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Paquita (34)

- 44 -

-De niña, viví con mis padres y Marcel, mi hermano, en Etampes, a escasos kilómetros de París. Bueno, en realidad no es mi padre, sino mi padrastro, y tampoco Marcel es mi hermano. Mi padre natural murió cuando yo contaba seis años, y a los dos años mamá volvió a contraer matrimonio con un diplomático, viudo, que tenía un hijo un año más joven que yo, Marcel. La familia ocupábamos un chalé de dos plantas cerca de la Tour Guinette, detrás de la Gare. En el piso alto están las alcobas, todas provistas de balcón que abren a una gran terraza. La mía es la del centro, bloqueada por la de papás y la de Marcel. Mi hermano y yo usamos el mismo cuarto de baño, que comunica con nuestras habitaciones además de con el distribuidor, de forma que nos movemos por esas piezas con plena libertad. Mis padres tienen una 'suite' de tres piezas: alcoba, vestuario y cuarto de baño.
Tan minuciosa descripción de esa parte de la vivienda, hace sospechar guarda relación con lo que intenta contar.
-Yo era alumna mediopensionista del colegio Jeanne d'Arc -sigue narrando-. En cierta ocasión, en el colegio se nos advirtió que debíamos comunicar a la familia que al día siguiente visitaríamos el museo del Loubre. La anunciada visita no pudo llevarse a efecto, no recuerdo ahora porque causa, y como ya habíamos entregado el dinero para la excursión, en lugar de devolverlo el colegio optó por destinarlo a una comida extraordinaria. Acabada ésta, al no haber programado clases, a las no internas se nos permitió marchar. Con Hilda, mi amiga íntima, acordamos aprovechar la tarde de asueto para ir a París a 'ligar'. Pero antes debíamos pasar por casa.
La escucho con gusto, porque se explica con fluidez y simpatía, pero me atosiga cierta impaciencia por conocer lo que ardicia mi insana curiosidad. ¡Veamos si, por fin, se decide a entrar en materia! Vuelve al relato.
-Ante el temor de que frustren mi escapada, pues con trece años recién cumplidos aún creen que no soy consciente de mis actos, con gran sigilo Hilda y yo entramos en casa y nos dirigimos a mi habitación para componernos y proveernos de dinero. Acicalados labios y ojos para estar más bonitas y poder ligar con mejor éxito, que es lo que nuestra infantil pretensión ansía, tomo de mis ahorros un billete de cincuenta francos para sufragar los gastos de viaje.
"A punto de marchar, reparo en unos quejidos extraños que proviene de la alcoba de mis padres. Temiendo lo peor, acudo por la terraza a ver lo que pasa, y al momento de asomar la cabeza quedo petrificada ¡igual qué si recibiese un mazazo! Lo que ven mis ojos es tan inaudito y escabroso, que no puedo admitir se trate de mis padres..., tan correctos siempre. Desnudos sobre la cama, él, de rodillas, abraza a mamá por las caderas que está cabeza abajo con las piernas al aire y solo la nuca le sirve de punto de apoyo. Tiene las piernas abiertas en compás y en la confluencia se oculta la cabeza de papá. La posición en que ambos están impide que me vean.
"La angustia me ahoga y el sofoco abrasa las mejillas. Contra mi voluntad, que pretende me vaya, no puedo dejar de contemplar embelesada el sugestivo grupo escultórico que forma la pareja en esta dificultosa posición de cuerpos mutuamente invertidos.
"Me embarga incontenible ansia de llorar, al tiempo que mi corazón palpita desasosegado y se agita como si pretendiese huir de su encierro. Intento abandonar este observatorio, paro aherrojada por la zozobra, al propio tiempo que espoleada por la curiosidad, mis piernas se resisten a obedecer. Junto los párpados con fuerza para que mis ojos no sean testigos de lo que mi inocencia, hasta entonces preservada por las enseñanzas que de ellos recibo y la que me imparte el colegio, estima es una profanación del amor puro y casto que debe presidir la unión conyugal. Pero esas membranas móviles que resguardan los ojos se resisten a cerrarse, como si un poder hipnótico y demoníaco prendiese la mirada en esta exhibición inusitada y perversa que me ofrece los cuerpos desnudos de mis adorados padres enzarzados en lúbricas caricias.
"Ellos, para mí, fueron siempre los seres más buenos, gentiles y hermosos de la creación. Pero nunca paré mientes en los puntos concretos en los que radicaba esa belleza. Ahora sí, ahora detallo cada contorno, cada matiz, cada peculiaridad, y me llena de asombro descubrir la armonía y perfecta estructura de sus distintas partes anatómicas, masculina y femenina, que trasciende: de su configuración escultural, de la tersa, suave y atractiva tonalidad de su piel y la efervescente emanación sexual que trasciende del desnudo integral de sus siluetas.
