Los primeros rayos de sol se metieron curiosos por la ventana del dormitorio diluyendo las sombras de la noche.
Un cuerpo se mueve sobre la cama. Gira sobre si, cambiando de posición -ahora sobre el costado derecho-.
Extiende sus manos...buscando...
La piel cálida y suave está allí, a su lado.
Abre los ojos despacio, combatiendo entre el deseo de dejarlos cerrados y el de abrirlos a la realidad.
Los abre... y lo ve...
Él duerme... boca a bajo...desnudo...
Se incorpora poco a poco ... sin dejar de mirarlo...
Es lindo...ardiente...tierno...tan hombre...tan niño...
No dejaría de mirarlo, de consentirlo,de darle todo... todo el placer que sea capaz de dar.
Se levanta.
Lo ata a su cama y con un pañuelo le venda los ojos.
Negándose a resitir la tentación de tocar...besar...amar comienza a recorrer aquellos pies que apenas se pertuban ante la caricia, las piernas largas, firmes -que los 10 kms diarios le han permitido obtener-, la línea curva de los glúteos, el torso delgado ausente de vellos, las manos de dedos largos y finos, el perfil del rostro apenas con sombra de barba...
Como impedir que la sangre no descarrile en el cerebro, en el corazón , en el deseo...
Cada centímetro de piel recibe besos apenas perceptibles mientras las yemas de los dedos la recrea en pequeños cículos,como para aprender ese cuerpo... aprenderlo de memoria.
Se mueve... se acomoda... como para permitir otras caricias...
Las manos femeninas buscan sus partes más intimas... más cálidas... que comienzan a sentirse excitadas.
Un olor a deseo... a pasión ...comienza a inundar la habitación.
Besos húmedos y una lengua atrevida se apoderan del hombre... lo recorren...lo poseen.
Se despierta. Ella lo ayuda a colocarse boca arriba.
La piel de ambos arde. Sus cuerpos piden a gritos por más placer...
La mujer acerca sus senos a la boca del hombre que los lame, que hace endurecer los pezones... que desea tocarlos y no puede... los deja resbalar por su pecho, su vientre, su centro de amor.
Juega su lengua una vez más, con el pene dulcemente tenso... y girando su cuerpo le brinda su zona más íntima para que él lo haga también.
Recorre sus labios, su clítoris, se introduce, sale, juega en círculos...
Se aparta y ubicando su cuerpo en cruz respecto del hombre, cruza sus piernas por encima de éste y le permite entrar en ella, que disfruta al máximo este instante, moviendo la pelvis y apretando el pene en su interior.
Sólo el jadeo y la respiración agitada han roto el silencio... las palabras han estado ausentes. Piel a piel se dan todo el placer de que son capaces y aún más...
Un último cambio, ella se coloca sobre él, montándolo, hasta lograr...
-Síííííí....
-Síííííí....