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Pague un chorron por sexo

~~PAGUE POR SEXO Cuando me detuve en el semáforo, alcancé a divisarla. Casi escondida detrás de un árbol, a media luz, con unos tacos agujas, vestía una pollera roja muy corta que dejaba ver un bien formado par de piernas, una camisa muy fina que no escondían para nada sus pechos, pequeños pero muy proporcionados a su cuerpo. Su cabello, similar a una melena de león, enmarcaba un rostro fino y bien maquillado, donde resaltaba una boca fina, roja y sensual. Era muy bonita. Su juventud era un desafío a las miradas indiscretas.
 Acerqué mi auto a la acera, aun a cierta distancia de ella. Otro auto se estacionó a su lado. Vi que ella se acercó a la ventanilla del acompañante y comenzó un diálogo con el conductor. Mientras se apoyaba en la ventanilla, la pollera se levantó, dejando ver el nacimiento de sus nalgas y esa visión me decidió: hoy pagaría por sexo. Ella valía la pena.
 Inconscientemente rogué que el otro conductor fuera rechazado. Cuando así sucedió, aceleré para estacionar cerca de ella.
 Hola, Papi me dijo
 Hola, Bebé le dije yo, bastante nervioso ya que no tenía práctica en esto
 ¿Te gusta lo que ves? me dijo mientras se agachaba mas para que pudiera ver sus pechos.
 Por supuesto
 Entonces, ¿porque no vamos a un hotel y te das el gusto, Corazón?
 ¿Cuanto? pregunté brutalmente
 Lo que valgo me dijo Cien pesos. Eso te da derecho a que pasemos un par de horas juntos y hagas de mí lo que quieras Sinceramente los valía y mi calentura ya no me dejaba otra opción. Le dije que subiera. Enfilé para un hotel de la ruta.
 ¿Cómo te llamas? me preguntó
 Javier le mentí ¿ Y vos?
 Me llamo como vos quieras me dijo
 OK. Te llamaré Mariela
 ¿Quién es Mariela? ¿Alguna noviecita de la juventud, alguna vecinita que no te pudiste voltear?
 No. Mariela es el nombre de mi mujer.
 ¿Tu mujer?
 Sí. Y con vos voy a hacer todo lo que ella no me deja hacerle.
 Me parece muy bien. Yo te voy a sacar toda la leche que Mariela no sabe sacarte Mas que una promesa, sonó como una amenaza. Y eso me excitó aun más.
 Cuando llegamos al hotel, entramos a la habitación. Apenas traspuesta la puerta, se volvió hacia mí y me dijo:
 Primero tenés que pagarme.
 La ley del mercado. Sin protestar, saqué mi billetera y le pagué los cien pesos pactados. Ella los guardó en su cartera, luego la dejó sobre un sillón que allí había y se volvió hacia mí. Se acercó y comenzó a besarme el cuello mientras me desprendía la camisa. Bajó con sus besos por mi pecho. Se demoró en mis pezones, chupándolos con distintas intensidades y hasta me dio algunos mordiscos que hicieron que se me erizaran los bellos de todo el cuerpo.
 Yo quise sacarle la blusa que llevaba, pero ella me retiró las manos:
 Dejala hacer a Mariela me dijo Obediente, bajé mis brazos a los costados de mi cuerpo y me abandoné al placer de sentirla.
 Desprendió con maestría mi cinturón y dejó que el pantalón se deslizara hasta el suelo. Miró mi bulto he hizo un gesto de aprobación por lo que veía. Delicadamente me sacó el slip, tomando entre sus manos mi miembro para sacarlo sin lastimarme. Una vez libre, lo acarició en toda su longitud incluyendo las bolas. De más está decir que la erección que presentaba era fenomenal.
 ¿Tu mujer te lo chupa? me preguntó
 No le dije Es muy conservadora
 Que tonta. No sabe lo que se pierde me dijo mientras se arrodillaba, abría su boca y comenzaba a chuparme la pija con un movimiento lento pero marcado mientras sus manos me acariciaban las nalgas, las piernas y las bolas.
