientras miles de veraneantes se tostaban al sol.

A última hora se programó una importante reunión en una ciudad del norte para un martes. El Director de mi área estaba en sus vacaciones en alguna isla exótica, así que me tocó acudir a mí en representación de la empresa. Las combinaciones de avión que en Administración me ofrecían no me conveían, me obligaban a estar varias horas en un aeropuerto y encima tendría que alquilar un coche para llegar al lugar de la reunión. Decidí por tanto ir en mi propio coche. Era nuevo, de forma que serviría para hacerle algunos kilómetros.

- ¿Me acompañas mañana? - le pregunté a S. antes de marcharse por la tarde mientras yo me quedaba a preparar la reunión.
- ¿Es una orden de jefe o de amo? - mi alumna ya había aprendido mucho y sabía también ser juguetonamente mala.
- No, es sólo una invitación. A la reunión no podrás asistir, por eso no sé si te merece la pena que vengas. Pero podemos hacer el camino juntos y allí te quedas paseando por la ciudad, luego comemos algo y volvemos. Estamos de vuelta al anochecer.
- Bueno, si me lo cuentas como día de trabajo, es mejor estar de turista en G. que aquí asándome.
- Mañana a las 6,30 en la puerta de tu casa.

Odio madrugar, pero a las 6,30 llegué al lugar convenido en mangas de camisa y playeras (el traje para la reunión lo traía extendido en el coche) y preparado para un serio día de trabajo. Ella salió entonces del portal. Terminé de despertar al verla: llevaba un vestidito ligero, de algodón, blanco y con florecitas pequeñas de color rojo, que dejaba todos sus hombros al aire, sólo se sostenía por dos minúsculos tirantes. El escote dejaba ver el nacimiento de sus pechos y por la parte de las axilas bajaba tanto que parecía sugerir que no llevaba sujetador. El vestido terminaba más arriba de la mitad de sus muslos. Calzaba unas sandalias. Al hombro traía una mochilita de viaje.

- Sube.
- He pensado que me puedes dejar en la playa mientras tú vas a tu cita y luego me puedes recoger y nos quedamos por la tarde tomando el sol. Ayer estuve mirando en internet playas por la zona y hay bastantes que están muy cerca de la ciudad.
- Es buena idea, pero podías haberme llamado. Habría llevado un traje de baño.
- No te preocupes. He pensado en todo- respondió misteriosa. Yo la conozco, así que preferí guardar silencio, seguro de que ella me lo contaría sin necesidad de preguntarle. Estábamos entrando en la autopista.
- Has venido muy guapa. Me gusta el vestidito, me pone cachondo. ¿Traes el traje de baño debajo o braguitas? - dije por cambiar de tema.
- Mira.

Se levantó ligeramente del asiento, lo suficiente como para subirse la faldita hasta la cintura. Vi una tanguita blanca, con costuras rosas.

- Muy bonitas. Muy propias de lolita, ¿pero son bragas o es traje de baño? - mientras preguntaba, mi mano derecha parecía muy interesada en comprobar la textura de la tela.
- Bueno, son bragas, pero puede servir para las dos cosas, ¿no te parece?
- Me parece. ¿Y por arriba, no llevas nada?

Levantó el brazo izquierdo, con la mano derecha abrió el espacio que dejaba el vestido en la zona de su axila depilada y me enseño desde esa pespectiva el pecho.
- Ya ves que no. Así voy más fresca.
- Y que lo digas, guapa -dije con intención.
- Eh, cuidadito, que lo he dicho en el buen sentido - me corrigió- y quita tu mano, que vamos a tener un accidente- ambos nos reimos.

Quedaba poco para llegar a destino. Ella dormía y yo conducía escuchando la radio. Ya era plenamente de día. Paré a por gasolina y ella se despertó. Yo estaba con el chico que servía en la gasolinera. Estábamos solos.

- Poca gente -le dije por charlar algo mientras llenaba el depósito.
- A estas horas nadie. Estoy yo aquí sólo desde las 8 a las 10 que empieza a llegar la gente y viene el jefe. Pero en septiembre lo dejo. Cojo 15 días de vacaciones y luego empiezo la uni. - me contestó resignadamente. Tenía 19 años, según me dijo. No era especialmente guapo, pero sí muy agradable.

S. salió entonces del coche y me dijo:
- ¿Me da tiempo a ir al baño?
- Sí claro - le contesté.
- Está allí - le informó el chico señalando con un dedo.

S. salió disparada, corriendo, y dando unos votes por los arcenes de la gasolinera que parecía una bailarina de ballet. Ni el chico ni yo pudimos evitar mirarla. En un par de momentos su falda subió y se vió el nacimiento de su culito. Supongo que la tanga terminaba en triangulito por arriba del culo, o en una simple tira, porque por abajo parecía que no llevaba nada.

Entonces el chico retiró la mirada, supongo que apurado por mi presencia. Pero yo le animé.
- Menuda chica, ¿eh?. Es la novia de un amigo - inventé- pero me está poniendo a cien durante el viaje.
- No me extraña.

Para cuando S. volvió, ya más tranquila, habíamos terminado de llenar el depósito. Se acercó a nosotros y le dijo al chico:
- Hola.
- Me ha dicho que le gustas mucho -mentí y él se puso colorado.
- Ah, ¡qué majo! - dijo ella en plan coqueta.
Entonces llevé mi mano a su hombro y le bajé un tirante.
- Venga, pues enséñale un pechito que está solo y aburrido y se lo merece.
Ella se recogió el tirante, no se le llegó a ver nada, creo recordar, y dijo un tanto molesta:
- Oye, ¿qué te has creido? - temí que no le hubiera gustado, pero enseguida sonrió y me quedé tranquilo.

