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Paquita (13)

TARDE DEL SEGUNDO DÍA

-24-

Con prosopopeya de gran banquete tres camareros sirven la "bouillabaisse a la marseillesa", que desde la cocina traen en un carrito ad hoc: uno aporta la sopera con el caldo, el otro se hace cargo de la gran fuente que contiene langosta, rape, lluberna, gallina y araña de mar y congrio, y el último, cerrando la marcha, presenta en una bandeja rebanadas de pan de barra cortadas en cuadro, doradas y rociadas con aceite. La "mise en scène" resulta impresionante. El "sommeliers" escancia en la copa un chorrito de Riesling, vino blanco de la región de Alsacia que los eruditos en la materia recomiendan para acompañar marisco y pescado, porque, según dicen, es vino noble, viril y muy seco; como buen catador, lo dejo repose unos momentos para que desprenda los humores del envasado, compruebo la temperatura, pues se debe beber muy frío, y paladeo con fruición la pequeña buchada servida, que encuentro deliciosa y de un "bouquet" delicado. Tras la concienzuda degustación, con un signo afirmativo de la cabeza doy mi aprobación, y el escanciador llena las copas, y a continuación deposita la botella en un recipiente con hielo. ¡Perfecto!
Contemplamos el acontecimiento expectantes y complacidos.
Con ese vertiginoso fluir de la imaginación, se aparece a mi mente una frase leída, que le transmito a Paquita:
-El señor Waterman, que era miembro del club de bridge al que pertenecía el celebre escritor norteamericano Frederic Prokosch, según éste nos cuenta en su "Voces-Memorias", decía que la "bouillabaisse" solo se debe tomar en Marsella, y Alice Toklas, que estaba también presente, afirmaba que también la hacen en Niza, pero no es igual que la de Marsella, solo allí se hacen auténticas "bouillabaisse". Es la aportación de Marsella a una existencia más elevada. Yo coincido en absoluto con este criterio, pues la he comido en otros sitios y en ninguna parte me ha satisfecho como aquí. ¡Veamos como está esta! ¿"Bon appéttit"!
Los camareros, después de servirnos, se retiran, y nosotros, estimulados por los apetitosos manjares que llenan nuestros platos, nos aprestamos a consumirlos.
Fieles al refrán: oveja que bala, bocado que pierde, hasta bien mediada la comida ninguno de los dos suelta prenda. Al iniciar el diálogo lo hacemos ponderando lo exquisito de la comida, que une a lo sabroso de los manjares el aditamento de un ambiente mitificado por la distancia que nos separa del hogar, el toque retórico que le insufla la literatura siempre presente y el delicioso embrujo que nace de nuestra propia presencia en tan singular momento.
Paquita come con satisfacción, me encanta verla saborear cada manjar. ¡No aguanto a las mujeres que hacen remilgo al comer!
Nos sirven "sorbet ou citron" y acercan un carrito con variedad de "fromages", desde el milenario Cantal, pasando por el Camembert, hecho en los caseríos de Normandía, hasta el más famoso Brie con su aroma afrutado. Degustamos minúsculas raciones de casi todas las clases para satisfacer la curiosidad de gourmet. Por último, la "coupe Adelina Patti", que está hecha con helado de vainilla rodeado de cerezas al coñac y todo cubierto con crema Chantilly. Como complemento a tan delicioso "diner", el café lo acompañamos con una copa de "cognac Grande Champagne".
Después de pagar, hartos y satisfechos nos levantamos de la mesa y vamos a buscar la "voiture".
¡Me siento satisfecho! Doy por cumplido el móvil primordial que sirvió de excusa para tan largo viaje. Es igual que si me desprendiese de una obligación impuesta, la que yo mismo me marqué al salir de casa: de llegar hasta aquí para comer una bullabesa.
¡Arcanos del inconsciente, que pretende escudarse en las acciones intrascendentes y conocidas para encubrir y justificar las inconfesables!

