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Paquita (1)

A PAQUITA T.

... que más da, si moralmente -salvo
en belleza, bondad y dulzura- nada te
asemejas a la Paquita que se retrata
en el libro! ¿Acaso en lo íntimo del ser,
la mente no es capaz de erigir en
palpable realidad la fantasía de un anhelo? (*)
¿Es que el ensueño y el mito no son acaso
revelaciones de una verdad inefable, de una
verdad irracional, de una verdad
que no puede probarse? (**)
No lo he dicho yo, sino Dama Estulticia,
Y ¿ quién tomará en serio los discursos
de los locos ? (***)

(*) El Autor
(**) Miguel de Unamuno: Del sentimiento trágico de la vida
(***) Erasmo de Roterdam: Elogio de la locura

P A Q U I T A


PROLOGO
Imitando a esos heraldos matutinos de una emisora de radio que todas las mañanas nos despierta con el "¡Buenos días, España", y a renglón seguido decirnos su nombre y manifestarnos el motivo de su intervención, también yo quiero iniciar este relato, que trata de lo acontecido en los tres últimos días del pasado fin de semana, brindando una breve semblanza de mi persona.
Por si a alguien pudiera interesar, diré: que mi nombre es Félix Cerote y desde hace un montón de años estoy avecindado en esta hermosa ciudad de Barcelona; de estado casado, soy padre de dos criaturas, que, por cierto, ahora están en un colegio, en Irlanda, para practicar la lengua inglesa; gano la vida por libre, independiente por carácter y por voluntad no resisto la preponderancia de jefe o de patrono, y me desenvuelvo en múltiples actividades; nutro la economía doméstica con ingresos que obtengo de esos negocios y también de rentas que producen algunos bienes inmuebles de nuestra propiedad; por lo que bien mirado, somos una familia que en este aspecto no vivimos mal, hasta cabe admitir que gozamos de relativa holgura económica.
Formamos con mi mujer un matrimonio estable y, no obstante la manifiesta incompatibilidad de caracteres que en muchas ocasiones hace difícil el entendimiento y la convivencia, por nuestra firme convicción en determinados valores morales en los que hemos sido educados, ninguno de ambos ha caído en el fácil efugio que desde mil novecientos ochenta y uno brinda la ley del divorcio. La discrepancia que está siempre presente en nuestras relaciones la vencemos con tesón y ... distancia; el mejor antídoto contra la belicosidad exacerbada es procurar estar el menor tiempo juntos, y, para eso, nada mejor que buscar obligaciones lícitas que te mantengan alejado del foco de discordia.
Me gusta filosofar sin mesura de lo divino y humano, y de este modo la mente, siempre ocupada, no tiene tiempo para aburrirse.
Confieso, con rubor, lo contradictorio de mi proceder: capaz de sostener a ultranza la indisolubilidad del vínculo matrimonial, mientras practico sin enmienda el jocundo y caro entretenimiento del amor foráneo.
Acabo de levantarme de la cama, y este soliloquio capta mi mente mientras estoy ocupado en el aseo de mi persona en esta primorosa mañana estival. Mañana, viernes, es fiesta, según señala el calendario, es decir, se presenta un tentador puente de tres días que bien puede facilitar la ocasión de cumplir con ese capricho que hace tanto tiempo bulle en mi mente: hacer una escapada a Marsella para comer la bullabesa que tanto me gusta; al fin y a la postre es un efugio como otro cualquiera para justificar una escapada que permita huir de la embrutecedora rutina cotidiana.
Al salir para ir a la oficina le digo a mi mujer, que esta enfrascada en la limpieza doméstica:
-- Aprovechando este puente podemos ir a Marsella a comer la bullabesa, ¿qué te parece?
-¡No! - me contesta con la rotundidad que utiliza siempre en sus negativas.
Me cabrea al máximo este tono imperativo. Constato una vez más que salvo que sea de su agrado nunca condesciende a mis deseos. Para nada cuenta en sus decisiones mis apetencias, caprichos o necesidades, siempre se hace lo que ella decide. ¡La gota rebasa el vaso! ¡Estoy hasta las narices aguantar tanta negativa!
Enfadado, me rebelo:
-¡Está bien! ¡Si no quieres venir, iré sólo!
-¡Como si quieres buscarte compañía ...! ¡Haz lo que quieras! --replica alusiva, con tono desabrido.
-¡De acuerdo! ¡Adiós! --me voy irritado dando un portazo.
La verdad es que normalmente desisto de mis intenciones, a regañadientes acabo siempre por condescender, pero hoy estoy demasiado indignado para transigir y decido hacer el viaje, aunque a la vuelta tenga que apechugar con el enfado y acritud de mi mujer.
Mientras me encamino a la oficina medito que viajar sólo es soso, aburrido e imprudente, y por este motivo busco en la memoria persona que, además de resultar grata, esté dispuesta a acompañarme, y si pertenece al género femenino mejor que mejor, pues además de ser más dúctiles, a la postre el trato resulta más gratificador.
Entre el cúmulo de personas que acuden a mi mente opto por Paquita.
Paquita es mujer joven de apenas veinticinco años, simpática, siempre risueña, físicamente hermosa, elegante, de porte fino y distinguido, cuya dulzura embelesa, y ¡es tan deliciosamente dócil!, que su compañía seduce y enamora; en fin, ¡un sueño de mujer! Apenas he tenido trato con ella y aún éste surgió por motivo de un pleito familiar en el que me vi implicado por afectar a intereses comunes. Hubo, empero, tiempo sobrado para descubrir las virtudes que adornan su persona. Tan sólo un día la invité a cenar, y no ocurrió nada trascendental, tal vez un beso en la boca pero sin ulteriores consecuencias; sin embargo, es el sabor de aquel beso innocuo pero que gratamente pervive en la memoria, lo que hace decantar la elección a su favor. Además, al estar viuda y en época de vacaciones, hace más previsible el que acepte la invitación.
Llego al despacho y me falta tiempo para comunicarme por teléfono. Le explico el motivo de la llamada. Reticente por recordarla después de tanto tiempo de silencio, muestra su sorpresa ante la insólita invitación. Al principio la recusa. Luego simplemente opone algún reparo. Procuro ser convincente para vencer sus vacilaciones. Por fin, accede. Acordamos que mañana a las diez pasaré por su casa a recogerla.
Como hago siempre que viajo, me proveo de una breve libretita que cómodamente cabe en cualquier bolsillo, en la que registro cuanto de interés ocurra, si bien al anotarlo, ¡por si las moscas!, procuro tener muy presente la máxima de Erasmo: "no siempre debe ser dicha toda la verdad. Depende mucho del modo como se la diga".
(Continuará)
Datos del Relato
  • Autor: ANFETO
  • Código: 1312
  • Fecha: 07-02-2003
  • Categoría: Varios
  • Media: 6.07
  • Votos: 167
  • Envios: 1
  • Lecturas: 4382
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Ricardo Puyals
invitado-Ricardo Puyals 29-12-2007 00:00:00

Aacabo de leer una novela que se titula 'Tres días para olvidar', de Xile F. Serrot, editada por Lea-Ediciones Atenas,num. 4 de su Colección Cruz del Sur, y sabéis la gran noticia, que es esta misma novela 'Paquita' de nuestro compañero Anfeto. ¿Será un plagio? Por si él no se ha enterado, aquí le dejo la noticia.

Pau 2
invitado-Pau 2 19-09-2004 00:00:00

PAQUITA 1 (ANFETO) Impecable relato,minucioso y llevadero. Felicitaciones. Veremos cómo resulta ese viaje con Paquita... Pau 2

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