S. me pide que relate ahora alguna de las experiencias que tuvimos los dos solos y me acuerdo de la primera ocasión que la llevé al archivo de mi oficina. Pero para eso debemos retrotaernos casi un año desde la experiencia del hotel en P.

Hacía pocos días que S. y yo habíamos tenido nuestra primera relación sexual en aquellas fiestas de pueblo, pero todavía no estaba asentada la relación de amo-esclava, de maestro-alumna, de hombre-lolita que luego nos daría tantas alegrías.

S. me sonreía en la oficina como diciendo que no se arrepentía de haberse ofrecido abierta y totalmente a mí en la cama. Su sonrisa me decía que estaba deseando volver a tenerme.

A los pocos días yo estaba liado con un informe para el que necesitaba consultar documentos de tres y cuatro años de antigüedad que estaban ya archivados en el sótano. En la oficina sólo se conservan los documentos con menos de dos años. El sótano está en el mismo edificio, bajando las escaleras.

Fue casualidad que bajando las escaleras me cruzara con S. que subía de la calle. Su blusa veraniega dejaba vez retazos de un sujetador de encaje blanco.

Por la escalera subían y bajaban gentes conocidas de las oficinas del edificio y de la nuestra. Por eso no nos dijimos nada. Sólo un saludo al cruzarnos. Sin embargo, al pasar a mi lado y ver su sujetador una idea cruzó mi cabeza. Me volví y le dije muy profesionalmente:
- tengo que buscar las cartas del caso X. ¿me ayudas, por favor?.
- claro - me contestó sin imaginar nada extraño.

Se colocó a mi lado y bajamos juntos. El siguiente tramo de la escalera, el que conduce de la planta baja al sótano estaba ya desierto.
- Nunca he estado por aquí- me dijo inocente.
- Pues ten cuidado que es un lugar muy solitario- le contesté pícaro.
Abrí la puerta y la hice pasar a la sala de archivo.
- ¡Qué miedo! -siguió juguetona- ¿qué me vas a hacer?
En ese momento la cogí por la cintura, le dí media vuelta y le dije:
- Calla.

En ese momento me apeteció penetrarla de modo desconsiderado, casi brutal a esa lolita casi adolescente e inexperta. Y lo hice.

Le baje los pantalones y sólo con el roce de mis manos sus muslos respondían con con pelos de punta de excitación.

La tenía contra la pared y la inserté de un solo golpe. Su sexo la tragó sin resistencia. Hacía dos minutos ni ella ni yo habríamos imaginado algo parecido. Me sorprendió su docilidad y la facilidad para humedecer su sexo. Se lo dije.
- Yo siempre estoy preparada si el tío está bueno. - fue su respuesta.

Yo estaba nervioso por si alguien bajaba y nos descubría, pero enormemente excitado, de modo que decidí acelerar el ritmo y terminar pronto. Pero quería que S. comenzara su papel de obediente sumisa, de forma que le dije:
- voy a terminar en tu boquita de lolita cachonda.- tenía intención de escandalizarla, de explorar sus límites.
- ¿y te va a poner cachondo que me lo trague todo?- evidentemente no había conseguido escandalizarla, sino excitarla, puesto que al terminar esas palabras empezó a correrse.

Ella era todavía una lolita, sin experiencia, pero era evidente que se sometería a todos mis deseos y que era capaz de seguir todos mis juegos y disfrutar como una loca con ellos.

- Pues hazlo, putita. - le dije mientras le daba la vuelta.

Y ella lo hizo. Puso mi sexo en su boquita y comenzó a hacerme una mamada maravillosa. Esa ha sido una de sus mejores especialidades.

Le avisé que me venía por si se arrepentía. Ese día descubrí cómo me excitaba verla tragarse todo mi semen, degustarlo y no dejar una gota teniendo mi sexo en su boca hasta que estaba relajado y entonces dando las últimas chupaditas para dejarlo impecable.

Aquel día descubrí también que la tendría siempre a punto, siempre dispuesta... y la verdad es que no me falló nunca.