Entretenidos en saltar sobre las olas y en mirar de alcanzarnos para zambullirnos en ella, el roce de nuestros cuerpos adquiere más sustancial significado, y abrazos y besos se prodigan por doquier indiscriminadamente de quien los da o a quien alcanzan. Paquita no está remisa y vuelve a ser la dócil y encantadora compañera que se manifestó durante todo el viaje.
Con avieso designio imprimo a mis caricias más incitante intención, y por debajo del agua nado hasta alcanzar el recoleto jardín de Cristal, donde dorados árboles, hirsutos por causa de la humedad ambiental, enmarcan el altar del amor. Con deleitosa ilusión prosterno mi boca para rendirle la admiración que me inspira, hasta que me falla el aliento. Con prevención de aspirar del exterior bocanadas de aire, que aprovecho para besar su boca, insisto una y otra vez en la caricia, que debe causar estragos en la recipiendaria, según se hace más evidente la apertura de las columnas marmóreas para facilitar la labor del oficiante y la fuerza de sus manos oprimiendo mi cabeza sobre el ara.
Me regodeo al pensar que Paquita ignora estoy en los prolegómenos de aquella intención que le confié cuando estuvimos en la joyería, y que tanto disgusto le produjo. Al acercarse para participar en lo que, sin duda, cree se trata de un inocente juego, la abrazo acercándola hasta que los tres formamos un solo todo y las bocas se unen en un beso sin destino, del que todos participamos.
Mis manos sienten con embeleso la tersura de carnes prietas que se ofrecen sumisas a mis caricias, hasta encontrar dos minúsculos fruncimientos que las incitan a explorar su contextura. Con mimo exquisito un dedo de cada mano escudriña entre las arrugas hasta lograr meterse en sendos cálidos saquitos, de un tejido tan suave y agradable al tacto que les fascinan, otro dedo parejo de cada mano busca aledañas grietas en el entorno, en las que profundiza, y los cuatro dactilares inician un pistoneo endemoniado en los sendos pozos que los cobijan. Las sincrónicas contracciones de tales reductos, premian con abrazos a los avezados exploradores el trabajo que tan concienzudamente realizan.
Anonadado, descubro a Paquita y Cristal se han fundido en un beso alucinante y sin concesiones al pudor o la paridad de su sexo, en el que se advierte que cada una entrega a la otra la esencia de un placer que, si bien nace de la acción de mis dedos montaraces, ellas condensan en la entrega física y espiritual del abrazo que las une.
¡Pero a mí, lo que más me duele, es el abandono que hacen de mi persona!
No tardo en percibir en mis escrutadores dedos el estigma de sendos orgasmos, que ellas no se retienen en pregonar con sacudidas que revuelven las aguas y gritos que turban el silencio que nos envuelve. ¡Su extravío me hace acordar de Ambar en brazos de Ruth la lesbiana, que tan prolijamente nos describe J. M. West!
A pesar de todo, aquel giñapito que desencadenó la carcajada de Cristal, ahora inspira respeto por su desarrollo y prestancia, y debo hacer inaudito esfuerzo para contener la sustancia que atesoran los 'tlayotes, no escape por su conducto,¡ya qué la reservo para acciones más completas!
Por fin se percatan de mi presencia. Y no sé si para desagraviarme, o porque sienten necesidad de ello,ambas me besan con ternura. Y hasta se solazan en la cavidad de mi boca con sus pulposos adminículos linguales que han introducido al unísono.Por mi parte, demuestro la afección que les profeso chupando con fruición tan delicados embajadores y,para demostrarles mi directa participación en el logro del goce por ellas obtenido, sigue en el diminuto pocillo posterior de cada una tiernamente aposentado el dactilar oficiante de la sodomía. Aún, todavía, me queda algún resabio por el vejatorio abandono de que he sido objeto, por lo que, caso de que cualquiera de las dos ignore de la otra el lugar en que actúan mis índices de cada mano, les informo:
-Mis dedos se sienten satisfechos, desde la deliciosa posición que ocupan en vuestra espalda, de haber contribuido al 'bollo' tan sabroso que acabáis de elaborar. ¡Os felicito!
Ríen confabuladas, y al unísono, como puestas de acuerdo, el esfínter de cada una se contrae oprimiendo al respectivo fisgón. ¡Es una gentil manera de dar las gracias!
-¿Cuál de vosotras quiere ser la primera en desagraviar a este mastodonte, que tan olvidado lo dejáis? -les pregunto, mientras adelanto la parte delantera del cuerpo para que resalte la majestad del aludido y convenza a Cristal de la inconveniencia de su risa anterior.- Os propongo reemplazar al intruso que os sodomiza, por este aguerrido paladín! ¿Qué os parece? -propongo gentil.
-¡Qué bruto eres! -increpa Paquita riendo- ¿Siempre has sido tan marrano?
-Que yo recuerde, ¡sí! Aunque si deseáis conocer de mi pasado, llevo en el coche un poema escrito por el amigo con el que compartimos mesa los miércoles, que recoge confidencias íntimas que le he revelado y que él se ha tomado la molestia de versificar. ¿Si queréis, lo leo después? -les propongo.
-Nos gustará escucharlo -decide Cristal por las dos.- Creo es hora de salir del agua, ¡mirar mis manos! -las muestra todo averrugadas.
-¡Ya podrías ser más decente, y dejar nuestros culitos en paz¡ -propone jocosamente Paquita.
-De acuerdo -accedo obediente, mientras salimos del agua.
Nos preservamos del sol a la sombra de los tamarindos.
Cristal recuerda el ofrecimiento y yo acudo a buscar los versos prometidos. Me siento frente a ellas, y les anuncio:
-¡Vais a comprobar mis dotes declamatorias! -me burlo de mí mismo-. Os encarezco, para no romper el ritmo de la poesía, estéis calladitas, ¡los comentarios, buenos o malos, reservarlos para después!
-No te preocupes, ¡estaremos como colegialas en clase! ¡Apúrate! Que tenemos ganas de escucharte -requiere Paquita zalamera.
Carraspeo, templo el tono de voz, y adoptando actitud teatral empiezo a leer el poema siguiente.
(Continuará)