-25-

Por la Promenade de la Corniche y Quai de Rive Nove enfilamos el Quai des Belgues, centro neurálgico de Marsella, para dirigirnos a la avenida de la Canebière en donde está el Hotel Bristol, a donde vamos en busca de habitación.
-¡Al fin en la Canebière! -exclamo jubiloso, y con mi ramplona erudición que soy incapaz de frenar, le cuento a Paquita:- Méry, ilustre escritor nacido aquí a finales del siglo diecinueve, con el peculiar chauvinismo francés ingenió la siguiente hipérbole: "si París tuviese una Canebière, sería un pequeño Marsella". Como toda frase que se precie, su paternidad también se le atribuye a Alejandro Dumas, padre. ¿Cualquiera sabe?
-Pues, ¿qué de particular tiene la Canebière? -indaga perpleja Paquita.
En vías de hablar, pues me hallo bajo los efectos de la digestión de tan opípara comida, me lanzo a discursear sobre las excelencias de esta avenida.
-La Canebière -ilustro a Paquita- es el símbolo universal de Marsella, como lo es la Tour Eiffel para París, la Quinta Avenida para Nueva York, Picadilly Circus para Londres, el Prater para Viena, el Coliseo para Roma, la Torre inclinada para Pisa, Vinza para Tokio, o mucho más cercano para nosotros, las Ramblas para Barcelona. Ningún barcelonés que se precie de tal, estará mucho tiempo sin pasear, o al menos pasar, por las Ramblas en cuanto tiene ocasión. En la Canebière, entrevero de Ramblas y Paseo de Gracia barcelonés, puedes admirar grandes cafés, lujosas tiendas y una multitud abigarrada que circula por ella a todas horas, ¡éste es su encanto!.
Tenemos suerte, el Bristol nos acoge. Un empleado se hace cargo del equipaje y le entrego las llaves del coche para que lo aparque.
La habitación con balcón a la calle es regia. Dispone de dos camas, según he pedido, una grande, muy espaciosa, y la otra normal. Un gran espejo cenital nos refleja invertidos al grupo que formamos con el mozo de equipaje amén de las dos camas. ¡"Esprit français"...! Está provista de televisión, hilo musical, teléfono, nevera-bar y amplio y moderno cuarto de baño, todo ¡muy agradable y acogedor!
Al recibir la propina y mientras cierra la puerta, el mozo dice:
-"¡Merci! ¿Volez-vous quelque chose? Nous ètre a votre disposition"
-"Rien, ¡merci!"- le contesto en francés, con mi inconfundible acento de allende los Pirineos.
No bien cierra la puerta, voy hacia Paquita. La abrazo y nuestras bocas unidas sirven de palestra para la contienda a que con inusitado denuedo se lanzan los adminículos linguales de ambos. Su cuerpo se pega al mío como una lapa, y al poco percibo un movimiento de su parte central que despierta y encalabrina al dormido guerrero. Altanero y bizarro éste se yergue dispuesto a cosechar nuevos laureles y al pensar que todavía no ha poseído a Paquita, se lanza con brío a la conquista del ansiado reducto en el que se concentran atávicas apetencias viriles. Ningún obstáculo se opone al andante caballero para erigirse en dueño y señor de la obscura morada, y allí queda estrujado por extraño pulpo, que abre y cierra sus tentáculos en una danza sincopada y alucinante. Incapaz el audaz conquistador de contener por más tiempo la carga explosiva que ha ido fraguando en el polvorín del deseo, deja que ésta explosione en un ramillete divino de estrellas, luminarias y luces que ciegan y enloquecen hasta resolverse en paroxismo de un placer sin límites. ¡Y todo ocurre de pie, sin que ninguno de nuestros músculos externos se mueva en absoluto, y tan íntimamente compenetrados que un sólo relámpago nos envuelve en el aura del más luminoso despertar de los sentidos!
La distancia en el tiempo idealizó el trato divino que me deparó el coito con la mujer del futbolista. A contar de este instante, aquel recuerdo queda desdibujado y lejano, borrado por el inefable goce que, en igualdad de condiciones de cuerpos en estado inmóvil, acaba de ofrecerme mi dulce y encantadora compañera.
Nos tumbamos en la cama grande para reponernos de la postración en que nos ha sumido el delicioso combate. El indiscreto espejo cenital muestra la imagen de dos cuerpos desarbolados, brazos y piernas flácidos, rostros ausentes e inexpresivos, ojos sanguinolentos, y el azul oscuro de unas ojeras delatoras.
(Continuará)
Datos del Relato
  • Autor: ANFETO
  • Código: 1556
  • Fecha: 01-03-2003
  • Categoría: Varios
  • Media: 6.09
  • Votos: 66
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2171
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