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-Si la memoria no me falla, suspendí la narración en el momento que nos zafamos de aquellas dos putillas por no caber en los coches.
"¡Hay que ver, -divago- fue ayer mismo cuando hablamos de todo esto, y parece que hubieran pasado años desde ese ayer!...
Durante un minuto me abstraigo para concentrarme en el recuerdo, y continúo.
-Al día siguiente nos levantamos temprano y el dueño del restaurante, donde cenamos, nos permitió asear mientras preparaba nuestro desayuno.
"En el embarcadero, de donde parten las motoras para la isla de Levant, nos topamos con las hermanas de que te hablé. La abogado, como a tiro hecho, se acerca, da un beso en la boca como si tal cosa, y apareja definitivamente conmigo, como si entre los dos hubiese un acuerdo tácito. La dejo hacer, y mi ego se enorgullece de que sea ella la que toma las decisiones. Al desembarcar en el pequeño puerto de la isla avanzamos por la empinada cuesta y, en el punto donde bifurcan dos senderos, ella y yo nos separamos del grupo en dirección a Riofrede, una cala diminuta que está en la parte opuesta de la isla.
"No puedo negar -comento, siguiendo la línea de mi pensamiento- que al poner los pies en la isla, lo mismo que me ocurre ahora, viene a las mientes de un modo inusitado la evocación de Mireille, a sus quince años, que en la playa contempla ensimismada a Nathalie que cópula con su marido Carlos, para, al día siguiente, acercarse a ella en la misma playa, desnudas ambas, y susurrarle: "Ne soyez pas méchante avec moi, Nathalie", preludio de la melé amorosa en que se engrescan las dos. A la que luego se incorporó Carlos. Y el niño Michel. ¡Y hasta Mme. Mourillon, la madre de Mireille! Y todos se enzarzan, sin distinción, en una zarabanda desenfrenada y lujuriosa. Y Nathalie, al propio tiempo que el niño Michel la sodomita, fornica a placer con su marido. ¡Es una zarabanda de sexos en acción que no para! Pero la felicidad de Nathalie acabó cuando vuelve a ellos Claudia, con la que antes de casarse tuvo relaciones lesbianas. Claudia es hermana de Carlos, y éste confiesa: "Mon amour ma soeur". Claudia y Carlos, los hermanos, dejan que la pobre y cachonda Nathalie, esposa y cuñada, se ahogue en el mar, para así poder ellos dos entregarse libremente al desenfreno de su pasión amorosa. De todas las novelas de Nathalie More, es la que más me impresionó. Tal vez, por conocer tan vivamente el escenario donde se desarrolló parte importante de la historia.
Lo escabroso del relato, no es suficiente escollo para renunciar al placer que nos depara las gambas servidas con una mayonesa especial, riquísima.
Cada vez que menciono a lesbianas o me refiero al amor físico entre hermanos, observo un tic nervioso en el párpado derecho de Paquita, lo que concita la sospecha de estar su vida marcada por sentimientos uncidos a estas antinaturales o incestuosas relaciones; al tratar estas cuestiones debe producirse en su interior una reacción íntima e inconsciente que actúa de resorte sobre el músculo elevador del párpado, desajustándolo en ese tic nervioso. Lo descubrí esta tarde, al leer el poema, y ella se interesó por la reacción de las hermanas, y, entretanto, su ojo parpadeó de un modo inusitado, como si le hubiese entrado una broza.
-El camino que conduce a la cala Riofrede -vuelvo al relato- está transitado por personas que circulan en cueros vivos. Tampoco yo visto muy decente, que digamos: un insignificante triángulo de tela azul marino que tapa lo estrictamente conveniente, mientras el rijoso pelo se muestra indecoroso. Ella va vestida.
"Al llegar a destino hallamos un conato de playa en la que caben seis o siete personas apelotonadas, lo demás son rocas y farallones que surgen del mar. En uno de estos descubrimos a un alemán 'kolosal' en todo los aspectos. Cabría afirmar es la representación de Priapo, al que el celoso Juno castigó con una 'deformidad' extraordinaria. Está desnudo y su falo debe tener el grosor y tamaño del 'braquemard de l'âne' que se introdujo Gamiani y que, en lo álgido de su exaltación, le hizo exclamar: '¡Oh, quelle joissance!', según nos cuenta Alfred de Musset. Es la estatua representativa del genuino ario, de cuerpo hercúleo y cabeza cuadrada. Al pie del farallón la esposa y la hija, ésta no mayor de doce años, dentro de las aguas del mar contemplan orgullosas los atributos que exhibe el varón. El espectáculo de tan bellos cuerpos en estado natural inspira admiración.
"Una ola, que casi logra anegar, advierte de la inseguridad del lugar.
"A pesar del respeto que existe entre los visitantes de la isla por el desnudo integral y su correcto comportamiento en el trato que se dispensan en público, mi francesita y yo no podemos vencer la necesidad de acercarnos mutuamente hasta tocarnos, y, sin rebozo ni falso pudor, ella permite que le extraiga una a una las prendas que disimulan bellezas encubiertas y que al destaparse se muestran esplendorosas y sugestivas, despertando el roce de nuestras carnes la necesidad ineludible de un contacto mas directo y en consonancia con la fiebre que nos consume. En un rincón descubrimos una hendidura abierta por el oleaje, casi una cueva, en la que nos refugiamos.
"Al desprenderme del 'triángulo', pasé vergüenza por el parangón que pudiera establecerse con lo del alemán. Pero en nuestro espíritu, embebido en la pasión que nos ciega, no cabe distingo o comparación con elementos ajenos; tan sólo le seduce el deseo de calmar el ardor que nos abrasa.
(Continuará)