El chico se dirigió a la tienda a preparar la factura y yo dejé unos metros de distancia para preguntar a S.
- ¿No te ha molestado, verdad?
- No, claro, ya los sabes. Pero me ha cogido por sorpresa y he pensado que alguien podría vernos, eso es todo.
- No te preocupes - dije y me dirigí a la tienda a recoger mi recibo.

- ¿Se ha enfadado, verdad? - me dijo el chico asustado- Espero que no se lo diga a tu amigo.
- No te preocupes - repetí por segunda vez.

El chico me dió la factura y entonces, cuando e despdía entró S. Con un mapa en la mano.
- ¿Sabes por dónde se va a la playa X.?
- Sí -contestó el pobre chaval apurado.
S. extendió el plano sobre la mesa y los tres seguimos con los ojos el dedo del chico señalando la carretera que debíamos seguir. S. estaba apoyada sobre la mesa, con las rodillas sobre una silla, la espalda echada para adelante y mano sobre mano, los codos sobre la parte inferior del mapa. En esa postura nos dejaba ver sus dos pechitos pequeños, tiernos y duritos. El chico no se atrevía a mirarlos.
- Mira - le dije - ahora sí nos los enseña...
S. encogió de hombros como si no le importara y el chico los miró un poco asustado.
- Miralos sin miedo ahora que nos deja - dije.
S. reía y encogía los hombros para dejar más libres sus pechos. Yo miré afuera paracomprobar que no había nadie y le baje los tirantes. Ella se dejo. La situación de estar los tres mirando sus pechos libres me estaba excitando mucho.
Ella se enderezó, todavía con las rodillas en la silla, sus manos sobre el ragazo sostenían el vestido y los pechos, ahora duritos y excitados, estaban libres y desnudos, sus pezones señalaban al chico.
- Si queréis - dijo ella- podéis tocarlos un momento, pero nos vamos ya.

Los dos, al unísono, le tomamos un pecho. Yo acerqué mi boca para mordiquearle el pezón y el chico me imitó con el otro.

Fueron unos pocos segundo. Ella nos dijo que se había acabado, se subió el vestido, cogió dos botellas de agua sin pagar y se marchó al coche. Yo me quedé un segundo mirándola partir.
- Me tiene así todo el viaje - le dije al chico mientras me marchaba- no sé si voy a poder resistir.
El chico no pudo ni contestarme y ni se acordó de cobrarme las botellas, yo creo que no tardaría ni medio segundo en hacerse una buena paja a la salud de S. y pagaría de buen grado los dos euros de las botellas. Yo al menos, en su caso y más a su edad, lo habría hecho.

- Tienes buen día - le dije según salíamos de la gasolinera y tomábamos la carretera.
- La idea ha sido tuya.

A los pocos kilómetros nos metimos en la carreterita que daba a la playa. Eran las 10,30 y yo tenía mi reunión a las 12. Todavía no había nadie en la playa, era desierta, salvaje, sin urbanizar.

- Un poco a desmano la playa que has elegido, ¿no?
- Es que le página de internet decía que era la mejor playa nudista de la zona.
- Ah, por eso no iba a necesitar traje de baño, ¿no?
- Claro- me dijo riendo.
Aparqué el coche.
- Te acompaño para ver dónde te colocas y no nadar buscándote luego, que voy a parecer un mirón fijándome en todas las chicas solas.

Caminamos unos metros y S. extendió su toalla. Había tan solo un par de docenas de personas en la playa. La mayor parte desnudos.

- Bueno. Aquí me quedo. Te espero - me dijo.
- Por lo menos esperaré a que te quietes todo eso e irme con tu imagen desnuda.
Ella no dijo nada pero se quitó el vestidito y se quedó sólo con la tanga. Se sentó en la toalla y se quitó la tanga, dejando totalmente desnuda.
- Ya está. ¿Te gusta?- me preguntó abriendo exageramente sus piernas arqueadas.
Me estaba mostrando todo su sexo. Lo primero que me llamó la atención es que lo tenía más depilado que de costumbre. Los labios estaban totalmente rasurados y por encima solo un trinagulito de pelo cortito.
- Muy bonito. Veo que ayer te dio tiempo a prepararte.
Ella reía con ganas. Pero otra cosa me llamó la
atención. Hacía varias semanas que sólo habíamos tenido relaciones en situaciones extremas, en que nos bajábamos los pantalones y follábamos sin más, o me la chupaba sobre mi sillón antes de sentarse encima, pero sin tiempo ni lugar para disfrutarnos los cuerpos sin prisas. Hacía semanas por tanto que yo no había visto con detalle y con luz su sexo. Por eso me sorprendió que estuviese morena y no tuviera marcas de bañador.
- Has tomado el sol desnuda - le dije sorprendido.
- Venga, que llegas tarde, ya te contaré- efectivamente, el tiempo se me ecachaba encima, pero lo que luego me contó y pasó merece otro capítulo, que éste se está alargando ya mucho.
Datos del Relato
  • Autor: Miguel
  • Código: 3831
  • Fecha: 06-08-2003
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 6.14
  • Votos: 57
  • Envios: 2
  • Lecturas: 2847
  • Valoración:
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