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Cenamos frugalmente en un restaurante que encontramos al paso: ella cóctel de gambas, yo lenguado 'menier'
De mutuo acuerdo nos retiramos a la habitación del hotel. Es espaciosa, con dos amplias camas. En el cuarto de baño procedo al aseo personal. Después de la ducha, con un atisbo de coquetería procedo a rasurar la barba con la maquinilla eléctrica, y queda el cutis fino y suave. Al acabar me contemplo en el espejo: 'joven, guapo y con dinero... ¡qué más quieres Baldomero!'. Bromas aparte, admito estoy relativamente aceptable. Relajado vuelvo a la cámara.
Paquita aún está vestida y trajina en su saco de viaje. Acerco a depositar un casto beso en su mejilla. Se manifiesta indiferente -tal vez porque no mira- ante la completa desnudez de mi cuerpo. Me acuesto sobre el cobertor en la cama cercana al balcón. Adopto el talante del casado que esta disfrutando de unas vacaciones.
Despacioso, con mimo, recorro con la vista la figura de Paquita; admiro su bello porte elegante; me subyuga su aura de novia pudorosa.
Con el estuche de aseo y una prenda de ropa en la mano su grácil figura se pierde tras la puerta del cuarto de baño.
Recostada la cabeza sobre los brazos cruzados bajo la nuca, espero. Oigo ruidos característicos de grifos y chorros de agua. Se demora, me intriga lo que puede estar haciendo ahí tanto rato: ¡lleva cerca de veinte minutos!
¡Por fin! Vestida con exigua camisola que apenas cubre las nalgas, y además trasparente, aparece y va directamente a la otra cama. Cuidadosa retira el cubrecamas, se tiende y cubre con la sábana; todo en silencio y por la parte opuesta a donde yo estoy. .
-¿Tienes sueño? -le pregunto. Y sin esperar su respuesta empiezo a divagar.
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-¿Sabes? -inicio uno de esos monólogos a los que soy tan propenso- durante este rato que estuve solo he recordado a una chica que conocí en tiempos que en España reinaba la mayor penuria por causa de la guerra.
"Durante ese periodo los de ciudad acudían a los pueblos en busca de alimentos, principalmente maíz, en catalán: "blat de moro". Un día se me ocurre ir con un camión a la estación de Mollerusa. Al llegar el tren me encaramo en un mostrador de despacho de mercancías y me dirijo a las pasajeras, a las que ofrezco "blat de moro" y otros comestible producto del campo a condición de que entretengan con su compañía a mis artilleros. En escasos minutos la caja del camión quedó repleto de mujeres que se apelotonan de pie, y también ... de algún hombre que se coló de rondón.. Conduzco el vehículo con la preciada carga hasta la masía del pueblo de Liñola donde acampa la tropa. Los artilleros, que esperan con ilusión este regalo, las reciben con vivas muestras de simpatía y de alegría y en un periquete organizan lucida y ruidosa fiesta.
"Escojo, entre todas ellas, la que resulta más bonita y apetitosa y la invito a entrar en la sala donde está instalado el puesto de mando. Cierro la puerta y le pido que se desnude. ¡A fe que es linda! Sobre todo los pechos, amplios, turgentes, explosivos. Movido por la continuada continencia, con irrefrenable ansia me amorro a una de sus tetas y chupo y muerdo con la fruición del bebé hambriento.
"Una sensación de asco irreprimible rompe el encanto. Su mama mana un chorro impresionante de leche cálida y nutricia que inunda mi boca. Con irreprimibles náuseas la vomito en el suelo. El hechizo se ha roto. Sin parar mientes en el asombro que expresa su transido rostro, le ruego se vista.
"Salmos a la era que se extiende frente a la masía, y cada uno por su lado nos unimos al jolgorio.
Paquita, vuelta hacia mí, escucha con inusitada atención. Retrepado en la cama doy cuenta que le ofrezco a la vista el panorama de mi cuerpo desnudo, del que a modo de periscopio emerge tieso y soberbio el impúdico príapo, sin que para nada parezca a ella afectarle.
Vuelvo a concentrarme en el relato.
-Encienden grande hogueras, en las que asan carne de cordero que procede de requisa. Improvisan baile con música de antiguo y desvencijado gramófono, que se expande bronca y chirriando de discos gastados y dispares. ¡Nada importa!