 El placer que sentía me decía que no me iba a arrepentir de haberme decidido a levantarla.
 Luego de un buen rato chupando se paró y me dio un pequeño empujón para que me dejara caer sobre la cama. Se acercó a la cabecera de la cama, buscó con los comandos atenuar las luces, subió la música y fue hasta el pié de la cama para empezar a desvestirse al ritmo de la música. El espectáculo era muy sensual. Yo había cruzado mis manos detrás de mi cabeza y admiraba el show en mi honor.
 Se desprendió la blusa y dejó en libertad un par de pechos hermosos con unos pezones rosados y de grandes aureolas. Jugó con sus pechos, apretándolos y estirándose los pezones. Realmente lo gozaba haciéndolo. Luego se desprendió la pollera y dejó que cayera al suelo dejando al descubierto unas nalgas redondas y firmes que yo ya había adivinado cuando la viera. Llevaba una tanga también roja que se perdía entre sus nalgas y apenas tapaba su concha casi artísticamente depilada. Siguió bailando. Giró. Me dio la espalda sin dejar de contornearse, se fue agachando hasta quedar de cuclillas; volvió a subir y ahora se dobló por la mitad para tocarse la punta de los tacos. La tanga terminó por perderse entre ambos continentes. Giró nuevamente para enfrentarme y subió a la cama para quedar abierta de piernas encima de mí, de pie. Esa visión de su sexo desde abajo me resultó maravillosa. Pude notar que todo el jueguito eró Desprendió dos pequeños broches a cada lado de su tanga y se la sacó: allí estaba toda su concha brillante frente a mis ojos. Siguió acariciándose los pechos y bailando; luego bajó sus manos a su concha y se tocó sin dejar de mirarme a los ojos. Yo iba de sus ojos a su sexo y en el camino me detenía en sus pechos. Fue flexionando sus piernas hasta quedar sentada sobre mi pecho y se frotó en él. El perfume de su sexo me llegó pleno
 ¿Te gusto? me preguntó
 Mucho le dije
 ¿Querés chuparme la concha? me ofreció
 Sí. La deseo le contesté Poco a poco fue acercado su sexo a mi cara terminando por sentarse prácticamente en mi cara. Me dedique con gran esmero a jugar con mi lengua por toda su concha. Le zarpaba los labios y succionaba su clítoris que cada vez se hacía más grande. Ella se movía y gemía de placer y fue dejándose caer hacia atrás hasta quedar acostada encima de mí. En un momento dado levantó sus piernas agarrándose por detrás de las rodillas y eso me permitió llegar a su culo con total facilidad. Se lo lamí. Metía mi lengua lo mejor que podía buscando dilatarle el cerrado agujero de su culo. Me ayudé con el dedo índice con el que hurgué dentro de ella.
 Despacio, que me duele dijo entre susurros Luego se dio vuelta allí mismo y me volvió a chupar la pija, dejándome su concha y su culo al alcance de mi boca para seguir dándole placer.
 Ella tenía un dominio total de la situación, así es que cuando sintió que mi orgasmo estaba cerca, dejó de chupar, giró y se sentó en mi verga. Allí comenzó a moverse y entre gemidos me pidió que le acabara ya, que ella ya se venía. Esas palabras fueron como una orden: mi pija respondió al instante y acabé con grandes chorros de leche y, al parecer, era lo que ella necesitaba para acabar a su vez. Gimió y los estertores de su cuerpo me señaló que estaba teniendo un magnífico y largo orgasmo. Se dejó caer sobre mi pecho hasta que calmó el resuello y luego se dejó deslizar a mi lado, quedando con una pierna cruzándome.
 Al poco rato me dijo:
 ¿Es así de puta como te gusta Mariela?
 Me encantaría que así fuera le dije Siempre tengo deseos de chuparle la concha como te lo hice a vos y que ella me lo chupe, pero nunca accede.
