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Pablo el preceptor

~~Donde cursaba mis estudios junto a mi primo Juan y algunos amigos del barrio teníamos un preceptor de 20 años llamado Pablo y aunque no era nada del otro mundo, a mis 14 años de edad estaba recaliente con él, al parecer el preceptor no ignoraba mis sentimientos porque en más de una oportunidad al pasar me guiñaba el ojo ó me hacía alguna broma.
 Un día en hora de clase previa autorización del profesor fui al baño, había terminado de orinar cuando ingresa Pablo y se pone a mear, al verlo mi corazón comenzó a latir a mil por minuto yo no podía apartar mis ojos de su verga, mis deseos estaban a punto de concretarse y para llamar su atención le dije:

-Mas de tres sacudidas se considera paja, me miró y riéndose por mi ocurrencia me preguntó que hacía en hora de clase en el baño. Le respondí todo cachondo:

 El profesor me autorizó.-

Como no quería dejar escapar la oportunidad que me regalaba la diosa fortuna de sacarme la calentura que tenía con él, me jugué a todo ó nada total más que un reto o un cachetazo no iba a ligar. Sin dejarlo reaccionar y antes de que se guarde la pija se la agarré y metiéndomela en la boca comencé a chupársela, sus genitales estaban impregnados de un suave olor a colonia lo que me enloqueció más, al principio se resistió un poco pero su calentura pudo más que la razón y me introdujo en el retrete cerró la pueta hizo que me sentara en el inodoro y tomándome de la cabeza con ambas manos comenzó a cogerme por la boca, mi lengua y mi boca toda saboreaba ese pedazo de carne venosa y palpitante que entraba y salía de ella, luego comenzó a acelerar cada vez más sus envestidas hasta que se corrió llenándome la boca con su agridulce y tibio elixir que manaba a borbotones de su verga haciendo que me tragara hasta la última gota de ese manjar. Yo tocaba el cielo con las manos Pablo era todo mío, mientras se subía la cremallera del pantalón me dijo:

-Quiero que vengas a mi casa para poder cogerte aquí corremos un riesgo innecesario, me estaba dando un prolongado beso en la boca cuando el maldito timbre anunciando el recreo nos volvió a la realidad.-
Le conté a mi primo Juan lo sucedido con el preceptor, él no podía creerlo y enseguida me preguntó como la tenía de grande, le dije:

-Quedate tranquilo la tiene más chica que tu hermano Tito.
 Mario

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