"Estática como una estatua, sojuzgada por la atracción indefinida del apareamiento en plena acción, contemplo, no sin escrúpulo, el desarrollo de esta cópula casi circense. Para lograr la yuxtaposición de los sexos, acceder al beso y acariciar formas y rincones cambian constantemente de posición, lo que permite solazar mi vista en el examen de todas las partes y recovecos de sus perfectas anatomías, y pueda adquirir conocimiento de los vedados atributos sexuales de ambos, cuyo descubrimiento me desazona, a la vez que fascina y despierta en mi interior apetencias inconfesables, que horrorizada propugno acallar por estar en afrentoso antagonismo con mis sentimientos filiales tan íntimamente arraigados. Lo que mayormente atribula y confunde es esa cosa, que en mi hermano llamo 'flautilla' y que aquí descubro es una pieza inmensa por su tamaño y grosor en comparación con aquella, y que se manifiesta orgullosa en su prestancia, sugestiva en la forma y cálida en la ternura que promueve, cuya sola presencia me enardece, al tiempo que noto arrebolar mi rostro en la sofoquina de mi desvergüenza al prestarle atención a este obsceno detalle. Y aunque pretendo huir para no ser testigo del aberrante comportamiento, como mariposa presa en la luz, mi alma acezante queda cautiva del deleite que emana del lúbrico encanto de la desnuda pareja.
"El rostro de mamá vuelve a uno y otro lado como impelida por fuerza pendular, mientras la lengua se afana, con la roja puntita, en humectar los labios resecos. La metamorfosis que en esta faz aprecio, aguza mi curiosidad, que hace descubra con sorpresa que tiene una imagen distinta, en nada semejante, a la inmaculada, serena y respetable que estoy habituada a contemplar. ¡A donde ha ido a parar su fascinante pureza! Los ojos con profundas ojeras de color violáceo, la boca de la que emerge el símbolo lujurioso de la lengua, el fruncimiento de sus facciones, alumbra destellos que por mis pocos años no llego a vislumbrar la clave que encierran, pero que adivino estar poseídos de una pasión incontrolada y fascinante."
Toma aliento después de tan exhaustiva exposición de sus reacciones, y quién sabe si también para holgarse en el recuerdo, y al rato continúa.
-Lo que desde la habitación confundí con quejidos, no es más que suspiros que escapan del pecho de mamá, que ahora se troca en guturales espasmos sincopados, hasta que la oigo repetir monocorde y apremiante: '¡Más!... ¡Más!...¡Más!... Y me apercibo admirada que cada requerimiento incide con la fuerte lanzada que hiende sus carnes. Y a medida que ella demanda mayor rapidez, los puyazos de papá se demuestran más contundentes y pertinaces, hasta alcanzar tal grado de aceleración, que al atener a lo que sobre el excesivo calor producido por el frotamiento de los cuerpos explicaron en clase de física, me hace temer que todo el artilugio que está en actividad va a fluidificar. Parece, como si él pretendiese atravesarla de parte a parte, y como si ella hiciera lo indescriptible para que la lanza la enristre. Las sacudidas que ambos se prodigan van en aumento y, al tiempo que el jadeo que emiten se mezcla y agranda, el grupo se descompone y caen sobre el lecho rendidos y traspuestos.
"Alucinada por lo que veo, me asusto, pues casi yertos, solo sus pechos se mueven a impulsos de una respiración desbordada. Paulatinamente recobran y alcanzan su continente normal. Al observar que se abrazan y besan con tierna dulzura, expanden en mi interior ondas afectivas, que devuelve a mi conciencia el respeto y cariño acendrado e inmarcesible que desde siempre les profeso.
"Cuando dispongo a irme, están acoplados en fuerte abrazo y por las trazas, al no moverse en absoluto, dan sensación de estar dormidos.
" Aunque era muy niña, no lo era tanto para no saber que mis padres acababan de dar cima al acto sublime de implantar el espermatozoo en el óvulo, que caso de fructificar engrosaría la familia con un nuevo vástago. Mi conocimiento de la píldora vino escaso tiempo después."
Calla.
Embriagador silencio nos arropa en esta atmósfera evocadora, en la que campean dulces sentimientos filiales, que van a entroncar con los barrocos de un coito de cariz casi circense.
(Continuará)
Datos del Relato
  • Autor: ANFETO
  • Código: 1699
  • Fecha: 16-03-2003
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.1
  • Votos: 51
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2691
  • Valoración:
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