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Con leve acento francés y voz aterciopelada Cristal se lanza a contar el avatar amoroso que propicia su metamorfosis de capullo cerrado, virginal, en flor abierta, esplendorosa
-Después de la mutua declaración de amor, que antes os conté, Hilda y yo nos levantamos de la cama. Ella se manifestaba nerviosa, tal vez por algo que la atosigaba. Sin disimular su impaciencia compuso su tocado, acercó a mí y con fuerza estrechó entre sus brazos, al tiempo que en plena boca plantificó profundo beso que casi me hizo trastabillar."-Es muy tarde para ir a París, mañana nos vemos. ¡Adiós!" -Dijo tan sólo. Y como si huyese de algún vergonzante sentimiento de culpabilidad que le persiguiese, recoge su portafolios y se va corriendo.
"Al quedar sola, me reclino en la cama y doy a pensar en los acontecimientos de esta tarde y en las deliciosas sensaciones advenidas a ciertas partes recónditas, a las que nunca antes concedí importancia. Tan es así, que ni tan siquiera las había mirado. Si alguien casualmente se refería a ese sitio, jamás olvidaba el motejarlo de feo e indecente, y yo llegué a creerlo.
"Aquel placer, despierta en mí el malsano prurito de mirar en la entrepiernas y de usar de los dedos para examinar la forma y peculiaridad de eso que desencadena goce tan vivo, que es capaz de paralizar la respiración y con sofistería convencer al alma de que la dicha terrenal puede no ser una entelequia. Abstraída en la contemplación y prolijo análisis de ese complejo mecanismo sexual, no advertí la presencia de Marcel, que de rondón se coló en mi habitación como en él era habitual. Se sorprende al encontrar de esta guisa, y reticente me increpa:
"-Tu te branles et t'enfiles en cachette, avouele!
"-¡No es verdad, es que me ha picado un bicho! -negué con furia, procurando escudar la certeza en esa falacia. Sentí me invadía una cierta sensación de bochorno por la ridícula postura, no por mostrar lo que estaba harto de ver. La coincidencia en el horario obligaba al levantarnos a compartir el cuarto de baño, y lo hacíamos sin falsos pudores ni torcidos pensamientos que pudieran interferir en nuestra casta confianza.
"-¡Si no me fastidias, Marcel, te cuento un secreto! -le conmino al silencio con la promesa de confiarle lo que hace tan poco rato atisbe en la estancia vecina y tengo ansión por decirlo.
"-¿Qué secreto? -pregunta intrigado.
"-No hables tan alto, que papás están en la habitación -le informo confidencialmente.
"-¿Papá en casa, a estas horas? -se extraña mi hermano, dubitativo y perplejo.
"-Si -le confirmo-, están acostados desnudos.
"-¿Acaso están enfermos? -indaga Marcel sobresaltado.
"-Es posible que sí -le sugiero aviesamente-, porque hace un rato mamá no cesaba de gemir.
"-¿Te has preocupado de saber lo que les pasa? -indaga con filial interés.
"-¡Claro que si! -le confirmo-. Pero si quieres saber por mi boca lo que ocurre, ¡jura que no lo repetirás a nadie, y qué el diablo te lleve si lo haces!
"-¿Por qué tanto secreto, acaso han cometido un crimen? -pregunta entre sorprendido y jocoso.
"-Bueno, ¿me lo juras o no me lo juras? -le apremio impaciente.
"-¡Lo juro! -dice Marcel, con solemnidad que se inspira en su afición cinéfila, mientras sobre el pecho traza la señal de la cruz-. ¡Y que Belcebú me lleve si falto al juramento! Y ahora, ¡explica tu misterio! -exige perentorio.
"-Al llegar a casa con Hilda hace un rato, oí a mamá quejarse -le cuento.- Acudí deprisa a su habitación para indagar que le ocurría. No te puedes imaginar mi sorpresa, al descubrir que hacia el pino, con la cabeza en la cama y piernas separadas al aire. -Marcel con cara de pasmado me observaba incrédulo. -Papá de rodillas la sostiene por las caderas, sin duda para que no caiga, y tiene escondida su cabeza entre piernas, a caza de sabe Dios que secreto.
"Hice una pausa para aumentar el suspense, y de modo gráfico para que mejor lo entienda, sigo explicando lo que vi.
"-Al moverse, vi a papá que puso esta cosita -y llevé la mano sobre el pantalón de mi hermano para atrapar el rollito de lánguida carne que escondía debajo; Marcel soltó un respingo y dio fuerte culada para zafarse de la opresión, pero lo tenía sujeto con tanto brío que no logra evadirse y, con alegre sorpresa, aprecié en el cerrado puño que eso endurece y agranda hasta adquirir la contextura bizarra que admire en lo que vi de papá, aunque éste no es ni tan siquiera la mitad de grueso que aquél. Sin darle tiempo a que reaccionara y me interrumpa, seguí:- aquí, -y le mostré, levantado el vestido con la mano libre, el sitio preciso.
"En plan ilustrativo informé a Marcel:
"-Papá tiene esta cosa -y le oprimí, indicativa, el objeto de él que tenía en la mano- tan grueso como este brazo -y con mi mano, la no ocupada, le rodeé el contorno del brazo por debajo del sobaco y recorrió con acariciante mimo hasta la muñeca- y así y todo ha entrado entero dentro de la abertura que mamá tiene en este lugar - y con la impudicia que en aquellos momentos se había apoderado de mí se lo mostré separando aún más las piernas.
"-¡Eres una puerca mentirosa! -le dio por motejarme a Marcel con los ojos empañados por el llanto a causa de la rabia-. ¡Para que te escarmienten ese afán tuyo de mentir, se lo voy a contar todo a papás! -amenazó, al tiempo que intentaba librarse de la pinza que sujetaba su 'queue'.
"-¡Te guardarás bien de hacerlo! Sabes que faltarías a tu juramento y que Belcebú te castigaría -provoqué argüidora
-¡Bueno! -condesciende, pesaroso de su impotencia-. Pero, al menos, admite que nada de lo que has dicho es cierto.
"-¡Si no me crees, vamos a verlo! -le reté convencida.- Antes, cuando los dejé, comenzaban de nuevo la función. Lo hacían tumbados sobre la cama y juntando estas dos cositas -y mis indicaciones eran lo suficientemente explícitas para que no precisaran de mayor aclaración.
"-¡No quiero ver ni saber nada! -defendía empecinado mi hermano.- ¿Como puedes ser tan 'cochon'? ¡Y suelta ya de una vez! -Y cogió mi mano, al parecer para apartarla del objeto que esta aprisiona, pero sin que hiciera ningún esfuerzo para lograr ese fin. Al decirlo, aprecié en su voz una languidez que contrastaba con la perentoriedad de su exigencia, y que coincidía, precisamente, con palpitaciones de su 'bite' que transcendiendo del embozo que lo cubre repercutían en mi puño que mantenía sujeto."
Cristal se esmera en la narración: cuando quién habla es Marcel, engruesa el tono de voz, y así el dialogo se capta más fluido y comprensible sin necesidad de advertir cada vez quién es el interlocutor que habla.
(Continuará)