 ¿Qué es lo que más te gustaría hacerle? me preguntó, morbosa
 Romperle el culo estrecho que tiene le confesé
 OK. Esta noche se lo vas a romper, Corazón. Hoy es tu noche de cumplir tus fantasías Dicho eso se dedicó a sobarme nuevamente la pija para parármela nuevamente. A las caricias le sumó unos besos en las bolas y fue subiendo con sus labios hasta llegar a la cabeza de la verga y chupar con esmero. A los pocos minutos había logrado su cometido: mi verga estaba presta nuevamente. Hizo que me parara al costado de la cama mientras ella se ponía en cuatro patas apuntándome con su hermoso culo. Con la misma lubricación de su concha se lubricó la puerta del culo y agarrándome de la pija la guió hasta la puerta de su culito parado.
 Nunca lo hago por el culo con un cliente, así es que te pido que tengas cuidado me advirtió Apoyé la cabeza de la pija en la puerta del culo y empecé a empujar muy, pero muy despacio. Tenía un culo bastante estrecho y costaba entrar. En un momento respiró hondo y se relajó. Yo sentí que aflojaba un poco la resistencia y probé empujando un poco, hasta que sentí que el glande había entrado en su agujero. Nos dolía a ambos. Para facilitar el deslizamiento de mi pija le eché un poco de saliva y luego traté de metérsela un poco más. Ella, que me había agarrado de las piernas para guiarme en el ritmo y en la profundidad, me clavó las uñas dándome a entender lo que sentía, así es que aflojé un poco la presión. Al rato me volvió a empujar las piernas como animándome a que probara de nuevo de metérsela más profundamente. Respondí y poco a poco fui metiéndosela hasta que los huevos me toparon con sus nalgas. Yo sentía que la pija me ardía. Me afirmé en sus caderas y empecé a meterla y sacarla en toda su longitud.
 ¡Acabá! me urgió ¡Acabá que me arde el culo! ¡Dale, dame tu leche! gritó Aceleré mi ritmo y cuando sentí que estaba por acabar, di el último empujón profundo para mandársela lo mas adentro posible. Su grito de dolor y el mío de placer fueron simultáneos lo mismo que los jadeos posteriores. Poco a poco fui perdiendo la erección hasta que la pìja salió sola del culo con un sonido característico similar al descorche de una botella. No podía sostenerme en pie. Me dejé caer a su lado. Ambos boca abajo estuvimos un buen rato.
 Luego ella se levantó y fue hasta el baño. Escuché que abría la ducha y, mientras me fumaba un cigarrillo, ella tomaba un baño. Salió envuelta en una toalla blanca, terminó de secarse el cabello y comenzó a vestirse. Aproveché yo para ir al baño a higienizarme. Cuando salí, ella ya estaba completamente vestida, con su cartera colgando de un hombro e impaciente por irse. Me apuré en vestirme y salimos sin decir una palabra. Me indicó una intersección de calles. Al llegar se bajó y desde la ventanilla me envió un beso y cuando la estaba por citar para otro día, salió casi corriendo, haciendo señas para detener a un taxi que justo pasaba por allí. Me quedé con esa sensación de algo inconcluso.
 Me detuve en un bar para tomarme un whisky y con él tratar de borrar cualquier rastro de su sabor que me hubiera quedado en la boca. Apuré el trago y me dirigí al baño para tratar de hacer un concienzudo análisis de mi cuerpo para tratar de encontrar cualquier marca o señal que delatara mi fugaz aventura.
 Llegué a casa. Metí el auto al garage y tratando de hacer el menro ruidio posible me dirigí a la habitación donde sabía que Mariela dormida. Así era. O por lo menos eso creí. Me desvestí y me metí sigilosamente entre las sábanas. Cuando me estaba acomodando y disponiéndome a pagar la luz del velador sentí la voz de Mariela que entre dormida me decía:
 Estuviste fantástico, mi amor Sonreí satisfecho. Apagué la luz y me quedé con la imagen de su ropa tirada como al descuido sobre el sillón de nuestra pieza: la pollera roja muy corta, la camisa blanca y su tanga sobre la cómoda del dormitorio.

Datos del Relato
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