"Entrada la noche, en derredor de una garba, cuya paja extendemos para crear mullido lecho, nos aposentamos, alternativamente, hombre y mujer. Comparto vecindad con dos hermanas. La de la izquierda soltera y la otra está casada con un célebre futbolista de entonces. Por el orden establecido me corresponde lidiar con la soltera. A la otra la cupo de pareja el compañero oficial que ocupa su derecha.
"Mi 'partenaire' es una niña, dudo haya cumplido los catorce años, que tiene las carnes prietas y duras como roca. Pretendo penetrarla, pero al ser el reducto cerrado y angosto me cuesta dios y ayuda adentrarme en su interior. La niña es tan neófita y torpe en el comportamiento amoroso, que el acto sublime del apareamiento resulta un fiasco. Como no hay modo humano de promover en ella las secreciones lubricantes, el coito adquiere caracteres de suplicio. El dolor, sin embargo, no me inmuta, pues es mucho el tiempo que he pasado sin oportunidad de bregar con una hembra. Menos mal, por fin, que mis secreciones actúan de catalizador, y de este modo se facilita el contacto y permite sin mayor daño el desahogo anhelado.
Llevo rato hablando. Reparo que Paquita está sumamente abstraída, perdida la mirada en un punto imaginario y remoto.
-Hasta este momento, ¡poco puedo presumir! -resumo pesaroso-. Mi primer aventura un fiasco. Y esta vez, aunque logro correrme, no es más que el embate entreverado entre el deseo y el dolor, que se resuelve en un remedo de goce.
Embebido en el recuerdo permanezco breves instantes en silencio evocando lo que sucedió a continuación.
-Oigo a la hermana casada cuchichear con su vecino, -sigo contando-. ¡Discuten! Parece que el aspecto morisco del que le ha tocado en suerte no es de su agrado. Me giro, para dar la espalda a la inepta cría. Al volverme aparece el rostro de su hermana, tan cercano al mío que sin apenas moverme logro que mi boca se pegue a la suya. Ella no protesta. Mi lengua se infiltra en busca de la suya. No median palabras ni gestos. Simplemente bocas unidas y lenguas en protervo contubernio.
"La única prenda que llevo encima es la camisa, que al estar abierta por delante no impide al cuerpo manifestarse libre y suelto. Ella se cubre tan solo con el vestido, que al estar desabrochado de arriba a bajo permite a la vista y al tacto establecer relación con protuberancias y hondonadas que trazan líneas perfectas de su escultórica anatomía. Acerco lo suficiente para que mi adelantado mayor, que está un poco alicaído por el anterior dispendio de energía, tome contacto con el tesoro que encierra en el jardín florido que crece entre marmóreas columnas. El ansia de aventura, sin embargo, mueve a este osado paladín a despabilarse enseguida. Estamos quietos, sin movernos. Sólo lenguas en actividad y el contacto electrizante de esos cuerpos que casan en un todo armonioso que subyuga.
¡"Se produce el milagro! Las paredes blandas de la sala en donde se aloja el casquivano caballero destilan emulsiones de un flujo conturbador y, al propio tiempo, adquieren vida propia. Sin que ella y yo nos movamos para nada, esa hormaza granulosa se pliega, contrae y expande sincrónicamente en abrazos consecutivos, de los que transcienden oleadas de enervante ternura que hechiza y conmueve al agasajado beneficiario. ¡La sensación es tan viva, aguda y pertinaz que temo no poder aguantar más! Procuro abstraerme, a fin de eternizar el placer que en diapasón creciente avasalla mis sentidos. Dudo nadie se percate que estamos embebidos en la cópula más maravillosa que los sexos hayan llevado a cabo jamás. Y todo, en la quietud más absoluta y perfecta.
"Aquellos montículos que en simétrica disposición se exhiben desafiadores frente a mis ojos, atraen las manos con fuerza irreprimible. Con mimo acarician los chiquitos capullos rosados que afloran en la cúspide de las traslúcidas semiesferas.
"Mucho más de una hora llevamos en este juego embriagador.
"¡Tengo miedo, siento temor de no poder resistir el frémito que elabora la garganta! Muerdo con gozo el labio inferior de la amada. ¡No resisto más! Y desde la vesícula seminal, el elixir que se ha elaborado en el crisol del amor, se desprende a borbotones en espasmódicas emisiones, y que se infiltra en los recónditos y adorables parajes que amorosamente encarcelan al ser que se los prodiga.
"Es, que recuerde, uno de los momentos de amor más maravilloso, sabroso, añorado y feliz de toda mi vida. Compensó, con creces, mis dos fracasos anteriores."
(Continuará)