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Paquita (37)

- 46 -

-Ya os conté -dice Cristal entre bocado y bocado- la impresión profunda que me produjo ver a mis padres que seguían abrazados sobre la cama al natural, sin nada que ocultara la exquisita perfección de sus cuerpos desnudos. Aunque daba perfecta cuenta estaba cometiendo aberrante falta de respeto al inmiscuirme en la sagrada intimidad de mis padres, no podía remediarlo. No salía de mi asombro al descubrir en papá aquella pieza, que por su tamaño tanto me sorprendió, convertirse en una morcillita de color rosado que descansaba plácida sobre su muslo; y la impronta, en forma de O, que en mamá seguía indeleble y que le marcó esa cosa que creí iba a fluidificar por causa del excesivo roce. Relajados como están, en él puedo saborear, al contemplarlo con mayor holgura, el complejo armónico de músculos cubiertos por piel fina, aunque algo pilosa, que le confiere la elegancia y gallardía del atleta. Y en ella, la lozanía radiante de deliciosas formas curvilíneas que, en su conjunto, ostentan la majestuosa belleza de la mujer otoñal; salvo en el vientre, donde lo surcan arruguitas como pequeñas estrías, que evidencian la fructífera maternida, mientras los senos, grandes y bien delineados, que en la posición en que se hallan descansa el uno sobre el otro brindándose cálida y recíproca caricia, que conservan todavía el embrujo de la juventud.
"Encuentro un placer disparatado -sigue contando concupiscente- en fijar atención sobre ambos para establecer comparación de formas y hasta de la diferente utilidad y destino de sus peculiaridades. ¡No puedo evitarlo! Lo inaudito es, dada mi infantil inocencia, que precisamente concrete la atención en los sitios que me han imbuido son los más pecaminosos. Y es más sorprendente, y hasta escandaloso, que en mi interior se fomentan ansias indefinibles que, aún en contra de mi voluntad, me atenazan y esclavizan a esta impúdica contemplación que conturba mi espíritu con apetencias incalificables.
"No ignoraba que infligía todo precepto ético y racional al violar la intimidad de mis padres. Pero no era dueña de evitarlo. Carecía de fuerzas para luchar contra esa aviesa y malsana curiosidad que me dominaba.
"Como si la mirada que tenía clavada en el desvalido pene tuviera poderes afrodisiacos, éste empieza a moverse, a elevarse a pequeños saltitos, al tiempo que engruesa y alarga hasta adquirir el tamaño desorbitado que al compararlo con la 'flautilla' de Marcel me sobresaltó. Abandona el muslo sobre el que reposaba lacio, al erigirse tieso como un mástil. Lo que me permite descubrir la forma peculiar que lo corona, que en el subconsciente infantil me mueve, en quimérico trastrueque, a confundirlo con linda cabecita de muñeca a la que me gustaría prodigarle miles de besos cariñosos. Mientras descansaba flácido sobre el muslo, inspiraba solicito cuidado por su vulnerable fragilidad. ¡Qué distinto, al crecer enhiesto, duro, desafiador! Descubrí era milagro para encandilar el ánimo e inspiraba respeto y admiración. Por primera vez asistía a ese bizarro y gallardo despertar del guerrero. Y reconozco es algo alucinante, majestuoso y bello, ¡igual qué pueda serlo una sinfonía de Beethovven o una polonesa del franco-polonés Chopín!"
Escuchándola, me reafirmo en la convicción de que la mujer en general goza sobre el hombre de mayor facundia y fluidez para explicar cualquier cosa, aunque tenga fama de ser versátil, voluble y difusa. Recuerdo, durante mi noviazgo, y aún tiempo después, noticias, muchas veces conocidas, yo me agenciaba para que las contara mi mujer, porque salidas de sus labios cobraban una vivacidad, importancia y colorido inusitados, que les insuflaba fuerza y brillantez, de la que adolecían en su principio..
Inmersos en el aura que irradia de la evocación sicalíptica que nos hace Cristal, la comida pasa por el gaznate sin apenas la lengua active el sentido del gusto. Apuramos la copa de champán que nos escancia el solicito 'sommeliers' El sorbete de limón, que nos sirven sin haberlo pedido, diluye en el paladar el sabor de los alimentos ya ingeridos. Mientras lo sorbemos, brinda una pequeña tregua, que mentalmente aprovecho para enjuiciar el comportamiento de la narradora. Me asalta la duda de que tanto cinismo y depravación, con sus padres de protagonistas, se base en hechos reales. Mas bien pienso, que es un cuento muy hábilmente urdido para burlarse de nuestra intromisión en su vida privada. Afianza esta idea el saber que Cristal pertenece al signo de Géminis, cuyo horóscopo preconiza como características más principales y relevantes: inteligencia, elocuencia y facilidad de palabra; desdoblamiento, infidelidad, frivolidad y frialdad, amén de agresividad e hipocresía. Además, ser mujer ingeniosa, propensa al amor por las diversiones y los placeres, aunque su ardor pasional y sus entusiastas sentimientos, que expresa con tanta convicción, nunca son enteramente sinceros.
Reservo para mí ese sentimiento de duda, pues no quisiera que ni tan sólo la simple sugerencia de que no dice la verdad, pudiera frustrar la delicia de escucharla. ¡Al fin y al cabo, como reza el dicho italiano, no cabe duda que 'si no e vero e ben trobatto'! Y , por otra parte, no puedo negar me encanta, por lo que me excita, descubrir tanta impudicia filial, real o ficticia, en boca de esta jovenzuela licenciosa. Acabado el sorbete, Paquita y yo nos aprestamos a escuchar la continuación de la historia, que Cristal inicia de nuevo.
(Continuará)
Datos del Relato
  • Autor: ANFETO
  • Código: 1731
  • Fecha: 18-03-2003
  • Categoría: Varios
  • Media: 6.42
  • Votos: 43
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3688
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